Anna Freud. Extensión del alcance del psicoanálisis: la psicología del yo.
EL PRODUCTO TEÓRICO: NUEVOS SIGNIFICADOS PARA CONCEPTOS ANALÍTICOS FAMILIARES
IMPORTANCIA DE LA REALIDAD SOCIAL CONTEMPORÁNEA: LOS NIÑOS DE BULLDOGS BANK
Un quinto producto teórico del trabajo de Anna Freud fue su
descubrimiento de que el analista debe reconocer que, a diferencia
de los adultos, los niños dependen y reciben mayor
influencia de su realidad externa actual. El analista infantil
debe estar preparado para aceptar la propuesta de que en las
perturbaciones del niño se refleja su dependencia hacia los padres,
sus conflictos con los hermanos y los pares, así como sus
relaciones con los maestros y otras figuras de autoridad. A diferencia
de los pacientes adultos en análisis cuyos problemas
neuróticos se internalizaron casi por completo y que tienen
sus causas en gran medida en relaciones pasadas o en conflictos
previos no resueltos, los niños pueden ser alterados en gran
medida por sus relaciones presentes en la realidad actual:
En tratamiento, sobre todo los muy jóvenes revelan el grado
en que son dominados por el mundo objetivo: es decir, qué tanto de su conducta y patología es
determinado por influencias
ambientales como las actitudes de protección o rechazo, amor
o indiferencia, crítica o de admiración de los padres, así como
por la armonía o la falta de armonía en su vida matrimonial. ..
El analista infantil que sólo hace interpretaciones en términos
del mundo interno está en peligro de omitir en el reporte de
sus pacientes la actividad concerniente a sus circunstancias
ambientales, que en ese momento era de igual importancia (A.
Freud, I 965b, pp. 50-5 1; itálicas agregadas).
El analista infantil debe reconocer que el malestar del
pequeño paciente no por fuerza refleja sólo lo que salió
mal, lo que ha sido distorsionado o bloqueado en el mundo
interno del niño. Las alteraciones de un niño pueden muy
bien reflejar sus vínculos con la realidad (A. Freud, 1958, p. 127).
La importancia del ambiente externo de los niños y de
sus habilidades para afrontar las amenazas graves quedó estampada
en el trabajo de Anna Freud con niños separados de
sus padres durante la Segunda Guerra Mundial en los bombardeos
de Londres. Con el consentimiento de sus padres, se
evacuó a los niños de las áreas de extremo peligro y se les
reubicó en hogares adoptivos más seguros fuera de la zona
de los ataques. De repente, miles de niños que nunca antes
habían sido separados de su casa y su familia estaban bajo
la tutela de desconocidos (A. Freud, 1953, p. 511). Otros
niños menos afortunados experimentaron la muerte de un
miembro o miembros de la familia durante la devastación
ocurrida en Londres por los ataques aéreos alemanes. Esos
niños atestiguaron de primera mano la muerte y destrucción
y, por consiguiente, la separación de sus padres y seres queridos
fue aún más traumática.
En 1940 Anna Freud recabó contribuciones financieras
de varias fuentes para abrir y equipar un centro para niños en
Hampstead, Londres. Al final se abrieron un centro de apoyo
para bebés y una casa de campo en Essex, los cuales fueron
ocupados por los niños evacuados. Conocidos en conjunto
como las Guarderías de Hampstead, los hogares residenciales
de Anna Freud no se diseñaron como ambientes institucionales,
sino como hogares sustitutos que pudieran proporcionar
a los niños seguridad, cuidados maternos y amor (A.
Freud y D. Burlingham, 1944).
Los efectos de la separación cobraron su mayor cuota en
los niños más pequeños y los bebés. Los niños de entre cinco
y 12 meses respondieron con todo tipo de trastornos corporales
que iban de dificultades para comer, perturbaciones
del sueño, problemas alimentarios, dificultades respiratorias
y pérdida de las habilidades recién adquiridas como hablar y
caminar. Otros niños mostraron reacciones incontrolables de
duelo y se resistían a todo contacto. Cuando se reunieron
con sus madres o se les proporcionó una madre sustituta, la
mayoría de esos niños aquejados por la pena regresaron a un
comportamiento y una respuesta emocional normal. En opinión
de Anna Freud, el desastre de la guerra y la evacuación
habían demostrado la validez de las hipótesis psicoanalíticas
concernientes a la importancia fundamental de la relación
entre madre e hijo (1958, p. 515).
Algunos años más tarde, en agosto de 1945, seis niños
pequeños llegaron por fin a Inglaterra. Eran huérfanos judíos
alemanes cuyos padres habían sido asesinados en las
cámaras de gas poco después de su nacimiento y que luego
fueron evacuados de un lugar a otro y de familia a familia.
De hecho, durante tres años habían sido mantenidos en un
campo de concentración alemán. Sólo podemos imaginar
sus sufrimientos en esas condiciones. Un antiguo contribuyente
de las Guarderías de Hampstead de Anna Freud donó
la tenencia durante un año de una casa de campo en Sussex
llamada Bulldogs Bank. Junto COI] Sophie Dann, una de las
enfermeras a cargo de la casa, Anna Freud publicó un relato
de la vida de su grupo (A. Freud, 1951 b).
Los niños de Bulldogs Bank funcionaban como una unidad;
ningún niño quería ser separado de los otros y el grupo no permitía
que alguno de sus miembros fuera separado. Su insistencia de
estar constantemente juntos ocasionaba algunas dificultades
en los planes del equipo para tratarlos como individuos. Por
ejemplo, bastaba con que John, el mayor (de tres años 10 meses)
alejara su plato en la cena para que los cinco niños restantes
dejaran de comer. A diferencia de los niños normales, este grupo
de huérfanos no mostraba envidia, celos o rivalidad entre ellos.
De manera espontánea tomaban turnos en los juegos, también
compartían cada tesoro y eran muy sensibles a las necesidades y
sentimientos de cada uno (A. Freud, 195 l b, p. 174).
Los niños de Bulldogs Bank rara vez se atacaron o se
lastimaron entre sí durante los primeros meses en la casa de
campo. Las disputas eran, por lo general, batallas verbales
que terminaban en un ataque masivo contra cualquier extraño,
como un adulto que interfería. Su manera de expresar
agresión era menos sofisticada de lo que podría esperarse de
niños de su edad. Las mordidas y escupitajos eran los modos
usuales de expresar enojo, aunque a veces se orinaban en
el piso o en su ropa para expresar sus sentimientos. Todas
esas conductas son regresivas; es decir, son características
de niños bastante menores. Pero después de unas cuantas
semanas, añadieron a su creciente repertorio los golpes y
manotazos a los adultos.
Las relaciones positivas con los adultos se establecieron
primero sobre una base grupal. Empezaron a esperar que los
adultos actuaran de la manera en que ellos lo hacían. Por
ejemplo, los niños empezaron a insistir en que los adultos
tomaran turnos o compartieran, luego expresaron preocupación
por los sentimientos de los adultos y, al final , empezaron
a aparecer apegos individuales hacia ellos que tenían la
calidad de las relaciones entre el niño y sus padres.
Durante su permanencia en los campos de concentración,
los niños fueron expuestos al terror y la privación. Si bien no
solían expresar recuerdos claros de su pasado, sí mostraban
los signos de su experiencia. Por ejemplo, los seis niños sentían
temor hacia los perros, tal vez debido a los perros guardianes
del campo de concentración. «En una ocasión, cuando se encontró por el camino con un enorme
perro desconocido,
John se mordió el labio aterrado y cuando empezó a sangrar
creyó que el perro lo había mordido» (A. Freud, 1951 b, p.
216). También temían a los camiones grandes, debido tal vez
a su parecido con las camionetas del campo de concentración.
Es probable que el hecho de que los niños no mostraran
una gama aún mayor de temores y angustias pueda atribuirse
a su estrecha cohesión y apoyo mutuo que permitían que cada
miembro sacara fuerza de los otros. Anna Freud y Sophie
Dann resumieron de la siguiente manera sus observaciones:
Habían sido privados del amor de su madre. de satisfacciones
orales y de estabilidad en sus relaciones y su entorno. Habían
pasado de unas manos a otras durante su primer año, durante
el segundo y el tercer año no vivieron con una familia, sino
en un grupo de edad, y durante su cuarto año fueron de nuevo
desarraigados en tres ocasiones … Los niños eran hipersens ibles,
inquietos, agresivos y de difícil manejo. Mostraban un
autoerotismo agudizado y algunos de ellos presentaban los
inicios de síntomas neuróticos. Pero no eran deficientes.
delincuentes ni psicóticos. Habían encontrado una ubicación
alternativa para la libido (es decir, se tenían el uno al otro) y,
gracias a esta fuerza, dominaron algunas de sus angustias y
desarrollaron actitudes sociales (1951 b. pp. 228-229).
Por tanto, incluso en niños que habían sufrido graves
privaciones y traumas, Anna Freud reconoció sus esfuerzos
por alcanzar la supervivencia psicológica en un ambiente
devastador.
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