TENDENCIAS CRIMINALES EN NIÑOS NORMALES (1927)

TENDENCIAS CRIMINALES EN NIÑOS NORMALES (1927)

 

Una
de las bases del psicoanálisis es el descubrimiento de Freud de que
encontramos en un adulto todos los estadíos de su desarrollo infantil
temprano. Los encontramos en el inconsciente, que contiene todas las
fantasías y tendencias reprimidas. Como sabemos, el mecanismo de la
represión está principalmente dirigido por las facultades de juicio y
de crítica -el superyó-. Es evidente que las represiones más profundas
son aquellas que están dirigidas contra las tendencias más
antisociales.

Así como el individuo repite biológicamente el desarrollo
de la humanidad, también lo hace psíquicamente. Encontramos reprimidos
e inconscientes los estadíos que aún observamos en pueblos primitivos:
canibalismo y tendencias asesinas de la mayor variedad. Esta parte
primitiva de una personalidad contradice enteramente la parte
aculturada de la personalidad, que es la que realmente engendra la
represión.

El análisis infantil, especialmente el análisis temprano,
por el que se entiende el análisis de niños entre tres y seis años, da
un cuadro muy esclarecedor de cuán temprano comienza esta lucha entre
la parte aculturada de la personalidad y la parte primitiva. Los
resultados que he obtenido en mi trabajo analítico con niños pequeños
me han demostrado que ya en el segundo año encontramos el superyó en
acción.

En esta edad, el niño ya ha pasado estadíos muy importantes
de su desarrollo psíquico; ha atravesado sus fijaciones orales, en las
que debemos distinguir entre la fijación oral de succión y la fijación
oral de morder. Esta última está muy conectada con tendencias
canibalísticas. El hecho de que podamos observar muy a menudo que los
bebes muerden el pecho de la madre es una de las pruebas de esta
fijación.

Además, en el primer año, tienen lugar gran parte de las
fijaciones sádico-anales. Este término, erotismo sádico-anal, se
utiliza para denotar el placer extraído de la zona erógena anal y de la
función excretoria, junto con el placer en la crueldad, dominación o
posesión, etc., que se ha encontrado estrechamente conectado con
placeres anales. Los impulsos sádico-orales y sádico-anales representan
el papel principal en las tendencias que me propongo examinar en este
artículo.

Acabo de mencionar que ya en el segundo año encontramos al
superyó en acción, por cierto que en su estadío de desarrollo. Lo que
produce esto es el advenimiento del complejo de Edipo. El psicoanálisis
ha demostrado que el complejo de Edipo juega el papel más amplio en el
entero desarrollo de una personalidad, tanto en las personas que se
convertirán en normales como en las que se convertirán en neuróticas.
El trabajo psicoanalítico ha demostrado cada vez más que también la
entera formación del carácter deriva del desarrollo edípico, que todo
matiz de dificultades de carácter, desde el ligeramente neurótico al
criminal, está determinado por él. En esta dirección -el estudio del
criminal- se han dado sólo los primeros pasos, pero son pasos que
prometen desarrollos de gran alcance 1 . Es el tema de este artículo
mostrarnos cómo podemos ver en todo niño tendencias criminales en
acción; y hacer algunas sugerencias sobre qué es lo que determina si
estas tendencias van o no a establecerse en la personalidad.

Debo
retroceder ahora al punto del que he partido. Cuando se instala el
complejo de Edipo, lo que, según los resultados de mi trabajo, sucede
al final del primer año o al comienzo del segundo, están plenamente en
acción los estadíos tempranos que he mencionado: sádico-orales y
sádico-anales.

Se conectan con las tendencias edípicas, y
se dirigen hacia los objetos alrededor de los cuales se desarrolla el
complejo de Edipo: los padres. El varón, que odia al padre como rival
por el amor de la madre, hará esto con el odio, la agresión y las
fantasías provenientes de sus fijaciones sádicoorales y sádico-anales.
No faltan en el análisis de ningún varón las fantasías de penetrar en
el dormitorio y matar al padre, incluso en el caso de un niño normal.
Quisiera mencionar un caso especial, el de un niño de cuatro años, muy
normal y satisfactoriamente desarrollado en todo aspecto, de nombre
Gerald. Este caso es muy esclarecedor en muchos aspectos. Gerald era un
niño muy vivaz y aparentemente feliz, en el que nunca se había
advertido ninguna angustia, y fue traído al análisis sólo por razones
profilácticas.

Durante el curso del análisis descubrí que
el niño había pasado por una intensa ansiedad y estaba aún bajo la
tensión de la misma. Mostraré después cómo es posible para un niño
esconder tan bien sus temores y dificultades. Uno de sus objetos de
angustia que establecimos durante el análisis, era una bestia que sólo
tenía las costumbres de una bestia, pero que en realidad era un hombre.
Esta bestia que hacia grandes ruidos en la habitación próxima, era el
padre cuyos ruidos emanaban del dormitorio adyacente. El deseo de
Gerald de penetrar allí, de cegar al padre, castrarlo y matarlo,
provocaron el temor a ser tratado del mismo modo por la bestia.

Ciertos
hábitos transitorios, tales como un movimiento de los brazos, que el
análisis demostró que significaban empujar a la bestia, eran debidos a
esta angustia. Gerald tenía un tigre pequeño y su gran afecto por este
animal se debía en parte a la esperanza de que lo protegería de la
bestia. Pero a veces este tigre resultó ser no sólo un defensor sino
también un agresor. Gerald proponía mandarlo a la habitación adyacente
para llevar a cabo sus deseos agresivos hacia el padre. También en este
caso el pene del padre sería mordido, cocinado y comido, deseo
proveniente en parte de las fijaciones orales del niño, y en parte
recurso para luchar con el enemigo; ya que un niño, como no tiene otra
arma, usa en forma primitiva sus dientes como un arma. Esta parte
primitiva de la personalidad estaba representada en este caso por el
tigre, que, como comprobé después, era Gerald mismo, pero en una parte
suya de la que hubiera querido no darse cuenta. Pero Gerald tenía
también fantasías de cortar en pedazos a su padre y a su madre,
fantasías conectadas con actos anales, con ensuciar al padre y a la
madre, con heces. Una cena que simuló después de estas fantasías
resultó ser una comida en la que él y su madre se comían al padre. Es
difícil ilustrar cómo un niño tan sensible como éste sufre por estas
fantasías, que la parte cultivada de su personalidad condena
fuertemente. Este niño no podía mostrar bastante amor y bondad hacia su
padre; y aquí vemos un fuerte motivo para que reprimiera su amor por la
madre, la que de algún modo es causa de estas fantasías, y de que
permaneciera apegado al padre en redoblada fijación que podría formar
la base de una actitud homosexual permanente en la vida posterior.

Mencionará
brevemente el caso de una niña. La rivalidad por el padre, el deseo de
tomar el lugar de la madre en su amor, lleva también a fantasías
sádicas del más diverso carácter. Aquí el deseo de destruir la belleza
de la madre, de mutilar su rostro y su cuerpo, de apropiarse para sí
del cuerpo de la madre -esa fantasía primitiva de morder, cortar,
etc.-, está conectado con un fuerte sentimiento de culpa, que fortifica
la fijación a la madre. En esta edad, entre los dos y los cinco años,
vemos a menudo niñas pequeñas excesivamente afectuosas con sus madres,
pero este afecto está en parte basado en angustia y sentimiento de
culpa, y es seguido por un alejamiento del padre. Así esta complicada
situación psíquica se hace aun más complicada por el hecho de que, al
defenderse contra estas tendencias que su superyó condena, el niño
apela a sus tendencias homosexuales, las fortifica y desarrolla, lo que
llamamos el complejo de Edipo "invertido".

Este es el
desarrollo que se muestra en una fuerte fijación de la niña a la madre,
del varón al padre. Un paso más, y llegamos al estadío en que esta
relación tampoco puede ser mantenida, y el niño se aparta de ambos.
Esta es seguramente la base de una personalidad antisocial, porque la
relación con el padre y la madre determina todas las subsiguientes
relaciones de la vida. Hay otra relación que juega un papel
fundamental. Es la relación hacia los hermanos y hermanas; todo
análisis demuestra que todos los niños sufren grandes celos tanto de
los hermanos y hermanas menores como de los mayores. Incluso el niño
muy pequeño que aparentemente no sabe nada sobre el nacimiento, tiene
un conocimiento inconsciente muy específico del hecho de que los niños
crecen en el útero de la madre. Gran odio es dirigido contra este niño
en el útero de la madre por motivos de celos, y como típico de las
fantasías del niño durante un embarazo de la madre; encontramos deseos
de mutilar el útero de la madre y deshacer al niño que está allí,
mordiéndolo y cortándolo. También contra el niño recién nacido se
dirigen deseos sádicos. Además, estos deseos sádicos se dirigen también
contra hermanas y hermanos mayores, porque el niño se siente disminuido
en comparación con los mayores, incluso cuando no sea realmente así.
Pero estos sentimientos de odio y celos dan al niño un fuerte
sentimiento de culpa, que puede influir para siempre en su relación con
sus hermanos y hermanas. El pequeño Gerald, por ejemplo, poseía un
muñequito al que cuidaba tiernamente y a menudo lo vendaba.
Representaba a su hermanito, al que según su severo superyó él había
mutilado y castrado cuando estaba en el útero de la madre.

En
todas estas situaciones, en la medida en que sus sentimientos son
negativos, el niño reacciona con todo el poder e intensidad del odio
característico de los tempranos estadíos sádicos del desarrollo. Pero,
como los objetos que odia son al mismo tiempo objetos de su amor, el
conflicto que surge se hace muy pronto intolerablemente pesado para el
débil yo; el único escape es la huida a través de la represión, y la
entera situación conflictiva, que de este modo nunca es aclarada,
permanece activa en la mente inconsciente. Aunque la psicología y la
pedagogía hayan mantenido siempre la creencia de que un niño es un ser
feliz sin ningún conflicto, y hayan supuesto que los sufrimientos de
los adultos son el resultado del peso y dureza de la realidad, debe
afirmarse que justamente lo opuesto es lo cierto. Lo que aprendemos
sobre el niño y el adulto a través del psicoanálisis es que todos los
sufrimientos de la vida posterior son en su mayor parte repeticiones de
estos sufrimientos tempranos, y que todo niño en los primeros años de
su vida pasa por un grado nmensurable de sufrimiento.

No
puede negarse que las apariencias hablan en contra de estas
afirmaciones. Incluso aunque en una observación atenta se puedan notar
signos de dificultades, el niño parece superarlos más o menos
fácilmente. La cuestión de cómo debe explicarse la diferencia entre las
apariencias y la verdadera situación psíquica se contestará
posteriormente, cuando examinemos las diversas formas y recursos que
usa el niño para superar sus dificultades.

Debo
retornar al punto en que hablé de los sentimientos negativos del niño.
Estos se dirigen contra el padre del mismo sexo y los hermanos y
hermanas. Pero, como he mencionado, se complica más la situación por el
hecho de que se dirigen también sentimientos negativos contra el padre
del sexo opuesto, en parte por la frustración que este progenitor
también le impone, y en parte porque en sus esfuerzos para escapar al
conflicto el niño se aparta de su objeto de amor, y cambia su amor por
aversión. Pero la situación se complica más aun por el hecho de que las
tendencias de amor del niño están coloreadas por teorías y fantasías
sexuales típicas de los estadíos pregenitales, del mismo modo que lo
están sus sentimientos negativos. Se ha descubierto mucho sobre las
teorías sexuales infantiles mediante el análisis de adultos; pero al
analista que trata a los niños mismos se le revela una sorprendente
variedad de teorías sexuales. Diré sólo pocas palabras sobre la forma
en que se obtiene del niño este material. Cuando desde nuestro punto de
vista psicoanalítico observamos al niño mientras juega y utilizarnos
recursos técnicos especiales para disminuir su inhibición, podemos
hacer aparecer estas fantasías y teorías, descubrir qué experiencias ha
tenido el niño, y ver todos sus impulsos y la reacción de sus
facultades criticas en acción. Esta técnica no es fácil; requiere mucho
de identificación con las fantasías del niño y una actitud especial
hacia él, pero es extremadamente productiva; esta técnica nos conduce a
profundidades del inconsciente que son sorprendentes incluso para el
analista de adultos.

Lentamente el analista, al interpretar al niño lo que
significa su juego, sus dibujos y toda su conducta, resuelve las
represiones contra las fantasías subyacentes al juego, y libera esas
fantasías. Muñequitos, hombres, mujeres, animales, autitos, trenes,
etc., permiten al niño representar diversas personas, la madre, el
padre, los hermanos y hermanas, y por medio de estos juguetes
representar todo su material inconsciente más reprimido. No es posible
dentro de los límites de este artículo entrar más en los detalles de mi
técnica. Debo limitarme a enunciar que obtengo este material en
realizaciones tan diferentes y con tanta variedad que es imposible
equivocarse sobre su significado; el que además es demostrado por el
efecto de resolución y liberación de las interpretaciones. se hacen
claras tanto las tendencias primitivas como las reacciones de juicio.
Si un niño ha mostrado en un juego, por ejemplo, que un hombrecito en
lucha contra un hombre mayor fue capaz de superarlo, sucede muy a
menudo que cuando está muerto, el hombre mayor es puesto en un carruaje
y llevado al carnicero, quien lo corta en pedazos y lo cocina. El
hombrecito come esta
comida con placer, incluso invitando al festín a una señora que a veces
representa a la madre. Ella ha aceptado al pequeño asesino en vez de al
padre asesinado. Por supuesto que la situación puede ser muy diferente.
La fijación homosexual puede estar en primer plano, y podemos ver a la
madre cocinada y comida, y los dos hermanos repartiendo la comida entre
ellos.

Como
he mencionado, se manifiesta una innumerable variedad de fantasías, que
difieren incluso en el mismo niño en diferentes estadíos de su
análisis. Pero esta manifestación de tendencias primitivas es
invariablemente seguida por angustia, y por realizaciones que muestran
cómo el niño trata ahora de hacer el bien y de arreglar lo que ha
hecho. A veces trata de reparar a los mismos hombres, trenes, etc., que
acaba de romper. A veces dibujar, construir, etc., expresan las mismas
tendencias reactivas.

Quiero poner en claro un punto. Los
juegos que he descrito, a través de los cuales el niño me provee del
material que examiné, difieren mucho de los juegos a los que
generalmente se observa jugar a los niños. Esto debe explicarse como
sigue: el analista obtiene su material en forma muy específica. La
actitud que muestra ante los juegos y asociaciones del niño está
enteramente libre de críticas éticas y morales. Esta es realmente una
de las formas en que puede establecerse la transferencia y ponerse en
marcha el análisis. Así el niño mostrará al analista lo que nunca
revelaría a su madre o niñera. Por buenas razones: ellas se alarmarían
mucho al advertir tendencias antisociales y agresivas contra las que
principalmente se dirige la educación. Además, es justamente el trabajo
analítico el que resuelve las represiones y de esta forma hace aparecer
las manifestaciones del inconsciente. Esto se obtiene lentamente, paso
a paso, y algunos de los juegos que mencioné han aparecido en el curso
del análisis y no al principio. Sin embargo, debe agregarse que los
juegos de los niños, incluso fuera del análisis, son muy instructivos y
dan pruebas de muchos de los impulsos que se examinan aquí. Pero para
reconocerlos se requiere un observador especialmente entrenado, con
conocimiento del simbolismo y de los métodos psicoanalíticos.

Las
teorías sexuales son la base de una variedad de fijaciones muy sádicas
y primitivas. Sabemos gracias a Freud que hay cierto conocimiento
inconsciente que el niño obtiene, aparentemente, en forma filogenética.
A éste pertenece el conocimiento sobre el coito paterno, el nacimiento
de los niños, etc.; pero es de carácter bastante vago y confuso. De
acuerdo con el estadío sádico-oral y sádico-anal que él mismo está
atravesando, el coito llega a significar para el niño una situación en
la que juegan el papel principal comer, cocinar, intercambio de heces y
actos sádicos de todo tipo (morder, cortar, etc.). Deseo subrayar cuán
importante está destinada a ser en la vida posterior la conexión entre
estas fantasías y la sexualidad. Aparentemente
todas esas fantasías habrán desaparecido para entonces, pero su efecto
inconsciente será de gran importancia en la frigidez, en la impotencia
y en otras perturbaciones sexuales. Esto puede verse muy bien en el
análisis de niños pequeños. El varón que ha demostrado sus deseos hacia
su madre, mostrando en este aspecto fantasías muy sádicas, trata de
escapar eligiendo en vez de a la madre como objeto, a la imago del
padre; y después se apartará también de éste, si sus fantasías
sádico-orales resultan también conectadas con este objeto de amor. Aquí
encontramos la base de todas las perversiones que Freud ha descubierto
que se originan en el desarrollo temprano del niño. Fantasías de que el
padre o él mismo viola a la madre, la muerde, la araña, la corta en
pedazos, son algunos ejemplos de la concepción infantil del coito. Me
referiré aquí al hecho de que fantasías de esta naturaleza son
realmente transportadas a la acción por los criminales, para mencionar
sólo el caso de Jack el Destripador. En la relación homosexual estas
fantasías cambian a castrar al padre, cortando o arrancando su pene, y
toda clase de actos violentos. El nacimiento está conectado muy a
menudo con fantasías de abrir el cuerpo cortándolo, y de sacar los
bebés de diferentes partes del cuerpo. Estos son sólo pocos ejemplos de
la abundante variedad de fantasías sexuales que pueden encontrarse en
todo niño normal, punto que deseo subrayar especialmente.

Ya que he tenido la suerte de tener varios niños normales
en análisis, puedo afirmar esto desde el punto de vista profiláctico.
Este aspecto repulsivo de la vida de fantasía del niño cambia
enteramente cuando nos familiarizarnos con las profundidades de su
mente. El niño está enteramente dominado por sus impulsos, los que, sin
embargo, vemos que son el fundamento de todas las atractivas y
socialmente importantes tendencias creadoras. Debo decir que la
impresión qué obtengo de la forma en que incluso el niño muy pequeño
lucha contra sus tendencias antisociales es bastante emocionante y
admirable. Un momento después de que hemos visto los impulsos más
sádicos, nos encontramos con actuaciones que muestran la mayor
capacidad de amor, y el deseo de hacer todo sacrificio posible para ser
amado. No podemos aplicar ninguna norma ética a estos impulsos; debemos
dar por sentada su existencia sin ninguna crítica y ayudar al niño a
enfrentarse con ellos; por lo que al mismo tiempo disminuimos sus
sufrimientos, fortificamos sus capacidades, su equilibrio mental, y
como resultado final realizamos una tarea de notable importancia
social. Es impresionante ver en análisis cómo estas tendencias
destructivas pueden ser utilizadas para la sublimación cuando
resolvemos las fijaciones; cómo pueden liberarse estas fantasías para
un trabajo realmente artístico y constructivo.

Esto se hace en análisis sólo a través de recursos
puramente analíticos, de ningún modo aconsejando o estimulando al niño.
Según mi experiencia, esta última forma, que es la pedagógica, no puede
combinarse con la tarea analítica en la persona del analista, pero el
análisis prepara el terreno para una tarea pedagógica muy productiva.

En
una comunicación hecha hace algunos años a la Sociedad Analítica de
Berlín, señalé una analogía entre algunos crímenes horribles que
recientemente habían sucedido, y fantasías correspondientes que había
encontrado en el análisis de algunos niños pequeños. Uno era un caso
que era realmente una combinación de perversión y crimen. Actuando en
forma muy habilidosa, de modo que no fue descubierto por mucho tiempo,
el hombre pudo llevar a cabo los siguientes actos sobre gran número de
personas: el criminal en cuestión cuyo nombre era Harmann intimaba con
hombres jóvenes, a los que ante todo usaba para sus tendencias
homosexuales, después les cortaba la cabeza, quemaba o hacia uso de las
partes de su cuerpo en una forma u otra, e incluso vendía luego sus
ropas.

Otro caso muy horrible es el de un hombre que mató
a varias personas, usando las partes de sus cuerpos para hacer
salchichas. Las fantasías análogas de los niños que mencioné antes
tenían en todos sus detalles las mismas características que estos
crímenes. Las personas sobre las que se cometerían eran, por ejemplo,
el padre y el hermano de un niño entre cuatro y cinco años, a los que
estaba ligado por una fuerte fijación sexual.

Después de
haber expresado la deseada masturbación mutua y otros actos, cortó la
cabeza de un muñeco, vendiendo el cuerpo a un carnicero imaginario, que
a su vez debía venderlo como comida. Guardó para sí la cabeza, que
quería comer él mismo, considerándola la porción más tentadora. Pero
del mismo modo se apropió de las pertenencias de la víctima.

Entraré
más de lleno en este caso especial, ya que creo que resultará mas
esclarecedor si doy detalles sobre un solo caso, antes que enumerar más
ejemplos. Este niño, Peter, cuando llegó al análisis era un niño muy
inhibido, extremadamente receloso, muy difícil de educar, enteramente
incapaz de jugar; no podía hacer otra cosa con sus juguetes que
romperlos.

Su inhibición de juego, como su ansiedad,
estaban estrechamente conectadas con sus fijaciones sádico-orales y
sádico-anales. Como las fantasías son realmente el motor del juego, no
podía jugar, porque debía mantener reprimidas sus crueles fantasías.
Temeroso de lo que inconscientemente tenía deseos de hacer, esperaba
siempre que le harían a él mismo las mismas cosas. Los deseos sádicos
conectados con sus deseos hacia la madre lo llevaron a un apartamiento
de ella y a relaciones bastante malas con ella. La libido estaba
dirigida hacia el padre, pero como
también le tenía mucho miedo, la única relación real que podía mantener
era con su hermano pequeño. Naturalmente, ésta también era muy
ambivalente.

La
forma en que este niño estaba siempre esperando un castigo puede
mostrarse mejor con el siguiente ejemplo: jugaba una vez,
representándose a él mismo y a su hermano por dos muñequitos, que
estaban esperando que la madre los castigara por haberse portado mal;
ella llega, los encuentra sucios, los castiga y se va. Los dos niños
repiten nuevamente sus actos sucios, son castigados otra vez, etc. Por
fin, el miedo al castigo se vuelve tan fuerte que los dos niños deciden
matar a la madre, y él ejecuta a una muñeca. Entonces cortan y comen el
cuerpo. Pero viene el padre en ayuda de la madre, y es también muerto
en forma muy cruel, cortado y comido.

Ahora los dos niños parecen muy felices. Pueden hacer lo que quieran.

Pero
luego de muy poco tiempo aparece gran angustia, y parece que los padres
muertos están vivos otra vez y retornan. Cuando empezó la angustia el
niño había escondido los dos muñecos bajo el sofá, de modo que los
padres no pudieran encontrarlos, y luego sucedió lo que el niño llamaba
"volverse educado". El padre y la madre encuentran los dos muñecos, el
padre le corta a él la cabeza, la madre se la corta al hermano, y
también ellos son cocinados y comidos.

Pero es
característico, y quiero subrayar este punto, que después de poco
tiempo los actos malos son repetidos nuevamente, puede ser incluso en
diferentes actuaciones, la agresión contra los padres recomienza y los
niños son castigados una y otra vez. El mecanismo que se expresa en
este círculo, ocupará posteriormente nuestra atención.

Sólo diré unas pocas palabras sobre el resultado de este caso.

Aunque
el niño, cuando aún estaba en análisis, tuvo que soportar algunas
experiencias difíciles, ya que los padres se divorciaron en esa época,
y ambos se volvieron a casar en circunstancias apremiantes, su neurosis
fue enteramente resuelta durante el análisis. Perdió su angustia e
inhibición de juego y se convirtió en un buen alumno, socialmente bien
adaptado y feliz. Quizá surja la pregunta: ¿por qué, ya que el título
de mi artículo promete tratar niños normales, he entrado con tanto
detalle en un caso de un niño definidamente neurótico obsesivo? Como he
mencionado varias veces, el mismo material puede encontrarse también en
niños normales. Un neurótico sólo muestra más claramente lo que se
encuentra con menor intensidad también en niños normales. Este es un
factor importante para la explicación del problema de cómo los mismos
fundamentos psíquicos pueden llevar a resultados tan diferentes. En el
caso del pequeño Peter, la intensidad de la fijación sádico-oral y
sádico-anal era tan grande que todo su desarrollo estuvo dominado por
ella. Ciertas experiencias fueron también un factor determinante en la
producción de su neurosis obsesiva. El niño había cambiado en forma muy
notable alrededor de los dos años. Los padres lo mencionan sin poder
explicarlo. En esa época, el niño tuvo una gran recaída en el hábito de
ensuciarse encima, interrumpió todo juego, empezó a romper sus juguetes
y se torné muy difícil de manejar.

El análisis reveló que
en el verano en que apareció el cambio, el niño había compartido el
dormitorio de los padres y presenciado su relación sexual. La impresión
que recibió fue de un acto muy oral y muy sádico, y fortificó sus
fijaciones. En esta época había alcanzado ya en cierta medida el
estadío genital y bajo esta impresión hizo una regresión a los estadíos
pregenitales. De este modo todo su desarrollo sexual permaneció
realmente bajo la dominación de estos estadíos. El nacimiento de un
hermanito, seis meses después, incrementó aun más sus conflictos y su
neurosis. Pero hay aún otro factor, que es de la mayor importancia en
el desarrollo de la neurosis obsesiva en general, y particularmente en
este caso. Es el sentimiento de culpa engendrado por el superyó. En
Peter, ya en una edad muy temprana, funcionaba un superyó no menos
sádico que sus propias tendencias. La intensidad de esta lucha,
intolerable para el débil yo, condujo a una represión muy fuerte.
También es importante otro factor: hay niños que pueden soportar muy
poca angustia y sentimiento de culpa. Este niño sólo podía soportar muy
poco; la lucha entre sus impulsos sádicos y su sádico superyó,
amenazándolo con los mismos actos como castigo, era una carga terrible
para él. En el inconsciente está en acción el precepto bíblico "ojo por
ojo". Esto explica cómo es que encontramos en los niños ideas tan
fantásticas de lo que los padres podrían hacerles a ellos: matarlos,
cocinarlos, castrarlos, etcétera.

Como sabemos, los padres
son la fuente del superyó en la medida en que sus órdenes,
prohibiciones, etc., son absorbidas por el niño mismo.

Pero
este superyó no es idéntico a los padres, está formado en parte por las
propias fantasías sádicas del niño. Pero esas fuertes represiones sólo
estabilizan la lucha, sin poder llevarla a su término. Además, al
impedir que aparezcan las fantasías, la represión hace que el niño no
pueda abreaccionar estas fantasías en el juego, y usarlas de otras
formas para la sublimación, de modo que todo el peso de estas
fijaciones queda en un círculo sin fin. Sigue siendo un círculo, porque
la represión, como he mencionado, no pone fin a este proceso. El
sentimiento de culpa, también reprimido, no es menos pesado; de este
modo el niño repite una y otra vez una variedad de actos, expresando
sus deseos de ser castigado. Este deseo de castigo, que es un factor
determinante cuando el niño repite constantemente actos de mala
conducta, encuentra una analogía en las repetidas malas acciones del
criminal, como indicaré posteriormente en este artículo. Os recordaré
lo que hizo el pequeño Peter en el juego en que representó a él mismo y
a su hermanito como muñecos: se portaron mal y fueron castigados,
mataron a sus padres y los padres los mataron a ellos, y luego empezó
todo otra vez.

Vemos aquí una repetición compulsiva
derivada de diversas causas, pero muy influida por el sentimiento de
culpa que exige castigo. Aquí podemos ver ya algunas diferencias entre
el niño normal y el neurótico: la intensidad de las fijaciones, la
forma y época en que estas fijaciones se conectan con experiencias, el
grado de severidad y tipo de desarrollo del superyó, que depende a su
vez de causas internas y externas, y además, la capacidad del niño para
soportar angustia y conflictos, son algunos de los factores más
importantes que determinan el desarrollo normal o neurótico.

El
niño normal, al igual que el anormal, usa la represión para manejar los
conflictos, pero como éstos son menos intensos el círculo íntegro será
menos fuerte. Hay también otros mecanismos que usan tanto el niño
normal como el neurótico, y una vez más sólo una cuestión de grado
determinará el resultado: uno de ellos es la huida de la realidad.
Mucho más de lo que parecería superficialmente, el niño se resiente por
lo displacentero de la realidad y trata de adaptarla a sus fantasías, y
no sus fantasías a la realidad.

Aquí tenemos la respuesta
a lo que planteé en un punto: cómo es posible que el niño no muestre
externamente su sufrimiento interno. Vemos a menudo que un niño se
consuela pronto, después de haber llorado amargamente, lo vemos a veces
disfrutar de las bromas más insignificantes y sacamos la conclusión de
que es feliz. Puede hacer esto porque tiene un refugio más o menos
negado a los adultos: la huida de la realidad. Los que están
familiarizados con la vida lúdica de los niños saben que esta vida
lúdica se refiere enteramente a la vida instintiva y deseos del niño,
representándolos y realizándolos a través de sus fantasías. De la
realidad, a la que está más o menos bien adaptado, el niño extrae sólo
lo absolutamente esencial. Por consiguiente, vemos que gran número de
dificultades surgen en períodos de la vida del niño en que las
exigencias de la realidad se tornan más urgentes, como por ejemplo,
cuando empieza la escuela.

He mencionado ya que este
mecanismo, la huida de la realidad, se encuentra en acción en todo tipo
de desarrollo, pero la diferencia es principalmente una cuestión de
grado. Cuando actúan algunos de los factores que he mencionado como
determinantes del desarrollo de la neurosis obsesiva, además de otros
especiales, vemos esta huida de la realidad desarrollada en gran
medida, y preparando la base para la psicosis.

Podemos
percibir a veces estos factores en un niño que superficialmente da
impresión de ser bastante normal, y que a menudo no muestra más que una
intensa vida de fantasía y capacidad de jugar. El mecanismo de escapar
a la realidad y recaer en la fantasía está conectado con otra forma muy
común
de reacción en el niño: su capacidad para consolarse constantemente de
la frustración de sus deseos, probándose a si mismo otra vez a través
de su juego y de su imaginación que todo está bien y seguirá estando
bien. Esta actitud del niño da fácilmente a los adultos la impresión de
que es mucho más feliz de lo que en realidad es. Volvamos al pequeño
Gerald. Su alegría y vivacidad tenían en parte el propósito de ocultar
su angustia e infelicidad ante sí mismo y los otros.

Esto
cambió mucho a través del análisis, que lo ayudó a desembarazarse de la
angustia y a sustituir este contento en parte superficial por otro
mucho mejor fundado. Es en este aspecto que el análisis de los niños
normales encuentra su mayor oportunidad. No hay ningún niño sin
dificultades, miedos y sentimientos de culpa, e incluso cuando éstos
parecen de poca importancia, causan mucho más sufrimiento de lo que
parece; y son además las primeras indicaciones de perturbaciones mucho
mayores en la vida posterior.

Mencioné en el caso de Peter
que el sentimiento de culpa juega un gran papel en la compulsión a
repetir una y otra vez actos prohibidos, aunque con el tiempo estos
actos adquieran un carácter muy distinto. Por lo general se puede
considerar que en todo así llamado niño "malo o travieso" también está
en acción el deseo de castigo. Quisiera citar a Nietzsche y lo que
llamó su "pálido criminal"; él sabía mucho sobre el criminal manejado
por su sentimiento de culpa. Aquí llegamos a la parte más difícil de mi
artículo: el problema de qué desarrollo deben sufrir estas fijaciones
para constituir un criminal. Este punto es difícil de contestar, por la
razón de que el psicoanálisis no se ha ocupado mucho aún de este
problema especial.

Desafortunadamente yo no tengo mucha
experiencia con la que pueda relaciona este interesante e importante
campo de trabajo. Pero algunos casos que se aproximaron algo al tipo
criminal me han dado cierta idea de la forma en que resulta este
desarrollo. Citaré un caso que me parece muy instructivo. Me fue
enviado al análisis un niño de doce años al que iban a enviar a un
reformatorio. Sus actos delictivos eran irrumpir en el armario de la
escuela y en general tendencia a robar, pero principalmente romper
cosas, y ataques sexuales a niñas pequeñas. La única forma de relación
que tenía con la gente era de destrucción; sus amistades con varones
también tenían principalmente este propósito. No tenía intereses
especiales e incluso parecía indiferente a castigos y recompensas. La
inteligencia de este niño estaba muy por debajo de lo normal, pero esto
no resultó un obstáculo para el análisis, que se desarrolló muy bien, y
que pareció prometer buenos resultados. Luego de pocas semanas me
informaron que el niño empezó a cambiar favorablemente. Por desgracia
tuve que hacer una larga interrupción por razones personales, luego de
transcurridos dos meses de análisis. En esos dos meses el niño debía
venir tres veces por semana, pero lo vi sólo catorce veces, porque su
madre adoptiva hacía lo posible por impedir que viniera. Durante este
análisis tan perturbado, el niño, sin embargo, no cometió ningún acto
delictivo, pero los empezó otra vez durante la interrupción, por lo que
fue enviado de inmediato a un reformatorio, y a mi regreso fracasaron
todos mis intentos para que volviera al análisis. Basado en toda la
situación, no tengo la menor duda de que se ha iniciado en el camino de
una carrera criminal. Daré ahora un breve resumen de las causas de su
desarrollo en lo que pude deducirlas de su análisis. El niño creció en
las circunstancias mas desoladoras. La hermana mayor lo había forzado,
a él y a su hermano menor, a realizar actos sexuales a edad muy
temprana. El padre murió durante la guerra, la madre se enfermó, la
hermana dominaba a toda la familia, en general toda la situación era
lamentable. Cuando la madre murió fue cuidado por diversas madres
adoptivas y fue de mal en peor. Odiaba a su hermana, que representaba
para él los principios del mal, a causa de su relación sexual, pero
también porque los maltrataba, era mala para con la madre moribunda,
etc. Además, por otra parte estaba ligado a esta hermana por una
fijación dominante que aparentemente se basaba sólo en odio y angustia.
Pero había también causas mas profundas para sus actos delictivos. A lo
largo de su infancia este niño había compartido el dormitorio de sus
padres y extraído una impresión muy sádica de sus relaciones sexuales.
Su deseo de coito tanto con su padre como con su madre quedó bajo la
dominación de sus fijaciones sádicas, y estaba conectado con gran
angustia. La violencia de su hermana en estas circunstancias tomó en su
inconsciente el lugar de su violento padre, y alternativamente, de su
madre. En ambos casos era castración y castigo lo que debía esperar, y
nuevamente el castigo correspondía a su propio superyó muy sádico y
primitivo. Era evidente que repetía en las niñas los ataques en que él
mismo era ahora el agresor. Su irrumpir en los armarios y sacar cosas,
como sus propias tendencias destructivas, tenían las mismas causas
inconscientes y significado simbólico que sus ataques sexuales. Este
niño, sintiéndose abrumado y castrado, tenía que invertir la situación
probándose que podía ser el agresor mismo. Una causa importante de
estas tendencias destructivas era probarse una y otra vez que aún era
un hombre, además de descargar su odio hacia su hermana en otros
objetos.

Sin embargo, era no menos su sentimiento de culpa
el que lo conducía a repetir una y otra vez actos que debían ser
castigados por una madre o un padre cruel, o por ambos. Su aparente
indiferencia al castigo, su aparente falta de miedo eran completamente
engañosas. El niño estaba abrumado por miedo y sentimientos de culpa.
Surge ahora la cuestión de si
este desarrollo difería del niño neurótico que describí antes. Sólo
puedo presentar algunas sugerencias. Puede ser que a través de sus
experiencias con su hermana este superyó muy cruel y primitivo haya
quedado fijado por una parte en el estadío del desarrollo que había
alcanzado entonces; por otra parte, estaba ligado a esta experiencia y
enfrentándola siempre. Así este niño estaba inevitablemente más
abrumado por la angustia que el pequeño Peter. Conectado con esto, una
represión aun más fuerte cerró todas las vías de descarga para las
fantasías y la sublimación, de modo que no quedaba otro camino que
repetir el deseo y el miedo continuamente en los mismos actos.
Comparado con el niño neurótico, él había tenido realmente la
experiencia de un superyó abrumador, que el otro niño sólo había
desarrollado por causas internas. Así pasó también con su odio, el que
a consecuencia de su experiencia real, encontró expresión en sus actos
destructivos.

Mencioné
que en este caso, como probablemente en otros del mismo tipo, la
represión muy fuerte y temprana, al impedir las fantasías, lo despojó
de la posibilidad de elaborar sus fijaciones a través de otras formas,
o sea, de sublimarlas. En sublimaciones del más diverso tipo
encontraremos que también representan un papel las fijaciones agresivas
y sádicas. Quisiera indicar sólo un medio por el que, incluso
físicamente, puede ser elaborado mucho sadismo y agresión: el deporte.
Así, los ataques al objeto odiado pueden hacerse de un modo socialmente
permisible; al mismo tiempo sirve como sobrecompensación de la
angustia, ya que prueba al individuo que no sucumbirá al agresor.

En
el caso del pequeño criminal era muy interesante ver, cuando la
represión fue debilitada por el análisis, que apareció la sublimación.
El niño, que no tenía más que un interés destructivo en romper y
estropear cosas, mostró un interés enteramente nuevo en la construcción
de ascensores y en toda forma de trabajo de cerrajero. Puede suponerse
que éste hubiera sido un buen camino para sublimar sus tendencias
agresivas, y así el análisis podía haberlo convertido en un buen
cerrajero, en vez de convenirse en un criminal, que es lo que puede
esperarse ahora.

Me parece que una causa principal de la
desviación del desarrollo de este niño con respecto al de un niño
neurótico yace en la gran angustia provocada por la experiencia
traumática con su hermana. Veo los efectos de esta gran angustia en
diferentes direcciones. Un mayor temor causó una mayor represión en un
estadío en el que aún no estaba abierto el camino para la sublimación,
de modo que no quedara ninguna otra descarga o posibilidad de
elaboración. Además, el mayor temor incrementó la crueldad del superyó,
y por esa experiencia lo fijó en ese punto.

Hay aún otro
efecto de esta mayor angustia que quisiera sugerir, pero para
explicarlo debo hacer una pequeña digresión. Cuando mencioné las
diferentes posibilidades del desarrollo, cité al normal, al neurótico
obsesivo, al psicótico, y traté de acercarme al criminal. No hablé del
perverso.

Sabemos que Freud llamaba a la neurosis el
negativo de las perversiones. Un agregado importante a la psicología de
las perversiones fue hecho por Sachs, que llegó a la conclusión de que
el perverso no se permite simplemente a sí mismo, por falta de
conciencia, lo que el neurótico reprime a consecuencia de sus
inhibiciones. Encontró que la conciencia del perverso no es menos
estricta, sino que sólo actúa en forma distinta. Permite que sean
retenidas sólo una parte de las tendencias prohibidas, para escapar a
otras partes que parecen al superyó aun más objetables. Lo que rechaza
son deseos pertenecientes al complejo de Edipo, y la aparente ausencia
de inhibición del perverso es sólo el efecto de un superyó no menos
estricto, pero que actúa en forma distinta.

Llegué a una
conclusión análoga sobre el criminal hace algunos años en el informe
mencionado al principio de mi artículo, en el que di detalles de la
analogía entre los actos criminales y las fantasías infantiles. n el
caso del niño que he descrito y en otros casos no tan pronunciados pero
instructivos, encontré que la disposición criminal no se debía a un
superyó menos severo sino a un superyó que actúa en otra dirección. Son
justamente la angustia y el sentimiento de culpa los que conducen al
criminal a sus actos delictivos. Al cometerlos también en parte trata
de escapar a la situación edípica. En el caso de mi pequeño criminal el
irrumpir en armarios, los ataques a niñas pequeñas, eran sustituciones
de ataques a su madre.

Naturalmente, estas ideas necesitan ser examinadas y elaboradas más.

En
mi opinión, todo parece apuntar a la conclusión de que no es la falta
de superyó sino un desarrollo diferente del superyó -probablemente la
fijación del superyó en un estadío muy temprano- lo que resultará el
factor principal. Si estas suposiciones resultan ciertas, se abren
perspectivas prácticas de gran importancia. Si no es una deficiencia
del superyó y la conciencia, sino un desarrollo distinto de éstos lo
que causa el desarrollo criminal, el análisis debería ser capaz de
modificarlos y también hacer desaparecer las cosas. Del mismo modo que
en las perversiones y las psicosis, puede ser imposible encontrar
formas de acercarse a los criminales adultos. Pero en lo que respecta a
análisis en la nfancia la situación es diferente. Un niño no necesita
motivos especiales para el análisis, es una cuestión de medidas
técnicas establecer la transferencia y mantener en marcha el análisis.
No creo en la existencia de un niño en el que sea imposible obtener
esta transferencia, o en el que no pueda despertarse la capacidad de
amar. En el
caso de mi pequeño criminal, estaba aparentemente despojado por
completo de toda capacidad de amar, pero el análisis demostró que esto
no era así. Tuvo buena transferencia conmigo, lo bastante buena como
para hacer posible el análisis, aunque no tenía motivos para él, ya que
incluso no mostraba especial aversión por ser enviado a un
reformatorio. Además, el análisis demostró que este niño insensible
tenía profundo y sincero amor por su madre. Esta murió en
circunstancias terribles, de cáncer, lo que en el último estadío de su
enfermedad la llevó a una decadencia completa. La hija no quería
acercarse a ella, y era él quien la cuidaba. Cuando ella yacía muerta,
la familia estaba por marcharse. No pudo ser encontrado durante un buen
rato: se había encerrado en la habitación junto a su madre muerta.
Puede objetarse que en la infancia las tendencias aún no están
claramente definidas, de modo que a menudo no podemos reconocer cuándo
un niño está en camino de convertirse en criminal. Esto es sin duda
cierto, pero es precisamente esta afirmación la que me conduce a mis
observaciones finales. Sin duda que no es fácil saber a qué resultados
conducirán las tendencias de un niño, si al normal, al neurótico, al
psicótico, al perverso o al criminal. Pero precisamente porque no
sabemos, debemos tratar de saber. El psicoanálisis nos da los medios
para esto. Y hace aun más: no sólo puede establecer el desarrollo
futuro del niñ o, sino que también puede cambiarlo, y encauzarlo hacia
mejores caminos.