Algunos casos de mujeres histéricas psicoanalizadas por Freud: Dora, adolescente de 18 años

MUJERES HISTÉRICAS PSICOANALIZADAS POR FREUD

Rosa Sos Peña

Departamento de Psicología Básica, Clínica y Psicobiología,

Universitat Jaume I, Castellón

Algunos casos de mujeres histéricas psicoanalizadas por Freud

Dora, adolescente de 18 años

En otoño de 1900, Freud inició el célebre análisis de Dora, se consideraba un caso de

histeria leve, ella dejó varias veces la terapia, hasta que a finales de diciembre la abandonó

(Freud, 1997). El tratamiento no se prolongó más de tres meses, la paciente sufría de disnea

crónica, con ocasionales accesos muy graves, pese a que los médicos diagnosticaron que no

existía una causa orgánica. Freud quiso cambiar su mente mediante el análisis, llevando a

cabo una profundización en su mente, pero Dora se oponía a modificar su mente y entender

sus emociones. Por medio de la transferencia y la interpretación podría cambiar su emoción,

ella mostraba resistencia y defensa. Dora era una inconformista con ella misma y con su

familia, su actitud hacia sus padres no era amistosa, tampoco realizaba tareas en el hogar y

evitaba reuniones sociales y trabajar. Se sentía cansada y con insuficiente concentración. Un

día sus padres hallaron una carta en la que había escrito que ella no quería seguir viviendo

y se alarmaron mucho.

En aquella época, sus padres sostenían una relación de amistad con el matrimonio

K., que era muy condescendiente con Dora. La joven cuidaba de sus dos hijos, era como una

madre para ellos, les enseñaba, paseaba y jugaba. En una ocasión, permaneció varios días

en casa de los K., entretanto su padre regresaba a por ella. Tras ese tiempo con esa familia,

ella reveló a su padre que el señor K. había intentando sobrepasarse, durante un paseo por

el lago. Se lo dijo a sus padres cuando ya había decidido vengarse. No obstante, cuando su

padre y su tío le recriminaron, él negó que intentara violentar a la muchacha. Y aludió que

ella estaba excitada por leer un libro de sexualidad y que había imaginado el suceso, según

ellos era una fantasía.

El intento de seducción del señor K. le provocó un trauma psíquico y presentaba

síntomas como nerviosismo, tristeza e ideas suicidas. Sin embargo, algunos de ellos eran

anteriores a ese trauma y su primera manifestación fue en la niñez.

En un acontecimiento anterior cuando había cumplido los 14 años, estando en

compañía del señor K., los dos solos, ocurrió que la abrazó y besó en los labios. Dora, en ese

momento, se angustió, impresionó y se fue corriendo; luego le evitaba con diversos pretextos.

En la terapia Dora lo mantuvo en secreto, a partir de entonces ella rehusaba verse

a solas con él. Posiblemente, en el abrazo apasionado del hombre sintió sus besos sobre

sus labios, de igual forma notó la presión de su miembro erecto sobre su cuerpo. Un día su

padre se sintió enfermo, con ataques de tos, hasta que de repente con esa excusa se trasladó

a Viena. Después ellos viajaron también a Viena y Dora empezó a presentir la conexión,

acerca de la coincidencia de que la señora K. estuviera también allí. Dora le reprochó a su

padre su hipocresía, estaba viviendo un romance con la señora K., es más, Dora le replicó a

la mujer que sabía que mantenía una relación con su padre y ella lo admitió.

Hasta Dora aceptó que podría haberse enamorado del señor K., si en la escena del

lago no la hubiera abrazado. La chica no permitió los avances sexuales del señor K., pero a

pesar de su rechazo, ella quería aceptar su propuesta, podría ser una táctica defensiva del

consciente contra el deseo inconsciente.

En su tratamiento, Freud utilizó la libre asociación, llevó a cabo con esmerado

cuidado, el desplazamiento del contenido que se hallaba en el inconsciente a las ideas

conscientes (Etchegoyen, 1986). En el análisis de Dora se trataron los pensamientos de la

relación de su padre con la señora K., pues se había convertido en obsesión para ella. Su

carácter era inconsciente, ella se comportaba como una esposa celosa, exigiéndole a su

padre que rompiera con su amante. Dora estaba enamorada de su padre, un sentimiento de

amor inconsciente entre un padre y una hija o bien, entre una madre y un hijo. En la niñez

surge una atracción sexual entre padres e hijos, el complejo de Edipo.

Ella estaba enamorada del señor K. y se reprimió, acaso en la escena del lago

surgieron sentimientos de amor y se manifestaron en su oposición. En relación con la carta

que escribió a sus padres, recordó Dora que sólo había tratado de asustar a su padre para

que terminara con la señora K., como venganza por seguir con ella. Ella opinaba que todo

hombre era superficial e irresponsable, no podría amar a un hombre, reprimió su amor y

no se rindió, pues estaba celosa de la señora K. por su romance con su padre y anhelaba

vengarse. Igualmente, Dora estaba celosa de su madre, pero ella necesitaba su afecto (Hare-

Mustin, 1983). El análisis de Dora concluyó inesperadamente sin que pudiera surgir alguna

claridad acerca de su vida mental. En la técnica del análisis la transferencia es una necesidad

inevitable, Dora al principio estaba substituyendo a su padre en su pensamiento que no le

agradaba y comparaba a Freud con él conscientemente. Ella estaba descontenta intentando

probar que Freud estaba siendo riguroso con ella. Incluso terminó el tratamiento como había

acabado con el señor K. y lo había transferido. Es decir, apreció en Freud similares intenciones

que en él. Ella mantenía que todos los hombres eran tan odiosos que no podría casarse. La

eficacia del tratamiento fue muy baja, debido a que lo abandonó precipitadamente. No se

alcanzó su curación, ya que el éxito del tratamiento consiste en que el afecto que se encuentra

en el inconsciente y no puede ser inhibido se traslade al consciente.

Cuando con el tiempo volvió al análisis se había casado con un hombre joven, pues

ya estaba libre de su padre y podía vivir (año 1905). En ese caso, Freud reconoció que no

tuvo éxito en manejar la transferencia en un tiempo adecuado, ignoró las circunstancias de

la vida real que contribuyeron a la neurosis de Dora. Él falló en reconocer y comprender sus

motivos personales, la trató con dureza y frialdad, destacando el hecho de que Freud nunca

habló con la madre de Dora (Hare-Mustin, 1983).

Posteriormente Dora, con motivo de la Guerra, se trasladó a la ciudad de Nueva York

(Jones, 1955). Algunas décadas más tarde, en 1922, fue atendida en US por el analista Félix

Deutsch, la trató a mediana edad. Ella sufría el síndrome de Maniere que consiste en mareos,

insomnio, ruidos en el oído. Su ocupación era la de ama de casa, se mostraba indiferente

a las experiencias de su familia, de la familia K. y de la psicoterapia. Seguía detestando a

los hombres en general, a su padre y a su díscolo marido. Ella estaba casada desde hacía

muchos años, pero no era feliz. Se sentía frígida, en tanto que su marido le era infiel. El único

hombre que ella amaba era su hermano. Finalmente, Dora murió en la ciudad de Nueva York,

a los 72 años, de enfermedad cardiaca

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