Biografía Binswanger Ludwig (1881-1966)

Biografía Binswanger Ludwig (1881-1966)

Binswanger Ludwig (1881-1966) Psiquiatra suizo

Intentó una síntesis entre psicoanálisis y fenomenología, donde la segunda predomina claramente sobre el primero. Proveniente de una familia de psiquiatras propietaria de la clínica de Kreuz1ingen, cerca del lago Constanza, sigue a la vez estudios médicos y filosóficos en Lausana y Heidelberg. En Zurich, adonde luego se traslada, es alumno y luego asistente de E. Bleuler en el hospital psiquiátrico del Burghölz1i. Allí conoce a C. Jung, al que acompaña a Viena en 1907 para encontrarse ahí con S. Freud y comenzar una formación psicoanalítica. Esta formación lo llevará a la comisión directiva de la Sociedad Suiza de Psicoanálisis en 1919. Mientras dirige la clínica familiar, se interesa cada vez más en la fenomenología de E. Husserl y luego de M. Heidegger, para aplicarla a la observación clínica y al estudio psicopatológico de sus enfermos, de los que publica algunos casos que se han vuelto célebres, en particular los de Suzan Urban y de Ellen West. Esta última observación es largamente presentada en Extstence (trad. ingl. Clarion Books, 1967) como un modelo del análisis existencial que preconiza Binswanger. Para él, el psiquiatra debe reconstituir y comprender fenomenológicamente el mundo de la experiencia interna de su enfermo si quiere intentar curarlo. El «ser-en-el-mundo», el «Dasein» (Heidegger), debe permanecer en el centro de este análisis que Binswanger desarrolló largamente en sus seis artículos de los Archivos suizos de neurología y psiquiatría, a propósito de la conciencia, o, más precisamente, del «mundo maníaco», de la fuga de ideas (Über Ideenflucht, serie de artículos de 1930 a 1932, publicados bajo este título en 1933). Al mismo tiempo que se aleja cada vez más de la ortodoxia psicoanalítica, Binswanger permanece fiel hasta el fin a Freud, a quien dedica su último libro de recuerdos (Erírmerungen an Sigmund Freud). Artículos importantes fueron reagrupados, publicados (1947) y traducidos al francés bajo el título Introduction a l’analyse existentielle (1971; reed. 1989). Los trabajos más notables son Einführung in die Probleme der allgemeinen Psychologie (1922), Grundformen und Erkenntnis menschlichen Daseins (1942), Schizophrenie (1957). En este últímotrabajo se encuentraLeCas Suzan Urban (trad. fr. en 1957, prologado por Binswanger).

Nacido en Kreuzlingen, en la orilla suiza del lago de Constanza, Ludwig Binswanger descendía de una dinastía de psiquiatras. Su abuelo, Ludwig Senior (1820-1880), provenía de una familia judía de Osterberg, Baviera. Abandonó Alemania en 1850 para dirigir el Hospital Psiquiátrico Estatal de Munsterlingen, en Suiza. Poco después de asumir esa función compró el terreno de una ex imprenta en Kreuzlingen para fundar la clínica psiquiátrica de Bellevue, en concordancia con concepciones que su hijo, Robert, y su nieto, Ludwig, reconocieron como revolucionarias en su momento. Desde el principio, la clínica se caracterizó por la proscripción de todos los medios de coerción, tan frecuentes en la época. Además su fundador introdujo técnicas nuevas, poniendo sobre todo al servicio de los enfermos el ambiente familiar del médico, práctica que autoriza a hablar, según los términos de Ludwig Binswanger al evocar a su abuelo, de «terapia familiar en el sentido estricto de la palabra». Mucho antes de encontrarse con Ludwig Binswanger, Sigmund Freud conocía la reputación de la clínica de Bellevue, a la cual ya había derivado pacientes; Joseph Roth (1894-1939) la evocó como sigue en La marcha de Radetzky: la casa de salud del lago de Constanza, donde se atendía con cuidados presurosos, pero dispendiosos, a los alienados de los ambientes de buen pasar, acostumbrados a los mimos, y que los enfermeros trataban con una delicadeza de comadrona». Mucho más tarde, en 1933, el escritor francés Raymond Roussel (1877-1933) habría residido en la clínica de Bellevue, según la decisión que había tomado, si no se hubiera detenido definitivamente en Palermo, por donde quiso pasar antes de dirigirse a Suiza. El tío de Ludwig Binswanger, Otto Binswanger (1852-1929), que atendió a Friedrich Nietzsche (1844-1900) y conoció a Freud en 1894, en un congreso en Viena, publicó trabajos sobre la histeria y la parálisis general. Designado profesor en Jena, acogió a su sobrino entre 1907 y 1908 en su servicio de la clínica psiquiátrica de esa ciudad, donde el joven Ludwig, por otra parte, iba a conocer a su futura esposa, Hertha Buchenberger. Ludwig Binswanger fue educado en el marco de las normas de su tiempo y su ambiente social. es decir, antes que nada en el respeto a la ley dictada por el padre, Robert Binswanger (1850-1910), que había sucedido a su propio padre, Ludwig Senior, en la dirección de la clínica. Muy pronto el joven Ludwig eligió llegar a ser psiquiatra para suceder a su vez al padre. Entre 1900 y 1906 realizó estudios de medicina, pero también de filosofía, en Lausana, Zurich, Heidelberg, y de nuevo en Zurich. En esa época conoció a Eugen Bleuler, por quien sentía una admiración inmensa, lo mismo que muchos jóvenes psiquiatras de su generación. No tardó en trabajar como asistente voluntario en el Burghölzli, la clínica zuriquesa donde conoció a Karl Abraham, Max Eitingon y Carl Gustav Jung. Bajo la dirección de este último elaboró una tesis sobre las asociaciones verbales. En esa época todo el equipo del Burghölzli estaba apasionado con el descubrimiento Freudiano, y Zurich estaba convirtiéndose en el segundo centro mundial del psicoanálisis después de Viena. En enero de 1907 Jung realizó su primera visita a Freud, acompañado por su mujer Emma y el joven Ludwig Binswanger. Éste no ocultó su deseo de ser iniciado en el psicoanálisis. El relato por Binswanger de ese primer encuentro traduce la simpatía espontánea y recíproca que se estableció entre los dos hombres. Por un lado, el maestro, figura paterna afable y tolerante, muy diferente del padre de Ludwig, autoritario, y por otro lado el joven médico, veinte años menor que él, y tan dotado ya. A continuación de esta visita, impulsado por el entusiasmo que le suscitaban Freud y sus ideas, Ludwig Binswanger, que sólo tenía un conocimiento libresco del psicoanálisis, tomó a su primera paciente psicoanalítica mientras estaba en el servicio de su tío en Jena. En diciembre de 1910, después de la muerte del padre, Ludwig Binswanger asumió la dirección de la clínica. Durante algunos años consideró el psicoanálisis como el recurso absoluto para todas las categorías de pacientes. Sólo más tarde se mostró más mesurado: «…diez años de labor y decepciones han sido el precio que debí pagar para llegar a reconocer que sólo una parte determinada de nuestros pacientes institucionales pueden ser abordados con un análisis». La atracción creciente que sobre él ejercía la filosofía, su curiosidad y la asidua relación con intelectuales y artistas de su tiempo (entre ellos Martin Buber [ 1878-1965], Ernst Cassirer [1874-1945], Martin Heidegger [1889-1976], Edmund Husserl [1859-1938], Karl Jaspers [1883-1969], Edwin Fischer, Wilhelm Furtwängler, Kurt Goldstein [1878-1965] y Eugéne Minkowski) lo llevaron a desarrollar una concepción distinta del camino Freudiano. Pero este distanciamiento no lo hizo renunciar a la teoría. Su respeto, su admiración a Freud y su amistad con él siguieron intactos a lo largo de los años, de lo cual da testimonio su intervención del 7 de mayo de 1936, en ocasión del octogésimo cumpleaños de Freud, pero también su texto de 1956, destinado a la conmemoración del centenario del nacimiento del creador del psicoanálisis, un trabajo titulado «Mi camino hacia Freud». Pero, ante todo, es la correspondencia entre los dos hombres la que da prueba del carácter excepcional de su relación. Aunque Freud, arrastrado por las primeras turbulencias del deterioro de su relación con Jung, formuló un juicio reservado sobre Binswanger, sobre todo en una carta del 30 de mayo de 1912, en la que relató a Sandor Ferenczi la famosa visita a Kreuzlingen, considerada por Jung como una ofensa deliberada, la nota dominante estuvo siempre impregnada de amistad, confianza y respeto por el psiquiatra suizo. El 11 de enero de 1929 Freud le escribió: «A diferencia de tantos otros, usted no ha permitido que su evolución intelectual, que cada vez lo sustrae más a mi influencia, destruya nuestras relaciones personales, y no puede saber hasta qué punto una delicadeza tal le hace bien a un hombre -a pesar de la indiferencia que entraña la edad, que usted tanto celebra». En 1911, Binswanger concibió el proyecto de escribir una obra acerca de la influencia de Freud sobre la psiquiatría clínica. No obstante, se dio cuenta de que semejante empresa exigía conocimientos de los que él carecía. En consecuencia, decidió proceder en dos etapas. El primer volumen estaría dedicado al examen de los fundamentos de la psicología en general, y el segundo abordaría el núcleo de la cuestión. Pero este último no apareció nunca, aunque los capítulos se acumulaban y eran el tema de la correspondencia con Freud. Mientras tanto, Binswanger se volvió hacia la filosofía, primero la de Henri Bergson (1859-1941), pero sobre todo la fenomenología de Edmund Husserl, que exploró sistemáticamente antes de encontrarse con el filósofo en agosto de 1923. Ese encuentro hizo que doblaran las campanas para el gran proyecto epistemológico, y marcó el nacimiento de una nueva perspectiva, en la forma de una hermenéutica en la cual Binswanger se esforzó por inscribir la interpretación Freudiana. Cerca de cuarenta años más tarde, Henri F. Ellenberger, en el marco de un artículo dedicado a la obra de Paul Ricoeur sobre la hermenéutica Freudiana, confrontó las dos trayectorias, la de Binswanger y la de Ricoeur, reconociéndole a Binswanger el mérito de haber sido el primero, y el único en su tiempo, en reconocer la existencia de una hermenéutica Freudiana basada en la experiencia, distinta de las hermenéutica filológica, teológica o histórica. En un primer momento, fue bajo el efecto de esta influencia husserliana como Binswanger desarrolló su método terapéutico, el análisis existencial (Daseinanalyse), que él ilustró particularmente con la publicación del caso «Susan Urban». A partir de 1927, fecha de la aparición del libro Sein und Zeit de Martin Heidegger, dio un nuevo giro a sus pensamientos, abandonando la perspectiva estrechamente fenomenológica para abrirse a la ontología. En ese marco, en 1930, publicó Sueño y existencia, donde mezcla la concepción Freudiana de la existencia humana con las de Husserl y Heidegger. Para esta obra, Michel Foucault (1926-1984), que la tradujo en colaboración con Jacqueline Verdeaux, redactó un largo prefacio. En 1983, en la versión inglesa (inédita en francés) de la presentación de su libro El uso de los placeres, Foucault evocó su deuda con Binswanger y las razones que lo llevaron a alejarse de él. Como lo ha subrayado Gerhard Fichtner en su introducción a la correspondencia entre los dos hombres, Freud no suscribía por cierto las críticas y los interrogantes que salpicaban los homenajes que le rendía Binswanger. Pero sin duda alguna habría apreciado las líneas que su amigo suizo anotó en su diario, después de visitarlo en su casa de Londres, en 1946: «Freud sigue siendo mi experiencia hu