Biografía Ellenberger Henri F. (1905-1993)

Biografía Ellenberger Henri F. (1905-1993)

Ellenberger Henri F. (1905-1993) Psiquiatra y psicoanalista canadiense

Nacido en Nalolo, Rodesia, Henri Frédéric Ellenberger debe ser considerado el fundador de la historiografía experta del Freudismo, el psicoanálisis y la psiquiatría dinámica. Fue también criminólogo y antropólogo. Proveniente de una familia de misioneros protestantes de origen suizo, realizó estudios de psiquiatría en Estrasburgo, donde asistió a los cursos de algunos de los que, cinco años más tarde, se encontrarían en torno a Lucien Febvre (1878-1956) y Marc Bloch (1886-1944) en la estela de la escuela de los Annales. Al finalizar sus estudios de medicina, Henri F. Ellenberger se radicó en París. Allí se casó con una joven de origen ruso-báltico y religión ortodoxa. A principios de la década de 1930, en el Hospital Sainte-Anne se cruzó con la historia de esa psiquiatría dinámica cuya aventura narrará treinta años más tarde. Se hizo amigo de Henri Ey, y más tarde se instaló en Poitiers como psiquiatra, aprovechando la oportunidad para estudiar los mitos y las supersticiones de la región rural. Nacido de padres franceses en una colonia inglesa, debería haber tenido la nacionalidad francesa. Pero, como el padre omitió declarar su nacimiento en el consulado de Francia, Ellenberger tenía pasaporte inglés. No obstante, su mujer apátrida, sus hijos y él mismo se naturalizaron franceses. En 1941, corriendo el riesgo de que esa naturalización le fuera retirada por el gobierno de Vichy, emigró a Suiza, donde trabajó en varias clínicas mientras aprendía la lengua alemana. Frecuentó mucho a Carl Gustav Jung, quien le transmitió la memoria oral de la primera saga del psicoanálisis y de su implantación en el ambiente psiquiátrico zuriqués, sobre todo en la clínica del Burghölzli. En 1950, Ellenberger realizó su análisis didáctico con Oskar Pfister, entonces de 77 años. En ese momento pensó en convertirse en miembro de la Sociedad Suiza de Psicoanálisis (SSP). De modo que a mediados de siglo había adquirido un gran conocimiento de la historia de la psiquiatría y el psicoanálisis en Europa. Hablaba y escribía muy bien el francés, el alemán y el inglés, y se interesaba en la evolución de todas las formas de curación psíquica. No le faltaba más que iniciarse en la historia de la emigración Freudiana de este a oeste. La orientación de sus trabajos ulteriores fue determinada por un viaje de estudio a los Estados Unidos, y después por el encuentro con Karl Menninger y la estada en su clínica de Topeka, Kansas. En 1953 tendría que haberse instalado definitivamente en los Estados Unidos, después de haber recibido el título de profesor en la Menninger School of Psychiatry. Pero como su esposa había nacido en Rusia, ella no pudo, en ese período de la Guerra Fría, conseguir la visa para una estada prolongada. Entonces, en 1959, tomó la decisión de vivir en Montreal, donde obtuvo la cátedra de criminología en el Allen Memorial Institute de la Universidad McGill. El Quebec, región de lengua francesa, fue la última tierra que lo acogió. Allí murió en mayo de 1993, después de haber formado con su trabajo a toda una generación de historiadores del Freudismo, la mayor parte de los cuales son norteamericanos. Al cabo de un trabajo de veinte años con los archivos, escribió en inglés su obra fundamental, The Discovery of the Unconscious. The History and Evolution of Dynamic Psychiatry – y, que apareció en los Estados Unidos en 1970 y le valió el reconocimiento en la mayoría de los países del mundo, excepción hecha de Francia, donde la primera traducción, de 1974, sólo interesó en el ambiente psiquiátrico. Ellenberger realizaba una revolución que recordaba a la de los Annales. Oponiéndose sobre todo a la historia oficial según Ernest Jones y sus herederos, su método asociaba el tratamiento positivo de las fuentes, a la manera de Alphonse Aulard, con la investigación imaginativa, tal como la concebía Lucien Febvre. Según él, había una dicotomía entre la historia de la teorización de la noción de inconsciente y la de su utilización terapéutica. La primera había comenzado con las intuiciones de los filósofos de la Antigüedad, y continuado con los grandes místicos. En el siglo XIX, la noción de inconsciente se había precisado con Arthur Schopenhauer (1788-1860), Friedrich Nietzsche (1844-1900) y los trabajos de los psicôlogos experimentales: Johann Friedrich Herbart, Hermann Helmholtz y Gustav Fechner. En cuanto a la segunda historia, se remontaba al arte del brujo y del chamán, pasando por la confesión cristiana. Se habían practicado dos métodos terapéuticos. Uno consistía en provocar en el enfermo la emergencia de fuerzas inconscientes, en forma de «crisis»: posesiones o sueños. El segundo generaba el mismo proceso en el médico. De la cura centrada en el enfermo se desprendía la neurosis de transferencia en el sentido Freudiano; de la cura centrada en el médico derivaba el análisis didáctico. En efecto, éste heredaba en primer lugar la «enfermedad iniciática» que le otorgaba al chamán su poder curativo, y en segundo término la «neurosis creadora», tal como la habían concebido, a fines del siglo XIX, los pioneros del descubrimiento del inconsciente: Pierre Janet, Sigmund Freud, Carl Gustav Jung y Alfred Adier. Desde esta perspectiva, el primer gran intento de integrar la investigación del inconsciente con su utilización terapéutica comenzó con las experiencias de Franz Anton Mesmer, iniciador de la primera psiquiatría dinámica. Ésta había llegado a su fin con Jean Martin Charcot, y entonces, sobre las ruinas de un magnetismo convertido en hipnotismo, había nacido la segunda psiquiatría dinámica, dividida en cuatro grandes corrientes: el análisis psicológico de Pierre Janet, centrado en la exploración del subconsciente; el psicoanálisis de Freud, basado en la teoría del inconsciente; la psicología individual de Adler, y la psicología analítica de Jung. Ellenberger subrayó que la paradoja de esta segunda psiquiatría dinámica, cuya historia él detenía en 1940, consistía en que, al escindirse en escuelas opuestas, había roto el pacto fundador que la ligaba al ideal de un ciencia universal, nacida de la Ilustración, para volver al antiguo modelo de las sectas grecorromanas.