Adolescencia: de la modernidad a la posmodernidad (sociedad adolescentizada)

De la modernidad a la posmodernidad- Sociedad Adolescentizada

En la Cultura posmoderna: se genera un fenómeno particular con los adolescentes en la medida en que la posmodernidad propone a la adolescencia como modelo social, y a partir de esto se «adolescentiza» a la sociedad misma.

Alain Finkielkraut dice:
«La batalla ha sido violenta, pero lo que hoy se denomina comunicación demuestra que el hemisferio no verbal ha acabado por vencer, el clip ha dominado a la conversación, la sociedad ‘ha acabado por volverse adolescente’.»

El autor identifica lo adolescente con lo no verbal, ubicado en el hemisferio derecho del cerebro donde también asienta la fantasía, la creatividad, la imaginación. El hemisferio izquierdo, sede de la racionalidad, la lógica y todo aquello que desarrollamos a partir de la educación, incluido el lenguaje,
ha perdido terreno sobre todo en la comunicación entre los jóvenes, la cual se desarrolla casi exclusivamente a través de imágenes y con poco intercambio a nivel personal.

Desde el campo psicológico, José Luis Pinillos deja en el aire su sospecha ante la generalización del fenómeno:
«…cabe sospechar que en las postrimerías de la modernidad la adolescencia ha
dejado o está dejando de ser una etapa del ciclo (…) vital para convertirse en un
modo de ser
que amenaza por envolver a la totalidad del cuerpo social. «

El modelo de la modernidad: Se aspiraba a ser adulto, aun cuando se tuviera nostalgia de la niñez. La niñez era una época dorada, en la cual no había responsabilidades pesadas, en la que el afecto y la contención venían de los padres y permitían reunir un caudal educativo y afectivo que facilitaba enfrentarse con lo importante de la vida, la etapa adulta, la cual permitiría actuar, tener capacidad de influir socialmente, independizarse de los padres,
imitarlos en la vida afectiva y familiar. Tan fuerte era el modelo adulto para la modernidad que la infancia Se consideraba una especie de larga incubación en la cual nada importante  ocurría, algo de lo cual no valía la pena que los hombres se ocuparan demasiado, era cosa de mujeres.
Un golpe significativo a esta idea lo dio el psicoanálisis cuando describió la génesis de la normalidad o la neurosis justamente en etapas tempranas del desarrollo y, para colmo, ligada a algo tan «adulto» como la sexualidad. ¿Quién podía aceptar fácilmente que lo que  hubiera pasado en los primeros cinco años de vida tuviera tanta influencia en su adultez, madura, independiente y poderosa?

El mundo adultocéntrico puso a partir de estos estudios sus ojos en los niños, los cuales pasaron a constituirse, para el propio psicoanálisis, en His Majesty the Baby (Su Majestad el Bebé).
Es posible que el péndulo haya quedado, a partir de entonces, inclinado hacia el niño pequeño. Muchos estudios se hicieron sobre el tema, sin duda con el fin de llenar un vacío importante.
El niño fue el objeto de investigación y teorización durante muchos años hasta que tardíamente apareció en la escena también el adolescente, el cual, hasta después de la segunda  guerra mundial, no parecía ser un grupo humano demasiado interesante para los investigadores.
Si pensamos la adolescencia desde el momento actual nos encontramos, en cambio, con que los adolescentes ocupan un gran espacio. Los medios de comunicación los consideran un  público importante, las empresas saben que son un mercado de peso y generan toda clase de productos para ellos; algunos de los problemas más serios de la sociedad actual: la violencia, las drogas y el sida los encuentran entre sus víctimas principales y la escuela secundaria los ve pasar sin tener en claro qué hacer con ellos.
Pero, sobre todo, aparece socialmente un modelo adolescente a través de los medios masivos en general y de la publicidad en particular. Este modelo supone que hay que llegar a la adolescencia e instalarse en ella para siempre. Define una estética en la cual es hermoso lo muy  joven y hay que hacerlo perdurar mientras se pueda y como se pueda. Vende gimnasia, regímenes, moda unisex cómoda, cirugía plástica de todo tipo, implantes de cabello, lentes de contacto, todo aquello que lleve a disimular lo que muestra el paso del tiempo. El adulto deja de existir como modelo físico, se trata de ser adolescente mientras se pueda y después, viejo. Ser viejo a su vez es una especie de vergüenza, una muestra del fracaso ante el paso inexorable del tiempo, una salida definitiva del Olimpo.
No sólo se toma como modelo al cuerpo del adolescente, también su forma de vida. La música que ellos escuchan, los videoclips que ven, los lugares donde bailan, los deportes que hacen, la jerga que hablan. Para una parte de la opinión pública la actitud de los padres no debe ser ya la de enseñar, de transmitir experiencia sino por el contrario la de aprender una especie de sabiduría innata que ellos poseerían y, sobre todo, el secreto de la eterna juventud.