Seminario 5: Clase 9, La Metáfora Paterna I, 15 de Enero de 1958

Les he anunciado que hoy les hablaré de algo a lo que, por excepción, he dado un titulo que se llama «La metáfora paterna».

No hace mucho tiempo, uno un poquito inquieto, me imagino, por el giro que yo iba a darle a las cosas, me preguntó: «¿Qué tiene en cuenta hablarnos en lo que sigue del año?». Y yo le respondí: «Cuento con abordar cuestiones de estructura». De ese modo, no me he comprometido.

No obstante, es bien de eso sin embargo que entiendo hablarles este año a propósito de las formaciones del inconsciente, de las cuestiones de estructura, es decir, para llamar las cosas simplemente, de las cuestiones que intentan poner las cosas en su lugar, las cosas de las que ustedes hablan todos los días y en las cuales se embrollan igualmente todos los días de una manera que incluso termina por ya no molestarles.

La metáfora paterna, pues, es algo que va a concernir al examen de la función del padre, si quieren, como se diría en términos de relación inter-humana, y justamente de las complicaciones que ustedes reencuentran, quiero decir todos los días, en la manera que ustedes pueden tener de hacer uso de ella, de hacer uso de ella como de un concepto de algo que incluso ha tomado cierto giro familiar desde el tiempo que hace que hablan de ella. Y se trata justamente de saber si ustedes hablan de ella bajo la forma de un discurso muy coherente.

Esta función del padre tiene su lugar en la Historia del Análisis, incluso un lugar bastante amplio. Ella esta en el corazón de la cuestión, inútil es decirlo, del Edipo. Por consiguiente, en la Historia del Análisis,  es alrededor del lugar otorgado al complejo de Edipo que ustedes la ven presentificada. Freud la introduce bien al comienzo. El complejo de Edipo aparece con La interpretación de los sueños. Lo que ahí revela el inconsciente, al comienzo, es ante todo y primero que nada el complejo de Edipo; la importancia de la revelación del inconsciente es la amnesia in fantil, ¿la que lleva sobre qué? —sobre el hecho de los deseos infantiles por la madre y sobre el hecho de que esos deseos están reprimidos (refoules), es decir que ellos no sólamente han sido suprimidos (réprimés), sino que ha sido olvidado que esos deseos son primordiales, ha sido olvidado no solamente que son primordiales sino que están siempre allí Es preciso no olvidar que fue de ahí que partió el Análisis, y que es alrededor de eso que se han planteado cierto número de cuestiones introducidas por la clínica.

He intentado ordenarles cierto número de direcciónes de las cuestiones que habían sido propuestas en la Historia del Análisis a propósito  del Edipo. Las primeras marcan una fecha, es cuando fue levantada la cuestión de saber si justamente ese complejo de Edipo, que había sido ante todo promovido como fundamental en la neurosis, cobre la cual la obra de Freud había mostrado de una manera patente el pensamiento de su autor haciendo del complejo de Edipo algo universal, es decir que no está solamente en el neurótico sino también en el normal, y por una buena razón, es que este complejo de Edipo, es él justamente el que, si peca en la neurosis, peca en función del hecho de que es esencial en una función de normalización, que es un accidente del Edipo el que provoca la neurosis; esta primera cuestión, alrededor de la cual puedo centrar uno de los polos de la Historia del Análisis  en lo concerniente al complejo de Edipo, es éstas ¿hay neurosis sin Edipo?

Parecía en efecto, que algunas observaciones se presentaban de una manera tal que el conflicto, el drama edípico, no había jugado el rol esencial; que, por ejemplo, la relación exclusiva del niño a la madre era lo que estaba dado en el análisis como debiendo ser admitido por el hecho de la experiencia, a saber, que podía haber allí sujetos que presentaban neurosis donde el Edipo no se encontraba para nada. Neurosis sin Edipo es el título de un artículo de Charles…

Esta noción de la neurosis sin Edipo, ustedes saben que en la historia esencialmente correlativa a las cuestiones planteadas sobre el tema de lo que se ha llamado el superyó  materno — el superyó es únicamente como Freud, ya en el momento en que esta cuestión de la neurosis sin Edipo había  sido planteada, lo había formulado en ese momento, a saber: el superyó es de origen paterno se planteaba la cuestión: ¿es que, verdaderamente, él es de origen paterno? ¿es que no hay, detrás del superyó paterno, un superyó materno todavía  más exigente, todavía más oprimente, todavía  más devastador, todavía  más insistente, en la neurosis, que el superyó paterno? No quiero extenderme demasiado sobre eso, tenemos un largo camino para recorrer.

El otro centro alrededor del cual gira esto, es el centro del Edipo, quiero decir, los casos de excepción y la relación  entre el superyó paterno y el superyó materno.

Entonces estaba abierta la cuestión de saber si todo un campo de nuestra patología, de la patología que viene a nuestra Jurisdicción, que nos es ofrecida para nuestro tratamiento, para nuestros cuidados, no podía ser referido independientemente de la cuestión: si el complejo de Edipo está ahí o si falta en un sujeto, en lo que llamaremos el campo pre-edípico. Si hay Edipo, si este Edipo es considerado como representando una fase, si hay madurez en cierto momento esencial de la evolución del sujeto, este Edipo está siempre ahí. Lo que el propio Freud había adelantado muy pronto, en los primeros momentos de su obra, cinco años después de La interpretación de los sueños, que, podemos decir, todo lo que retorna de los Tres ensayos de teoría sexual era de una naturaleza tal como para hacernos entender que lo que sucede antes del Edipo tiene también su importancia.

Seguramente, en Freud, eso toma su importancia en tanto que eso toma su importancia a través del Edipo. Pero ya, o más exactamente nunca, nunca, en esa época, la noción de la retroacción de una … de Edipo, sobre la cual ustedes saben que aquí atraigo todo el tiempo y de una manera bastante insistente vuestra atención, jamás ha sido puesta en valor. Es algo que parece escapar al pensamiento de las exigencias del pasado temporal del pensamiento, desde el momento que había cosas que estaban antes del Edipo, y si algunas partes de nuestro campo se referían especialmente a lo que había pasado en nuestro campo de experiencia, en este campo de desarrollo del sujeto, había pues una cuestión que se planteaba a propósito de las etapas pre-edípicas como tales, y de sus relaciones ¿con qué? — ustedes lo saben: por una parte, la perversión; es el estado primario, si puedo decir, el estado por algunos dejado baldío de la noción de perversión. A Dios gracias, nosotros ya no estamos completamente ahí,  pero a pesar de todo, durante cierto tiempo, y al comienzo era legítimo puesto que no es más que una aproximación a la cuestión, lo es menos ahora, ¿está la perversión esencialmente considerada como algo cuya eti|ología, cuya causa, debe ser específicamente relaciónada al campo pre-edípico? Era en razón de una fijación anormal que la perversión tomaba su condicionamiento, su raíz. Era por eso, además, que la perversión no era pues más que la neurosis invertida, o más exactamente, la neurosis que no se ha invertido, la neurosis que ha quedado patente; lo que en la neurosis se había invertido en la perversión se veía al descubierto el inconsciente estaba ahí a cielo abierto; lo que concernía a la perversión no había sido reprimido como si no hubiera pasado por el Edipo. Es una concepción en la cual ya nadie se detiene.

No quiere decir por eso que nosotros hayamos avanzado mas, pero les señalo, les puntúo, pues, que alrededor de la cuestión del campo pre-edípico se ubican, por una parte, la cuestión de la perversión, y por otra parte, la cuestión de la psicosis. Todas las cosas pueden ahora aclararse para nosotros de diversas maneras. Por el momento, se trato simplemente de situarles en qué zona, bajo qué ángulo de interés pueden plantearse las cuestiones alrededor del Edipo.

Se trata siempre de la función de la perversión sobre la psicosis, en la cual la función imaginaria, las relaciones imaginarias, incluso sin estar especialmente introducido en el manejo que nosotros hacemos aquí de eso para todos, cada uno verá que se trata de las relaciones imaginarias, precisamente en el sentido de lo que concierne a la imagen, muy especialmente, tanto en la perversión como en la psicosis, es segurarnente bajo ángulos diferentes otra cosa, es una invasión más o menos endofásica, hecha de palabras más o menos oídas otra cosa y de carácter molesto, parasitario, de una imagen en una perversión sin ninguna duda. Pero se trata bien ahí, tanto en un caso como en el otro, de manifestaciones patológicas en las cuales es por imagenes que esta profundamente perturbado el campo de la realidad.

Y esto también nos es atestiguado por la Historia del Análisis, está pues en cierta relación con el Edipo como tal, puesto que es especialmente en el campo pre-edípico que la experiencia y el cuidado de la coherencia, el modo por el que la teoría  se fabrica, se tiene en pie, sería precisamente en razón de eso que, en suma, el campo de la realidad, para el tiempo en que está perturbado en ciertos casos profundamente por la invasión de lo imaginario, parece que es un término que, ahí, rinde más servicio que el de fantasmático, pues sería inapropiado para hablar igualmente de las psicosis y de las perversiones. Ustedes tienen en este sentido, en el sentido de la exploración del campo pre-edípico, toda una dirección de análisis que se ha comprometido en eso, hasta el punto incluso de decir que es en ese sentido que se han hecho todos los progresos esenciales desde Freud.

Y les señalo que por esta paradoja, quiero decir el carácter —en lo que abordamos hoy— esencial de la paradoja, está constituido por un testimonio de la obra de la Sra. Melanie Klein. En una obra, como en toda producción en palabras, hay dos planos, está lo que dice, lo que ella formula en su discurso como tal, lo que quiere decir por que, separando en sus sentidos el quiero y el decir, está su intención. Y luego, parece, nosotros no seríamos analistas tal como intento hacer entender las cosas aquí si no supiéramos que ella dice algunas veces un poquito más allá. Es incluso habitualmente en eso que consiste nuestra aproximación, ver lo que dice más allá de Lo que quiere decir. La obra de La Sra. Melanie Klein dice cosas que tienen por otra parte toda su importancia, que son algunas veces, por otra parte nada más que por su texto, su contradicción interna, por ese sólo hecho que pueden estar sujetas a ciertas criticas, que han sido hechas. Pues está también lo que ella dice sin querer decirlo, y una de las cosas más sorprendentes a este respecto es que esta mujer que nos ha aportado puntos de vista tan profundos, tan esclarecedores de lo que sucede no solamente en el tiempo pre-edípico, si no en los nitros que ella examina, que ella analiza en una etapa presuntamente pre-edípica, quiero decir por una primera aproximación de la teoría, y en toda la medida en que ella aborda en estos nitros temas que son también anteriores, forzosamente, que en el momento en que ella los aborda, puesto que es a menudo en verbales o pre-verbales en la historia que ella dos aborda, casi en la a parición de la palabra, en fin, poco después, es completamente sorprendente que sea en la medida misma en que se remonta más al tiempo de la historia pretendidamente pre-edípica que ella vea allí siempre y todo el tiempo una permanencia de la rogación edípica.

Si ustedes leen ese artículo suyo que concierne precisamente al Edipo, verán con sorpresa que ella admite e incluso nos muestra por testimonios en el equivoco de su experiencia dibujos, extremadamente preciosos, de un niño que esta justamente en el estado llamado de la formación de los malos objetos, en la etapa en que es en el interior del cuerpo de la madre que parece, a su entender, jugar el rol predominante en la evolución de la primera relación objetar en el nitro, donde el niño está enteramente centrado sobre este interior del cuerpo de la madre, e incluso en una etapa anterior, en la fase llamada paranoide, en la fase muy precisa que está ligada a la aparición del cuerpo de la madre como en su totalidad. Es en una fase ya anterior que, fundándose sobre dibujos, sobre decires, sobre toda una reconstrucción de la psicología del nitro en esta etapa, la Sra. Melanie Klein nos testimonia que, entre los malos objetos presentes en el cuerpo de la madre, entre los cuales, como ustedes saben, están todos los rivales, los cuerpos de los hermanos, de las hermanas, pasados, presentes y por venir, está precisamente el padre, representado bajo la forma de su pene.

Ahí hay algo que merece que nos detengamos en el momento de las relaciones de la función imaginaria en las primeras etapas donde pueden volver a anudarse las funciones propiamente esquizofrénicas, psicóticas en general, y el Edipo; es curioso desembocar en esta contradicción, a partir de una intención como la de la Sra. Melanie Klein, que es ante todo ir a explorar las etapas pre-edípicas. Más ella se remonta, más ella se encuentra sobre el plano imaginario, más ella constata la precocidad —una precocidad muy difícil de explicar si nos atenemos a una noción puramente histórica del Edipo—, la precocidad de la aparición del término ternario paterno, y esto desde las primeras fases imaginarias del niño. Es en esto que yo digo que la obra dice más de lo que ella quiere decir.

He ahí pues dos términos, dos polos ya definidos de esta evolución del interés alrededor del Edipo: lo que concernía ante todo, lo hemos dicho, a la cuestión del superyó y de las neurosis sin Edipo, y a continuación lo que centra la cuestión del Edipo alrededor de la adquisición o de las perturbaciones, más exactamente, que se producen en el campo de la realidad.

Tercer tiempo que no merece menos observaciones y que va a abrir nuestro siguiente capitulo. Es la relación del complejo de Edipo con algo que no es la misma cosa, con la genitalización, como se dice. El complejo de Edipo, no lo olvidemos en medio de tantas exploraciones, cuestiones, discusiones —éste casi ha pasado en la historia al segundo plano, pero permanece siempre implícito en todas las clínicas—, el complejo de Edipo tiene una función normativa no simplemente en la estructura moral del sujeto ni en sus relaciones, sino en su asunción de su sexo, es decir algo que, en el análisis, como ustedes saben, queda siempre en  cierta ambigüedad. Está la función propiamente genital, y esta función es, evidentemente, el objeto de una maduración, de una maduración como tal. Ella está implicada como fundamental en el análisis de una primera fase, primera ascensión de maduración que es propiamente orgánica y se produce en la infancia.

La cuestión de la ligazón de este primer empuje al cual, como saben, se le ha buscado su soporte orgánico, entiendo por ello anatómico, en el doble empuje, por ejemplo, y que se produce al nivel de los testículos en la formación de los espermatozoides, la cuestión de la relación entre esto y la existencia en la especie humana de complejo de Edipo, ha quedado como una cuestión filogenética, sobre la cual se cierne mucha oscuridad, al punto de que nadie se arriesgaría ya a hacer artículos sobre el mismo tema.

Pero en fin, eso no ha estado menos en la Historia del Análisis. La cuestión, pues, de la genitalización es doble: por una parte comporta algo que comporta una evolución, una maduración, y por otra parte comporta, en el Edipo, algo que se realiza, que es la asunción por el sujeto de su propio sexo, para llamar a las cosas por su nombre, que es, de hecho, que el hombre asume el tipo viril, que la mujer asume cierto tipo femenino, se reconoce como mujer, se identifica a sus funciones de mujer. La virilidad y la feminización, he ahí los dos términos que son esencialmente la función del Edipo.

Debo decir que nos encontramos aquí al nivel en que el Edipo está directamente ligado a la función del ideal del yo. No hay otro sentido. He aquí pues los tres capítulos en los cuales ustedes podrán clasificar todo lo que se ha producido como discusiones en el curso del Edipo, y de paso alrededor de la función del padre, pues ambas son una sola y misma cosa. No hay cuestión de Edipo si no hay padre, no hay Edipo; inversamente, hablar de Edipo, es introducir como esencial la función del padre.

Entonces, para los que toman notas, sobre el tema histórico de la evolución del complejo de Edipo, todo gira alrededor de tres capítulos: el Edipo en relación al superyó, en relación a la realidad, en relación al ideal del yo. El ideal del yo comportando en todas las ocasiones la genitalización en tanto ella es asumida, en tanto que de viene elemento del ideal del yo. La realidad, cabeza de capítulo, implica las relaciones del Edipo con las afecciónes que comportan un trastorno de la relación a la realidad, perversión y psicosis .

Ahora, intentemos ir un poco más lejos. Es claro que aquí, en el tercer capítulo, a saber alrededor de lo que concierne a la función del Edipo en tanto que resuena directamente sobre esta asunción del sexo, toda la cuestión del complejo de castración en lo que tiene de no tan elucidado, es ahí que nosotros vamos a avanzar.

De todas maneras, pues, esas relaciones masivas, globales, subrayadas por la historia como estando suficientemente presentes para todos, hacen que nos preguntemos: «Entonces, y el padre, ¿qué es lo que hacia el padre durante ese tiempo?» ¿De qué modo estaba el padre implicado en el asunto? Se trata de una observación real a propósito de cada sujeto.

La cuestión de la ausencia o de la presencia del padre, del carácter  benéfico o maléfico del padre, es, como saben, una cuestión que no está por cierto velada. Incluso hemos visto aparecer recientemente el término de carencia paterna, lo que no era acometer un tema minúsculo. La cuestión de saber lo que se ha podido decir sobre eso, y si se sostenía, es otra cuestión Pero en fin, esta carencia paterna, se la llame así o no, es de alguna manera un tema a la orden del día, precisamente y sobre todo en una evolución del análisis que se vuelve cada vez más ambientalista, como se dice elegantemente. Es decir, ¿se trata de qué?

Naturalmente no todos los analistas caen en ese sesgo, ¡A Dios gracias! Muchos analistas, a los que ustedes les aportarán informes biográficos tan interesantes como decirles: «pero los padres no se entendían, habla desacuerdo conyugal, ¡eso explica todo!», les responderán — incluso aquellos con los que no estamos siempre de acuerdo, les dirán: «¿Y con eso? Eso no prueba absolutamente nada, no debemos esperar ninguna especie de efecto  particular». En lo cual tendrán razón.

Dicho esto, cuando se busca, ¿uno se interesa en qué, en lo concerniente al padre? Cuando se quiere hablar de carencia paterna, eso se agrupará en el registro de alguna manera biográfico. El padre, ¿estaba o no ahí? ¿Es que él viajaba, que se ausentada? ¿Es que volvía a menudo? — cuestiones que representan la ausencia del padre. ¿Es que un Edipo puede constituirse de manera normal cuando no hay padre, por ejemplo? Estas son preguntas, seguramente, que son en sí mismas muy interesantes, y yo diría más, es por ahí que se han introducido, en suma, las primeras paradojas, las que han hecho que se plantearan las cuestiones que siguieron. Nos hemos dado cuenta de que eso no era tan simple, que un Edipo podía muy bien constituirse incluso cuando el padre no estaba a ahí.

Incluso al comienzo, se creía siempre que era por algún exceso, si puede decirse, presencia por exceso del padre, que eran engendrados todos los dramas, en el tiempo en que la imagen del padre terrorífico era considerada como el elemento lesional. En la neurosis, se percibió muy rápidamente que era todavía más grave cuando él era demasiado amable. Estos disparates se han hecho con lentitud, y es en el interior de eso, ante todo, que yo les hablo más o menos de la cuestión en el punto al que las cosas han llegado ahora, y es en el interior de eso que voy a intentar volver a poner un poco de orden para ver dónde están las paradojas. Nosotros estamos ahora en la otra punta, para interrogarnos sobre las carencias paternas.

Están los que se llaman los padres débiles, los padres sumisos, los padres domados, los padres castrados por su mujer, en fin, los padres tullidos, los padres ciegos, los padres «patizambos», todo lo que ustedes quieran.

A pesar de todo, seria necesario intentar darse cuenta de lo que se desprende de tal situación.

Nosotros intentamos encontrar fórmulas mínimas que nos permitan progresar. Ante todo, la cuestión de su presencia o de su ausencia, quiero decir concreta. Si nos ubicamos justamente en el nivel en que se sitúan estas investigaciones, quiero decir en el nivel de la realidad, es lo que se llama el ambiente, en tanto que elemento del medio se puede decir, se puede decir que es completamente posible, concebible, realizado, palpable en la experiencia, que esté ahí incluso cuando él no esté ahí. Lo que, ya, debería incitarnos a cierta prudencia en lo que concierne a la función del padre, en el tratamiento desde el punto de vista pura y simplemente ambientalista. Los complejos de Edipo completamente normales, normales en los dos sentidos, normales en tanto que normalizantes, por una parte, y también normales en tanto que desnormalizan, quiero decir por su efecto neurotizante, por ejemplo, se establecen de una manera exactamente homogénea a los otros casos, incluso en los casos en que el padre no esta, quiero decir, en que el niño ha sido dejado sólo con su madre. Primera cosa que debe atraer nuestra atención.

En lo que concierne a la carencia, quisiera simplemente hacerles observar que, cuando el padre es carente, y en la medida en que se habla de carencia, no se sabe jamás en qué. Porque si, en ciertos casos, se dice que él es demasiado amable, eso parecería querer decir que es necesario que sea malo. Por otra parte, el hecho de que, manifiestamente, él pueda ser demasiado malo, implica que quizá sería mejor que cada tanto fuese amable. Al fin de cuentas, desde hace mucho tiempo se ha dado vueltas en esta calesita. Se ha entrevisto el problema de su carencia no de una manera directa, concerniendo directamente al sujeto, el niño del que se trata, sino, como era evidente desde el primer abordaje, es en tanto que miembro del trío fundamental, ternario, de la familia, es decir en tanto que teniendo su lugar en la familia, que se podía comenzar a decir cosas un poco Mas eficaces en lo concerniente a la carencia.

Pero no se llegó por eso a formularlas mejor. Yo no quisiera extenderme demasiado en esto. Pero ya hablamos de ello el año pasado, a propósito del pequeño Hans, hemos visto las dificultades que teníamos, desde el único punto de vista ambientalista, para precisar bien en qué consistía esta carencia de un personaje completamente lejos de ser carente. Vamos a poder ir más lejos en este sentido, en cuanto que el personaje estaba completamente lejos de ser carente en su familia, él estaba ahí, al lado de su mujer, ¿el tenía su rol, discutía, se hacia «mandar al diablo», aunque fuera un poco, por la mujer, pero, en fin, el se ocupaba mucho del niño, no estaba ausente, y estaba tan poco ausente que incluso hacia analizar a su niño. Es el mejor punto de vista que se pueda esperar de un padre en ese sentido al menos.

Creo que la cuestión  de la carencia del padre, vamos a llegar a ella, volveremos a ella, pero se entra aquí en un mundo tan movedizo que hay que intentar hacer la distinción que nos permita ver en qué falla la investigación. La investigación falla no a causa de lo que encuentra sino a causa de lo que busca. Creo que la falta de orientación es ésta: es que se confunden dos cosas que tienen una relación pero que no se confunden. Es la relación en tanto que normativa con el padre, y en tanto que normal. Seguramente el padre puede ser considerado como normativizante en tanto él mismo no es normal, pero eso es rechazar la cuestión al nivel de la estructura neurótica, psicótica del padre, Es decir, la cuestión del padre normal es una cuestión, la cuestión de su posición normal en la familia es otra.

Y esta otra cuestión no se confunde todavía, ese es el tercer punto que les adelanto, lo que es importante, no se confunde con una definición, exacta de su rol normativizante, porque les digo esto: hablar de su carencia en la familia no es hablar de su carencia en el complejo. Porque, para hablar de su carencia en el complejo, hace falta introducir otra dimensión que la dimensión realista, si puedo decir, La que está definida por el modo carácterológico biográfico u otro en su presencia en la familia. He ahí la dirección en que vamos a dar el paso siguiente.

Vayamos ahora a las observaciones, a las llamadas que pueden permitirnos introducir más correctamente la cuestión del rol del padre. Si es su lugar en el complejo donde podemos encontrar la dirección por donde avanzar, la dirección para plantear una formulación correcta, interroguemos ahora el complejo y comencemos por recordarlo por el principio, por el ba = ba.

Al comienzo, se los he dicho: el padre terrible. Sin embargo, la imagen resume algo mucho más complejo, como el nombre lo indica. El padre interviene sobre varios planos. El prohibe a la madre, ante todo. Ese es el fundamento, el principio del complejo de Edipo, es ahí que el padre está ligado a la ley primordial, ley de prohibición del incesto. Es el padre, se nos recuerda, quien esta encargado de representar esta interdicción. Algunas veces él tiene que manifestarla de una manera directa, el niño se deja llevar en sus expansiones, en sus manifestaciones, en sus inclinaciones. Pero es más allá que él ejerce este rol, es por toda su presencia, por los efectos en el inconsciente, que él ejerce esta interdicción de la madre. Ustedes esperan que yo diga «bajo amenaza de castración». Es verdad, es verdad, hay que decirlo, pero no es tan simple. Se entiende, la castración entra en un rol evidentemente manifiesto y que además será cada vez más confirmado. EL lazo de la castración a la ley es esencial, pero veamos cómo eso se nos presenta clínicamente cómo se nos presenta ante todo el complejo de Edipo. Estoy obligado a recordárselos porque eso debe evocar en ustedes toda suerte de evocaciones textuales.

La relación, tomemos ante todo al varón, entre el niño, el niño y el padre, está comandada, se entiende, por el temor a la castración. Este temor a la castración, ¿qué es? ¿Cómo, por qué punta lo abordamos? Ante todo, en la primera experiencia del complejo de Edipo, ¿bajo la forma de qué? —de una retorsión. Quiero decir que es en el interior de la relación agresiva, en tanto que esta agresión parte del niño, del varoncito, en tanto que su objeto privilegiado, la madre, le es prohibido, es en tanto que la agresión se dirige hacia el padre que el niño entonces, sobre el plano imaginario, en la relación dual en tanto que él proyecta imaginariamente en el padre las intenciones agresivas equivalentes o reforzadas en relación a las suyas, pero cuyo punto de partida está en sus propias tendencias agresivas. En resumen, el temor experimentado ante el padre, es netamente centrifugo, quiero decir que tiene su centro en el sujeto. Esto es conforme a la vez a la experiencia, a la Historia del Análisis. Es bajo este ángulo que, muy pronto, la experiencia nos enseñó que debía ser medida la incidencia del temor experimentado en el Edipo con respecto al padre.

La castración, pues, en tanto que por una parte está profundamente ligada a la articulación simbólica de la interdicción del incesto, y por otra parte, y en el primer plano de toda nuestra experiencia, mucho más todavía naturalmente en aquellos que son sus objetos privilegiados, a saber los neuróticos, es algo que se manifiesta sobre el plano imaginario, y donde tiene ahí un punto de partida que no es un punto de partida del. tipo del mandamiento, a saber, como lo dice la ley de Manu: «Aquél que se acueste con su madre se cortará los genitales y sosteniéndolos en su mano derecha o izquierda —no me acuerdo muy bien— irá hacia el Oeste hasta que la muerte sobrevenga». Eso, es la ley. Pero esta ley no ha, legado especialmente a las orejas de nuestros, neuróticos como tal.. Incluso, en general, ella está más bien dejada en la sombra.

Hay otros medios de salir de eso además, pero no tengo tiempo hoy para extenderme al. respecto. Entonces, esto esta ligado a la agresión imagina del sujeto, a la manera por la que esta amenaza de castración se encarna en la neurosis, ella es una retorsión, en tanto que Júpiter es perfectamente capaz de castrar a Cronos, que nuestro pequeños Júpiter temen que Cronos comience él mismo por hacer el trabajo.

Y luego hay otra cosa que nos aporta desde el comienzo el examen del complejo de Edipo, quiero decir la manera en la que está articulado, presentado por la experiencia, por la teoría, por Freud, es la delicada cuestión del. Edipo invertido. Yo no sé si eso les parece evidente, pero Lean el artículo de Freud, o cualquier articulo de cualquier autor: cada vez que se aborda la cuestión del Edipo uno se sorprende siempre del rol extremadamente  movedizo, matizado, desconcertante, que juega la función del Edipo invertido.

Este Edipo invertido nunca está ausente de la función del Edipo, quiero decir que el componente del amor por el padre no puede ser eludido, es que es él el que da el fin del complejo de Edipo, la declinación del complejo de Edipo, el que está en una dialéctica que permanece muy ambigüa del amor y de la identificación, a saber la identificación como tomando su raíz en el amor, no siendo todo la misma cosa. No es la misma cosa. No obstante, los dos términos están estrechamente ligados y son absolutamente indisociables.

Lean el artículo que Freud escribió sobre la declinación del complejo, en la explicación que el da de la identificación terminal que es su solución, es en tanto que el padre es amado que el sujeto se identifica a él y que encuentra su solución, el término del Edipo, en esta composición de la represión amnésica; y por otra parte esta adquisición de este término ideal gracias al cual él deviene el padre él puede volverse también alguien que, no digo de ahora en adelante e inmediatamente, es un pequeño macho que —si puedo decir tiene  ya sus títulos en el bolsillos la cosa en reserva. Cuando llegue el tiempo, si las cosas andan bien, si los chanchitos no se lo comen, en el momento de la pubertad, él tiene su pene listo con su certificado: «papa está ahí por habérmelo conferido en el buen momento».

Esto no sucede así si la neurosis estalla, por que hay algo justamente no regular sobre el título en cuestión. Sólamente el Edipo invertido no es tampoco tan simple, que si es por esta vía, y por esta vía del amor, que puede producirse la posición propiamente hablando de inversión, es a saber que el sujeto se encuentra también por la misma vía, en la ocasión dada no de una identificación benéfica, sino de una brava y buena pequeña posición pasivizada en el plano inconsciente, que hará también su reaparición en el buen momento, es decir que lo pondrá en esta especie de bisectriz de ángulo squeeze-panique, que hará que se encuentre capturado en una posición que ha descubierto solo, que es muy ventajosa.

Es este padre el que es temible, que ha prohibido tantas cosas, pero que es muy amable por otra parte, es ponerse en el buen lugar para tener sus favores, es decir para hacerse amar por él, pero como hacerse amar por él consiste aparentemente, consiste en pasar ante todo al rango de mujer, y que uno guarda siempre su pequeño amor propio viril, es lo que Freud nos explica: hacerse amar por el padre comporta el peligro de la castración, de donde esta forma de homosexualidad inconsciente que pone al sujeto en esta posición  esencialmente conflictual, con las resonancias múltiples, que es por una parte de retorno siempre a la posición homosexual con respecto al padre, y por otra parte de su suspensión, es decir, de su represión, en razón de la amenaza de castración que comporta. Todo esto no es simple, simple. Ahora bien, es lo que intentamos hacer, es abordar algo que nos permita concebirlo de una manera más rigurosa, lo que comportará que podremos, a continuación de cada observación y cada caso particular, plantear nuestras preguntas mejor y más rigurosamente.

Entonces, resumidamente. Como recién,  el resumen va a consistir en introducir cierto número de distinciones que, creo, son el preludio del centramiento del punto que no anda. Recién ya habíamos aproximado esto, que era ahí, alrededor del ideal del yo, que la cuestión no había sido planteada. Aquí, tratemos también de hacer la reducción que acabamos de recordar y de abordar. Les propongo esto: desde ahora en adelante, creo que no es adelantar demasiado decir que el padre llega aquí sin embargo en posición de importuno y no simplemente estorbando por su volumen, sino en posición de importuno porque él prohibe. El prohibe ¿qué?

Retomemos y distingamos: él prohibe ante todo la satisfacción real del impulso. Si debemos hacer entrar en juego la aparición del impulso genital, que no sea allí, puesto que parece intervenir antes. Pero está claro también que algo se articula alrededor del hecho de que él prohibe al pequeño niño hacer uso de su pene en el momento  en que dicho pene comienza a manifestar lo que llamaremos veleidades Esta es la relación de la prohibición del padre con respecto al impulso real.

Hagamos a continuación una observación en ese nivel: ¿por qué el padre? La experiencia prueba que la madre lo hace también, recuerden la observación del pequeño Hans. La madre le dice: «Guárdatelo, eso no se hace». Es incluso, es más a menudo la madre quien dice: «Si continuas haciendo eso, llamaremos al doctor, quien te lo cortará».

Entonces, señalemos bien que lo que sucede es que el padre, en tanto que prohibe al nivel del impulso real, no es tan esencial. Entonces, si se acuerdan de mi cuadro del año pasado ven que siempre termina por servir— retomemos lo que les he aportado, el cuadro de tres pisos: castración, frustración, privación.

¿De qué se trata? Les llamo la atención. Se trata pues de la intervención real del padre, ¿en lo concerniente a qué? —a una amenaza imaginaria, pues está claro que sucede bastante raramente que se lo corte realmente. Entonces, encontramos bien lo que sucede justamente al nivel de la amenaza de castración. Les hago observar que la castración es un acto simbólico, cuyo agente es alguien real: el padre o la madre que le dicen «te lo van a cortar», y cuyo objeto es un objeto imaginario. Si el niño se siente cortado, es que lo imagina.

Ahora bien, se los hago observar, esto es paradojal, porque ustedes podrían decirme: «eso, es propiamente el nivel de la castración, y usted dice que el padre no es tan útil». Eso es lo que digo. Pero si. Por otra parte, ¿qué es lo que prohibe, el padre? Y bien, el punto de donde hemos partido, a saber: la madre, como objeto, es para él, no es para el niño.

Es sobre este plano que se establece, en una etapa al menos, en el varoncito como en la niña, esta rivalidad con el padre que engendra por si sola una agresión. Es que el padre frustra perfectamente al niño de la madre.

He ahí otra etapa, otro piso si quieren, les hago observar que aquí el padre interviene entonces como teniendo derecho y no como personaje real, a saber que incluso si no está ahí, si llama a la madre por teléfono, por ejemplo, el resultado es el mismo. Aquí es el padre, en tanto que simbólico, quien interviene en una frustración, acto imaginario que concierne a un objeto bien real, que es la madre, en tanto que el niño tiene necesidad de ella.

Luego está el tercer término que interviene en esta articulación del complejo de Edipo, que es el padre en tanto él se hace preferir a la madre, pues esta dimensión, ustedes están absolutamente forzados a hacerla intervenir en la función terminal, en la que desemboca en la formación del ideal del yo. Es en tanto que el padre deviene, por el lado que sea, el lado de La fuerza o el de debilidad, un objeto preferible a la madre, que va a poder establecerse la identificación terminal. La cuestión del complejo de Edipo invertido y de su función se establece a ese nivel.. Diría más, es incluso aquí que se centra la cuestión completamente importante de la diferencia del efecto  del complejo sobre el niño y sobre la niña

Es bien evidente que en ese nivel eso va sólo para lo que corresponde a la niña, y es por eso que se dice que la función del complejo de castración es disimétrica para el niño y para la niña. Es al comienzo que esta cuestión tiene importancia y que al final facilita la solución porque el padre no tiene dificultades para hacer preferir la madre como portador del falo. Para el varoncito es otro asunto y, ustedes lo ven, es siempre ahí que queda abierta La hiancia. Es, a saber, que, para hacerse preferir a la madre, en tanto que es por eso que se produce .la salida del complejo de Edipo, y bien, nosotros no, encontramos ante la misma dificultad de la instauración del complejo de Edipo invertido, y nos parece entonces que, para el varoncito, el complejo de Edipo debe ser siempre y en todos los casos, todo lo que hay de menos normativizante mientras que está sin embargo implicado que lo es más, puesto que es por esta identificación al padre que al fin de cuentas se nos dice que es asumida la virilidad.

Al fin de cuentas, el problema es saber cómo es que este padre, que es esencialmente interdictor, no desemboca aquí en lo que es la conclusión muy neta del tercer plano, a saber que es en tanto que se produce la identificación ideal que el padre deviene el ideal del yo, que se produce algo, algo que es ¿qué? —que, en todo caso, tiende a ser tanto para el varoncito como para la niña. Pero para la niña, está bien que ella reconozca que no tiene falo, mientras que para el niño eso sería una salida absolutamente desastrosa, y lo es a veces.

En otros términos, lo que llegamos a centrar como el momento de salida normativizante del Edipo producido en un punto y en una relación tal (inscripción de la fórmula en el pizarrón)….. Es decir que el niño reconoce no haber elegido. Verdaderamente no ha elegido lo que tiene, se los he dicho.

Lo que sucede al nivel de la identificación ideal, nivel en que el padre se hace preferir a la madre, punto esencial y punto de salida del Edipo,  es algo que debe literalmente desembocar en la privación. Mientras que todo esto es completamente admisible y completamente conformarte, aunque jamás es realizado completamente en la mujer como salida del Edipo pues le queda siempre ese pequeño regusto, lo que se llama el…… Lo que prueba pues que eso no marcha en verdad rigurosamente, pero en el caso en que debe marchar, si nos mantenemos en este esquema, el varoncito debería ser siempre castrado. Hay pues algo que cojea, que falta en nuestra explicación.

Intentemos ahora introducir la solución. La solución es ésta: es que el padre, no digo en la familia —en la familia, él es todo lo que quiera, es una sombra, es un banquero, es todo lo que debe ser, lo es o no lo es, eso a veces tiene toda su importancia, pero también puede no tener ninguna—, toda la cuestión es saber lo que él es en el complejo de Edipo. Y bien, el padre no es un objeto real, incluso si debe intervenir en tanto que objeto real para dar cuerpo a la castración. El no es un objeto real, entonces ¿qué es? No es tampoco únicamente ese objeto ideal, porque, del lado de este objeto, pueden ocurrir accidentes. Ahora bien, a pesar de todo, el complejo de Edipo no es únicamente una catástrofe, puesto que, como se dice, es el fundamento y la base de nuestra relación con la cultura.

Entonces, naturalmente, ustedes van a decirme: «el padre, es el padre simbólico, usted ya lo ha dicho». Pero si yo no tuviera más que eso para repetirles, ya les he dicho suficiente para no aportarlo hoy. Lo que les aporto hoy y lo que, justamente, permite aportar un poco más de precisión a esta noción de padre simbólico, es esto: el padre es una metáfora.

¿Qué es una metáfora? Digámoslo inmediatamente para ponerlo en el pizarrón, lo que va a permitir nos rectificar las consecuencias escabrosas del pizarrón. Una metáfora, ya se los he explicado, es un significante que viene en lugar de otro significante. Digo el padre en el complejo de Edipo, incluso si eso debe turbar las orejas de algunos. Digo exactamente el padre es un significante sustituido a otro significante. Y ahí está el reverte, y el único resorte esencial del padre, en tanto que interviene en el complejo de Edipo. Y si ustedes no buscan las carencias paternas a ese nivel, no las encontrarán en ninguna otra parte.

La función del padre en el complejo de Edipo es ser un significante sustituido al significante, es decir, al primer significante introducido en la simbolización, el significante maternal. Es por eso que el padre viene, según la fórmula que les he explicado una vez que es la de la metáfora, viene al lugar de la madre: S en lugar de S’, que es la madre, la que está ya ligada a algo que era x, es decir algo que era el significado en la relación del niño a la madre.

(explicación de la fórmula en el pizarrón)

Es esta madre que va, que viene, porque yo soy un pequeño ser ya capturado en lo simbólico, es porque yo he aprendido a simbolizar que se puede decir que ella va, que ella viene. Dicho de otra manera, la siento o no la siento. En fin, el mundo varia con su llegada y luego puede desvanecerse. La cuestión es: ¿dónde está el significado?, qué es lo que ella quiere?, yo (je) bien quisiera que sea yo (moi) lo que ella quiera, pero está bien claro que no es nada más que yo (moi) lo que ella quiere, hay otra cosa que la trabaja. Lo que la trabaja, es la x, es el significado.

En suma, para resumirles mi seminario  del año pasado, la cuestión no está en las relaciones de objeto, poner eso en el centro de la relación de objeto, es pura tontería. El niño es él, el objeto parcial. Es porque, ante todo, él es el objeto parcial, que él es llevado a preguntarse: ¿qué quiere decir que ella vaya y que ella venga? Este significado de las idas y venidas de la madre, es el falo. El niño, con más o menos astucia, con más o menos suerte, puede llegar muy pronto a hacerse falo, una vez que ha comprendido. Pero la vía imaginaria no es la vía normal, es además por eso que entraña lo que se llaman fijaciones. No es normal porque, al fin de cuentas, como Les diré, no es jamás pura, no es completamente accesible, deja siempre algo aproximativo e insondable, incluso dual, que hace todo el polimorfismo de La perversión. Pero por la vía simbólica, es decir por la vía metafórica, planteo esto ante todo, les explicaré cómo inmediatamente, porque no podemos ir más rápido, pero les planteo en seguida puesto que llegamos casi al término de nuestra charla de hoy, es el esquema que va a servirnos de guía: es en tanto que el padre se sustituye a la madre como significante que va a producirse este resultado ordinario de la metáfora, el que está expresado en la fórmula en el pizarrón.

No les digo que les presento la solución aquí bajo una forma ya transparente, porque se las presento en su último término, en su resultado, para mostrarles a dónde vamos. Vamos a ver ahora cómo se va allí y para qué sirve haber ido allí, es decir todo lo que eso resuelve.

Entonces se tiene la elección entre dos cosas, o que yo los deje ahí, con esta afirmación bruta en la mano: la intervención del padre, la propongo, y pretendo que por ahí todo puede ser resuelto como siendo esto: sustitución de un significante a otro significante, y ustedes van a ver aclararse toda la cuestión de los impasses del Edipo, o bien comienzo a explicarles un poquito la cosa.

Voy a introducirles la cosa, voy a hacerles una observación que, espero, va sin embargo a dejarles un objeto para sus sueños de esta semana, puesto que la próxima vez, para hablarles de la metáfora y de su efecto, será necesario que les diga, que les recuerde, dónde se sitúa, es decir, en el inconsciente. Quisiera hacerles observar esto, y es que hay una cosa verdaderamente muy sorprendente, que no se haya descubierto el inconsciente más pronto, porque, por supuesto, el estaba ahí desde siempre, y por otra parte él está siempre ahí. Ha sido necesario saber lo que sucede en el interior para saber que el lugar existía.

Pero quisiera darles simplemente algo para la manera en que ustedes, que van a través del mundo, bajo la forma —espero— de apóstoles de mi palabra, puedan introducir la cuestión del inconsciente a las gentes que jamás han escuchado hablar de él. Ustedes les dirán: qué asombroso es que desde que el mundo es mundo ninguna de esas personas que se intitulan filósofos haya soñado jamás con producir, al menos en el período clásico —ahora estamos un poco dispersos, pero hay todavía un camino por hacer—, esta dimensión esencial que es aquella de la que les he hablado bajo el nombre de lo que se puede llamar: otra cosa.

Ya les he mencionado «el deseo de otra cosa». Se debería sin embargo sentir qué es ahí, a menudo, el deseo de otra cosa, no quizá, como ustedes lo sientan por el momento, el deseo de ir a comer una salchicha más bien que de escucharme, sino, sea como sea y de lo que se trate , el deseo de otra cosa como tal.

Ahora bien, esta dimensión no esta únicamente simplemente presente en el deseo, Yo quisiera simplemente evocarles que está presente en muchos otros estados que son absolutamente constantes, permanentes. La vigilia, por ejemplo, lo que se llama la vigilia. No se piensa lo suficiente en eso. ¿Velar, ustedes me dirán qué? Velar, es la cosa, ustedes saben, que Freud hace en el Presidente Schreber, es bien el tipo de cosa, que nos  revelan hasta qué —punto Freud vivía en esta «otra cosa» . El nos habla antes del  amanecer,  si ustedes se han remitido allí, yo les he hablado del día, de la paz de la tarde, y de otros »truquitos» así que les han llegado más o menos, todo estaba. enteramente centrado alrededor de esta indicación. Antes del amanecer, ¿es, hablando propiamente, el sol el que va a aparecer? Es otra cosa la que está latente, el momento de la vigilia, que es esperado..

Y luego, el encierro. Es sin embargo una dimensión completamente esencial. Desde que un hombre llega a alguna parte, en la selva virgen o en el desierto, él comienza por encerrarse; en caso de necesidad como el dice, llevará dos para hacerse corrientes de aire entre ellas, incluso si no tuviera más que eso. Este encierro, se tamién una dimensión completamente esencial, se trata de establecer en el interior, y luego no es simplemente una noción de interior y de exterior, es la noción de «lo otro» , lo que es otro como tal., de lo que no es el sitio donde uno esta bien guarnecido, y diría más, si ustedes exploraran de una manera un poquito profunda esta fenomenología como se diría, del encierro, ustedes se darían cuenta hasta qué punto es absurdo limitar la función del miedo a lo que se llama una relación con un peligro real.

La ligazón estrecha del miedo con la seguridad debería serles manifiesta de la manera más clara por la fenomenología de la fobia. Ustedes se darían cuenta que, en el fóbico, sus momentos de angustia son cuando él se da cuenta de que ha perdido su miedo, en el momento en que ustedes comienzan un poco a levantarle su fobia. Es en ese momento que él se dice: «Vaya! esto no anda, ya no sé cuáles son los sitios en que es preciso que me detenga. Perdiendo mi miedo, he perdido mi seguridad»,  en fin, todo lo que les he dicho el año o pasado sobre el pequeño Hans.

Hay un momento en el cual ustedes no piensan suficientemente, estoy persuadido de ello, porque ustedes viven en él como en vuestra atmósfera natal, si puedo decir, lo que se llama: el aburrimiento. Ustedes quizá jamás han reflexionado bien hasta qué punto el aburrimiento es típicamente algo que llega incluso a formularse de la manera más clara corno que se quisiera «otra cosa». Bien se puede comer m… pero no siempre la misma. Todo esto, son especies de coartadas, de coartadas formuladas, ya simbolizadas, de esto que es esta relación esencial con «otra cosa».

Quisiera terminar con esto. Podrían  creer que, de golpe, yo caigo en el romanticismo y en lo indefinible, ustedes ven eso: el deseo, el encierro, la vigilia, casi iba a decirles la plegaria mientras estaba en eso, ¿por que no?, el aburrimiento, ¿a dónde va esto? ¿a dónde desliza.

Pero no. Sobre lo que yo quisiera llamar vuestra atención es sobre esas diversas manifestaciones de la presencia de la otra cosa en tanto que —reflexionen en ello— están institucionalizadas. Ustedes pueden hacer una clasificación de todas las formaciones humanas en tanto que instalan a los hombres doquiera que vayan y en todas partes. Lo que se llama formaciones colectivas a partir de la satisfacción que dan a esos diferentes modos de la relación a otra cosa.

Desde que el hombre llega a alguna parte, hace b…, es decir, el sitio donde está verdaderamente el deseo, desde que llega a alguna parte, espera algo, un mundo mejor, un mundo futuro. Está ahí  vela, espera la revolución, pero sobre todo, y sobre todo desde que llega a alguna parte, es excesivamente importante que todas sus ocupaciones trasuden aburrimiento, en otros términos, una ocupación no comienza a volverse seria más que cuando lo que la constituye, es decir en general la regularidad, se ha vuelto perfectamente fastidiosa. Y en particular, piensen en todo lo que, en vuestra práctica analítica, esta muy exactamente hecho para que ustedes allí se aburran.

Todo está ahí. Una gran parte, al menos, de las prescripciones, de lo que se llaman reglas técnicas a observar por el analista, en el fondo no son sino dar a esta ocupación todas sus garantías de lo que se llama su standard profesional. Si miran el fondo de las cosas, se darán cuenta de que esto es en la medida en que ellas crean, sostienen y mantienen, como en el corazón, la función del aburrimiento.

Esto es de alguna manera una pequeña introducción que, hablando propiamente, no les hace entrar en lo que les diré la próxima vez. La próxima vez retomaré las cosas para mostrarles justamente que es al nivel de este «otro» como tal que se sitúa la dialéctica del significante, y cómo es de ahí que ella aborda la función, la incidencia, la presión precisa, el efecto inductor, del nombre del padre, igualmente como tal.