Obras de S. Freud: Sobre la psicología de los procesos oníricos (parte II)

Sobre la psicología de los procesos oníricos

En todo análisis podrían documentarse ejemplos de que precisamente los rasgos más ínfimos del sueño son indispensables para la interpretación, y podría mostrarse cómo se demora la culminación de la tarea cuando se tarda en prestarles atención. El mismo aprecio tuvimos en la interpretación de los sueños por cada uno de los matices de la expresión lingüística en que el sueño se nos presentaba; y hasta cuando se nos ofreció un texto disparatado o incompleto, como si hubiera fracasado el empeño de traducir el sueño a la versión correcta, también esta falla de la expresión fue respetada por nosotros. En resumen, tratamos como a un texto sagrado lo que en opinión de otros autores no sería sino una improvisación arbitraria, recompuesta a toda prisa en el aprieto del momento. Esta contradicción requiere ser esclarecida. Dicho esclarecimiento se pronuncia en favor nuestro, sin por eso invalidar la opinión de otros autores. Desde el punto de vista de lo que acabamos de conocer sobre la génesis del sueño, esas contradicciones armonizan por completo. Es cierto que desfiguramos el sueño en el intento de reproducirlo; reencontramos en esto lo que caracterizamos como la elaboración secundaría del sueño por parte de la instancia del pensamiento normal, que a menudo incurre en un malentendido sobre aquel. Pero tal desfiguración no es, a su vez, sino un fragmento de la elaboración a que son sometidos regularmente los pensamientos oníricos a consecuencia de la censura del sueño. Otros autores han entrevisto o han notado aquí el fragmento de la desfiguración del sueño que trabaja de manera ostensible; a nosotros nos afecta menos, pues sabemos que un trabajo de desfiguración mucho más extenso y difícil de asir se ensañó con el sueño ya desde los pensamientos oníricos escondidos. Los autores sólo yerran en esto: juzgan arbitraria la modificación del sueño en el recuerdo que de él nos queda y en su versión en palabras; por tanto, no creen que se la pueda resolver más, y la consideran capaz de extraviarnos en el conocimiento del sueño. (1) Subestiman el determinismo {Determinierung} dentro de lo psíquico. No hay allí nada de arbitrario. Puede demostrarse con total generalidad que un segundo itinerario de pensamiento toma sobre sí el comando {Bestimmung} del elemento que el primero dejó no comandado. Yo pretendo, por ejemplo, que se me ocurra un número al azar; no es posible: el número que se me ocurre está comandado de manera unívoca y necesaria por pensamientos que hay en mí, aunque estén alejados de mi designio del momento (2). De igual modo, tampoco son arbitrarías las alteraciones que el sueño experimenta en la redacción {Redaktion) de vigilia. Mantienen enlace asociativo con. el contenido en cuyo lugar se ponen, y nos sirven para indicarnos el camino hacia ese contenido que, a su vez, puede ser el sustituto de otro. En los análisis de sueños con pacientes, suelo someter esta aseveración al siguiente examen, y nunca falla: Cuando a primera vista el informe de un sueño me parece de difícil comprensión, ruego al que me lo cuenta que lo repita. Es raro que lo haga con idénticas palabras. Ahora bien, los lugares en que él modificó la expresión, que me dan a conocer los puntos débiles del disfraz del sueño, me sirven como a Hagen la señal bordada en el vestido de Sigfrido (3). Por ahí puede comenzar la interpretación del sueño. Mi exhortación alertó al informante de que yo tenía el propósito de empeñarme particularmente en la solución del sueño; y rápidamente protegió, bajo el esfuerzo {Drang} de la resistencia, los puntos débiles del disfraz del sueño, sustituyendo una expresión reveladora por otra más remota. Así llama mi atención sobre la expresión abandonada. El empeño que se pone en impedir la solución del sueño me habilita a inferir la preocupación que urdió al sueño su vestidura. Menos razón llevan los autores cuando conceden tanto espacio a la duda que suscita en nuestro juicio el relato del sueño. En efecto, esta duda carece de una justificación intelectual; nuestra memoria, en general, no conoce garantías ningunas, y así y todo nos vemos precisados a dar fe a sus indicaciones mucho más que lo justificado objetivamente. La duda sobre el reflejo (4) correcto del sueño o de datos singulares de él no es, de nuevo, sino un retoño de la censura onírica, de la resistencia a la irrupción de los pensamientos oníricos en la conciencia (5). Esta resistencia no se ha agotado ni siquiera con los desplazamientos y las sustituciones que impuso, y entonces todavía se adhiere como duda a lo ya filtrado. Erramos sobre la índole de esta duda tanto más fácilmente cuanto que se vale de la precaución de no atacar nunca los elementos intensos del sueño, sino sólo los débiles y no nítidos. Pero ahora ya sabemos que entre pensamientos oníricos y sueño sobrevino una total subversión de los valores psíquicos. La desfiguración sólo fue posible por sustracción de valor; por regla general se exterioriza en esta operación y a veces se contenta con ella. Y cuando a un elemento desdibujado del contenido onírico se le agrega encima la duda, podemos nosotros, siguiendo ese indicio, reconocerlo como un retoño más directo de uno de los pensamientos oníricos proscritos. Es como después de una gran revolución en una de las repúblicas de la Antigüedad o del Renacimiento. Las familias antes nobles y poderosas son ahora desterradas, y todos los altos cargos se ocupan con recién llegados; en la ciudad únicamente se tolera a miembros por entero empobrecidos y carentes de poder, o a dependientes de los destronados que se han distanciado de estos. Pero tampoco ellos gozan en plenitud de los derechos civiles, se los vigila con desconfianza. En lugar de la desconfianza del ejemplo, en nuestro caso aparece la duda. Por eso en el análisis de un sueño exijo que se abandone toda la escala de apreciaciones de la certidumbre, y a la más leve posibilidad de que algo haya ocurrido en el sueño de tal o cual suerte la trato como una certeza plena. Quien no renuncie a este miramiento {por la certidumbre} en la persecución de uno de los elementos del sueño se atascará en el análisis hasta que se decida a hacerlo. El menosprecio por el elemento en cuestión tiene, en el analizado, este efecto psíquico: no logra que se le ocurra nada de las representaciones involuntarias que se ocultan tras él. En verdad, tal efecto no es cosa trivial; no sería disparatado imaginar que alguien dijese: «No estoy seguro de si esto o aquello estaba contenido en el sueño, pero sobre ello se me ocurre lo siguiente». Nunca se dice eso, y precisamente este efecto de la duda, perturbador del análisis, permite desenmascararla como un retoño y como un instrumento de la resistencia psíquica. El psicoanálisis es desconfiado, y con razón. Una de sus reglas reza: Todo lo que perturba la prosecución del trabajo [analítico] es una resistencia. (6)

También el olvido de los sueños sigue careciendo de explicación mientras no se recurra al poder de la censura psíquica. La sensación de que una noche hemos soñado mucho y de eso retenemos muy poco puede tener en numerosos casos otro sentido: quizá toda la noche se sintió activo al trabajo del sueño y sólo dejó tras sí un sueño breve. Por otra parte, es indudable que el sueño se va olvidando cada vez más después de despertar. Y a menudo se lo olvida a pesar de los penosos empeños por retenerlo. Pero, a mi juicio, así como por lo general se sobrestima el alcance de este olvido, se sobrestiman también los perjuicios que trae para el conocimiento del sueño su carácter lagunoso. Todo lo que el olvido carcomió en el contenido del sueño a menudo puede ser rescatado por el análisis; al menos en toda una serie de casos es posible, desde un solo jirón que quedó en pie, descubrir, no por cierto el sueño -pero ello nada importa-, sino los pensamientos oníricos. En el análisis se requiere un gasto mayor de atención y de empeño por vencerse a sí mismo; esto es todo, pero muestra también que en el olvido del sueño no ha faltado un propósito {Absicht} hostil [vale decir, generado por la resistencia]. (7)

Una prueba convincente de la naturaleza tendenciosa (8), al servicio de la resistencia, del olvido del sueño (9) nos la proporciona, en los análisis, la apreciación de uno de los grados previos del olvido. No es raro que en mitad del trabajo interpretativo emerja repentinamente un fragmento omitido del sueño, al que se define como olvidado hasta ese momento. Ahora bien, esta parte del sueño arrancada al olvido es en todos los casos la más importante; lleva por el camino más corto a la solución del sueño y por eso fue la más sometida a la resistencia. Entre los ejemplos de sueños que he diseminado en el marco de este tratado, hay uno en que intercalé de ese modo, con posterioridad, un fragmento del contenido (10). Me refiero al sueño en que me vengo de dos nada amables compañeros de viaje, y que a causa de su contenido groseramente escabroso dejé casi sin interpretar. La parte omitida era esta: Digo a la pareja de hermanos, a propósito de un libro de Schiller: «It is Irom … », pero me corrijo, reparando yo mismo en el error: «It is by … ». El hombre observa sobre ello a su hermana: «El lo ha dicho correctamente» (11).

La autocorrección en el sueño, que a muchos autores les parece tan asombrosa, no merece ocupar nuestra atención. Prefiero mostrar el modelo, tomado de mí recuerdo, al que obedeció ese error de lenguaje.

Tenía yo diecinueve años (12) y había viajado por primera vez a Inglaterra. Un día me fui a pasear por las playas del Irish Sea. Me entregué desde luego a la búsqueda de los animales marinos que la marea había depositado, y estaba absorbido por una estrella de mar (el sueño empieza con Hollthurn-boloturias ) cuando una encantadora niñita se llegó a mí y me preguntó: « Is it a starfish? Is it alive? » {«¿Es una estrella de mar? ¿Está viva?»}. Yo respondí: « Yes, he is alive» {«Sí, está viva» }, pero enseguida me avergoncé por la incorrección y repetí la frase correctamente (13). Ahora bien, el sueño sustituye ese error idiomático que una vez cometí por otro, en que con facilidad puede caer un alemán. « Das Buch ist von Schiller » {«El libro es de Schiller»} no debe traducirse con from sino con by. Que el trabajo del sueño cumpla esta sustitución porque from , por su homofonía con el calificativo alemán fromm {pío, ínocente, dócil}, posibilita una condensación de largo vuelo, no puede ya maravillarnos después de todo lo que hemos llegado a saber sobre los propósitos del trabajo del sueño y sobre su falta de miramiento en la elección de los medios. Pero, ¿qué significa dentro de la trama del sueño el inofensivo recuerdo de mi paseo por la playa? Ilustra, con el ejemplo más inocente posible, que yo uso el género {« Geschlechtswort », «artículo»; literalmente, «palabra del sexo»} equivocadamente, y por tanto pongo lo relativo al género o al sexo { Geschiechtliche } donde no corresponde. Esta es, por lo demás, una de las claves para la solución del sueño. Quien haya oído la derivación del título del libro « Matter and Motion » (Molière en Le malade imaginaire : « La matière est-elle laudable? (14) » … a motion of the bowels {un movimiento de los intestinos}) podrá completar con facilidad lo que falta. Por lo demás, mediante una demonstratio ad oculos puedo ahorrarme la prueba de que el olvido del sueño es en buena parte obra de la resistencia. Un paciente cuenta que ha soñado, pero olvidó el sueño sin que quedaran rastros; entonces lo tiene por no ocurrido. Proseguimos el trabajo, yo tropiezo con una resistencia, aclaro algo al enfermo, mediate incitaciones y esfuerzos lo ayudo a reconciliarse con algún pensamiento desagradable, y apenas lo he logrado exclama: «¡Ahora sé de nuevo lo que he soñado!». La misma resistencia que ese día lo perturbó en nuestro trabajo le hizo olvidarse del sueño. Y venciendo esa resistencia yo le hice evocar el sueño en su recuerdo. De igual modo puede el paciente, llegado a cierto punto del trabajo, acordarse de un sueño que tuvo hace tres, cuatro o más días, y que hasta ese momento había descansado en el olvido (15).

La experiencia psicoanalítica (16) nos ha deparado todavía otra prueba de que el olvido de los sueños depende mucho más de la resistencia que de la ajenidad entre el estado de la vigilia y el del dormir, como creen los autores. No es raro en mí y en otros analistas, así como en los pacientes que están bajo este tratamiento, que después de haber sido despertados por un sueño, digamos así, empezamos a interpretarlo inmediatamente y en la plena posesión de nuestra actividad de pensamiento. En tales casos, muchas veces no volvía a dormirme hasta que lograba la total inteligencia del sueño, y con todo eso pudo suceder que ya despierto por la mañana olvidase el trabajo de interpretación tan completamente como al contenido mismo del sueño, aunque yo sabía que había soñado y había interpretado el sueño (17). Y era mayor la frecuencia con que el trabajo de interpretación se veía arrastrado al olvido por el sueño, que aquella con que esa actividad mental lograba retener al sueño en la memoria. Ahora bien, entre este trabajo de interpretación y el pensamiento de vigilia no hay ese abismo psíquico por el cual los autores pretenden explicar en forma exclusiva el olvido del sueño. Cuando Morton Prince (1910) objeta, en contra de mi explicación del olvido del sueño, que no sería sino un caso especial de amnesia en estados anímicos escindidos (dissociated states), y que la imposibilidad de extender mi explicación de esta amnesia especial a otros tipos de amnesia le restaría valor también respecto de su propósito más inmediato, trae a la memoria de los lectores que en sus descripciones de tales estados disociados nunca hizo el intento de hallar la explicación dinámica de estos fenómenos. De haberlo hecho, tendría que descubrir que la represión (o la resistencia engendrada por ella) es la causa tanto de estas escisiones cuanto de la amnesia de su contenido psíquico. Que los sueños se olvidan tan poco como otros actos anímicos, y que aun respecto de su persistencia en la memoria son comparables sin mengua a las otras operaciones del alma, es lo que me muestra una experiencia que pude hacer a raíz de la redacción de este manuscrito. En mis cuadernos de anotaciones había conservado gran cantidad de sueños propios que, por una razón cualquiera, sólo había interpretado muy incompletamente o ni siquiera lo había hecho. Uno o dos años después intenté interpretar algunos de ellos con el propósito de procurarme material para ilustrar mis tesis. Lo conseguí sin excepción; y hasta diría que habiendo trascurrido tanto tiempo la interpretación fue más fácil que en el momento mismo, cuando los sueños eran aún vivencias frescas. Y como explicación posible apuntaría que desde entonces he superado en mi interioridad muchas resistencias que en aquella época me perturbaban. En tales interpretaciones hechas con posterioridad comparé los pensamientos oníricos que había obtenido entonces con ‘los actuales, casi siempre de mayor riqueza, y reencontré lo antiguo incólume en lo actual. A su tiempo salí del asombro que ello me produjo parando mientes en que desde. hacía mucho yo solía, con mis pacientes, interpretar sueños de años anteriores, que me contaban incidentalmente como si fueran de la noche pasada, y lo hacía con el mismo procedimiento e idéntico éxito. A propósito de los sueños de angustia comunicaré después dos ejemplos de esa interpretación pospuesta de los sueños. Cuando emprendí ese intento por primera vez me guiaba la justificada expectativa de que el sueño también en esto habría de comportarse sólo como un síntoma neurótico. En efecto, si yo trato por medio del psicoanálisis a un psiconeurótico, por ejemplo un caso de histeria, debo esclarecer tanto los primeros síntomas de su sufrimiento, hace tiempo superados, cuanto los que todavía hoy subsisten y que le hicieron acudir a mí, y encuentro esa primera tarea más fácil de solucionar que la apremiante hoy. Ya en los Estudios sobre la histeria, publicados en 1895, pude comunicar el esclarecimiento de un primer ataque histérico que la paciente (18) una mujer que había superado la cuarentena, tuvo a los quince años (19).

Quiero presentar aquí todavía algo, desprendido en parte del contexto, que debo señalar acerca de la interpretación de los sueños y que quizás oriente al lector que desee controlarme mediante un retrabajo sobre sus propios sueños. Nadie tiene derecho a esperar que la interpretación de sus sueños le caiga del cielo. Ya para la percepción de fenómenos endópticos y otras sensaciones que por lo común escapan a la atención es preciso ejercitarse, por más que ningún motivo psíquico se revuelva contra este grupo de percepciones. Harto más difícil es entrar en posesión de las « representaciones involuntarias». Quien lo pretenda deberá hacer suyas las expectativas que se suscitaron en este tratado y, obedeciendo a las reglas que se han dado aquí, empeñarse en sofrenar durante el trabajo toda crítica, todo preconcepto, todo compromiso afectivo o intelectual. Deberá seguir la norma que Claude Bernard estableció para el experimentador en el laboratorio de fisiología: «Travailler comme une bête» {«Trabajar como una bestia»}, es decir, con esa tenacidad, pero también con esa despreocupación por el resultado. El que siga ese consejo ya no encontrará difícil la tarea. Además, la interpretación de un sueño no siempre se consuma de un golpe; no es raro que uno sienta exhausta su capacidad para lograrlo cuando ha seguido un encadenamiento de ocurrencias y el sueño no le dice nada más por ese día; en tal caso hará bien en interrumpir y volver sobre el trabajo un día próximo. Entonces otro fragmento del contenido del sueño atrae la atención y se encuentra el acceso a un nuevo estrato de los pensamientos oníricos. Podemos llamar a esto «interpretación fraccionada del sueño». Lo más difícil es mover al que se inicia en la interpretación de los sueños a que reconozca que su labor no termina cuando tiene en sus manos una interpretación completa, una interpretación plena de sentido, coherente y que dé razón de todos los elementos del contenido del sueño. Es que para el mismo sueño es posible que haya otra, una sobreinterpretación, que se le escapó. En verdad no es fácil concebir toda la riqueza de ilaciones de pensamiento inconcientes que pugnan por expresarse, ni dar crédito a la habilidad con que el trabajo del sueño se vale en cada caso de expresiones multívocas para matar siete moscas de un solo golpe, como el sastrecillo del cuento. El lector se inclinará siempre a reprochar al autor que malgaste sin motivo su ingenio; pero quien haya hecho la experiencia en sí mismo tomará mejor consejo.

Por otra parte (20) no puedo refrendar la tesis que H. Silberer (21) fue el primero en sostener, según la cual todo sueño -o al menos muchos sueños y ciertos grupos de ellos- reclama dos interpretaciones diferentes, que incluso mantendrían entre sí una relación fija. Una de estas interpretaciones, la que Silberer llama psicoanalítica, atribuye al sueño un sentido cualquiera, la mayoría de las veces infantil sexual; la otra, más importante y que él llama anagógica, enseña los pensamientos más serios, a menudo profundos, que el trabajo del sueño tomó como material. Silberer no demostró esta tesis comunicando una serie de sueños que él hubiera analizado en esas dos direcciones. Debo replicar que no hay tal hecho. Es que la mayoría de los sueños no demandan sobreinterpretación y, en particular, son insusceptibles de interpretación anagógica. En la teoría de Silberer, no menos que en otros empeños teóricos de años recientes, hay una inequívoca tendencia a velar las condiciones básicas de la formación del sueño y a desviar el interés de sus raíces pulsionales. Para una cantidad de casos pude corroborar las indicaciones de Silberer; el análisis me mostró entonces que el trabajo del sueño había emprendido la tarea de mudar en un sueño, tomándolos de la vida de vigilia, una serie de pensamientos muy abstractos e insusceptibles de figuración directa, y procuró solucionar esa tarea apoderándose de algún otro material de pensamiento que mantenía una relación laxa (que a menudo ha de llamarse alegórica) con aquel pensamiento abstracto, y que ofrecía menores dificultades a la figuración. La interpretación abstracta de un sueño así nacido es dada directamente por el soñante; la interpretación correcta del material deslizado debajo tiene que buscarse con los medios técnicos que nos son conocidos. (22)

Si se nos pregunta sí de todo sueño puede obtenerse interpretación, hemos de responder por la negativa (23). No debe olvidarse que en el trabajo de interpretación se tiene en contra a los poderes psíquicos responsables de la desfiguración del sueño. Será asunto de la relación de fuerzas el que alguien pueda, merced a su interés intelectual, su capacidad para vencerse a sí mismo, sus conocimientos psicológicos y su ejercitación en la interpretación de sueños, doblegar las resistencias internas. Siempre es posible dar un paso más, al menos hasta el punto de convencerse de que el sueño es una formación plena de sentido y aun, las más de las veces, hasta entrever este sentido. Es harto frecuente que un sueño sobrevenido a continuación de otro permita asegurar y proseguir la interpretación adoptada tentativamente para el primero. Una serie de sueños que se arrastra por semanas o meses suele brotar de un terreno común y debe entonces someterse a la interpretación como una urdimbre. En sueños que se siguen el uno al otro, puede observarse a menudo que uno toma como centro lo que en el siguiente es indicado sólo en la periferia, y a la inversa, de suerte que los dos se complementan entre sí también respecto de la interpretación. Ya he demostrado con ejemplos que los diversos sueños de una misma noche deben ser tratados en general como un todo por el trabajo interpretativo. Aun en los sueños mejor interpretados es preciso a menudo dejar un lugar en sombras, porque en la interpretación se observa que de ahí arranca una madeja de pensamientos oníricos que no se dejan desenredar, pero que tampoco, han hecho otras contribuciones al contenido del sueño. Entonces ese es el ombligo del sueño, el lugar en que él se asienta en lo no conocido. Los pensamientos oníricos con que nos topamos a raíz de la interpretación tienen que permanecer sin clausura alguna y desbordar en todas las direcciones dentro de la enmarañada red de nuestro mundo de pensamientos. Y desde un lugar más espeso de ese tejido se eleva luego el deseo del sueño como el hongo de su micelio. Volvamos a los hechos del olvido del sueño. Es que aún no alcanzamos a extraer de ellos una importante conclusión. Si la vida de vigilia muestra el inequívoco propósito de olvidar el sueño que se formó por la noche, sea como un todo inmediatamente tras el despertar o fragmento por fragmento en el curso del día, y si hemos reconocido en la resistencia que el alma opone al sueño la principal responsable de ese olvido (resistencia que ya en la noche ha hecho lo suyo en contra de aquel), se nos plantea esta pregunta: ¿Qué fue lo que en general posibilitó que el sueño se formara en contra de esa resistencia? Tomemos el caso más flagrante, aquel en que la vida de vigilia vuelve a eliminar al sueño como si no hubiera ocurrido; si entonces consideramos el juego de las fuerzas psíquicas, tendremos que afirmar que el sueño en general no habría sobrevenido de haber reinado la resistencia durante la noche como lo hace durante el día. Nuestra conclusión es que ella, por la noche, perdió una parte de su poder; sabemos que no fue cancelada, pues en la desfiguración onírica pudimos señalar su aporte a la formación del sueño. Pero se nos impone la posibilidad de que estuviera aminorada de noche, y por esta disminución de la resistencia se hizo posible la formación del sueño; así comprendemos con facilidad que ella, repuesta en la plenitud de su fuerza tras el despertar, enseguida vuelva a eliminar lo que se vio forzada a admitir mientras estaba disminuida. Y en efecto, la psicología descriptiva nos enseña que la condición principal para que se forme el sueño es que el alma se encuentre en el estado del dormir; ahora podríamos agregar esta explicación: El estado del dormir posibilita la formación del sueño por cuanto rebaja la censura endopsíquica. Estamos por cierto tentados de ver esta conclusión como la única posible a partir de los hechos del olvido del sueño, y de extraer desde ella ulteriores inferencias acerca de las proporciones de energía en el dormir y en la vigilia. Pero provisionalmente nos detendremos aquí. Cuando hayamos profundizado un poco más en la psicología del sueño nos enteraremos de que hay aún otro modo de concebir la vía por la cual se hace posible su formación. Quizá la resistencia a que los pensamientos oníricos devengan concientes pueda evitarse aunque ella en sí no haya experimentado rebaja. Y es verosímil, además,. que esos dos factores favorables a la formación del sueño, la rebaja de la resistencia o su evitación, sean posibilitados al mismo tiempo por el estado del dormir. Interrumpimos aquí, para retomar esto poco más adelante. Hay otra serie de objeciones al procedimiento que proponemos para la interpretación de los sueños; de ellas debemos ocuparnos ahora.

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Continuación  de ¨Sobre la psicología de los procesos oníricos (parte III)¨

Notas:

1- [Al final de su artículo sobre «El uso de la interpretación de los sueños en el psicoanálisis» (19lle), Freud examina un malentendido de signo inverso sobre la importancia del «texto» en los sueños.]

2- [Nota agregada en 1909:] Véase mi Psicopatología de la vida cotidiana (1901b) [capítulo XII(A), ejemplos nº 2 a 7 (AE, 6, págs. 236-45). – El ejemplo nº 2 alude a una carta escrita por Freud a Fliess el 27 de agosto de 1899 (Freud, 1950a, Carta 116), mientras corregía las pruebas de imprenta de la presente obra, carta en la cual profetizaba que el libro contendría 2.467 erratas]

3- [Sólo había un punto en el cuerpo de Sigfrido donde este podía ser herido. Mediante una treta, Hagen convenció a Crimilda, la única que sabía cuál era, de que bordara una pequeña cruz en la capa de Sigfrido, en ese punto vital. Allí lo apuñaló luego. (Nibelungos, XV y XVI.)]

4- {«Wiedergabe»; todo el pasaje parece dominado por la idea de las «trascripciones» en distintos lugares del aparato psíquico, tal como Freud la examinó después en «Lo inconciente» (1915e) y como la había desarrollado en las cartas a Fliess (1950a). Véase dos párrafos antes el término «Redaktion».}

5- [Sobre el mismo mecanismo de duda en casos de histeria, véase el historial clínico de «Dora» (Freud, 1905e), AE, 7, pág. 17.]

6- [Nota agregada en 1925:] La tesis tan perentoriamente formulada aquí, «Todo lo que perturba la prosecución del trabajo es una resistencia», podría dar origen con facilidad a un malentendido. Desde luego, sólo tiene el valor de una regla técnica, de una advertencia para el analista. No debe dudarse de que durante un análisis pueden producirse diversos hechos ajenos a la intención del analizado. Puede morir el padre del paciente sin que él lo haya matado, también puede estallar una guerra que ponga fin al análisis. Pero tras la manifiesta exageración de esa tesis se esconde un sentido novedoso y correcto. Por más que el suceso perturbador sea real e independiente del paciente, a menudo depende de este el grado de perturbación a que da lugar, y la resistencia se evidencia inequívocamente en el pronto y desmedido aprovechamiento de una oportunidad tal.

7- [Nota agregada en 1919:] De mis Conferencias de introducción al psicoanálisis (1916-17) [AE, 15, pág. 108], puedo citar el siguiente ejemplo acerca del significado de la duda y la incertidumbre en el sueño, con la simultánea contracción del contenido del sueño a un único elemento; no obstante estas características, su análisis se obtuvo tras breve, lapso:

«Una paciente escéptica tiene un sueño más largo, en que sucede que ciertas personas le cuentan algo sobre mi libro consagrado al «chiste» [1905c] y lo alaban mucho. Entonces se menciona algo acerca de un «canal», quizás otro libro en que aparece el canal, o si no algo con canal… ella no sabe… es totalmente oscuro.

»Sin duda, ustedes se inclinarán a creer que el elemento «canal» se quiere sustraer de la interpretación, puesto que es tan impreciso. Aciertan al conjeturar esa dificultad, pero el elemento no es difícil porque sea desdibujado, sino que es desdibujado por otra razón, la misma que nos dificulta la interpretación. A la soñante no se le ocurre nada sobre «canal»; yo, desde luego, tampoco sé decir nada. Tiempo después, en verdad al día siguiente, cuenta que se le ha ocurrido aquello a lo cual quizá corresponda, a saber, un chiste que ha oído contar. En un barco que navega entre Dover y Calais conversa un conocido escritor con un inglés, quien en cierto contexto cita el dicho «Du sublime au ridicule il n’y a qu’un pa» {«De lo sublime a lo ridículo no hay más que un paso»}. Y el escritor responde: «Oui, le Pas de Calais» {«Sí, el Paso de Calais’” con lo que quiere decir que encuentra a Francia sublime y a Inglaterra ridícula. Ahora bien, el Pas de Calais es justamente un canal, el Canal de la Mancha. [En realidad, el Paso de Calais está en un extremo del Canal de la Mancha.] ¿Sí yo creo que esta ocurrencia tiene algo que ver con el sueño? Por cierto que sí; opino que da realmente la solución del elemento onírico enigmático. ¿O dudan ustedes de que este chiste preexistía al sueño como lo inconciente del elemento «canal»? ¿Acaso pueden suponer que fue agregado con posterioridad? La ocurrencia, en efecto, atestigua el escepticismo que se uculata en la enferma tras sus insistentes y cargosas manifestaciones de asombro {el asombro de la paciente ante las interpretaciones del analista}, y la resistencia es en verdad el fundamento común de ambas cosas, tanto de su demora en producir la ocurrencia cuanto de que el elemento onírico correspondiente resulte tan impreciso. Miren ustedes aquí por la relación del elemento onírico con su inconciente. Es como un pequeño fragmento de eso inconciente, como una alusión a eso; por su aislamiento se volvió enteramente incomprensible».

8- {O sea, que tiene tendencia (Tendenz), sentido (Sinn), significado (Bedeutung), propósito (Absicht); véase la última frase del párrafo anterior.}

9- Acerca del propósito del olvido en general, véase mi pequeño ensayo «Sobre el mecanismo psíquico de la desmemoria» (1898b), [agregado en 1909:] incluido más tarde [con modificaciones] como primer capítulo de mi Psicopatología de la vida cotidiana (1901b).

10- [Se da otro ejemplo en el análisis del segundo sueño de «Dora» (Freud, 1905e), AE, 7, pág 88.]

11- [Nota agregada en 1914:] Correcciones como estas en el uso de lenguas extranjeras no son raras en los sueños, pero es más frecuente que se las atribuya a personas extrañas. Maury (1878, pág. 143) soñó cierta vez, en la época en que aprendía inglés, que, para decirle a alguien que lo había visitado el día anterior,, empleaba estas palabras: «I called for you yesterday». Y el otro le replicó, correctamente: «Se dice: «I called on you yesterday»».

12- [En la- primera edición (pero no en la reimpresi6n que se hizo de ella en 1925) decía «diecisiete años». Cf. Jones, 1953, págs. 35-6.]

13- {En inglés se emplea habitualmente el pronombre «it» para designar un animal.}

14- [Antigua fórmula médica para inquirir si una excreción corporal (materia fecal, pus) revela mejoría en el paciente.]

15- [Nota agregada en 1914:] Ernest Jones ha descrito un caso análogo que se presenta con frecuencia: durante el análisis de un sueño, se recuerda otro que se tuvo la misma noche pero de cuya existencia nada se sabía. [Cf. Jones, 1912b.]

16- [Este párrafo se agregó en 1911.]

17- [Véase, con relación a esto, el «Apéndice al análisis del pequeño Hans» (Freud, 1922c).]

18- [Se refiere a Cäcilie M., de la que se ocupa en la mencionada obra (Breuer y Freud, 1895), AE, 2, págs. 189 y sigs.]

19- [Agregado al texto en 1919, y trasferido a nota en 1930:] Los sueños sobrevenidos durante la primera infancia y que se han conservado en la memoria durante décadas, a menudo con toda su frescura sensorial, casi siempre poseen gran importancia para entender el desarrollo [psíquico] y de la neurosis del soñante. Su análisis precave al médico de errores e incertezas que podrían inducirlo a confusión también en lo teórico. [Sin duda, Freud tenía particularmente presente aquí el ejemplo del «Hombre de los Lobos» (1918b).]

20- [Este párrafo se agregó en 1919.]

21- [Cf., por ejemplo, Silberer, 1914, parte II, sección 5.]

22- [Freud trató también este punto en una extensa nota al pie de su «Complemento metapsicológico a la doctrina de los sueños» (1917d), AE, 14, pág. 227, y en «Sueño y telepatía» (1922a), AE, 18, págs. 207-8.]

23- [Este problema es considerado con mayor extensión en «Algunas notas adicionales a la interpretación de los sueños en su conjunto» (Freud, 1925i), AE, 19, págs. 129-32,]