ANUDAMIENTOS DE LO NO LIGADO. DIQUES PULSIONALES: MONTO DE AFECTO Y DOLOR

ANUDAMIENTOS DE LO NO LIGADO

AUTORES: David Laznik, Elena Lubián, Guillermo Pietra Figueredo, Gabriel Battaglia, Cristina Bosenberg.

DIQUES PULSIONALES: MONTO DE AFECTO Y DOLOR

Por la importancia que en estas situaciones clínicas cobran el cuerpo pulsional y las acciones impulsivas comenzamos revisando la noción freudiana de “dique pulsional”. La definición de este primer eje de análisis apuntó a determinar no sólo la significación que los diques pulsionales adquieren en estos casos, sino también el valor conceptual que asumen (1).

Como primer acercamiento al problema, examinamos el modo en que los fenómenos del asco, la vergüenza y el dolor son abordados en la obra de Freud. Aunque sus textos más tempranos dejan establecida la relación con la defensa, la función del dique como barrera frente a la pulsión adopta un estatuto más definido a partir de “Tres ensayos de teoría sexual” (FREUD, 1905). Desde esta perspectiva, los diques pulsionales trascienden lo descriptivo dada su articulación con los conceptos de pulsión y de represión. Al mismo tiempo, cobran el valor de un referente clínico que enriquece y complejiza la formulación de los modos de inscripción de la pulsión en el aparato psíquico. Si bien remitirían al mecanismo de la represión, los diques pulsionales se presentan también como modalidades específicas de la defensa que no se asimilan al par represión – retorno de lo reprimido. Siguiendo esta línea de pensamiento, conjeturamos que el modo en que en los casos investigados se manifiestan dichos fenómenos indicaría un punto de falla en la función del dique, a la vez que una peculiar tentativa por instituirla.

Los trabajos metapsicológicos del ’15 aportan nuevos elementos para el análisis de la problemática de lo pulsional. Mientras que “Pulsiones y destinos de pulsión” introduce los destinos de la pulsión anteriores a la represión (mudanza en lo contrario y vuelta sobre la propia persona), “La represión” y “Lo inconciente” plantean el desdoblamiento entre el representante psíquico de la pulsión y el monto de afecto (FREUD, 1915). Se recortan otros dos ejes posibles de investigación. Por un lado, los denominados “destinos previos” posibilitan interrogar, a través del par de opuestos sadismo-masoquismo, el lugar formal del dolor en la teoría psicoanalítica. Por otro, la distinción entre el representante psíquico de la pulsión y su investidura permite precisar la función que le cabe al monto de afecto en tanto factor cuantitativo.

El problema planteado por el dolor se articula con la dificultad no sólo clínica sino también conceptual que para Freud representan el sadismo y el masoquismo. Recordemos que durante la época de la metapsicología de 1915 Freud trabaja con la hipótesis de que lo primario es el sadismo. Éste es el elemento correspondiente a la pulsión en tanto “pulsión de apoderamiento”, y de ahí su valor de instrumento de adaptación al inscribir el placer en la dominación de los objetos (FREUD, 1905). Desde esta perspectiva, el sadismo es solidario de la estructura misma de la pulsión sexual. Pero a diferencia de la pulsión de apoderamiento, el objeto del sadismo no es cualquiera: es, precisamente, el sufrimiento del otro (MASOTTA, 1980). Con “Pulsiones y destinos de pulsión” surge la pregunta: ¿cómo podría buscarse el dolor del otro si no hubiera un registro del dolor en el propio cuerpo? (FREUD, 1915) No habría posibilidad, entonces, de pensar al sadismo sin postular una experiencia masoquista previa. Se anticipa el desarrollo que tomará cuerpo en 1924 con la postulación del masoquismo erógeno primario (FREUD, 1920).

Por otro lado, el problema del afecto reconoce antecedentes muy tempranos en la producción freudiana. En el “Proyecto de psicología” Freud construye dos modelos ficcionales para intentar formalizar la constitución del aparato psíquico: la vivencia de satisfacción y la vivencia de dolor. Ambas vivencias comparten un común denominador: la elevación de la tensión en el aparato establece la tendencia a la descarga a través de “vías facilitadas”. No obstante, Freud subraya que “el dolor deja como secuela unas facilitaciones de particularísima amplitud” (FREUD, 1895, 366). Asimismo, para el caso de la vivencia de dolor, la marca que ordena el recorrido de la descarga es la imagen mnémica de la percepción del objeto hostil, mientras que el resto que le corresponde es el “afecto”. El dolor, en tanto efecto del fracaso de los dispositivos biológicos, resultará ser “el más imperioso de todos los procesos” (FREUD, 1895, 351). Reaparece en la obra de Freud posteriormente, con la conceptualización de la pulsión, a través de dos vías.

La primera es el lugar central que tiene la fuente de la pulsión en su conexión con la satisfacción. Con la fuente se reintroduce en Freud el lugar problemático de lo somático, y es en ella que se apoya el valor autoerótico de la pulsión. La satisfacción de la pulsión, en su dimensión paradójica, desconecta definitivamente a la ganancia de placer de la descarga, asociándola a un plus que se aloja en el aparato planteando una “magnitud de exigencia de trabajo” estructural  (FREUD, 1915). Al mismo tiempo, ubica a la fuente como una marca sostenida en el “órgano” de la pulsión, marca diferente de aquella que orientaba el recorrido del deseo. Su valor conceptual requerirá de extensos y complejos recorridos, que culminarán en el concepto de masoquismo.

La segunda vía es la que Freud formaliza en “La represión”, conectando la pulsión con el “monto de afecto”, que permitirá situar posteriormente el valor pulsional de la angustia (FREUD, 1915). Surge en este punto la interrogación acerca del estatuto de los dos elementos que Freud ubica como modos de inscripción de la pulsión en el aparato psíquico, el representante psíquico y el monto de afecto: ¿son éstos solidarios de aquellas dos marcas que sostenían la dirección de las investiduras en las vivencias de satisfacción y de dolor, respectivamente?

Estas marcas adquieren un valor singular a partir de su inscripción en el “complejo del semejante”, el cual delimita un registro del cuerpo propio, esa parte no asimilable, como un cuerpo no simbolizado, que sostiene el valor de lo hostil y que conformará el núcleo mismo del yo. El afecto “es algo que se connota en una cierta posición del sujeto por relación al ser (…) , en tanto que en el interior de lo simbólico representa una irrupción de lo real perturbador”, señala Lacan (LACAN, 1959, 14/01/59). Es esta significación del afecto y del dolor la que permite su articulación con el desamparo o indefensión en Freud, y con el dolor de existir en Lacan (2).

Notas:

1- “Las ‘patologías actuales’ y los diques pulsionales”. Laznik, David y otros. En IX Anuario de Investigaciones, Bs. As., Facultad de Psicología (U.B.A.), 2002.

2- “Configuraciones de la transferencia: masoquismo y separación”. Laznik, David. En Revista Universitaria de Psicoanálisis, Volumen 3, Bs. As., Facultad de Psicología (U.B.A.), 2003

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