Actualidad: Deshoras, tiempos inoportunos.

Breve ensayo sobre la época y la nerviosidad hipermoderna

Deshoras, tiempos inoportunos. Breve ensayo sobre la época y la nerviosidad hipermoderna

Deshoras, tiempos inoportunos. Breve ensayo sobre la época y la nerviosidad hipermoderna

Autora: GABRIELA CUOMO**

“Estás desorientado y no sabés

qué «trole» hay que tomar para seguir.

Y en este desencuentro con la fe

querés cruzar el mar y no podés”

“Desencuentro”, Cátulo Castillo (1962) Deshoras, tiempos inoportunos. Breve ensayo sobre la época y la nerviosidad hipermoderna

Desde que la promesa de dioses, padres y estados para regular los asuntos humanos, y poner orden en los cuerpos y los goces se ha desvanecido, nuevas condiciones de época se inmiscuyen en nuestra cotidianeidad y en el padecimiento de quienes consultan. La utopía hipermoderna de reinventarse cada día, de hacerse cada uno amo de sí mismo,  tiene como correlato una sociedad de control y vigilancia permanente; de formularios, evaluaciones y protocolos que patologizan cada vez más la vida cotidiana. Un sentimiento dominante de incertidumbre, vulnerabilidad y miedo se infiltra hasta lugares impensados, tal como afirma Zygmunt Bauman en su reciente publicación El retorno del péndulo.  Biología, genética y  neurociencias encarnan hoy un discurso que aspira a abordar todo lo Real por la vía de la nominación y la programación. Se instala entonces una clínica del trastorno y de la prevención generalizada que, de la mano del mercado y el marketing, hace de cualquier variación subjetiva una alteración perjudicial a tratar y a eliminar.

Espectáculo y transparencia en la hipermodernidad designan, de diversos modos, la actualidad de una civilización donde lo humano se ha reducido a una  mercancía ofrecida a la voracidad de la mirada, entregada de manera obscena a la hipervisibilidad. Lejos de las sociedades disciplinarias de la prohibición, la obediencia y el deber, los sujetos son empujados desde la lógica de la productividad a la exigencia del hacer, en todas las dimensiones de la vida, “cada vez más”: rendimiento y emprendimiento permanente. La singularidad, transformada en plusvalor en el mercado cultural, queda anulada en su valor de alteridad radical; y degradada al show y el entretenimiento. Hace poco tiempo, una nota periodística de divulgación general hablaba de la tendencia a la inclusión en el campo de la moda como efecto de un cambio de paradigma. Su título pregonaba: “Lo distinto es moda. El fin de los estereotipos”, y destacaba la decisión de los grandes diseñadores de sumar, como modelos en sus desfiles, a personas con discapacidad, talles grandes, travestis y transexuales, entre otras figuras de “lo distinto” mencionadas.

Ahora bien, hago mía la pregunta que Javier Aramburu formula en su libro El deseo del analista: en esta época de estilos de vida individuales, a la carta,  de multiplicidad de mundos en aparente coexistencia y legitimados por el Otro social mediante las nuevas ficciones jurídicas, “¿Dónde está el problema si efectivamente cada uno puede decir que anda a su antojo?”[1].