Teorías de Freud: De la «primera» a la «segunda» teoría de la angustia

De la «primera» a la «segunda» teoría de la angustia.
Es posible que en el desplazamiento del modelo de la separación se encuentre material para
concebir la angustia como una angustia necesariamente neurótica, a partir del momento en que la neurosis se convierte en la representante del conflicto entre el yo y el ello. Sin duda, las
primeras experiencias de angustia real, si quedan fijadas a situaciones en las que los estados
de necesidad del lactante no han sido satisfechos, al punto de poner en peligro su vida, pueden
contribuir a la aparición de afecciones patológicas precoces, como el autismo o la psicosis
infantil
. Y sin duda esos mismos afectos, en una organización psíquica vuelta indiferente al
principio de realidad o incapaz de los procesos secundarios de racionalización, pueden ayudar a
generar el estado de pánico de las descompensaciones psicóticas. Esas eventualidades se
comprenden tanto mejor cuanto que el yo es siempre el lugar elegido de la angustia, en el que confluyen las manifestaciones de la libido del yo (pulsión sexual) y del instinto de conservación (pulsión del yo). En el capítulo 26 de las Conferencias de introducción al psicoanálisis, Freud, a propósito de la distinción entre las pulsiones sexuales y las pulsiones del yo, escribe: «De modo que atribuir la parte afectiva de la angustia real a la libido del yo, y la acción que se manifiesta en esa oportunidad al instinto de conservación del yo, nos posibilita hacer a un lado todas las dificultades teóricas». Asimismo, en El yo y el ello, se lee que la libido del yo o libido narcisista se constituye secundariamente con relación a las investiduras de objetos exteriores, de tal modo que la calidad de éstas determinaría la problemática narcisista del sujeto. Entonces, tanto la angustia real como la angustia neurótica, tanto aquella que anuncia un peligro exterior como la que anuncia un peligro interior, emitirían a un mismo origen, a saber: un trauma del que el organismo no pudo liberarse siguiendo la norma del principio de placer; ahora bien, mientras que la angustia real reside totalmente en su manifestación, sea ella del orden de la señal o del pánico, la angustia neurótica se manifiesta mediante ciertas formas de organización psíquica destinadas a contenerla, de las cuales el proceso de inhibición y el compromiso sintomático constituyen los principales ejemplos.
Hay individuos para los cuales todo acontecimiento se convierte en fuente de angustia, y que viven en un perpetuo estado de tensión, anticipándolo todo de una manera que comúnmente se calificaría de pesimista. Ese estado permanente de ansiedad, al que Freud llama «angustia de espera», deriva de lo que él aún sigue denominando «neurosis de angustia» y que clasifica entre las neurosis actuales, es decir, entre las neurosis cuyo carácter puntual está ligado a los
elementos nocivos de un contexto particular. En cuanto esos factores psicológicos
desaparecen, la neurosis se esfuma de la misma manera. Entre los más comúnmente
observados de esos factores, Freud menciona los que impiden o reducen la satisfacción sexual cuando se ponen en práctica ciertos recursos anticonceptivos. La angustia sería entonces producto de la insatisfacción libidinal, y la neurosis de angustia estaría relacionada con la
incapacidad del sujeto para resolver la tensión psíquica interna resultante. Por lo tanto, el único
exutorio posible consistirá en la proyección de ese malestar sobre la escena del mundo exterior.
Freud describe una situación de este tipo en el artículo de 1895 titulado «Sobre la justificación de separar de la neurastenia un determinado síndrome en calidad de neurosis de angustia»: «[ … ] los síntomas de la neurosis de angustia [son] como subrogados (Surrogat) de la acción específica que falta a continuación de la excitación sexual. [ … ] Sugerimos la respuesta
siguiente: la psique cae en el afecto de angustia cuando se siente incapaz de tramitar mediante
la reacción correspondiente una tarea (un peligro) que se avecina desde afuera: cae en la
neurosis de angustia cuando se ve incapaz de regular la excitación de origen endógeno
(sexual). Se comporta entonces como si proyectara esta excitación hacia el exterior». Y, para
resumir, añade: « … lo que lleva a la neurosis de angustia son todos los factores que impiden la
elaboración psíquica de la excitación sexual somática. Las manifestaciones de la neurosis de
angustia aparecen cuando la excitación sexual somática, desviada hacia afuera del psiquismo,
se invierte de manera subcortical en reacciones totalmente inadecuadas». De este análisis
resulta entonces que la neurosis de angustia subyacente a los estados de ansiedad
comúnmente observados provendría de una transformación directa de la libido en angustia;
desde 1894, con el Manuscrito E de la correspondencia con Fliess, este planteo va a dar lugar a
la elaboración de la primera teoría de la angustia. Desde el punto de vista exclusivamente
económico, esta teoría seguirá siendo válida, incluso aunque el origen del afecto se vea remitido
a un pasado por siempre inaccesible, y aunque el interés de este estado se encuentre desde
entonces trasladado a su función de señal, más apta para definir la naturaleza de la angustia y
revelar su origen.