LA ADULTEZ DE ANNA: LA ANTÍGONA DE ANNA

La Adultez de Anna – La Antígona de Anna

Anna Freud. Extensión del alcance del psicoanálisis: la psicología del yo.

LA ADULTEZ DE ANNA: LA ANTÍGONA DE ANNA

REPRESENTADA PARA EL EDIPO ENVEJECIDO DE FREUD

A la larga, Anna Freud se hizo indispensable para su padre,

en especial durante los últimos 16 años de su vida, cuando

luchaba contra el cáncer de boca. Ella era su emisaria

ante las sociedades psicoanalíticas de todo el mundo y era

ella la que presentaba sus trabajos cuando no podía hablar

por las prótesis diseñadas para reemplazar el tejido oral

extirpado. Ella escribía cada día su correspondencia y se

encargaba de sus necesidades personales y médicas, una

tarea que requería la inspección diaria de la boca de Freud,

endurecida quirúrgicamente, para advertir cualquier señal

de un nuevo crecimiento. Anna Freud acompañaba a su padre

en sus viajes a París para los tratamientos de radiación,

en las visitas a su cirujano en Berlín y en las vacaciones

muy necesarias a los bosques para recoger hongos y fresas

salvajes (Jones, 1957; Schur, 1972; Young-Bruehl, 1988,

p. 118). Anna Freud se dedicó a la comodidad y el cuidado

de su padre.

El propio Sigmund Freud entendió lo dependiente que

se había vuelto de Anna. Eligió una metáfora apropiada para

describir la relación entre ellos. En su correspondencia

de mediados de la década de 1930, Freud se refería a Anna

como su «leal Antígona», en alusión a la diligente y valiente

hija del Edipo ciego y enfermo de las obras de Sófocles.

Por ejemplo, en una carta a Arnold Zweig en 1934, Freud

escribió:

Pero no puede haber quedado oculto para usted que a cambio

de lo mucho que me había negado, el destino me compensó

con la posesión de una hija que, en circunstancias trágicas, no

quedaría a la zaga de Antígona (Freud/Zweig, 1970, p. 66).

Por consiguiente, en la mente de Freud, con Anna como

su Antígona, él era el Edipo viejo y enfermo. Igual que el

ciego Edipo era guiado por su leal Antígona, los contactos de

Sigmund Freud con el mundo exterior se realizaban a través

del toque diestro de Anna. En una carta a Lou Andreas-Salo_

mé, se las ingenió para expresar un orgullo paterno de una

manera peculiarmente objetiva -casi despersonalizada_

que hace eco del tono curioso con que le anunció a Fliess su

nacimiento 40 años antes:

Por supuesto, yo dependo cada vez más del cuidado de Anna ,

justo como observó alguna vez Mefistófeles:

Al final dependemos

de las criaturas que concebimos.