Teoría de la mente (Tom) y sus niveles de complejidad: Creencias de primer y segundo orden

Desde que Wimmer et al idearon su test de comprensión de creencias falsas (Maxi Task), ésta ha sido la prueba más utilizada para determinar la ToM (teoría de la mente). Según estos autores, la mayoría de los niños de 6 años realizaba sin dificultad esta tarea, mientras que a los 4 años la hacían al azar. Unos años más tarde, Perner et al simplificaron la tarea inicial de creencias falsas y, con esta nueva versión, los niños entre 3,5 y 4 años lograban realizarla. Baron-Cohen et al idearon una nueva tarea de comprensión de creencias falsas (tarea de Sally y Ana). En este test, el niño ve a Sally (una muñeca) que esconde una canica en su cesta y se va; a continuación, Ana cambia la canica a su propia cesta. Al niño se le hacen preguntas de control de la memoria
y la pregunta clave del test, que es ‘¿Dónde buscará Sally la canica?’. Baron-Cohen et al encontraron que el 80% de su muestra de niños con autismo contestó incorrectamente: que
Sally miraría en la caja donde está realmente la canica. Por el contrario, la mayor parte de los niños normales de 4 años, así como el 86% de un grupo de niños con síndrome de Down, contestaron
correctamente que Sally miraría en la cesta al creer, de modo equivocado, que la canica estaría allí. Se consideró que este descubrimiento era la evidencia de un déficit específico del autismo, el pensar sobre pensamientos del otro, esto es, ‘mentalizar’. Con esta tarea, Baron-Cohen et al lograron ‘rebajar’ sensiblemente la edad de ejecución de forma que la mayoría de los niños de 4 años lograba resolver sin dificultad la tarea, así como los niños con retraso mental leve y los niños con síndrome de Down. Sin embargo, los niños con autismo fracasaban en su ejecución, incluso los que presentaban un cociente intelectual normal. Posteriormente, numerosos estudios han confirmado y extendido estos resultados. En un trabajo de meta análisis llevado a cabo por Wellman et al sobre el desarrollo de la ToM, que incluía 77 artículos de investigación compuestos por 177 estudios diferentes, se ha encontrado que en esos trabajos se utilizan 591 condiciones de creencias falsas. Consideran los autores que la investigación de la ToM no se reduce a la ejecución de tareas de creencias falsas, aunque reconocen que estas tareas ocupan un lugar central en la investigación de la ToM. Otro tipo de tareas que entrañan una mayor dificultad son las denominadas ‘creencias de segundo orden’, entre las que resulta paradigmática la historia del heladero: ‘Es un día caluroso de verano. Juan y María están sentados en el parque cuando ven llegar una furgoneta de helados. Como no llevan dinero encima, María decide ir a buscar la cartera a su casa. El heladero le asegura que esperará en el parque, pero al cabo de unos minutos Juan ve cómo el heladero arranca la furgoneta para irse. Al preguntarle dónde va, el heladero contesta que se marcha a la zona de la iglesia porque en el parque apenas hay gente. Cuando el heladero va conduciendo camino de la iglesia, María le ve desde la puerta de su casa y le pregunta dónde va. Así, María también se entera de que estará en la iglesia. Por su parte, Juan, que no sabe que María ha hablado con el heladero, va a buscarla a su casa pero no la encuentra. El marido de María le dice a Juan que ella se ha ido a comprar un helado. Pregunta: ¿Dónde piensa Juan que María habrá ido a buscar al heladero?’.
Existe una estrecha relación entre la ejecución en estas pruebas y la memoria de trabajo, no sólo por la relación temporal que existe entre la maduración de las áreas cerebrales implicadas en la memoria operativa y la ejecución en este tipo de tareas sino también porque en nuestros trabajos preliminares con pacientes con daño cerebral observamos que pacientes con una grave afectación del sistema ejecutivo central no pueden resolver estas tareas por dificultades en el registro, la actualización, el mantenimiento o la inhibición de la información.
Algunos trabajos en esta línea vienen a corroborar que cuando las tareas de la ToM incrementan la carga en la memoria operativa o en funciones ejecutivas, los resultados decaen significativamente. Sin embargo, otros autores plantean que el razonamiento implicado en las creencias depende de un proceso modular específico para este tipo de tareas. En esta misma línea argumental, Rowe et al estudiaron a 16 pacientes con lesión frontal izquierda y a 15 con lesión frontal derecha a los que pasaron pruebas de funciones ejecutivas y creencias de primer y segundo orden para concluir que no existe relación entre este tipo de pruebas y señalar la modularidad de la ToM (aunque observan una afectación en la prueba de dígitos).
Otros autores, basándose en el estudio de un caso único, sostienen que la ToM se halla afectada por daño en la amígdala izquierda sin afectación en pruebas que miden el funcionamiento ejecutivo. Sin embargo, en población adulta con daño cerebral es fácil encontrar que la ejecución mejora cuando se simplifican las historias o cuando se utiliza un formato visual. En cuanto al sustrato neuroanatómico de las tareas con componente verbal o visual, Gallagher et al han informado de que en tareas visuales o verbales que requieren la atribución de estados emocionales se activa una red específica de áreas corticales que muestra un incremento de activación en la región temporoparietal bilateral y en el giro prefrontal medial (la corteza paracingulada), lo que demuestra que la activación de esta área es independiente del tipo de tarea.
Para Scholl et al la ToM sería una capacidad modular que puede adquirirse de formas diferenciadas pero, en el fondo de la cuestión, se halla la idea de un módulo genéticamente determinado que es activado por los estímulos ambientales (como ocurriría, por ejemplo, con el lenguaje) o bien, como una propiedad o habilidad sin una base innata, pero que sería una capacidad ‘cognitivamente penetrable’ por el aprendizaje o la inducción. En contraposición a la hipótesis del módulo innato para la ToM que señalan estos autores, han surgido modelos que plantean una relación entre el módulo para la ToM y otras habilidades cognitivas de carácter más general que se pueden centrar en dos grandes líneas: una basada en el razonamiento y la comprensión de los estados mentales (muy relacionado con el concepto de memoria de trabajo) y la que defiende la relación entre la ejecución en las creencias de primer y segundo orden y el control ejecutivo.
La idea que sostiene que la ToM para falsas creencias es un proceso específico que ocurre en un lugar concreto de nuestro cerebro es una hipótesis que requiere una mayor evidencia experimental. Por supuesto que si un diseño de tales tareas en población adulta con diferentes patologías logra encontrar una disociación entre la ejecución en pruebas de falsa creencia y en pruebas de lenguaje, memoria operativa o funciones ejecutivas, podremos comenzar a creer en el ‘módulo específico para las falsas creencias’ dentro de la complejidad que abarca la ToM.