Obras de S. Freud: Surgimiento de las hipótesis fundamentales de Freud (parte II)

Surgimiento de las hipótesis fundamentales de Freud I

En muchas verdaderas obsesiones es asaz evidente que el estado emotivo constituye la cosa principal, puesto que ese estado persiste inalterado en tanto que la idea asociada varía. Por ejemplo, la muchacha de la Observación 1 tenía un poco de remordimientos a causa de todo: por haber robado, maltratado a sus hermanas, fabricado moneda falsa, etc. Las personas que dudan, dudan de muchas cosas a la vez o sucesivamente. Es el estado emotivo el que en estos casos permanece idéntico; la idea cambia. En otros casos también la idea parece fijada, como en la muchacha de la Observación 4, que perseguía con un odio incomprensible a las sirvientas de la casa, pero cambiando de persona.

Y bien; un análisis psicológico escrupuloso de estos casos muestra que el estado emotivo como tal está siempre justificado. La muchacha de la Observación 1 tiene buenas razones para sus remordimientos; las mujeres de la Observación 3, que dudaban de su resistencia a las tentaciones, sabían bien por qué; la muchacha de la Observación 4, que detestaba a las sirvientas, tenía harto derecho para quejarse, etc. Sólo que -y en estos dos caracteres consiste el sesgo patológico-: 1) el estado emotivo se ha eternizado, y 2) la idea asociada ya no es la idea justa, la idea original, en relación con la etiología de la obsesión, ella es un remplazante, un sustituto.

La prueba de ello es que siempre es posible hallar dentro de los antecedentes del enfermo, y en el origen de la obsesión, la idea original, sustituida. Las ideas sustituidas tienen caracteres comunes; corresponden a impresiones verdaderamente penosas de la vida sexual del individuo, que este se ha esforzado por olvidar. Sólo ha logrado remplazar la idea inconciliable por otra idea inapropiada para asociarse con el estado emotivo, que por su parte permaneció idéntico.

Es esta mésalliance entre el estado emotivo y la idea asociada la que explica el carácter absurdo propio de las obsesiones.

Informaré sobre mis observaciones, y daré una explicación teórica tentativa como conclusión.

Observación 1. Una muchacha se hacía reproches (que sabía absurdos) de haber robado o falsificado dinero, tramado una conspiración, etc., según lo que hubiera leído ese día, Enderezamiento de la sustitución. Se reprochaba el onanismo que practicaba en secreto sin poder renunciar a él. Fue curada mediante una vigilancia escrupulosa que le impidió masturbarse.

Observación 2. Un joven, estudiante de medicina, sufría una obsesión análoga. Se reprochaba todas las acciones inmorales: haber matado a su prima, desflorado a su hermana, incendiado una casa, etc. Hasta debía darse vuelta en la calle para ver si no había dado muerte al último que pasó.

Enderezamiento. Había leído, en un libro cuasi-médico, que el onanismo, al que él estaba sujeto, corrompía la moral; y eso lo afectó.

Observación 3. Varias mujeres se quejaban de la obsesión de arrojarse por la ventana, herir a sus hijos con cuchillos, tijeras, etc.

Enderezamiento. Obsesiones de tentaciones típicas. Eran mujeres que, en modo alguno satisfechas en el matrimonio, se debatían contra los deseos y las ideas voluptuosas que las asaltaban a la vista de otros hombres.

Observación 4. Una muchacha, perfectamente sana de espíritu y muy inteligente, mostraba un odio incontrolable contra las sirvientas de la casa, odio que se le había despertado con ocasión de una sirvienta desvergonzada y se había trasmitido luego de una muchacha a otra, hasta volver imposible la atención del hogar. Era un sentimiento mezclado de odio y de disgusto. Daba como motivo que las suciedades de esas muchachas le estropeaban su idea del amor.

Enderezamiento. Esta niña había sido involuntario testigo de una cita amorosa de su madre. Se había cubierto el rostro y tapado las orejas, y puso el máximo empeño en olvidar la escena, que la disgustaba y le habría impedido permanecer junto a su madre, a quien amaba tiernamente. Lo consiguió, pero la cólera por haberle sido mancillada la imagen del amor persistió en ella, y con ese estado emotivo no tardó en asociarse la idea de una persona que pudiera remplazar a la madre.

Observación 5. Una muchacha se había aislado casi por completo a consecuencia del temor obsesivo a la incontinencia de orina. Ya no podía abandonar su habitación ni recibir una visita sin haber orinado antes numerosas veces. Unicamente no tenía ese miedo cuando se hallaba en reposo completo en su casa.

Enderezamiento. Era una obsesión de tentación o de desconfianza. No desconfiaba de su vejiga sino de su resistencia frente a una impulsión amorosa. El origen de la obsesión lo mostraba bien. Cierta vez, en el teatro, a la vista de un hombre que le gustaba había sentido unas ganas amorosas acompañadas (como siempre ocurre en la polución espontánea de las mujeres) de unas ganas de orinar. Se vio obligada a abandonar el teatro ‘ y desde entonces fue presa del miedo de tener la misma sensación, pero las ganas de orinar habían sustituido a las amorosas. Curó por completo.

Las observaciones enumeradas, si bien muestran un grado variable de complejidad, tienen en común que la idea original (inconciliable) ha sido sustituida por otra idea, por una idea remplazante. En las observaciones de que a continuación informo, la idea original está también remplazada, pero no por otra idea, sino por actos o impulsiones que en el origen sirvieron como alivios o procedimientos protectores, y que ahora se encuentran en una asociación grotesca con un estado emotivo que no concuerda con ellos, pero que ha permanecido el mismo y está tan justificado como en el origen.

Observación 6. Obsesión de aritmomanía. Una mujer había contraído la necesidad de contar siempre las placas del parqué, los escalones, etc., cosa que hacía en un estado de angustia ridículo.

Enderezamiento. Había comenzado a contar para distraerse de sus ideas obsedentes (de tentación). Lo había conseguido, pero la impulsión a contar había remplazado a la obsesión primitiva.

Observación 7. Obsesión «especulativa» (manía de cavilación). Una mujer sufría de ataques de esta obsesión, que sólo cesaban cuando ella estaba enferma, para dejar sitio a temores hipocondríacos. El tema del ataque era una parte del cuerpo o una función, por ejemplo la respiración: «¿Por qué hay que respirar? ¿Y si yo no quisiera respirar?», etc.,

Enderezamiento. Al comienzo había tenido miedo de volverse loca, fobia hipocondríaca bastante común entre las señoras no satisfechas por su marido, como era su caso. Para asegurarse de que no estaba por volverse loca, de que gozaba todavía de su inteligenc ia, había empezado a plantearse cuestiones, a ocuparse de problemas serios. Esto la tranquilizaba al principio, pero con el tiempo este hábito de la especulación sustituyó a la fobia. Desde hacía más de quince años alternaban en ella períodos de miedo (patofobia) y de manía de especulación.

Observación 8. Manía de duda. Varios casos mostraron los síntomas típicos de esta obsesión, y se explicaron muy simplemente. Esas personas habían sufrido o todavía sufrían obsesiones diversas, y la conciencia de que la obsesión las había perturbado en todas sus acciones y había interrumpido muchas veces el curso de sus pensamientos provocaba una duda legítima en la fidelidad de su memoria. Cualquiera de nosotros verá vacilar su seguridad y estará obligado a releer una carta o a rehacer una cuenta si su atención fue distraída varias veces durante la ejecución del acto. La duda es una consecuencia asaz lógica de la presencia de obsesiones.

Observación 9. Manía de duda (hesitación). La muchacha de la Observación 4 se había vuelto extremadamente lerda en todas las acciones de la vida ordinaria, sobre todo en su toilette. Le demandaba horas anudarse los cordones de los zapatos o asearse las uñas de las manos.

Daba como explicación que no podía hacer su toilette ni mientras la preocupaban los pensamientos obsedentes ni inmediatamente después, de suerte que se había acostumbrado a esperar un tiempo determinado tras cada retorno de la idea obsedente.

Observación 10. Manía de duda, temor a los papeles. Una joven que había sufrido escrúpulos luego de haber escrito una carta, y que por ese mismo tiempo hacía un bollo con todos los papeles que veía, explicó esto confesando un amor que antaño no quiso revelar. A fuerza de repetirse de continuo el nombre de su bienamado, la asaltó el miedo de que ese nombre se hubiera deslizado bajo su pluma, de que lo hubiera trazado sobre algún pedazo de papel en uno de sus momentos de ensimismamiento.

Observación 11. Misofobia. Una mujer se lavaba las manos cien veces por día y sólo tocaba los picaportes de las puertas con el codo.

Enderezamiento. Era el caso de Lady Macbeth. Los lavajes eran simbólicos y estaban destinados a sustituir por la pureza física la pureza moral que lamentaba haber perdido. Se atormentaba con remordimientos por una infidelidad conyugal cuyo recuerdo había decidido expulsar. Se lavaba también los genitales.

En cuanto a la teoría de esta sustitución, me limitaré a responder tres preguntas que en este punto surgen:

1. ¿Cómo puede consumarse esta sustitución?

Parece que expresaría una disposición psíquica especial. Al menos, en las obsesiones hallamos a menudo «herencia similar», como en la histeria. Así, el enfermo de la Observación 2 me contó que su padre había padecido de síntomas semejantes. Cierto día me presentó a un primo hermano suyo que tenía obsesiones y un tic convulsivo, y la hija de su hermana, de 11 años de edad, mostraba ya obsesiones (probablemente de remordimiento).

2. ¿Cuál es el motivo de esta sustitución?

Creo que se la puede considerar como un acto de defensa (Abwehr) del yo contra la idea inconciliable. Entre mis enfermos, los hay que se acuerdan del esfuerzo voluntario por ahuyentar del radio de la conciencia la idea o el recuerdo penosos (cf. las Observaciones 3, 4, 11). En otros casos, esta expulsión de la idea inconciliable se produjo de una manera inconciente, que no dejó huellas en la memoria de los enfermos.

3. ¿Por qué el estado emotivo asociado a la idea obsesiva se ha perpetuado en lugar de desaparecer como los otros estados de nuestro yo?

Es posible responder a esto apelando a la teoría desarrollada por Breuer y por mí acerca de la génesis de los síntomas histéricos. Aquí solamente señalaré que esa desaparición del estado emotivo se vuelve imposible por el hecho mismo de la sustitución.