Biografía Abraham Karl (Bremen 1877 -Berlín 1925)

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El nombre de Karl Abraham es indisociable de la historia de la gran saga Freudiana. Miembro de la generación de los discípulos de] padre fundador, desempeñó un papel pionero en el desarrollo del psicoanálisis en Berlín. Implantó la clínica Freudiana en el dominio de] saber psiquiátrico, transformando de tal modo el tratamiento de las psicosis -esquizofrenia y psicosis maníaco-depresiva (melancolía)-. Elaboró también una teoría de los estadios de la organización sexual en la que se inspiró Melanie Klein, quien fue su discípula. Formó a numerosos analistas, entre ellos Helene Deutsch, Edward Glover, Karen Horney, Sandor Rado, Ernst Simmel. Nacido en Bremen el 3 de mayo de 1877, en una familia de comerciantes judíos instalados en el norte de Alemania desde el siglo XVIII, Abraham era un hombre afable, cálido, inventivo, elocuente y polígloto (hablaba ocho idiomas). Durante toda su vida siguió siendo un ortodoxo de la doctrina psicoanalítica, una «peña de bronce» según las palabras de Sigmund Freud. Fue en la Clínica del Burghölzli, donde era asistente de Eugen Bleuler junto con Carl Gustav Jung, donde comenzó a familiarizarse con los textos vieneses. En 1906 se casó con Hedwig Bürgner. Tuvo con ella dos hijos y analizó a la hija, Hilda Abraham (1906-1971), describiendo su caso en un artículo de 1913 titulado «La pequeña Hilda, ensueños y síntomas en una niña de 7 años». Hilda Abraham iba a convertirse en psicoanalista y redactó una biografía inconclusa del padre. Como no tenía ninguna posibilidad de hacer carrera en Suiza, Abraham se instaló en Berlín en 1907. El 15 de diciembre se dirigió a Viena para realizar su primera visita a Freud. Ése fue el comienzo de una bella amistad y de una larga correspondencia -quinientas cartas entre 1907 y 1925- que sólo se conoce en parte. Publicada en 1965 por Ernst Freud e Hilda, esa correspondencia ha sido lamentablemente amputada de numerosas piezas, sobre todo de intercambios acerca de los sueños de Hilda, sobre los conflictos con Otto Rank en el Comité Secreto, y también sobre los desacuerdos entre los dos hombres. En 1908, junto con Magnus Hirschfeld, Ivan Bloch (1872-1922), Heinrich Körber y Otto Juliusburger, Abraham creo un primer círculo que, en marzo de 1910, se convirtió en la Sociedad Psicoanalítica de Berlín, de la cual fue presidente hasta su muerte. En 1909 comenzó a sostenerla Max Eitingon, y de tal modo, con la creación del Berliner Psychoanalytisches Institut, se inició la historia de] movimiento psicoanalítico alemán, el cual, como se sabe, fue diezmado por el nazismo a partir de 1933. Durante la Primera Guerra Mundial, después de haber sido miembro del Comité Secreto, Abraham digirió los asuntos de la International Psychoanalytical Association (IPA), de la que fue secretario en 1922, y presidente en 1924. De modo que se trata de uno de los grandes militantes del movimiento, como clínico y como organizador y docente. La obra de este fiel se construyó en función de los progresos de la obra del maestro. Más clínico que teórico, Abraham escribió artículos claros y breves en los que prevalece la observación concreta. Hay que distinguir tres épocas. Entre 1907 y 1910, se interesó en una comparación entre la histeria y la demencia precoz (que aún no se denominaba esquizofrenia), y en la significación del trauma sexual en la infancia. Durante los diez años siguientes estudió la psicosis maníaco-depresiva, el complejo de castración en la mujer y las relaciones del sueño con los mitos. En 1911 publicó un importante estudio sobre el pintor Giovanni Segantini (1859-1899), afectado por trastornos melancólicos. En 1912 redactó un artículo sobre el culto monoteísta de Atón, que Freud utilizó en Moisés y la religión monoteísta, olvidando citar a su discípulo. Finalmente, en el tercer período describió los tres estadios de la libido: anal, oral, genital. Enfermo de enfisema, Karl Abraham murió a los 48 años, el 25 de diciembre de 1925, como consecuencia de una septicemia consecutiva a un absceso pulmonar sin duda causado por un cáncer. Esta muerte prematura fue experimentada como un verdadero desastre por el movimiento Freudiano, y sobre todo por Freud, quien asistió impotente a la evolución de la infección, no vacilando en escribirle: «Me entero por Sachs con sorpresa, pero también con disgusto, que su enfermedad no ha concluido. Esto no concuerda con la imagen que tengo de usted. Sólo me lo imagino trabajando sin cesar, indefectiblemente. Experimento su enfermedad como una especie de competencia desleal, y le ruego que la interrumpa lo antes posible. Espero novedades suyas a través de sus allegados directos.»