Biografía Dolto Françoise (1908-1988)

Biografía Dolto Françoise (1908-1988)

Dolto Françoise Nacida Marette (1908-1988) Médica y psicoanalista francesa

Además de Jacques Lacan, ella ha sido la otra gran figura del Freudismo francés. Nacida el 6 de noviembre de 1908 en una familia de egresados del Politécnico y militares partidarios de las ideas de Charles Maurras (1868-1952), fue educada en los principios de la gran burguesía parisiense cuya opinión se formaba con la lectura cotidiana del diario L’action française. Desde su más tierna infancia, Françoise Dolto leyó libros piadosos y fue mantenida a distancia de las cosas de la sexualidad humana. Sobre todo, se le hizo creer que los niños nacían de cajas enviadas a la tierra por el Sagrado Corazón de Jesús, que las cosas del amor eran repugnantes, e incluso que las mujeres estaban destinadas a pasar de la virginidad a la maternidad, sin acceder nunca a una vida intelectual o a una cierta libertad. A principios de la Primera Guerra Mundial, cuando ella apenas tenía 7 años, creía ser la novia de su tío materno Pierre Dermmler (1846-1916), capitán de un batallón de cazadores alpinos que encontró la muerte en julio de 1916. Alentada por los padres, se consideró entonces una viuda de guerra, sin llegar a hacer el duelo de ese primer amor. Durante todo ese período la marcó la germanofobia, el racismo y el antisemitismo que eran el pan espiritual de su familia. Otro acontecimiento contribuyó a mantenerla en una situación de duelo, tedio e ignorancia: la muerte de su hermana mayor, afectada en mayo de 1920 por un cáncer óseo. De esa muerte, Suzanne Marette (1879-1962), la madre de Françoise, no se repuso nunca, a pesar del nacimiento de un último hijo en 1922. El estado depresivo en el que se hundió, a continuación de una fiebre cerebral y de accesos delirantes, no era más que la prolongación de la melancolía que la afectaba desde mucho antes, y que sólo una vida llena de tareas domésticas y deberes conyugales le había permitido enmascarar. Con esa educación, y en contacto con una madre depresiva que, aunque devota y amante, no era menos víctima de los ideales conservadores, la joven Françoise Marette llegó a los veinte años en un estado de neurosis grave. Obsesionada por un principio de obesidad, invadida por pulsiones violentas, era incapaz de encarar la menor relación con un hombre, pensar en una verdadera profesión o construirse una identidad. Para las mujeres de esa generación que querían liberarse del lastre familiar, en los umbrales de la década de 1930 había varios caminos posibles: la concientización política, el compromiso feminista o místico, el acceso a una profesión. Esto último fue lo que hizo Françoise Marette cuando, en la misma época que su hermano Philippe, inició estudios de medicina, para curarse de su educación y al mismo tiempo para no repetir los errores cometidos por sus progenitores, al convertirse a su vez en madre y esposa. Quiso ser «médica de la educación», y se cruzó con la aventura pionera del Freudismo francés, encarnada en la persona de René Laforgue. Su cura psicoanalítica comenzó en febrero de 1934 y duró tres años. Realizó en su destino una especie de milagro semejante a una revolución de la conciencia mediante el trabajo del inconsciente. Franloise se convirtió en otra mujer: una mujer consciente de sí misma y ya no alienada, una mujer capaz de sentirse sexualmente mujer, en lugar de tener una imagen infantil y mortífera de sí misma. De modo que el acceso a la cultura Freudiana la despertó de su neurosis mediante el aprendizaje de un saber clínico, y la sustrajo a los prejuicios de su ambiente. No obstante, de su educación y sus orígenes conservó una ardiente fe católica, la voluntad de aliviar el sufrimento infantil, una manera muy particular de hablan Así como su fe se liberó de las intolerancias patrioteras de L’action française, su modo de hablar, por el contrario, quedó marcado por el culto al vocabulario clásico, muy de la «vieja Francia». Su capacidad para escuchar a los niños se reveló al entrar en contacto con quien fue su segundo maestro: Édouard Pichon. Gracias a él, y después de pasar por el servicio de Georges Heuyer (1884-1977) donde frecuentó a Sophie Morgenstern, presentó su tesis de medicina en 1939; el tema eran las relaciones entre el psicoanálisis y la pediatría. El método utilizado con los niños consistía en rechazar la técnica del juego y la interpretación de los dibujos, reemplazándola por una escucha capaz de traducir el lenguaje infantil. Según Dolto, en efecto, el psicoanalista debía emplear las mismas palabras que el niño, y significarle sus propios pensamientos con su aspecto real. En su tesis, Dolto no vaciló en traducir en palabras cotidianas los términos refinados del vocabulario médico: en lugar de enuresis escribió pipí en la cama, en lugar de encopresis, caca en la bombacha. Los dieciséis casos presentados en Psychanalyse etpédiatrie ilus traban este método, que se desarrollaría a lo largo de los años. En 1938 conoció a Jacques Lacan, a quien siguió a lo largo de toda su carrera de psicoanalista. Iba a nutrirse de sus conceptos, denominándolos a su manera. Por ejemplo, para la castración simbólica ella prefería el adjetivo «simbolígena», que había inventado y del que lamentaba que no se lo encontrara en la lengua francesa. La intención era subrayar que el interdicto le permite a la pulsión expresarse de un modo que no es el goce del cuerpo. Durante cuarenta años, Lacan y Dolto representaron una pareja parental para generaciones de psicoanalistas franceses. La paradoja más sorprendente de esta epopeya edípica es que Lacan reveló siempre ser más maternal y femenino en sus pasiones fusionales que Françoise Dolto, la cual, por el contrario, cultivó un estilo más bien paterna. El 24 de septiembre de 1940, poco después de la muerte de Édouard Pichon, Françoise Dolto inauguró en el Hospital Trousseau un consultorio que pronto se convertiría «público», es decir, abierto a los analistas deseosos de formarse en la práctica del psicoanálisis de niños. Dolto cerró ese consultorio en 1978. En 1942 se casó con Boris Dolto (1899-1981), un médico ruso emigrado, nacido en Crimea, que creó un nuevo método de kinesioterapia. De este matrimonio nacieron tres hijos. En 1949 Françoise Dolto expuso ante la Société psychanalytique de Paris (SPP) el caso de dos niñas psicóticas, Bernadette y Nicole. La primera lanzaba gritos sin lograr que se la entendiera. Además, humanizaba los vegetales y «cosificaba» a los seres humanos. La segunda, por su parte, no hablaba en absoluto, aunque no era sorda. Dolto tuvo la idea de pedirle a la madre de Bernadette que fabricara un objeto capaz de representar para la niña el papel de chivo emisario. Le dio el nombre de «muñeca-flo?’: un cilindro recubierto de tejido verde en lugar del cuerpo y los miembros, y una margarita artificial a modo de rostro. Bernadette proyectó sobre el objeto sus pulsiones mortíferas, y comenzó a hablar, en tanto que Nicole salió de su mutismo. Con esa muñeca-flor, Françoise Dolto integraba a su práctica la técnica del juego, y aunque en esa época no conocía los trabajos de Melanie Klein, implícitamente se refería a una clínica de las relaciones de objeto, pero desprovista de la temática kleiniana del odio, la envidia y cualquier forma de persecusión ligada a la idea del objeto malo. De esta «muñeca-flor» surgirá la concepción particular de la imagen del cuerpo en los términos de Dolto, una noción más cercana a la idea lacaniana del estadio del espejo que a la definición de Paul Schilder. En 1953, después de la primera escisión del movimiento psicoanalítico francés, ella siguió a Daniel Lagache en la creación de la Société française de psychanalyse (SFP), donde comenzó a formar a numerosos alumnos. En 1960, en el congreso de Arnsterdam organizado por la SFP y dedicado a la sexualidad femenina, Dolto presentó un trabajo original sobre este tema, junto con François Perrier y Wladimir Granoff. Sin renunciar a la tesis de la libido única, articulaba la sexualidad femenina con puntos de referencia anatómicos, para demostrar que la constitución del «ser mujer» se basa en la aceptación por la niña de la especificidad de su sexo. Si bien al descubrir su sexo la niña reaccionaba con una decepción narcisista, también podía aceptar su identidad sexual, por poco que estuviera segura de haber sido deseada por el padre, a imagen de la madre. En 1963, en el momento de la segunda escisión, Dolto fue criticada, no a causa de la duración de sus sesiones, como Lacan, sino por su inconformismo, heredado de Laforgue. A los ojos de la comisión investigadora de la International Psychoanalytical Association (IPA), ella tenía una imagen de gurú. Incluso el gran Donald Woods Winnicott, que le reconocía genio, le reprochó que tuviera demasiada «influencia» sobre los alumnos y no se preocupara por las reglas del análisis didáctico. Al vedársele la enseñanza, ella participó con Lacan en la fundación de la École Freudienne de Paris (EFP) en 1964, donde continuó trabajando, especialmente en un seminario de psicoanálisis de niños. En octubre de 1967, en un coloquio sobre las psicosis infantiles organizado por Maud Mannoni con la participación de David Cooper y Ronald Laing, Dolto presentó un informe detallado de «doce sesiones de tratamiento psicoanalítico de un adolescente apragmático desde la infancia». Cuatro años más tarde publicó la totalidad del material gráfico y verbal de esa cura, añadiendo sus propias intervenciones y asociaciones. La obra se tituló Le cas Dominique. Dolto había recibido a Dominique Bel (un seudónimo) en el consultorio del Centro Etienne Marcel, a partir de 1964. De 14 años de edad, el niño estaba entonces afectado de una fobia generalizada y presentaba tendencias esquizofrénicas graves. A los 7 años había realizado una primera psicoterapia en momentos en que acusaba ya un fuerte retardo escolar, resultante de episodios regresivos (enuresis, encopresis), consecutivos al nacimiento de una hermana, tres años menor, y en un período durante el cual vivió en la casa de sus abuelos. Una temporada igual, en el momento en que esta hermana ingresó en la escuela maternal, provocó después en Dominique un nuevo episodio regresivo, y a continuación la pérdida de todos sus logros escolares. La anamnesis realizada por Françoise Dolto permitió reconstituir la historia edípica de los padres y el progresivo distanciamiento del adolescente respecto de un clima familiar incestuoso. Al cabo de un año de tratamiento, el padre de Dominique se negó a continuar pagando las sesiones, y la cura se interrumpió. Françoise Dolto emitió entonces un pronóstico reservado en cuanto al futuro del adolescente, pero afirmando que estaba curado «de su regresión psicótica». En 1984, en el curso de una entrevista con François Péraldi y Chantal Maillet, Françoise Doltó proporcionó informaciones sobre lo que había sido de Dominique. Ella había vuelto a verlo cuando la madre, pretextando que era homosexual, trató de obtener un certificado de internación. Oponiéndose a esa madre, que quería que el muchacho fuera pintor de brocha gorda, Dominique deseaba orientarse hacia la cerámica. Muy pronto Françoise Dolto logró vencer la hostilidad materna. Utilizando el dinero obtenido con la publicación del caso, y sin que el joven lo supiera, financió su ubicación en el taller de un artesano ceramista del sur de Francia. Después de una estada en Bélgica, Dominique volvió al domicilio materno, donde fue literalmente enclaustrado. La madre no había renunciado a un deseo obsesivo de protegerlo de su homosexualidad. En 1977, con Gérard Sévérin, psicoanalista y editorialista del periódico La Vie, Dolto propuso una lectura psicoanalítica de los Evangelios que la condujo a asignar una significación espiritualista a la cuestión del deseo, concebido como una trascendencia humanizante, y a añadir un fundamento místico a su tesis de la imagen del cuerpo. Mediante la encarnación y la resurrección, por la crucifixión que lo sacaba de una «placenta» y un mundo uterino para acceder a la vida eterna, Cristo se convertía a su juicio en la metáfora misma del deseo que guía al hombre, desde el nacimiento hasta la muerte, en una gran búsqueda de su identidad. En 1981 retomó el diálogo, para someter Ia fe al riesgo del psicoanáfisis». Sin conocer los trabajos de los especialistas en judeidad, sostuvo que «Freud no habría inventado nada» de «haber permanecido en su religión judía»: «Freud descubrió el psicoanálisis porque salió del regazo de su religión, porque se sentía hijo espiritual de la Grecia humanista, porque tenía fobia a la Roma católica (es decir que experimentaba inhibición y angustia al pensar en Roma): jamás habría realizado esta invención si hubiera aceptado las respuestas ya preparadas de su religión y de la ciencia médica para explicar al ser humano». Después de interpretar el ateísmo de Freud como un rechazo del judaísmo y una manifestación fóbica ante el catolicismo, en 1986 lo consideró «un profeta de la Biblia», y estigmatizó la violencia antirreligiosa de la que él había dado pruebas en El porvenir de una ilusión. Traducidos a nueve idiomas, los diálogos sobre la fe y los Evangelios fueron criticados tanto por los cristianos como por los teólogos y los psicoanalistas. Unos le reprochaban a Dolto que se entregara a una exégesis iconoclasta y psicologizante de los textos sagrados; los otros se mostraban hostiles a ese intento de cristianización del psicoanálisis. En todo caso, Dolto hizo posible que numerosos católicos franceses ya no tuvieran miedo a la cura Freudiana. Su amigo Denis Vasse, psicoanalista y jesuita, él mismo autor de numerosos libros, afirmó en 1988 que Dolto «abría el inconsciente al Evangelio»: «Ella reconoció en el inconsciente lo que nos llama a reinterpretar nuestro nacimiento a la luz de lo que habla en nosotros. Ella reconoció en la Buena Nueva de Jesucristo ese mismo movimiento que nos hace renacer a la luz de lo que habla en nosotros, de Dios.» En enero de 1979 Françoise Dolto creó en París la primera «casa verde» para recibir a niños de hasta 3 años de edad, acompañados por sus padres: «Según Dolto -escribe Jean-François de Sauverzac-, se trataba de evitar los traumas que signan el ingreso en la escuela maternal y de fortalecer en el niño la seguridad adquirida en el nacimiento». La experiencia fue exitosa, y numerosas casas verdes se abrieron más tarde en Canadá, Rusia, Bélgica, etcétera. Durante los últimos quince años de su vida, a través de la radio y después de la televisión, ella continuó luchando en favor de la «causa de los niños» a la cual había dedicado toda su vida de clínica. Se convirtió en la figura más popular de la Francia Freudiana, pero fue criticada por el ambiente psicoanalítico, que le reprochaba que llevara el diván a la calle: «Siendo científica, se comportaba como los periodistas -escribió Madeleine Chapsal-, diciendo lo que tenía que decir día tras día, en la urgencia y con desdén ante el escándalo y los rebotes. Sufrió por cierto los contragolpes de su no-prudencia deliberada. Fue atacada, mantenida a distancia, desdeñada. Nada la detuvo.» En el momento de enfrentar «el pasaje», a pesar de la enfermedad que se la llevaba (una fibrosis pulmonar), Dolto conservó su lucidez. Murió en su propia casa, rodeada de los suyos y sin haber perdido su fe cristiana.