Alexitimia y trastorno de ansiedad, trastornos de pánico

Aunque la relación entre alexitimia y trastorno por estrés postraumático ha generado gran interés desde las primeras conceptualizaciones de la alexitimia (Krystal, 1968), este constructo ha sido menos estudiado en otros trastornos de ansiedad. Sin embargo, las manifestaciones sintomatológicas del trastorno de pánico incluyen aspectos que parecen muy cercanos a las características alexitímicas. La teoría de la expectativa de la ansiedad de Reiss y McNally (Reiss y McNally, 1985) plantea la existencia de tres miedos fundamentales: miedo a la evaluación negativa, miedo al peligro y sensibilidad a la ansiedad. La sensibilidad a la ansiedad juega un papel muy importante en el trastorno de pánico y se trataría de la tendencia a experimentar miedo ante los síntomas de ansiedad. Por su parte, Barlow (1988), desde presupuestos similares a los de Reiss y McNally, ha propuesto que las personas que padecen un trastorno de pánico intentan evitar las sensaciones corporales y reducen sus experiencias emocionales. Clark (1986) desarrolló un modelo cognitivo del pánico en el que las interpretaciones catastróficas de las sensaciones corporales son un factor crucial para el inicio y mantenimiento del trastorno. Todo ello parece indicar que la alexitimia está relacionada con el trastorno de pánico. Otro dato que apunta en este sentido es la frecuente presencia de rasgos hipocondríacos en este tipo de pacientes; se ha sugerido cierto solapamiento entre ambos cuadros psicopatológicos y no es infrecuente su comorbilidad (Botella y Ballester, 1997). Sin embargo, solo muy recientemente se han realizado algunas investigaciones en torno a la relación entre alexitimia y trastorno de pánico.

Los pacientes con trastorno de pánico han mostrado un mayor nivel de alexitimia que los sujetos normales y que las personas que padecen trastorno de ansiedad generalizada. Estos resultados son consistentes con la mayor parte de las investigaciones que habían medido la alexitimia en el trastorno de pánico (Cox et al., 1995; Fukunishi et al., 1997; Joukamaa y Leopola, 1994; Parker et al., 1993; Zeitlin y McNally, 1993). Los resultados obtenidos están en contra de la opinión de Horton, Gewirtz y Kreutter (1994a,b), quienes afirmaban que los pacientes con pánico no presentan características alexitímicas.
En este estudio el grupo de pánico ha mostrado puntuaciones significativamente más elevadas que la población normal en la escala global y en sus tres factores. Asimismo, con respecto a las personas con Trastorno de Ansiedad Generalizada (TAG), los pacientes con pánico han obtenido puntuaciones significativamente más altas en la escala global y en los dos primeros factores. El hecho de que las personas con TAG presenten un nivel significativamente menor de alexitimia que los pacientes con pánico parece especialmente relevante. El TAG se caracteriza por constantes
preocupaciones, pero los pacientes no suelen presentar temor de sus propias sensaciones corporales ni de los signos de ansiedad, por lo que presentan una baja sensibilidad a la ansiedad (Taylor, Koch y McNally, 1992). Por el contrario, en el trastorno de pánico el temor a las propias sensaciones corporales y la focalización de la atención en éstas, que son malinterpretadas como pródromos de una crisis de angustia, tienen una gran importancia. Estas características parecen dificultar la identificación de las propias emociones y su expresión a otras personas. Desde este punto de vista, las características alexitímicas de las personas con trastorno de pánico podrían interpretarse como conductas de evitación de la activación emocional. Un apoyo indirecto a esta hipótesis viene dado por el trabajo de Devine, Stewart y Watt (1999), en el que se mostraba cómo en población normal correlacionan de forma positiva y significativa las medidas de alexitimia y las de sensibilidad a la ansiedad. Por otra parte, esta interpretación es compatible con el modelo cognitivo del pánico de Clark (1986) y la teoría de la expectativa de Reiss y McNally (1985), que consideran que el temor a las propias sensaciones corporales y las interpretaciones catastróficas que los sujetos hacen de ellas ocupan un papel central en el mantenimiento del trastorno.
Desde nuestro punto de vista, el solapamiento que se produce entre el pánico y la hipocondría está relacionado con los aspectos cognitivos de ambos trastornos. En ambas patologías el sujeto focaliza su atención en las sensaciones corporales. Cuando éstas se producen son malinterpretadas. En el trastorno de pánico el sujeto piensa que puede sufrir un grave ataque cardíaco o, como mínimo, una crisis de angustia. En la hipocondría las sensaciones corporales son interpretadas como signos de una grave enfermedad, lo que aumenta el malestar y las sensaciones corporales e impulsa al sujeto a realizar visitas médicas. El modelo cognitivo del pánico de Clark y el modelo cognitivo de la hipocondría de Warwick y Salkovskis (1990) presentan aspectos comunes. Es posible que la evitación de las sensaciones corporales y de todo tipo de activación emocional favorezca la aparición de dificultades en la regulación de las emociones y, con ello, las características de tipo alexitímico.