TID: ¡El asesino era yo! (el trastorno de identidad disociativo en el cine)

TID – Trastorno de identidad disociativo en el cine

¡El asesino era yo! o

el trastorno de identidad disociativo en el cine

Beatriz Vera Poseck

Psicología Clínica. Universidad Complutense de Madrid (España). Correspondencia: Beatriz Vera Poseck. Psicología Clínica. Universidad Complutense de Madrid (España).

Recibido el 15 de octubre de 2006; aceptado el 20 de octubre de 2006

Resumen

El cine se ha sentido especialmente fascinado por retratar la enfermedad mental y a aquellos que la padecen. De todos los trastornos de la mente humana que se conocen en la actualidad, el trastorno de identidad disociativo (antes conocido como personalidad múltiple) es, sin duda, el que mayor juego ha dado a guionistas y directores a la hora de elaborar sus películas. La sorprendente manifestación de este trastorno lo hace especialmente adecuado para servir de soporte a tramas truculentas y efectistas basadas en giros inesperados de guión que sorprenden e impactan al espectador. Sin embargo, el marcado interés del Séptimo Arte por el trastorno de identidad disociativo no ha resultado en un correcto tratamiento del mismo, más bien al contrario, ha sido presentado en la mayoría de las ocasiones de forma errónea y confusa.

Palabras clave: trastorno de identidad disociativo, múltiple personalidad, disociación, esquizofrenia, giros de guión, finales inesperados.

* Breve aproximación al trastorno de identidad disociativo

El trastorno de identidad disociativo (TID) es un trastorno mental que se caracteriza por la presencia de dos o más identidades o estados de personalidad (cada una con un patrón propio y relativamente persistente de percepción, interacción y concepción del entorno y de sí mismo), y al menos dos de estas identidades deben controlar de forma recurrente el comportamiento del individuo.

Quien padece este trastorno es además incapaz de recordar información personal importante y posee lagunas de memoria demasiado amplias como para ser explicadas por el olvido ordinario. Muchos de los pacientes suelen quejarse también de sufrir fuertes jaquecas.

Cada personalidad suele vivirse como una historia personal única y diferente, con recuerdos, sentimientos, características e incluso nombres distintos. Además, algunas personalidades pueden conocerse e interactuar entre sí en un complejo mundo interior; a veces coexisten en forma pacífica y a veces en forma conflictiva, pudiendo incluso llegar a entablar una guerra abierta.

En la mayoría de los casos existe una personalidad dominante, que se denomina personalidad primaria, a la que subyacen otra serie de personalidades secundarias.

Es un trastorno mucho más frecuente en mujeres que en hombres. No se conocen sus causas, pero la mayoría de las personas diagnosticadas con este trastorno tienen un diagnóstico secundario de estrés postraumático y la mayoría refieren haber sufrido abusos sexuales en la infancia.

Su tratamiento pasa en la mayoría de las ocasiones por la utilización de la hipnosis como herramienta terapéutica que permite que se manifiesten las diferentes personalidades con el fin de que el terapeuta tenga acceso a ellas y pueda facilitar la integración de todas ellas en una personalidad única.

* El trastorno de identidad disociativo en el cine

El TID es un trastorno muy poco corriente que sin embargo es conocido por la población general mucho más que otros trastornos debido a la amplia representación que han hecho de él la literatura y el cine. Y es que de todos los trastornos mentales, el TID es, sin lugar a dudas, el que más juego ha dado a guionistas y directores de cine. La razón es muy sencilla: la posibilidad de jugar a sorprender al espectador con finales inesperados y giros sorprendentes de guión, pues la peculiar manifestación de este trastorno permite manejar tramas efectistas y tramposas, y sólo al final de la cinta revelar la realidad.

Ciertamente, el cambio de una personalidad a otra ofrece una inestimable posibilidad al cine para reflejarlo a través del uso de distintos personajes interpretados por diferentes actores, algo muy marcado en películas actuales como El club de la lucha/ Fight Club (1999) de David Fincher, Identidad/ Identity (2003) de James Mangold o Session 9 (2001) de Brad Anderson, frente a películas más antiguas que encontraban un mayor atractivo en jugar con una sola persona interpretando un papel doble o incluso triple, como ocurre en A través del espejo/ Dark Mirror (1946) de Robert Siodmak, en la que Olivia de Havilland interpreta a dos hermanas gemelas, una dulce y buena , y otra malvada y cruel, Las tres caras de Eva/ The Three Faces of Eve (1957) de Nunnally Johnson en la que Joanne Woodward da vida a Eva White, una joven con tres personalidades diferentes –interpretación que le valió numerosos premios, entre ellos el codiciado Oscar- o

En nombre de Caín/ Raising Cain (1992) de Brian de Palma, protagonizada por John Lithgow que interpreta también varios papeles diferentes. Sin embargo, y por desgracia, el gran interés que ha mostrado el cine por este trastorno no ha derivado en una correcta representación del mismo, muy al contrario, quizá sea éste uno de los trastornos peor tratados. Esto se debe principalmente a que el poder de atracción de la multiplicidad de personalidades ha tendido a eclipsar al resto de características y sintomatología del trastorno, de forma que, salvo en contadas ocasiones, lo que se presenta ante el espectador es una versión estereotipada y sesgada del mismo basada única y exclusivamente en la presencia de varias personalidades diferentes, dejando a un lado cualquier otro elemento propio del trastorno.

Las distintas personalidades que se desarrollan en el interior de una misma persona con TID coexisten y se relacionan unas con otras como si se tratara de una familia: pueden negar el conocimiento entre ellas, ser críticas unas con otras o incluso entrar en una guerra abierta. La mayoría de las películas que han utilizado el trastorno lo han hecho presentando personajes con personalidades extremadamente conflictivas y violentas, en las que se dan cita asesinatos y masacres, obviamente debido a la mayor potencialidad de impacto de este tipo de tramas. Pero en la realidad no ocurre así necesariamente, de hecho, son mínimos los casos documentados en los que haya existido asesinato o crimen relacionado con el trastorno. Lo que sí suele ocurrir es que las personalidades son opuestas entre sí, existiendo una personalidad que se muestra rebelde, traviesa, infantil e irresponsable en oposición a una personalidad adulta, responsable y que sigue las convenciones sociales.

A pesar de que el trastorno de identidad disociativo es una etiqueta diagnóstica descrita desde hace relativamente poco tiempo, el fenómeno del desdoblamiento de la personalidad ha atraído al ser humano desde tiempos inmemoriales. El doctor Jekyll y Mr. Hyde es una de las obras literarias más adaptadas a la gran pantalla a lo largo de décadas de cine. Desde que en 1886 R. L. Stevenson publicara la novela, que puede considerarse como la primera aproximación a la disociación de la personalidad por parte de la ficción, y desde el estreno de la primera adaptación cinematográfica en 1908, se han hecho más de diez adaptaciones de la novela a la gran pantalla, lo que demuestra el especial interés que despierta el fenómeno del alter ego o el desdoblamiento de la personalidad en el público.

El interés del cine por la disociación de la personalidad se puede encontrar casi desde sus comienzos. Ya en la época del cine mudo se estrenaron decenas de películas que tenían como argumento principal la disociación de la personalidad y la consiguiente aparición de diferentes yoes en una misma persona. En blanco y negro y sin diálogos hablados, se hace especialmente interesante el trabajo de los actores en papeles dobles, que a menudo tienen que apoyarse en efectos de maquillaje y vestuario para conseguir la difícil tarea de ser distintas “personas”. Por ejemplo, en 1915 se estrena The Case of Becky de Frank Reicher, una película protagonizada por la famosa actriz de cine mudo Blanche Sweet en la que se narra la historia de Dorothy, una joven que desarrolla una segunda personalidad malvada, Becky, que odia a la dulce Dorothy y se dedicará a hacer todo tipo de travesuras en su nombre.

Ya en nuestra época, y de estimable valor de cara al trastorno, es Las tres caras de Eva/ The Three Faces  of Eve (1957) basada en el caso real de una joven que desarrolló dos personalidades diferentes. La película es una de las pocas que no utiliza el recurso de presentar una de las personalidades como malvada o criminal.

Está rodada con un estilo documentalista que revela el claro interés del director de recalcar la veracidad del caso que retrata. Pocos meses antes, los psiquiatras Corbett Thipgen y Hervey M. Cleckly habían publicado un libro narrando el caso de Chris Costner Sizemore, una joven dulce y reservada que había llegado a su consulta aquejada de fuertes dolores de cabeza a los que ningún médico había encontrado explicación.

A lo largo de las sesiones de terapia salió a la luz una nueva personalidad, rebelde y descarada. El éxito del libro fue tal que ese mismo año se convirtió en la base de esta película, dirigida por Nunally Johnson y protagonizada por Joanne Woodward, que da vida a Eva White, la joven dócil y recatada, a Eva Black, la personalidad seductora y descarada y a la definitiva Jane, la personalidad creada por los propios terapeutas para lograr la curación.

El final feliz de la película, sin embargo, no fue tal en la vida real, ya que la verdadera “Eva” (Chris) llegó a desarrollar más de veinte personalidades diferentes, como contó en las memorias que publicó sólo un año después, bajo pseudónimo. Décadas después publicaría un nuevo libro en el que relata cómo finalmente logró superar el trastorno.