Anna Freud: conocimiento y ayuda psicológica al niño. La etapa británica: las «Grandes Controversias»

Anna Freud, una vida dedicada al conocimiento y a la ayuda psicológica del niño

Reyes Vallejo Orellana*

La etapa británica: las «Grandes Controversias»

Tras la muerte de Sigmund Freud
en Londres, el 23 de septiembre de 1939,
Anna se dispuso a continuar su trabajo
psicoanalítico, aunque la Segunda Guerra
mundial vino a complicar las cosas. Por
entonces, los kleinianos eran dueños de
la Asociación Psicoanalítica Británica y
vivieron mal la presencia de Anna, pues
pensaban que podía alterar la autonomía
alcanzada respecto a los psicoanalistas
centroeuropeos. Estos enfrentamientos
abocarían en las llamadas Grandes
Controversias que se extendieron desde
1941 a 1945, que llevaron a confrontaciones
muy intensas entre los annafreudianos y
los kleinianos.
Por otro lado, en 1941, Anna y
su grupo crean una guardería y residencia
en el n1 13 de la calle Wedderburn, zona
de Hampstead, destinadas a los niños del
East End que habían vividos terribles
experiencias de bombardeos en la guerra
y que se encontraban en una indigencia
absoluta. Así mismo puso en marcha
un centro de evacuación cerca de Essex
para chicos mayorcitos, en una casa de
campo llamada New Barn, además de
una institución para bebés en el n1 5 de
Netherhall Gardens, llegando a atender
allí a más de ciento veinte niños. Estas
experiencias llevaroron a Anna Freud y
Dorothy Burlingham, que vivían juntas
en Maresfield Gardens 20, a percatarse
que las reacciones psicopatológicas de
los niños a los bombardeos estaban
determinadas sobre todo por las formas
en que actuaban sus madres ante tales
eventos, así como por la acción traumática
dada por la separación de los padres, sobre
todo si era brusca o brutal y si existían
sentimientos edípicos ambivalentes.
Algunas de estas ideas, así como la
importancia que tenía para los niños
criarse en un entorno familiar y no en
instituciones (tesis que Aichhorn había
defendido con ahínco) fueron recogidas en
dos trabajos, junto a Burlingham, titulados
La guerra y los niños (10) y Niños
sin familia (11), donde se subraya
que las primeras relaciones niño-madre
determinaban todas las ulteriores. Años
después Anna profundizará en este tema
en el artículo titulado Madre rechazante
(12), producto de una conferencia que
había pronunciado en Estados Unidos.
En la guardería de Hampstead
se preparaba al personal en temas muy
variados acerca de la infancia (salud
física y mental, desarrollo emocional y
cognoscitivo, educación según el modelo
Montessori, tareas de gestión, etc.),
organizándose pequeñas familias con
cuatro o cinco chicos y una mamá (pues
no había suficiente personal masculino
para proporcionar padres sustitutos),
mostrando tal modelo unos excelentes
y rápidos resultados terapéuticos. La
residencia se cerró en febrero de 1942, por
falta de medios económicos, dedicándose
el edificio sólo a guardería, que también
hubo de clausurarse al finalizar la guerra.
Por ello, Anna y Dorothy crearon y
desarrollaron a partir de 1947, con fondos
aportados desde los Estados Unidos, la
Clínica Hampstead (que hoy se llama
Centro Anna Freud), con el fin de formar
a un amplio personal en el campo
psicoanalítico y atender terapéuticamente
a los niños y a sus familias.
Por estos años se inician las antes
citadas Grandes Controversias en el seno
de la Asociación Británica de Psicoanálisis,
que colocaron a los annafreudianos y
los kleinianos ante una confrontación
aparentemente científica, pero tras la que
latía una lucha por el control y el poder
(13). De entre los datos más significativos
de los conflictos habidos, destacamos
que en una reunión del 29 de julio de
1942 se tomó la decisión de propiciar
un encuentro mensual para discutir las
diferencias científicas entre las dos
tendencias psicoanalíticas citadas, cuyo
programa de trabajo habría de correr a
cargo de Edward Glover, Marjorie
Brierley y James Strachey. Tras ello,
la reunión del 21 de octubre de 1942
marcó el auténtico comienzo de los
enfrentamientos, planteando Anna Freud
que las dos teorías que se ponían a
discusión, la freudiana y la kleiniana,
no podían coexistir, especialmente en
lo que tocaba al narcisismo primario,
las relaciones precoces con el objeto, la
introyección, la proyección, el papel de
la pulsión de muerte, la llamada posición
depresiva y la existencia de conflictivas
neuróticas en los niños desde los seis
meses de edad.
Las diversas comunicaciones
de algunas de las discípulas de Klein,
que se fueron presentando en sucesivas
reuniones, trataban de demostrar que
la aportación de ésta no era sino un
desarrollo del freudismo. De entre los
trabajos discutidos, fue fundamental
el presentado por Isaacs, titulado La
naturaleza y función de la fantasía
(14), que dio lugar a interesantísimas
aportaciones ulteriores. En la sesión del 7
de abril, Anna Freud expresó su posición,
insistiendo en no aceptar la existencia de
relaciones objetales precoces, que para
ella aparecerían tras una fase narcisista
y autoerótica, donde el niño sólo se
preocupaba de su bienestar, sin amar,
odiar, desear, atacar o desmembrar a la
madre, la cual sólo sería importante en la
medida en que sirve a su bienestar o lo
perturba. El 9 de mayo, tras la discusión
del citado trabajo de Susan Isaacs, que
resaltaba la existencia de una fantasía
precoz cargada de elementos libidinales y
tanáticos en las relaciones objetales, Paula
Heimann (15) presentó una comunicación
en torno a las funciones de la introyección
y la proyección en la primera infancia,
ocupándose de la descripción del yo
primitivo y de las relaciones objetales
precoces, estableciendo una distinción
entre la identificación introyectiva y
la introyección, lo que conducía al
esclarecimiento de matices importantes
en la formación del yo y del superyó,
estableciendo novedosas líneas de
explicación del desarrollo humano.
Tras interminables y duros
debates, votaciones más o menos
manipuladas y críticas personales feroces,
así como algunas inesperadas dimisiones
como la de Edward Glover (que estaba
aliado con Melitta Schmideberg, hija de
Melanie Klein y enfrentada a ésta), los
conflictos se calmaron en mayo de 1944
y dieron fin en noviembre de 1946 con
la firma de un documento que aceptaba
dos tipos de formación psicoanalítica,
la constituida por el denominado curso
A, que acogería a los kleinianos y a
los independientes (middle group), y el
llamado curso B, que agruparía a los
annafreudianos, estando ambos cursos
bajo la supervisión de un único Comité de
Formación, responsable de la selección,
formación y calificación de los candidatos.
Habría, además, seminarios y conferencias
comunes al margen de los dedicados a
la técnica, a los que debían asistir todos
los estudiantes, pudiendo acudir como
invitados a los de técnica que no fueran de
su afiliación teórica, aunque a partir del
tercer año de formación todos debían estar
presentes en el conjunto de las actividades
dedicadas a la técnica (13). Todo ello
supuso un beneficio para Klein, pues pudo
organizar desde entonces una escuela en
cierta forma autónoma (16). Con el
paso de los años, y sobre todo tras la
muerte de Melanie Klein en 1961, los
referidos acuerdos fueron modificándose,
atenuándose más y más las diferencias
entre ambos grupos, hasta que llegó a
aplicarse una formación común para todos
los alumnos a partir de 1967 (13).
El enfrentamiento entre Anna
Freud y Melanie Klein puede entenderse
si se ahonda en las ideas centrales de una y
otra: téngase en cuenta que aquélla partía
de una concepción de la transferencia
según el modelo que había establecido
su padre, esto es, una reedición en el
encuentro analítico de las conflictivas
pulsionales que habían quedado enquistadas
en el aparato psíquico desde un
momento relativamente tardío de la
infancia (neurosis primitiva), mientras que
para Klein el niño ponía en marcha desde
el mismo nacimiento su preponderante
fantasía inconsciente (representación
psíquica de lo pulsional), cargada de
conflictos, lo que ocurriría tanto en la
relación con los objetos internos, como
con los padres o cualquier otro objeto
externo, como sería el caso del analista
cuando el niño es tratado. La transferencia
no sería, pues, la reedición de una
neurosis anterior, sino la aparición de una
conflictiva permanente (posiciones no bien
superadas, particularmente la posición
depresiva) que se vive en el momento
actual y que puede invadir cualquier
relación presente, como es el caso de la
situación analítica. De aquí que Klein
hablara de situación transferencial y no de
neurosis transferencial (17). Por otro lado,
dado que Klein mantenía la presencia en el
niño pequeño de un superyó precoz muy
sádico y cruel, toda actuación sobre éste,
en el sentido pedagógico preconizado
por Anna Freud, sólo abocaría en un
empeoramiento del estado del conflicto
inconsciente del niño en tratamiento,
puesto que fortalecería la rigidez y
los excesivos controles de tal instancia
psíquica. Melanie insistía, pues, en un
análisis en toda regla desde los tres años
aproximadamente, con interpretaciones
de la transferencia en el marco de
las primitivas ansiedades y defensas,
aunque, en un momento dado, Klein (18)
señaló que debían analizarse las fantasías
inconscientes que el paciente pone en
marcha en su vida actual más allá del
aquí y ahora de la sesión, lo que superaba
las posturas que había sostenido con
anterioridad.

Fuente: Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq., 2002, vol XXII, n.º 81, pp. 65-78

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