Abordaje clínico: duelo normal y duelo patológico. Evolución y pronóstico

El tema del duelo normal y el duelo patológico, sus modos de presentación en el envejecimiento y su abordaje clínico.
(Chapot, Sara L, Mingorance, Daniel L.)

Evolución y pronóstico

Para Mishara y Riedel (Mishara, 1986), la duración del proceso es similar en todos los
sujetos. Describen tres grados de expresión del dolor de un duelo:
Período 1: dura una o dos semanas, el dolor es intenso y persiste todo el tiempo.
Período 2: de un mes de duración, el dolor sigue siendo intenso; los momentos de
sufrimiento son más frecuentes que los de calma.
Período 3: de aproximadamente un año, el dolor es frecuente e intenso pero va disminuyendo.
La experiencia clínica ha mostrado que la modalidad de expresión y la evolución del
duelo varían de acuerdo a las características del sujeto y al grupo cultural de
pertenencia. (Lehr, 1978) La duración, indefectiblemente determinada por las
capacidades de elaboración psíquica, siempre dependerá de las series complementarias
de cada sujeto, su inserción en un determinado grupo social y momento histórico.
Para Salvarezza es imposible estimar con anticipación el tiempo de duración del duelo.
Este tendrá que ver con: “1 personalidad psicológica previa, 2 significación para el
sujeto del objeto perdido, 3 capacidad de tolerancia y contención para el sufrimiento
por parte del entorno más próximo, 4 características socioeconómicas y culturales
donde se desarrolla el proceso”. (Salvarezza, 2002c)
Enviudar a una edad avanzada lleva en sí mismo algo irreparable. Sobre todo si
consideramos que la mayoría de las veces ocurre después de una relación muy
prolongada.
La pérdida se torna más grave aún para las personas dependientes. Frecuentemente, el
tiempo más duro para las nuevas viudas es después del funeral. (Ito et al, 2003; Laditka, Laditka, 2003)
En muchos adultos mayores el tercer momento del duelo se prolonga en forma
desmesurada; predominando una sensación de tristeza interminable. (Carnelley et al, 2006)
Hay dificultad de conectarse con nuevos objetos o sus equivalentes para la sustitución
del objeto perdido. Para éstos, tales objetos no están disponibles.
Para otros, en cambio, la conciencia de finitud, actúa como motor para la reconexión
con el mundo externo, las redes de apoyo social, la creatividad, el erotismo y la
vitalidad en su sentido más amplio. Predomina la pulsión de vida en el esencialmente
inestable equilibrio pulsional del sujeto.
Aquellas personas mayores con limitaciones corporales o socioculturales que han tenido
una pérdida se verán más impedidas o dificultadas aun de reiniciar actividades
laborales, sociales o de pareja. Si bien es algo que en nuestra cultura muestra indicios de
modificación, los internados en instituciones geriátricas tendrán el esfuerzo agregado de
superar la regimentación promovida por el sustrato asilar pertinazmente presente en las
mismas. (Goffman, 2004) Esta actúa pretendiendo coartar las intenciones de lazos de
diverso tipo entre los internos.
Cuando el sujeto se ve imposibilitado para expresar su sufrimiento, por las
características de su personalidad, por las exigencias del medio, o por no querer
incomodar a sus hijos, su proceso de duelo es más dificultoso. Por consiguiente, es
importante para poder transitar el proceso dentro de pautas saludables, la habilitación
para expresar el dolor, adecuada y oportunamente, de acuerdo a sus cánones culturales.
La presencia de sostén social, amigos, familiares, un confidente que acompañe, la
práctica activa de los rituales religiosos para el observante (Carnelley, 2006),
constituyen una valiosa ayuda para la elaboración.

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