Anna Freud. Extensión del alcance del psicoanálisis: la psicología del yo
CAPTAR EL INTERÉS DEL NIÑO EN SÍ MISMO: ESTABLECER LA UTILIDAD DEL ANALISTA
Al principio, Anna Freud emprendió un periodo preparatorio
de «ablandamiento» para el análisis en que ayudaba al niño
a ver la necesidad de tratamiento, a considerar al analista un
colaborador y aliado y a desarrollar una genuina determinación
de tolerar las dificultades de la autoexploración. En la
práctica, esas metas se transforman en estrategias creativas.
El analista ayuda al niño a obtener de manera gradual insight
sobre sus problemas y a brindar cada vez más cooperación.
En esos esfuerzos, el analista expresa interés sincero y buenos
deseos de que a la larga el niño pueda controlarse por sí
mismo. Por ejemplo, considera la hábil forma en que Anna
Freud se aproximó a un niño de diez años que fue llevado
por sus padres a tratamiento por una variedad de angustias,
estados de nerviosismo, tendencia a mentir y a inventar historias
y- por una serie de robos. Con algunos niños el analista
puede asumir el papel de un aliado útil en contra del mundo
hostil de los adultos o de un posible ayudante para lidiar con
el sufrimiento interno. En el caso de este niño no podía proponerse
semejante asociación, ya que desde el inicio mostró
una actitud de rechazo hostil hacia la analista propuesta y, al
menos en apariencia, no estaba interesado en buscar o cambiar
ningún aspecto de sí mismo.
Al principio, Anna Freud pasó su tiempo con el niño tratando
de reflejar sus estados de ánimo. Cuando el niño parecía
alegre, ella se mostraba alegre; cuando estaba serio o
deprimido, ella actuaba con seriedad. En cierto punto, el niño
prefirió pasar toda la sesión debajo de una mesa en la habitación,
actividad a la que Anna Freud no le prestó especial atención,
lo único que hizo fue levantar el mantel para hablar con
el niño como si fuera una conversación común. Sin embargo,
al mismo tiempo también hacía una demostración sutil de la
superioridad de sus habilidades y su sabiduría adulta.
Si llegaba con un cordel en el bolsillo y empezaba a mostrarme
nudos y trucos sorprendentes, le dejaba ver que yo podía hacer
nudos y trucos aún más notables. Si hada muecas, yo hacía
otras mejores; y si me retaba a pruebas de fuerza, me mostraba
incomparablemente más fuerte (A. Freud, 1927, p. 12).
Durante sus conversaciones, Anna Freud igualó todos sus
caprichos y elecciones de tema, sin que hubiera una cuestión
demasiado delicada o demasiado adulta para discutir. «Mi
actitud era como la de una película o una novela dirigida a
atraer a la audiencia o al lector mediante la satisfacción de
sus intereses más elementales» (1927, p. 12). De este modo,
Anna Freud no sólo logró hacerse interesante para el niño,
sino que también pudo conocer sus intereses y actitudes, así
como sus conductas y actividades características.
Una segunda etapa de este trabajo de preparación empezó
cuando Anna Freud demostró que podía ser útil para el niño
de muchas maneras, por ejemplo, podía escribir a máquina
sus cartas, provocar y anotar sus ensoñaciones y hacer pequeños
juguetes durante las sesiones de terapia. En el proceso
de registro de las ensoñaciones, la analista también podía
conocer algo acerca de la vida imaginativa del niño. Anna
Freud comentó su preocupación por otro de sus pacientes
» … Durante sus citas yo hacía tejidos de ganchillo o de punto
con gran entusiasmo y poco a poco vestí todas sus muñecas
y sus ositos» (1927, p. 13). Si consideramos que esta última
afirmación es típica, sugiere que la fase de preparación es de
larga duración y requiere de mucha paciencia hasta que el
niño se comprometa por fin con el proceso terapéutico.
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