Aristóteles – DE LA MEMORIA Y EL RECUERDO


capítulo II
Nos resta ahora hablar del recuerdo. En primer lugar, hemos de admitir
corno punto de partida las verdades que hemos establecido en nuestra
anterior exposición 33. Porque el recuerdo no es ni la recuperación ni la
adquisición de la memoria. Pues, cuando uno por vez primera aprende o
recibe una impresión sensible, no recupera uno ninguna memoria 34 —pues
33 1 Aristóteles parece referirse al capítulo I de este mismo tratado.
34 2 Esta afirmación de Aristóteles pretende ser una refutación de la teoría de Platón, que no ha habido ninguna anteriormente—, ni la adquiere uno por primera vez; solamente en el momento en que el estado o la afección se producen en el interior hay memoria; de manera que la memoria no se produce al mismo tiempo que la afección originaria. Además, tan pronto como la afección ha entrado completamente en el órgano sensitivo individual y último, la afección —o el conocimiento, si es que alguien puede llamar al estado o
afección al conocimiento, ya que nada hay que pueda impedir que nuestro
recuerdo verse accidentalmente sobre algunos objetos de nuestro
conocimiento— está ya presente en el sujeto afectado; pero, la memoria
propiamente no se ha fijado hasta que ha transcurrido un tiempo; ya que uno
recuerda en el presente lo que uno ha visto o ha padecido en el pretérito; no
se puede recordar en el presente lo que uno experimenta en el presente.
Además, es evidente que es posible recordar cosas que uno no tiene presente
en el momento, pero que uno ha percibido o padecido hace mucho. Pero,
cuando uno recupera algún conocimiento anterior, alguna sensación o
experiencia, el estado continuado de lo que antes hemos descrito como
memoria, este proceso, por tanto, es el recuerdo de uno de los objetos
antedichos. No obstante 35, el proceso del recuerdo implica la memoria y va
acompañado de memoria. Tampoco es verdadero decir, sin ninguna
calificación o determinación ulterior, que el recuerdo es introducir de nuevo
algo que ya antes existía en nosotros; en un sentido, es esto verdadero, pero
no lo es en otros; pues es posible que un mismo hombre aprenda o descubra
una misma cosa dos veces. Así pues, el recuerdo debe diferir de estos actos;
debe implicar algún principio originario fuera de aquel a partir del cual
aprendemos por vez primera.
Los actos del recuerdo tienen lugar, cuando un movimiento o impulso sucede
naturalmente a. otro; si la secuencia es necesaria, es evidente que quienquiera
que experimente un movimiento o impulso, experimentará también el
siguiente; pero, si la secuencia no es necesaria, sino simplemente habitual o
fruto de costumbre, la segunda experiencia se seguirá de ordinario. Pero,
ocurre que algunos impulsos nos vienen a ser habituales más fácilmente por
una única experiencia que otros a partir de muchas; y así, recordamos
algunas cosas que tan sólo hemos visto una vez mejor que otras que hemos
visto muchas veces. Cuando recordamos, pues, re experimentamos uno de
identificaba el proceso de «aprender» con el proceso del «recordar».
35 1 Esta adversativa supone un inciso previo, a saber, «aunque la memoria no implique el recuerdo. . .» nuestros primeros movimientos o, impulsos, hasta que al fin experimentamos también lo que habitualmente les precede. Por esta razón, seguimos ordenada y continuadamente el rastro cuando pensamos, partiendo del presente o de alguna otra cosa, o bien de algo semejante o contrario a lo que buscamos, o bien de algo íntimamente relacionado con ello. De esta manera tiene lugar el recuerdo; pues los movimientos o impulsos que nacen de estas experiencias son a veces idénticos y a veces simultáneos con los de lo que buscamos, y aun a veces forman parte de ello; de manera que la parte restante que nosotros experimentamos luego de ésta es relativamente pequeña.
Esa es la manera en que los hombres intentan recordar, como también la
manera en que recuerdan, aun cuando no lo intenten: es decir, cuando un
movimiento o impulso se sigue o sigue a otro. Hablando en general, cuando
otros impulsos o movimientos, tales como los que hemos mencionado, se han
despertado o han sido excitados antes, se sigue o produce el impulso o
movimiento particular. No necesitamos investigar de qué manera
recordamos, cuando los extremos de» las series están muy alejados, sino
solamente cómo lo hacemos cuando estos extremos están muy próximos; es,
en efecto, evidente que el método es idéntico en ambos casos, es decir,
siguiendo una cadena de sucesión continua, sin una búsqueda previa o un
recuerdo. Porque, por costumbre o hábito, los impulsos o movimientos se siguen unos a otros, ordenadamente 36. Así pues, cuando un hombre desea
recordar algo, este será el método que debe seguir; intentará hallar un punto
de partida para un movimiento o impulso que le conduzca al que él busca.
Por esta razón los actos del recuerdo consiguen una más rápida realización y
un éxito más completo, cuando parte del comienzo de una serie; porque,
igual que los objetos están relacionados entre sí por un orden de, sucesión, así
también lo están los impulsos o movimientos. Los sujetos que poseen un
determinado orden interno o síquico, análogo al de los problemas y
cuestiones matemáticas, son los que más fácilmente recuerdan; los sujetos
psíquicamente desordenados recuerdan con dificultad. Aquí es donde está la
diferencia entre recordar y aprender de nuevo: que, en el primer caso, uno
será apto para llegar, de alguna manera, por su propio esfuerzo, al término
siguiente al punto de partida. Cuando uno no puede hacer esto por sí mismo,
sino que necesita la mediación de otro agente, éste ya no recuerda.
36 1 Este determinado orden impuesto por el hábito es distinto del orden impuesto por la naturaleza.
Sucede a menudo que uno no puede recordar de momento, pero puede
conseguirlo buscando y acaba por hallar lo que quería. Esto tiene lugar,
iniciando muchos movimientos o impulsos, hasta que al fin uno inicia uno de
tal clase, que conducirá efectivamente al objeto de su búsqueda. Porque el
recuerdo consiste en la existencia potencial, en la mente, del estímulo
efectivo; y éste, como se ha dicho, de tal manera que el sujeto es movido o
estimulado desde el mismo impulso y de los demás estímulos que él contiene
en sí mismo. Pero, se debe asegurar el punto de partida. Por esta razón
algunas personas parecen recordar, partiendo de los lugares. La razón de esto
se halla en que ellos pasan rápidamente de un eslabón de la cadena continua
al siguiente; por ejemplo, de la leche a lo blanco, de lo blanco al aire, del aire a
lo húmedo; de lo cual uno recuerda el otoño, si era ésta la estación que
buscaba. Hablando en general, el punto medio parece ser el mejor para
comenzar; porque uno recordará cuando llegue a este punto, sino antes, o
bien no recordará ya partiendo de ningún otro. Por ejemplo 37, supongamos
que uno esté pensando en una serie, que puede representarse por las letras
ABCDEFGH; si uno recuerda lo que quiere en la A, puede sin embargo
recordarlo en la E; porque, a partir de este punto es posible moverse en una y
otra dirección, es decir, hacia la D o hacia la F. Si uno no quiere uno de éstos,
recordará siguiendo su camino hacia la F, si lo que quiere es G o H. Si no,
sigue su camino hacia la D38. Siempre se obtiene éxito completo de esta
manera. La razón por la que a veces recordamos y otras veces no, aun
partiendo del mismo punto, es que es posible moverse desde un punto de
partida idéntico a varios puntos distintos; por ejemplo, desde C podemos ir
directamente a F o solamente a D.
Si uno no se mueve por un camino antiguo, el movimiento de uno tiende a lo
más habitual o acostumbrado; pues, en este caso la costumbre o el hábito
tiene las veces de la naturaleza. Por eso recordamos rápidamente las cosas
que frecuentemente están en nuestro pensamiento; porque, igual que en la
naturaleza una cosa sigue a otra, así ocurre también en la actualización de
37 1 Junto con W. S. Hett, M. A., seguimos el texto y la traducción que de este fragmento de W. D. Ross, en sus comentarios al «Del sentido y lo sensible» y al «De la memoria y el recuerdo». Existen también otras interpretaciones, que nos han parecido menos convincentes.
38 2 Podría admitirse el paso o movimiento directo de A a H, cuando no es posible avanzar desde C a H, porque, como ha dicho antes ya el mismo Aristóteles, lo más esencial al éxito es el determinar el punto correcto o exacto del que hay que partir.
estos estímulos; y la frecuencia o iteración tiene las veces de la naturaleza.
Pero, puesto que en los fenómenos puramente naturales, algunas cosas tienen
lugar de manera contraria a la naturaleza, y se deben al azar, más aún ocurre
así en el orden de los hábitos, a quienes el término natural no corresponde en
el mismo sentido; de manera que la mente es impulsada o movida a veces no
sólo en la dirección requerida, sino también de otra manera, especialmente
cuando la aparta alguna cosa de su dirección y la vuelve hacia sí misma. Por
esta razón, cuando queremos recordar un nombre, recordamos fácilmente
alguno parecido, pero fallamos en el enunciado del que queremos.
El recuerdo, pues tiene lugar de esta manera.
Ahora bien, el punto más importante es conocer el tiempo, sea con exactitud,
sea de una manera indeterminada. Admitamos que se posee una facultad por
la que se puede distinguir el tiempo mayor o menor; es natural suponer que
podemos distinguir estos tiempos, igual que distinguimos las magnitudes. La
mente, en efecto, no piensa a distancia en las cosas grandes extendiéndose
hasta ellas, como piensan algunos que opera la vista —ya que la mente
pensará igualmente en ella, si ellas no están allí—, sino que uno piensa en
ellas por medio de un movimiento proporcionado de la mente; pues, hay en
la mente movimiento y figuras semejantes. ¿De qué manera, pues, cuando la
mente piensa en cosas grandes, diferirá su pensar en ellas de su pensar en
cosas pequeñas? Todas las cosas internas, en efecto, son más pequeñas y
como proporcionadas a las de fuera. Quizá, igual que podemos suponer que
hay en el hombre algo proporcionado a las formas 39, podamos también
suponer que hay en él algo análogamente proporcionado a sus distancias. Por
ejemplo, si uno experimenta los movimientos AB, BE, este tal puede imaginar
CD; porque AC y CD están en la misma relación que AB y BE. ¿Por qué, pues,
imagina uno más fácilmente CD que FG? Probablemente porque A es a AC lo
que H es a I. Ahora bien, este tiene sus movimientos o estímulos
simultáneamente. Ahora bien, si quiere imaginar FG, conserva en la mente,
pero, en lugar de la razón H/I, piensa la razón K/L; ya que éstas guardan la
misma relación que FA a BA40.
39 1 Existe, dice, en el hombre, algo que es proporcionado a las formas, a saber, a las formas de los objetos externos.
40 2 Es difícil saber a qué figura o representación geométrica hace alusión Aristóteles en esta ejemplificación. Si suponemos que esta figura es la que damos nosotros, de acuerdo con lo que dice W. S. Hett, en la edición de Hainemann, Harvard, el argumento habría que
entenderlo así: si se piensa en la razón AB/BE, se puede pasar directamente a la razón.
Así pues, cuando el impulso relativo al hecho y el impulso relativo a su
tiempo, tienen lugar juntos, uno recuerda actualmente. Si uno piensa que
experimenta sus impulsos o movimiento sin hacer esto, piensa que recuerda;
porque no hay nada que impida que un hombre se engañe respecto a esto, ni
nada que le impida suponer que recuerda, cuando no hay tal. Pero, cuando
un hombre recuerda actualmente, no puede suponer que no lo hace, y
recordar sin ser consciente de ello; porque el recuerdo, según hemos visto,
esencialmente implica la conciencia. Pero, si el impulso o movimiento que
dice referencia al hecho tiene lugar separadamente del movimiento relativo al
tiempo del mismo, o al revés, no se recuerda.
El impulso o movimiento relativo al tiempo es de dos clases. A veces uno
recuerda un hecho, sin una exacta estimación de tiempo, tal como que uno
hizo tal y tal cosa antes de ayer, y a veces uno recuerda con una estimación
exacta del tiempo. Los hombres acostumbran a decir que recuerdan un
suceso, pero que no saben cuándo ocurrió, cuando ellos no conocen
exactamente la longitud del período de tiempo transcurrido.
Hemos dicho antes que los que tienen buena memoria no son los mismos que
los que recuerdan rápidamente. El recordar difiere de la memoria, no
solamente en el aspecto del tiempo, sino también porque, mientras que
muchos otros animales participan de la memoria, se puede decir que ninguno
de los animales conocidos, excepto el hombre, puede recordar. Por esta razón
el recordar es como una especie de silogismo o inferencia; pues, cuando un
hombre recuerda, infiere o deduce que él antes ha visto, ha oído o ha
experimentado algo de aquella clase, y el proceso de recordar es una especie
de búsqueda. Este poder o capacidad sólo puede corresponder por naturaleza
a animales que posean la facultad de la deliberación; ya que también la
AC/CD; porque según la figura dada, se conoce la razón AC/AB, que podemos llamar H/I. Pero, para proceder a la razón AF/FG, se debería primero determinar la razón K/L, es decir, la razón FA/BA, la cual es desconocida, porque cae fuera de la figura dada y conocida.
Deliberación es una especie de inferencia.
Que la experiencia es en algún sentido del orden físico y que el recuerdo es
una búsqueda de una imagen o pintura mental que se halla asimismo en el
orden físico, se demuestra por el malestar o molestia de que dan muestras
algunos hombres cuando, a pesar de una intensa concentración, no consiguen
recordar, malestar que además persiste incluso una vez han abandonado ellos
todo intento de recordar, especialmente en el caso de los temperamentos
melancólicos; ya que estos temperamentos se ven especialmente afectados
por las imágenes o pinturas mentales. La razón de que el recordar no esté al
alcance de su mano o su poder está en que, igual que cuando los hombres
lanzan piedras no está muy al alcance de su capacidad el pararlas ya, así el
hombre que se ha concentrado en el recuerdo y en la búsqueda pone en
movimiento una parte del cuerpo, en la cual reside la afección. Y los que
sufren mayores molestias de esta clase son los que tienen humedad en torno a
las regiones sensitivas; porque la humedad, una vez puesta en movimiento,
no se para fácilmente hasta que el objeto buscado recobra de nuevo su fuerza
y el impulso sigue una línea recta. También por esta razón, los de
temperamento explosivo o los tímidos, cuando ellos han producido una vez
un impulso o movimiento, no cejan ya aun cuando sus sujetos les opongan
movimientos contrarios, sino que siguen en su actividad y dirección
originaria, pese a éstos. Esta afección es análoga a lo que ocurre en el caso de
los nombres, tonadas y refranes, cuando alguno de ellos ha estado muchas
veces en nuestros labios; pues, aun cuando arranquemos el hábito y no
queramos repetirlos más, nos encontramos continuamente cantando o
pronunciando aquellos sonidos familiares.
Las personas que tienen sus extremidades excesivamente largas y las que son
enanas tiene la memoria más pobre que sus opuestas, porque acarrean un
gran peso en su órgano perceptivo, y sus impulsos o movimientos no pueden
desde el comienzo conservar su dirección, sino que encuentran impedimentos
para ello, y no pueden moverse fácilmente en línea recta en su
proceso recordativo. Los muy jóvenes y los muy viejos tienen memorias de
inferior calidad o categoría, debido al gran número de fuerzas que hay en
ellos en actividad; los últimos, en efecto, están ya en un estado de rápida
decadencia o decaimiento, y los primeros están en un estado de rápido
crecimiento o desarrollo; los niños pequeños son además semejantes a los
enanos, hasta tanto que han avanzado en edad.
De esta manera damos fin a nuestra explicación o exposición de la memoria y
el recuerdo. Exposición de cuál es su naturaleza, y de cuál es la parte del alma
con que los animales pueden tener memoria. También acerca del recuerdo,
hemos dicho qué era, de qué manera tiene lugar y por qué razones.