Abordaje clínico: duelo normal y duelo patológico. Clínica (tres etapas). Duelo patológico

El tema del duelo normal y el duelo patológico, sus modos de presentación en el envejecimiento y su abordaje clínico.
(Chapot, Sara L, Mingorance, Daniel L.)

Clínica.

Duelo patológico
Las dos primeras etapas cursan de un modo bastante similar a las del duelo normal. La mayor dificultad se hace visible en la tercera etapa.
El duelo patológico se caracteriza por la dificultad de aceptar la pérdida y por una
reacción desmedida ante esa imposibilidad. La tristeza es igual o mayor que en el
proceso normal pero se agrega la insistencia de pesadillas y sueños de contenido
traumático cuyo sentido manifiesto tiene referencia permanente al objeto perdido.
La persistencia de autorreproches muestra el fracaso de la elaboración.
La elevada ansiedad, anhelos y pensamientos intrusivos asociados con una muerte
dolorosa del cónyuge o elevado enojo asociado con la percepción de negligencia médica
(Carr, 2003; Kalman, 2002) son condiciones que pueden dificultar el pasaje de la
primera a la segunda etapa. Inclusive, la sintomatología del duelo patológico es
considerada predictora de descompensaciones orgánicas en las mujeres (ej. cáncer,
ataque cardíaco) o ideación suicida en los hombres. (Chen et al, 1999)
La comprensión del funcionamiento psíquico en el duelo patológico se hizo posible
gracias a la postulación psicoanalítica de la teoría objetal del mundo interno
desarrollada por Freud (Freud, 1926) y ampliada por Klein (Klein, 1935). Existe lo que
se llama representación de objeto, objeto interno o internalizado que está formado por
representaciones del sujeto y del objeto y por algunos derivados instintivos. Entonces todo este movimiento de la libido descripto anteriormente sólo sucede entre las
representaciones intrapsíquicas.
Se observa que durante la evolución patológica del duelo las cargas del objeto
mantienen su vida psíquica dentro del Yo. El Yo queda dividido entre la parte que
contiene la “sombra del objeto” (Freud, 1917) y otra que ataca despiadadamente a la
parte que si lo contiene.
En el vínculo previo a la pérdida siempre existen tanto aspectos amados como odiados
hacia el objeto. En un mismo movimiento, denominado ambivalencia, el sujeto ama y
odia a la misma persona.
En la segunda etapa del duelo normal se da una integración de estos aspectos en forma consciente. En cambio, durante la misma etapa del proceso patológico, las mociones de
odio pierden lugar en la consciencia y son reprimidas, por lo que el conflicto
ambivalente pasa a ser inconsciente. Esto genera la confrontación entre el objeto amado
y el objeto odiado dentro del mundo interno del propio sujeto.
El amor se mantiene en el campo consciente, y el odio inconsciente que se dirigía hacia
el objeto, ahora es volcado sobre el mismo Yo en forma de autorreproches. Los
autorreproches son en realidad reproches dirigidos al objeto que antes estaba afuera y
ahora está internalizado. Esto permite una distinción clara entre duelo normal y duelo
patológico. (Aslán, 1995)
En la terminación del duelo normal, el Yo queda libre y las cargas, disponibles. En el
duelo patológico, el objeto es introyectado.
Lacan, concibe al otro sosteniendo al deseo del sujeto. El sujeto es en tanto que causa un
deseo en el otro. El deseo humano se estructura sobre la falta del objeto primario. La
relación con otros objetos es concebida como suplencia de los objetos centrales faltantes.
Desde esta perspectiva, ante la pérdida de un ser querido, se realiza una elaboración por
la pérdida de lo que el sujeto fue para el otro. El duelo se realiza por el deseo que el propio sujeto causaba, como objeto deseable, en ese otro. La salida consiste en la
habilitación a otros espacios de deseo, por ejemplo, otras personas.
En otros casos, el sujeto no puede realizar una suplencia y no alcanza a ser otra
representación más que ser objeto para ese otro. (Lacan, 1981)
Para algunas mujeres, la búsqueda de la satisfacción de un yo ideal conformado en base
a una escala de valores narcisistas con características físicas hermosas y de eterna
juventud, funciona como un obstáculo cuando el paso del tiempo comienza a traer los
signos irreversibles del proceso de envejecimiento. Esto las lleva a un duelo muy
deficitario, pudiendo observarse dos actitudes extremas. Una puede llevarla al colapso y
producir un ataque contra ella misma, llegando a una situación de descuido, desaliño,
gordura y suciedad. La otra exagera de manera grotesca la intención de aparentar la
juventud, utilizando pinturas cosméticas y vestimentas llamativamente inadecuadas,
hasta bizarras. “En ambos casos, la actividad, la observación y la valoración está
colocada sobre sí misma con una desconsideración total sobre el objeto (…) y el
resultado será el mismo: dejará de ser un objeto deseado y sexualmente estimulante.”
(Salvarezza, 2002b) Esta actitud lejos de apuntar al desarrollo de investiduras hacia
nuevos objetos, contrariamente, producirá el rechazo de los mismos.
Para algunos hombres, las elecciones de objeto amorosas con mujeres muy jóvenes
funcionarían como una salida maníaca ante la percepción de falta de potencia o
virilidad, si habían hecho de las mismas un baluarte del narcisismo de su juventud.

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