Aspectos de los precursores de la (mala) salud mental

Existen muchos modelos, casi todos ellos procedentes del
campo de la psicología laboral y organizativa, que permiten
identificar a los precursores de la mala salud mental.
Estos
precursores reciben a menudo el nombre de “factores
estresantes”. Los modelos difieren en su ámbito y, en relación
con ello, en el número de dimensiones estresantes identificadas.
Un modelo relativamente simple es el de Karasek (Karasek y
Theorell 1990), que describe sólo tres dimensiones: demandas
psicológicas, amplitud del margen de toma de decisiones (que
abarca la discreción respecto al uso de las destrezas y la
autoridad de decisión) y el apoyo social. El modelo de Warr
(1984) es más elaborado y posee nueve dimensiones:
oportunidad de control (autoridad de decisión), posibilidad para
el uso de habilidades (discreción respecto al uso de las destrezas),
objetivos generados externamente, (demandas cuantitativas y
cualitativas), variedad, claridad ambiental (información acerca
de las consecuencias del comportamiento, disponibilidad de
retroinformación, información sobre el futuro, información
sobre el comportamiento exigido), disponibilidad de dinero,
seguridad física (escaso riesgo físico, ausencia de peligro),
posibilidad de contacto interpersonal (requisito previo para el
apoyo social) y posición social valorada (valoración de la
posición social desde las perspectivas cultural y por terceros,
evaluaciones personales de la importancia). De lo expuesto se
deduce que los precursores de la (mala) salud mental son, en
general, de carácter psicosocial y guardan relación con el
contenido del trabajo, así como con las condiciones de trabajo y
de empleo y con las relaciones (formales e informales) en el
trabajo.
Los factores de riesgo ambientales de la (mala) salud mental
suelen provocar efectos a corto plazo,
como cambios del estado
de ánimo y del afecto del tipo de sentimientos de placer o entusiasmo
o un estado de ánimo depresivo. Estos cambios van
acompañados a menudo de cambios de comportamiento.
Pensemos en la inquietud, en el afrontamiento paliativo (p. ej., el
consumo de alcohol) o en la evitación, así como en los comportamientos
de resolución activa de problemas. Estos afectos y
comportamientos también van acompañados generalmente de
cambios psicológicos, que indican un estado de alerta y, a veces,
también una alteración de la homeostasia. Cuando uno o más
de estos factores estresantes se mantiene activo, las respuestas
reversibles a corto plazo pueden originar modificaciones más
estables y menos reversibles de la salud mental, como el agotamiento,
las psicosis o un trastorno depresivo mayor. Las situaciones
sumamente amenazadoras pueden causar, incluso de
forma inmediata, un trastorno mental crónico (p. ej., TPET),
difícil de contrarrestrar.
Las características de la persona pueden interactuar con
factores psicosociales de riesgo en el trabajo y exacerbar o amortiguar
sus efectos. La capacidad (percibida) de afrontamiento
puede no sólo moderar o mediar los efectos de los factores de
riesgo ambientales, sino también determinar la evaluación por el
individuo de dichos factores. Parte del efecto de éstos en la salud
mental se debe a este proceso de evaluación.
Las características de la persona (p. ej., su forma física) no
solamente pueden actuar como precursores en el desarrollo de la
salud mental, sino también cambiar como consecuencia de los
efectos.
Así, la capacidad de afrontamiento puede, por ejemplo,
aumentar a medida que el proceso de afrontamiento progresa
con éxito (“aprendizaje”). Por otra parte, los problemas de salud
mental prolongados a menudo reducirán a la larga esa capacidad
de afrontamiento.