La relación con los adolescentes no está desprovista de dificultades. Una de
las más frecuentes es que nos encontremos con adolescentes que aparecen como
poco comunicativos e incluso un poco hostiles. Esta actitud puede deberse a que
han acudido presionados a la consulta, no poseen la necesaria confianza en el profesional o a que carecen de las habilidades verbales necesarias. En ocasiones recurrirán a la presentación de las quejas de forma indirecta ocultando sus verdaderas
preocupaciones. Ganar la confianza del adolescente es especialmente complicado
cuando la entrevista ha sido a iniciativa de los padres preocupados por algún aspecto
de su hijo.
Es necesario tener en cuenta que los adolescentes necesitan tiempo para conseguir
la tranquilidad y la confianza que le permitan hablar de temas personales. El
médico puede ser visto como alguien que puede tener acceso a información que prefieren
mantener en la intimidad. Por lo tanto, es preferible establecer un clima de
confianza antes de entrar en temas delicados y comenzar sondeando cuestiones
inofensivas. Para ello, es útil comenzar la entrevista hablando de temas diarios
(amistades, el colegio, aficiones, etc.). Esto además de contribuir a establecer
una relación con ellos ha de servir para adquirir una perspectiva sobre su personalidad
y situación emocional. No obstante, una vez que se ha decidido entrar en
los terrenos más íntimos las preguntas deben ser claras, sin ambigüedades ni
eufemismos.
La demostración de calor e interés y las preguntas abiertas que buscan que el
adolescente exprese sus preocupaciones y opiniones son imprescindibles para facilitar
la comunicación por su parte. Debemos aceptar periodos de silencio. Estos a veces
son el resultado de que el adolescente no tiene nada que añadir, pero en otras ocasiones
constituyen espacios necesarios para que puedan reflexionar y elaborar sus
ideas. Cuando el adolescente permanece silencioso, a pesar de un tiempo prudente
de espera y de preguntas abiertas, se puede adoptar un estilo más activo prodigando
las intervenciones mientras se mantiene la atención en las señales no verbales
del joven. Debe detectarse cuando éste demuestre interés, curiosidad o nerviosismo
al abordar un tema, para insistir en él realizando preguntas más específicas.
También ante el adolescente poco comunicativo es a veces útil expresar la sistemática
de actuación que se va a seguir, así como los aspectos esenciales que definen
el estilo de práctica de éste subrayando que considera al adolescente su paciente y
que no va a ser, en su relación con él, un agente al servicio de sus padres. Además,
siempre debemos invitar al adolescente a acudir cuando lo considere oportuno.