Análisis infantil 1923, Melanie Klein III

Análisis infantil 1923, Melanie Klein III

Voy a resumir. El habla y el placer en el movimiento tienen siempre una catexia libidinal que es también de carácter simbólico genital. Esta se efectúa por intermedio de la identificación temprana del pene con el pie, la mano, lengua, cabeza y cuerpo, transferida luego a las actividades de dichos miembros, las que adquieren así el significado de coito. Después del uso que hacen los instintos sexuales de los instintos de autoconservación en relación con la función de nutrición, las siguientes actividades del yo hacia las que se vuelven son el lenguaje y el placer en el movimiento. Por lo tanto, puede suponerse que el lenguaje no sólo ha concurrido a la formación de símbolos y de la sublimación, sino que es él mismo el resultado de una de las primeras sublimaciones. Parece, por lo tanto, que cuando existen las condiciones necesarias para la capacidad de sublimación, las fijaciones, comenzando con estas primeras sublimaciones y en conexión con ellas, prosiguen dando continuamente una catexia sexual simbólica a subsiguientes actividades e intereses del yo. Freud demostró que aquello que parece ser un impulso hacia la perfección en los seres humanos es el resultado de la tensión nacida de la disparidad entre el deseo humano de gratificación (que no es satisfecho por todo tipo posible de formaciones reactivas sustitutivas y de sublimaciones) y la gratificación que obtiene en la realidad. Creo que debemos referir a este motivo no sólo lo que Groddeck llama la compulsión a hacer símbolos (42), sino también un constante desarrollo de los símbolos. En correlación con esto, el impulso constante para efectuar por medio de las fijaciones una catexia libidinal de mas actividades e intereses del yo (por ejemplo, por medio del simbolismo sexual) genéticamente conectados unos con otros, y para crear nuevas actividades e intereses, sería la fuerza propulsora en la evolución cultural de la humanidad. Esto explica también cómo es que encontramos la actuación de símbolos en inventos y actividades cada vez mas complicados, tal como el niño avanza constantemente desde sus primitivos símbolos, juegos y actividades, hacia otros, dejando atrás los primeros.
Además, en este artículo he tratado de señalar la gran importancia de esas inhibiciones que no pueden llamarse neuróticas. Hay algunas que no parecen en sí mismas de ninguna importancia práctica y pueden ser reconocidas como inhibiciones sólo en análisis (en todo lo que implican, sólo si se hace análisis infantil). De ese tipo son la falta aparente de ciertos intereses, aversiones insignificantes; en resumen, las inhibiciones de las personas sanas, que toman los aspectos mas variados. Pero llegaremos a atribuirles mucha importancia cuando consideremos con qué gran sacrificio de energía instintiva el hombre normal adquiere su salid. «Si, no obstante, en lugar de atribuir amplio significado al término impotencia psíquica, buscáramos ejemplos de su peculiar sintomatología en formas menos marcadas, no podríamos negar que la conducta en el amor, de los hombres de la civilización actual, demuestra en general el carácter del tipo psíquicamente impotente» (43). Hay un pasaje en Introducción al psicoanálisis, en el que Freud examina qué posibilidades de profilaxis podrían ofrecerse a los educadores. Llega a la conclusión de que aun una rígida protección de la infancia (cosa muy difícil en sí) es probablemente impotente ante el factor constitucional, pero que sería también peligroso si esta protección llegara a conseguir su objetivo demasiado bien. Esta observación se confirmó enteramente en el caso del pequeño Fritz. El niño tuvo desde sus primeros días una crianza cuidadosa por personas influenciadas por conocimientos analíticos, pero esto no impidió que surgieran inhibiciones y los rasgos de carácter neurótico. Por otra parte, el análisis me demostró que las fijaciones mismas que lo condujeron a las inhibiciones podían formar la base de espléndidas capacidades.
Por una parte, entonces, no debemos valorar demasiado la importancia de la así llamada educación analítica, aunque debemos hacer todo lo que está en nuestro poder para evitar todo daño mental al niño. Por otra parte, el tema de este artículo demuestra la necesidad de análisis en la temprana infancia como ayuda a toda educación. No podemos alterar los factores que conducen al desarrollo de la sublimación o de la inhibición y la neurosis, pero el análisis infantil nos hace posible, en una época en que este desarrollo está aún en marcha, influir en su dirección en forma fundamental.
He tratado de demostrar que las fijaciones libidinales determinan la génesis de las neurosis y también de la sublimación, y que por algún tiempo las dos siguen el mismo camino. Es la fuerza de la represión la que determina cuándo ese camino conducirá a la sublimación o se desviará hacia la neurosis. En ese punto es donde el análisis infantil tiene posibilidades, porque puede en gran proporción sustituir la represión por la sublimación y así trocar el camino hacia la neurosis por el que conduce al desarrollo de talentos.
Notas
(1) Abraham: «Un fundamento constitucional de la ansiedad motriz». (1914).
(2) Cf. «El desarrollo del niño».
(3) En Fritz apareció en forma violenta (y esto me pareció muy importante), con todo el afecto adecuado a ella. En otros análisis no fue siempre así. Por ejemplo, en Félix, de trece años, a cuyo análisis me referiré repetidamente en este artículo, la ansiedad era a menudo reconocida como tal, pero no era vivida con tal poderoso afecto. En su artículo «El complejo de castración en la formación del carácter»(1923), el Dr. Alexander señala la gran importancia de este «vivenciar» afectivo. Esto es lo que el psicoanálisis se proponía en su infancia, y a lo que llamaba «abreacción».
(4) Cf. S. Ferenczi: «Construcciones transitorias de síntomas durante el análisis»(1912a)
(5) S. Freud: Conferencias de introducción al psicoanálisis, O.C., 15-16.
(6) Ibíd.
(7) En muchos análisis pude establecer el hecho de que los niños a menudo ocultan a los que los rodean considerables cantidades de ansiedad, como si advirtieran inconscientemente su significado. En los varones está también el hecho de que creen que su ansiedad es cobardía y se avergüenzan de ella, y en realidad éste es un reproche que generalmente se les hace si la confiesan. Estos son probablemente los motivos para olvidar fácil y completamente las ansiedades de la niñez, y podemos estar seguros de que cierta ansiedad primaria está siempre escondida detrás de la amnesia de la infancia, y puede ser únicamente reconstruida por un análisis realmente profundo.
(8) S. Freud: «La represión», O.C., 14.
(9) S. Freud: Conferencia de introducción al psicoanálisis, ibíd.
(10) S. Freud: «La represión», O.C., 14.
(11) S. Freud: «Lo inconsciente», O.C., 14.
(12) Ibíd.
(13) Al escribir sobre la conexión entre «displacer» y «angustia» en los sueños, Freud dice en Conferencias de introducción al psicoanálisis: «La hipótesis que resulta adecuada para los sueños de angustia puede ser adoptada también sin ninguna modificación para los que han sufrido cierto grado de modificación, y para otros tipos de sueños desagradables en los que los sentimientos de displacer que los acompañan se aproximan probablemente a la angustia».
(14) Aun en esta forma de represión, en la que la transformación sufrida por la angustia la vuelve irreconocible, indudablemente es posible efectuar la retirada de grandes cantidades de libido. He encontrado en el análisis de numerosos casos que el desarrollo de hábitos y peculiaridades del individuo había sido influenciado por ideas libidinales.
(15) Cf. S. Freud: «Sobre las trasposiciones de la pulsión en particular del erotismo anal». O.C., 17. Stärcke, Psicoanálisis y psiquiatría; Alexander, loc. cit.
(16) El resultado de la represión aparece entonces en forma notoria algo después (a los tres o cuatro años, o aun siendo mayores) en ciertas manifestaciones, algunas de las cuales son síntomas plenamente desarrollados, efecto del complejo de Edipo. Es claro (pero el hecho requiere aún verificación) que si fuera posible emprender un análisis del niño en el momento del pavor nocturno o poco después, y resolver su ansiedad, se disolvería el terreno subyacente a la neurosis y se abrirían posibilidades de sublimación. Mis observaciones me llevan a creer que no es imposible hacer investigaciones analíticas en niños de esa edad.
(17) S. Freud: Conferencias de introducción al psicoanálisis.
(18) Cf. Freud: Tótem y tabú, O.C., 13.
(19) Tres ensayos de teoría sexual, O.C., 7.
(20) Sperber, 1915.
(21) Jones (1916): Papers of Psychoanalysis. También Rank y Sachs (1913).
(22) Jones, loc. cit.
(23) Freud: «Las fantasías histéricas y su relación con la bisexualidad» O.C., 9.
(24) Descubrí con el análisis, tanto de varones como de niñas, que era típico este significado del fútbol y también de todo tipo de juegos con pelotas. Ilustraré esta afirmación en otra parte; ahora solamente dejaré sentado que llegué a esta conclusión.
(25) Su gran placer y habilidad en este pasatiempo había sido precedido originariamente por torpeza y disgusto. Durante el análisis apareció primeramente una oscilación entre el placer y el disgusto, que se dio también en relación con sus demás juegos de movimiento y deportes. Luego consiguió un placer y una destreza perdurables en lugar de la inhibición, que había sido determinada por el miedo a la castración. La misma determinación se hizo evidente en relación con su inhibición (su siguiente placer) para andar en tobogán. Allí nuevamente atribuía especial importancia a las distintas posturas asumidas. Descubrimos en él una actitud análoga para todo juego de movimiento y atlético.
(26) Era evidente que la raíz de la patente de invenciones y construcciones que fantaseaba yacía siempre en los movimientos y funciones del «pipi», al que sus invenciones tenían como objeto perfeccionar mas
(27) Cuando tenía dos años y nueve meses se escapó de la casa y cruzó calles de mucho tránsito sin demostrar temor. Esa inclinación a escaparse duró alrededor de seis meses. Después empezó a mostrar una marcada cautela frente a los motores (el análisis demostró que esto era angustia neurótica), y su deseo de escaparse tanto como su placer en vagar parecían haberse desvanecido finalmente.
(28) El niño había tenido una recaída, que se debió en parte a que, en mi deseo de ser prudente, no había hecho el análisis bastante profundo. Parte del resultado obtenido, sin embargo, había resultado duradero.
(29) Conectado con plantar flores estaba su hábito de orinar en lugares determinados de su camino.
(30) S. Ferenczi: «El simbolismo del puente» (1921).
(31) Sus asociaciones de estar sucio con tinta eran: aceite y leche condensada, líquidos que, como su análisis demostró, representaban en su mente el semen. Era una mezcla de heces y semen lo que suponía que habría en el pene de su padre y de su madre.
(32) Esto era parte de una fantasía, muy larga y sobredeterminada, que dio material a varias teorías sobre la procreación y el nacimiento. Fritz proporcionó también otras asociaciones sobre una máquina de su invención, por medio de la cual podía tirar la cuerda a diferentes partes del pueblo. Esta fantasía reveló nuevamente su idea de haber sido procreado por su padre, unida a ideas de coito por su propia parte.
(33) Esta fantasía nos muestra qué había determinado su primitiva fobia por los chicos de la calle, la que había desaparecido temporariamente. El primer análisis, que no fue bastante profundo, no consiguió resolver suficientemente las fijaciones, subyacentes a la fobia y sus inhibiciones. Esto hizo posible su recaída. Este hecho, considerado con mayores experiencias en análisis de niños, me parecía demostrar que el análisis infantil tanto como el análisis posterior debe llegar tan profundamente como sea necesario.
(34) Encontramos estas ideas en su primer análisis (Cf. «El desarrollo del niño»). Como el análisis no fue bastante profundo, las fantasías ligadas a esas ideas no pudieron ser liberadas. Hicieron su aparición recién en el segundo análisis.
(35) Heces.
(36) Quiero referirme aquí nuevamente a una fantasía descrita en «El desarrollo de un niño». En esa fantasía, los niños «Caca» bajaban algunos escalones desde el balcón al jardín (el cuarto).
(37) El tren circular de sus fantasías aparecía igualmente en todos los juegos. Construía trenes que corrían en círculo y manejaba su aro en círculo. Su gradual aumento de interés por la dirección y nombre de las calles se había convertido en interés por la geografía. Jugaba a que realizaba viajes en el mapa. Todo esto demuestra que el progreso en sus fantasías de su hogar al pueblo, a su país y al mundo entero (progreso que se manifestó cuando las fantasías fueron liberadas), ejercían su efecto también en sus intereses, porque su esfera se ampliaba cada vez mas. Quiero aquí llamar la atención sobre la gran importancia de las inhibiciones en el juego también desde este punto de vista. La inhibición y la restricción de interés por el juego conducen a una disminución de las potencialidades e intereses, tanto en el aprendizaje como en el completo desarrollo posterior de la mente.
(38) En la discusión que tuvo lugar en la reunión de la Sociedad de Berlín sobre mi artículo no publicado «Über die Hemmung und Entwicklung des Orientierungssinnes» (mayo 1921), Abraham señaló que el interés en la orientación, en relación con el cuerpo de la madre, es precedido en un estadío muy temprano por interés en la orientación en relación con el cuerpo del sujeto mismo. Esto es seguramente exacto, pero esa primera orientación parece compartir el destino de la represión sólo cuando se reprime el interés en la orientación en relación con el cuerpo de la madre, desde luego por los deseos incestuosos ligados a dicho interés; porque para el inconsciente, el anhelado retorno al útero materno y su exploración se realizan por medio del coito. Fritz, por ejemplo, hacía que un perrito (que frecuentemente representaba al hijo en sus fantasías) se deslizara por el cuerpo de su madre. Al hacer esto, tenía fantasías sobre países por los que vagaba. En su pecho había montañas y cerca de la región genital, un gran río. Pero de pronto, el perrito era detenido por sirvientes -figuras de juguete- que lo acusaban de algún crimen y decían que había estropeado el coche de su patrón, y la fantasía terminaba en discusión y lucha. Otra vez tuvo fantasías sobre viajes del perrito. Este había encontrado un paraje bonito donde pensaba que le gustaría establecerse, etc. Pero nuevamente todo terminaba mal, porque Fritz de pronto declaraba que había tenido que matar al perrito porque éste pretendía quitarle su cabaña. Había habido también indicaciones tempranas de esta «geografía del cuerpo de la madre». Cuando aún no tenía cinco años denominaba a todas las extremidades del cuerpo y a la articulación de la rodilla «límites» y llamaba a su madre «una montaña que él escalaba».
(39) Fritz, por ejemplo, hizo sus primeras tentativas de dibujo en esa época, aunque es verdad que no demostraban señales de talento. Los dibujos representaban vías de ferrocarril con estaciones y pueblos.
(40) En esta conclusión estoy de acuerdo con el Dr. Hollós (1922), que llegó al mismo resultado desde un punto de partida diferente.
(41) Quiero referirme aquí a un interesante artículo del Dr. S Spielrein (1922), en el que en forma muy esclarecedora refiere el origen de las palabras infantiles «papá» y «mamá» al acto de chupeteo.
(42) Groddeck (1922).
(43) S. Freud, «Sobre la mas generalizada degradación de la vida amorosa», O.C., 11.