Anna Freud. El yo y los mecanismos de defensa (síntesis del capítulo VI)

Anna Freud. El yo y los mecanismos de defensa (síntesis de los capítulos I al V)

Dra. Maricela Aranda Torres
Elaboró: Mario Sánchez Tapia

Fuente: Anna Freud. El yo y los mecanismos de defensa. E. Paidos. España. 1980. 1º reimpresión

CAPITULO VI.- LA NEGACIÓN EN LA DEFENSA
La investigación analítica en torno al problema defensivo ha seguido caminos evolutivos como
los siguientes: su punto de partida son los conflictos entre el ello y el yo, como en la histeria y la
neurosis obsesiva. Cuando el conflicto es entre el yo y el superyo aparecerá la melancolía, y
cuando el conflicto se da entre el yo y el mundo externo aparecen las fobias infantiles a los
animales. En todas, el yo se niega a aceptar alguna parte del ello. La instancia que construye la
defensa y fuerzas contra la cual se dirige la defensa, no cambia. Los factores que varían son los
poderes bajo cuya presión el yo recurre a medidas defensivas, sirven siempre para dar
seguridad al yo y ahorrar el displacer.
El yo no sólo protege del displacer de origen interno, sino que también aprende a experimentar el
displacer del mundo externo, a pesar de que se encuentra en estrecho contacto con él y del cual
toma sus objetos amorosos, extrayéndolos de las impresiones que su percepción capta y elabora
su inteligencia. Así que, para A. Freud, a medida que para el niño es mayor la importancia que le
da al mundo externo como fuente de placer, mayor son también las posibilidades de obtener
displacer de él, ya que el niño aun vive para entonces regido por el principio del placer.
Son ejemplo de ello el caso Juanito, en el cual podemos ver que niega la realidad y por medio de
la fantasía la transforma según sus particulares designios y sus propios deseos, sólo así logra
aceptarla.
También podemos observar como el poder paterno es desplazado a los animales y sirve como
amparo contra el mismo padre. Por ejemplo: A causa de una falta trivial, un cazador fue
despedido injustamente por un rey malo, despojándolo de la casa lo expulso a al selva, durante
su viaje le van apareciendo animales que al apuntarles con la escopeta le suplican no matarlos y
a cambio le dan dos crías, cuando ya tiene un número significativo de animales regresa al reino y
amedrenta al rey, el cual le da la mitad del reino, y a su hija en matrimonio. Las narraciones de
animales bondadosos puestas en los mitos y narraciones infantiles del folklore, cuentos
infantiles, en donde al padre se le sustraen valiosos atributos que después se los adjudica a sí
mismo.
Otro ejemplo es la fantasía de un niño de siete años en la cual él poseía un león manso: aunque
éste espantaba a todos y solo a él quería: lo obedecía y lo seguía a todos lados, él atendía a
león y cuidaba de su comida y comodidad, por las noches le preparaba un lecho dentro de su
propia habitación, es el del niño que tiene un león de mascota y amedrenta a todo mundo, sin
que la gente se logre dar cuenta de que el León es inofensivo. Como ésta había varias fantasías
ya que se trata de ensueños diurnos. Otro ensueño fue que el niño asistió a una fiesta de
disfraces acompañado por el león y haciéndolo pasar por un amigo disfrazado, pero la noticia
falsa le hace gozar imaginando la cara de de espanto de la gente si adivina su secreto. Pero al
mismo tiempo percibe que su angustia es infundada; ya que el león es inofensivo mientras lo
tiene bajo su dominio.
La acentuación del carácter salvaje de los animales demuestra que en el pasado fueron vistos
como complejos de angustia. El niño sustrae la fuerza y la habilidad que le adjudica al padre
para otorgársela a sí mismo y de esta suerte poder vencer al padre. “Yo soy el dominador del
León y con ello me elevo por encima del resto de los hombres”.
El padre es convertido en la fantasía en el animal protector mientras que el niño débil se tornará
en el dominador de los poderosos sustitutos paternos. Con ello niega la realidad, la sustituye por
la fantasía de la situación inversa, salvando al yo del desarrollo de la angustia,
Este mecanismo defensivo es propio de una fase normal del desenvolvimiento del yo infantil.
Pero si se le encuentra en una fase más avanzada de la vida será indicio de un grado avanzado
de enfermedad.
La capacidad del yo de negar la realidad se encuentra en contradicción con la capacidad de
reconocer la realidad y valorarla críticamente. En lo intelectual es valida la distinción entre
fantasía y realidad, pero para la vida afectiva el hecho penoso se halla desvalorizado y la
fantasía sobrecargada, de tal forma que el placer obtenido en la imaginación pude triunfar sobre
el displacer objetivo. Así que es difícil precisar cuando pierde el yo esa posibilidad de compensar
grandes cantidades de displacer objetivo mediante la fantasía. En la vida adulta el ensueño
diurno desempeña por un lado el papel de ampliar los límites de una realidad estrecha o
trocando una situación real por otra imaginaria.
En la vida ulterior, la necesidad de síntesis impide la coexistencia de los opuestos, y la conexión del yo maduro con la realidad es más enérgica que en el niño de modo que la fantasía pierde el valor que tuvo en la vida infantil. Fantasía y realidad resultan incompatibles cuanto se trata de catexias mayores que necesitan resolverse entre una y otra, y que la gratificación mediante
imágenes alucinatorias de un impulso que irrumpe en el yo, representa el camino que lleva a la
neurosis.
Un yo que trata de ahorrase angustia, lo hace renunciando al instinto y evitando la neurosis por
medio de la negación de la realidad. Si esto lo hace en la latencia sobrevendrá una deformación
del carácter. Si sucede en la edad adulta, las conexiones del yo con la realidad se perturbaran,
abandona la función de examen de la realidad.

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