Violencia y adolescencia: cualidades psicosociales, primeras relaciones socioafectivas

Vigor, sexualidad, potencia, intrepidez, violencia, impulsividad, prepotencia, desafío, son cualidades psicosociales del adolescente del presente y del pasado. Son inherentes al complejo proceso de pérdidas, de contracatexis y nuevas catexis en relación al propio
cuerpo, a la autoimagen y también en la relación con los padres de la infancia. El adolescente
vive el conflicto de construir e integrarse a la nueva identidad,
resultado de experimentos y
descubrimientos de sus potencialidades afectivas, intelectuales, sociales y físicas.
Paralelamente, él desea preservar los privilegios de la vida infantil.
En ese proceso hay una violencia constructiva que le abre canales por medio de los cuales el adolescente dará rienda suelta para expresar su creatividad y se inserirá en la sociedad.
Cuando la sociedad le ofrece medios socialmente adecuados para sus manifestaciones de
autoafirmación, el proceso -a pesar de ser turbulento y pleno de pasiones- le edifica la
personalidad y la autoestima. Pero en una sociedad carente de valores, de solidaridad, de
espíritu de amistad, donde se fomentan los excesos de violencia, donde se banaliza el sexo y
la agresión, ¿qué podemos esperar de los jóvenes? ¿Acaso, que ellos retomen la revolución cultural?
La gradual pérdida de los límites, valores, de las costumbres, de la ética y de la moral
confunde a las personas y provoca no sólo indiferencia como también sentimientos de
impotencia. De esa manera se perjudica la estructuración yoica del joven que necesita la
contraposición para lograr sus propios valores y construir su autoimagen.
Ha cambiado la expresividad de las manifestaciones sociales y afectivas de los jóvenes, pero
no su esencia. Si antes la competitividad era un factor de hegemonía grupal, vivida por
medio de ritos ofrecidos por la cultura, hoy es una exigencia de la supervivencia individual.
El concepto social de lo colectivo en la cultura contemporánea se vincula estrictamente a un
conjunto de individualidades autónomas, no siempre comunicantes entre sí, donde lo
colectivo es secundario en relación a los intereses individuales o es representativo, apenas de
grupos minoritarios que conquistaron una mayor libertad y autonomía al precio de una
fragmentación del grupo mayor.
Las relaciones se hicieron más libres y espontáneas. En términos de la dialéctica hegeliana,
la actual dinámica psicosocial tiende a ser un proceso constante y continuo de movimientos
constructivos, destructivos y reconstructivos de los valores y conductas sociales. La
velocidad y las contradicciones de ese proceso no son siempre metabolizables por la
organización del aparato psíquico, interfiriendo en el equilibrio de las funciones.
El proceso de organización estructural y dinámica de las funciones yoicas y superyoicas y el proceso identificatorio están en contacto directo con la cultura por medio de las primeras relaciones socioafectivas. Éstas son oriundas de las relaciones del bebé con sus padres, primeros representantes de la cultura. Gracias a ese proceso dinámico, el bebé tiene la oportunidad de desarrollar su mundo subjetivo. De manera concomitante se van
estableciendo relaciones intersubjetivas y transubjetivas entre el individuo, su familia y la
cultura.

FUENTE: ¨ADOLESCENCIA Y VIOLENCIA: EL PSICOANÁLISIS EN LA PRÁCTICA
SOCIAL¨, David Léo Levisky.