Adolescentes y los problemas de salud, depresión, comportamientos de riesgos, sexualidad, trastornos de alimentación

Adolescencia – Salud, depresión, comportamientos de riesgos, sexualidad, trastorno de alimentación

Los adolescentes constituyen un grupo de población con unos indicadores de
morbilidad y mortalidad bajos si se comparan con otros sectores, pero ello no
debe hacer olvidar que éstos corren riesgo de sufrir enfermedades y trastornos que
pueden condicionar decisivamente su salud y su vida.
La importancia de estos
problemas no sólo se puede medir en términos del número de afectados, sino de la
magnitud de sus consecuencias derivan en gran medida del hecho de que afectan a
una población con una larga expectativa de vida productiva. Solamente esto convertiría
a la salud de los adolescentes en una prioridad.
Pero los adolescentes no sólo ni principalmente sufren patología “física” sino que
experimentan un alto nivel de sufrimiento psicológico. Este sufrimiento puede ser
consecuencia de algunos de los problemas somáticos que sufren o temen sufrir, como
retraso puberal o déficit de crecimiento.
También los adolescentes pueden vivir los problemas y dificultades de esta etapa con
una gran dosis de vergüenza y humillación y percibirlos como una expresión de su
inadecuación personal.
Los adolescentes tienen niveles altos de angustia que se acompañan de sentimientos
de soledad, extrañeza, irritabilidad, desánimo, inseguridad y baja autoestima.

Tienden a sufrir problemas en la autoestima debidos no sólo a la distorsión
de su imagen corporal sino también a los desafíos que se les plantean en el ámbito
escolar o social. La ampliación de las redes sociales convierte las relaciones en una
posibilidad de satisfacción, pero también en una fuente de amenazas potenciales.
Una característica de la adolescencia son las fluctuaciones en el estado de ánimo,
que llevan a la aparición de sentimientos depresivos manifiestos o enmascarados
tras cuadros somáticos. El adolescente está en una situación de duelo y angustia por la infancia y la seguridad perdidas y por las nuevas responsabilidades a las que se enfrenta al
alcanzar la autonomía y la independencia por las que, por otra parte, ha luchado.
Esta tendencia “depresiva” se puede agravar por eventos concretos, como son el
rechazo de los compañeros y de los primeros “amores” y por las críticas y el rechazo
de los padres que pueden resultar muy dolorosos para los jóvenes. No se debe
subestimar la importancia de la depresión en los adolescentes,
entre otras razones
porque la tasa de suicidio es importante en este grupo de edad.
Otra de las razones fundamentales que justifican la necesidad de intervención
específica en la adolescencia es precisamente la alta prevalencia de comportamientos
de riesgo, que están interrelacionados. En la adolescencia, especialmente
entre los 16 y 24 años, se produce la adopción de un gran número de comportamientos
negativos para la salud, que tienden a convertirse en hábitos que perduran
durante el resto de la vida.
Los comportamientos de riesgo no sólo expresan falta de información. La conducta
tiene mucho que ver con cuestiones de autoimagen, de identidad, de presión grupal,
con sentimientos y emociones intensos y con la tendencia a tomar decisiones de
forma impulsiva. El miedo a las consecuencias no parece detener a algunos adolescentes
que aparecen como irresponsables, impulsivos, emocionalmente inseguros y
con poco respeto por sí mismo y los otros.
A pesar de que los jóvenes no ignoran en muchas ocasiones los riesgos existentes,
no parecen comprometidos con protegerse de estos. La presión del grupo ejerce un
papel en la adopción de comportamientos de riesgo como también lo hace el malestar
físico y psíquico que asolan a los adolescentes.
Los comportamientos de riesgo se traducen no solamente en una mayor probabilidad
de desarrollar enfermedades en el futuro sino que ya tienen su traducción en
problemas que sufren los propios adolescentes,
como los accidentes, el embarazo
no deseado, las enfermedades de transmisión sexual o los accidentes que encabezan
la patología en esta edad.
El activismo de los jóvenes y la percepción de invulnerabilidad que les acompaña
les empuja hacia actividades que implican riesgo físico. También esta tendencia,
junto con la curiosidad y el deseo de experimentar, lleva a muchos adolescentes a
adoptar conductas como el consumo de tóxicos. El abuso de substancias, comenzando
por el alcohol, es un problema frecuente.
Entre los adolescentes se da una forma propia (aunque extendida a otros
grupos) de abuso del alcohol en el que el objetivo es directamente la intoxicación
etílica. Además de sus consecuencias directas del alcohol su influencia en los
accidentes de tráfico es clara.
Como en otros problemas, la escasa preocupación de los adolescentes por los
riesgos influye también en su actitud ante el alcohol y otras sustancias. Además, las
drogas “facilitan” afrontar el estrés y las dificultades de la comunicación con otros
y pueden ser un “remedio” para los problemas de autoestima. El consumo de
substancias puede tener un valor simbólico, siendo visto como parte de la entrada
en el mundo de los adultos y como medio de diferenciación y de conseguir definir la
propia identidad. Todo ello hace que, rutinaria cuando tengamos adolescentes en la
consulta, debamos interesarnos de forma importante por el consumo de drogas y
alcohol y en caso de consumo excesivo o peligroso se deben analizar las causas que
pueden condicionarlo, ya que a veces son la respuesta a problemas psicológicos previos.
El comportamiento sexual también se puede convertir en un comportamiento de
riesgo.
Las vivencias y actitudes en relación con la sexualidad de los adolescentes
se relacionan con los dilemas afectivos y de identidad que viven.
A veces, los adolescentes se ven inmersos en actividades sexuales sin ser plenamente conscientes
de sus implicaciones y sin haber clarificado sus sentimientos ante ellas. Las experiencias
sexuales pueden ser para algunos adolescentes parte de la búsqueda de
emociones y para otros una forma de escapar a la soledad y a la depresión
. Debemos
insistir en que las relaciones deben ser francas, abiertas y compartidas y permitir
al adolescente reflexionar cómo las viven: si no representan ningún compromiso o,
por el contrario, desean mantenerlas con alguien al que se encuentran especialmente
ligados en un plano sentimental. La promiscuidad no debe ser ignorada por los
riesgos que supone y porque a veces puede ser expresión de trastornos emocionales
y comportamentales.
Entre los problemas relacionados con la sexualidad destacan las enfermedades
de transmisión sexual y el embarazo no deseado.
Los adolescentes subestiman la
posibilidad de quedarse embarazadas. Entre las que se quedan embarazadas existen
una serie de factores causales como son la violencia familiar, el fracaso escolar
y, sobre todo, una baja autoestima. El embarazo puede despertar sentimientos
ambivalentes en la adolescente y puede ser parte de una respuesta maladaptativa
que intenta de ese modo resolver dilemas psicológicos, como adquirir independencia
de sus padres o ligarse emocionalmente a su compañero/novio. Cuando la manipulación
dirigida a conseguir el objetivo buscado (una larga relación emocional con
el compañero) falla, la adolescente puede sentirse abandonada y al mismo tiempo
sufrir la hostilidad e incomprensión de la familia, lo que puede llevarle a una situación
límite. Aunque tampoco es muy inusual que la familia se vuelque en un apoyo
total a la adolescente que, aunque bienintencionado y aparentemente desinteresado,
oculta un intento de desposeerla del control de su vida.
Aunque los problemas y riesgo para la adolescente y su hijo son múltiples, también
hay jóvenes que llevan la maternidad con normalidad, pero tanto si deciden
seguir adelante con éste como si no, necesita apoyo y soporte. Cuando el hijo nace
se necesita un red social y, sobre todo, una familia preparada para proporcionar
ayuda. El profesional debe intervenir para intentar que esta ayuda se ofrezca sin contrapartidas,
como la pérdida de la independencia y poder de decisión de la nueva madre.
Pero aunque importantes, las enfermedades de transmisión sexual y el embarazo
no deseado no son los únicos problemas de salud que sufren los adolescentes. En
su exploración de la sexualidad los adolescentes se pueden encontrar implicados en
violaciones, tanto por su dificultad para definir límites como para que otros adolescentes
sean capaces de percibirlos (sobre todo si han sido educados en familias
sin límites apropiados). Otro factor añadido es que las adolescentes, como
producto de su propia inseguridad, pueden vestirse de forma provocativa y aparentar
una madurez de la que carecen.
La problemática de salud del adolescente no acaba aquí ya que la conducta
antisocial y los problemas escolares también son frecuentes, pero para evitar
extendernos demasiado sólo vamos a comentar los trastornos psicopatológicos
relacionados con el comportamiento alimentario.
Estos trastornos tienen una frecuencia
que no es despreciable y pueden ser muy graves sobre todo en los casos
extremos. Su aparición se relaciona con el hecho de que el adolescente, sobre todo
en su primera etapa, se interesa por su desarrollo físico y se tiende a comparar
con otros. En muchas ocasiones los jóvenes no se encuentren satisfechos con los
cambios que su cuerpo ha experimentado.
La anorexia nerviosa es el trastorno más grave. Afecta sobre todo a jóvenes
adolescentes.
Las pacientes manifiestan un intenso temor a convertirse en obesas y
mantienen una imagen corporal distorsionada de modo de que, aunque se encuentran
muy delgadas, se ven con exceso de peso. Antes de la enfermedad las pacientes
solían ser niñas modelos que llevaban satisfactoriamente sus estudios. Las familias
frecuentemente son intrusivas, limitantes, sobreprotectoras, rígidas e incapaces
de resolver conflictos. Una perspectiva sistémica de la anorexia nerviosa la relaciona
con “juegos” relacionales en la pareja paterna. A la vez los afectados viven un
ambiente en el que hay excesivo interés en el alimento, la apariencia y aptitud física.
La bulimia es un trastorno que suele tener menores consecuencias físicas y los
pacientes tienen habitualmente conciencia de que su conducta alimentaria no es normal.
Los trastornos de comportamiento alimentario son un problema complejo y los
afectados necesitan tratamiento especializado
, y la labor del profesional de atención
primaria es fundamentalmente detectarlos y hacer una primera valoración.