Constitución psíquica y trauma – Globalización y resiliencia de las comunidades

Constitución psíquica y trauma. Algunas reflexiones sobre trauma y vulnerabilidad social

CLARA R. SCHEJTMAN

Globalización y resiliencia de las comunidades

El aumento de la cantidad e intensidad en los estímulos a través de los medios masivos de comunicación, producto del avance en la comunicación globalizada, pueden ser hipertróficos, superiores a las posibilidades de asimilación de un sujeto y tienden a unificar a todos los habitantes del planeta (Eco, 1965).

Expertos en comunicación se han dedicado a estudiar las diferencias entre la comunicación verbal y la comunicación visual. La comunicación de una palabra pone en actividad en la conciencia todo un campo semántico que corresponde al conjunto de las diversas evocaciones y connotaciones afectivas que cada acepción comporta. El cerebro localiza la acepción deseada, excluyendo las demás, y genera así el proceso de comprensión.

La imagen posee un funcionamiento inverso. Comunica todo el complejo de emociones y significados a ellos conexos, obliga a captar instantáneamente un todo indiviso de significados y de sentimientos, sin poder aislar ni discernir, obturando la posibilidad de una postura crítica.

Una comunicación -para convertirse en experiencia cultural- exige una postura crítica. La comunicación visual tiende a colocar al sujeto en un lugar de receptor pasivo, dificultando el juicio crítico. Este aumento de experiencia es por vía sensorial y no conceptual, puede disminuir la riqueza imaginativa, la sensibilidad y la racionalización del acontecimiento representado (Eco, 1965).

El exceso de estímulos inmetabolizables (ya sea por vía sensorial o por vía cognitiva) tiende a ubicar al sujeto en posición de receptor pasivo, acrítico, quedando más proclive a ser objeto de propuestas homogeneizantes de líderes de masas, y de la propaganda (Eco, 1965; Ford, 1994).

Dentro de los muchos autores que trabajaron sobre los efectos de la globalización en la subjetividad, tomaré algunas ideas de Alain Touraine.

Touraine (1997) trabaja la globalización como “desocialización” que deshace el trabajo de familias y escuelas. Plantea que la cultura de la inmediatez instala la idea de ruptura entre el mundo instrumental y el mundo simbólico, entre la técnica y los valores. La pérdida de coherencia en los roles sociales desgarra al Yo y puede llevar a pérdidas de la integración subjetiva con tendencias a la huída, la búsqueda de estímulos de alto impacto, narcotizantes y a una diversión agotadora e individualista.

La posmodernidad, entre otras cosas, se define por la disociación entre la instrumentalidad y la identidad, en el corazón de la experiencia personal y colectiva. La transformación del individuo en sujeto implica integración entre instrumentalidad e identidad, y le permite al individuo vivirse como actor de su propia vida inserto en un entorno cultural colectivo que lo reconozca como tal.

Baumann (2006) en su desarrollo acerca de la liquidez en el mundo actual sostiene que las sociedades actuales cambian antes que las formas de actuar de sus miembros se consoliden en unos hábitos y en una rutina determinadas, llevando así a una caducidad precoz de saberes y poderes.

Las investigaciones sobre resiliencia (Melillo y Ojeda, 2002) se ocuparon de identificar los factores y las características de aquellos niños que vivían en condiciones adversas y eran capaces de sobreponerse a ellas, a diferencia de otros que no lograban hacerlo. El concepto de resiliencia surgió de la experiencia de E. Werner publicado en los años 80 acerca de un estudio epidemiológico realizado en la isla Kauai (Hawai), en el cual se siguió por 32 años el desarrollo de vida de 500 personas sometidas a condiciones de vida signadas por la pobreza extrema, de las cuales por lo menos un tercio había sufrido estrés, disolución del vínculo parental, alcoholismo, abuso, etc. A pesar de estas situaciones, muchos niños lograban sobreponerse a las adversidades y construirse como personas con la posibilidad de un futuro. El seguimiento demostró que aquellos considerados “invulnerables” habían gozado en su infancia del apoyo irrestricto de algún adulto significativo que ejercía influencia sobre el desarrollo físico e intelectual del niño. Sólo el amor recibido estaba en la base de esos desarrollos exitosos.

Los trabajos sobre resiliencia se aplican al ámbito educativo y social y estudian estrategias para el desarrollo de capacidades frente a la adversidad. Podemos ver una correspondencia entre los aportes de las investigaciones sobre resiliencia y la concepción psicoanalítica acerca de la necesidad de un vínculo libidinal significativo primario que constituirá el núcleo del yo.

En su texto “De guerra y muerte” de 1915, Freud, profundamente desilusionado, cuestiona sus propias convicciones acerca de que el avance de la civilización, el dominio de la naturaleza, el proceso tecnológico y los valores de la cultura neutralizarían el salvajismo y el odio entre los humanos. Es desde aquí que comienza a conceptualizar la pulsión de muerte, agresiva o de destrucción como inherente al hombre.

Una catástrofe es un hecho infausto que altera gravemente el orden regular de las cosas. A diferencia de los efectos de las catástrofes naturales: terremotos, inundaciones, desprendimientos volcánicos, etc., las catástrofes sociales son producto de la acción de un ser humano que con su crueldad aspira a la destrucción de otro ser humano. Pulsión de muerte y trauma psíquico se entroncan en estas conceptualizaciones (Benyakar y Schejtman, 1998; Kancyper y Schejtman, 2002).

Como psicoanalista, he trabajado con sujetos atravesados por los efectos de la violencia masiva e irracional en Argentina y estudiado la superposición entre catástrofe social y significación individual: víctimas del terrorismo de estado, afectados por los atentados ala AMIA y a la embajada de Israel. Algunas de las ideas aquí comunicadas surgen de la reflexión producida en mi trabajo como psicoterapeuta en el equipo de atención a los afectados al atentado de AMIA en 1994, dirigido por la Dra. Silvia Bleichmar.

En los últimos años, la violencia se fue ampliando a la cotidianidad. El aumento vertiginoso y exacerbado de la inseguridad urbana, la inseguridad jurídica, la impunidad e inoperancia de la justicia, la pérdida de referencias simbólicas en el tejido social por la persistente crisis económica que afecta la posibilidad de padres que viven en situaciones de marginalidad de hacerse cargo de sus hijos, constituyen permanentes irrupciones de violencia que activan el desvalimiento originario del lactante provocando sentimientos de futilidad, inutilidad y sub-utilidad.

Frente a la disgregación y atomización que genera la violencia, se presenta el desafío de diseñar proyectos comunitarios y culturales vinculantes que puedan constituir un puente entre los grupos vulnerables y distintos sectores de la sociedad. En nuestro caso, planteamos que la comunidad universitaria de alumnos y docentes es un espacio que ofrece un pensar-elaborativo que en lugar de seguir fragmentando y esquirlando apunte a la profundización de la vinculación entre los actores sociales.

Un proyecto que trabaje sobre el trauma proveniente de situaciones de violencia social o de deprivación y abandono puede pensarse en dos vertientes:

El efecto histórico-individual sobre la subjetividad que la violencia o el abandono produjo, que requiere un trabajo individual y grupal sobre el potencial trauma. Nos referimos aquí a afectados directos: sobrevivientes de la dictadura, familiares de desaparecidos, sobrevivientes y familiares de las víctimas de atentados, víctimas de violencia urbana como asaltos y secuestros, y sus familiares, niños que padecen violencia o abuso, etc.

Aquí el trabajo psicoterapéutico explora si una situación de extrema violencia perpetrada por otro ser humano puede conmover los cimientos originarios narcisistas y estructurales del ser en un sujeto adulto y requerir un trabajo de duelo especial que requiere una revisión de las teorías clásicas.

2. Un trabajo vinculante y elaborativo sobre el grupo afectado indirectamente por los hechos de violencia y por los efectos de las crisis sobre la subjetividad individual y colectiva. En tiempos de la crisis del 2001 trabajamos con colectivos afectados especialmente por la situación. Un gran número de ciudadanos había perdido sus referencias identificatorias ligadas a identidades laborales y profesionales trayendo como consecuencia la caída de las funciones familiares, dificultades para hacerse cargo de sus hijos, pérdida de la valoración de sí mismo y la reactivación del desvalimiento y de las fantasías de exclusión en el discurso sociocultural. Crear redes entre instituciones entreteje una nueva trama simbólica y crea nuevos espacios públicos valorizados.