Biografía Roheim Geza (1891-1953)

Biografía Roheim Geza (1891-1953)

 

Roheim Geza (1891-1953) Antropólogo y psicoanalista norteamericano

Primer etnólogo que se convirtió en psicoanalista completo, Geza Roheim
fue también el único miembro de la comunidad psicoanalítica del período
de entreguerras que adquirió la pericia necesaria para impugnar las
tesis de Bronislaw Malinowski a partir de una experiencia de campo y ya
no a través de debates teóricos. En tal carácter, le dio una verdadera
legitimidad a la antropología psicoanalítica, y fundó el
etnopsicoanálisis, del cual fue uno de los principales representantes,
junto con Georges Devereux. Su obra, escrita en tres idiomas (húngaro,
alemán e inglés) es notable: una docena de libros y más de ciento
cincuenta publicaciones redactadas entre 1911 y 1953. Nacido en
Budapest en un ambiente de comerciantes judíos acomodados, hijo único,
mimado a la vez por el padre, la madre y el abuelo, Roheim disfrutó de
una infancia feliz (fenómeno poco frecuente entre los pioneros del
movimiento psicoanalítico, con la excepción del propio Sigmund Freud).
No tuvo hijos, y él mismo fue un niño eterno, durante toda su vida
apegado a su mujer Llonka, que estaba asociada a su obra y no cesaba de
pelear en público con él. Gran bebedor y buen gastrónomo, le gustaban a
la vez los libros y las actividades corporales. Desde su juventud,
guiado por el abuelo, devoró obras de mitología, folclore y etnografía,
mientras practicaba esgrima y natación. Más tarde, en el campo, les
enseñaría fútbol a los pequeños melanesios. Nutrido de cuentos y
leyendas húngaras, fascinado por las historias de niños encontrados,
como las que Otto Rank narraba en su libro sobre la novela familiar,
Roheim se interrogo muy pronto sobre los fenómenos psíquicos ligados al
nacimiento de los hijos, a la pérdida, la separación. Y conservando
esta problemática emprendió el estudio de una nueva disciplina, la
antropología. Después de realizar estudios clásicos en Leipzig y
Berlín, se apasionó por los trabajos psicoanalíticos. En su primer
artículo, de 1911, recurrió al concepto Freudiano de complejo de Edipo.
Analizado entre 1915 y 1916, primero por Sandor Ferenczi y después por
Wilma Kovacs (1882-1940), muy pronto comenzó a practicar el
psicoanálisis, mientras preparaba la publicación de su primer libro
sobre el totemismo australiano, editado en 1925. En ese estudio
puramente libresco, Roheim no adhería a las posiciones enunciadas por
Freud en Tótem y tabú. En efecto, reemplazó la
perspectiva filogenética por una hipótesis ontogenética, inspirándose
directamente en los primeros trabajos de Melanie Klein sobre las
relaciones arcaicas entre el niño y la madre. De modo que la primera
gran aplicación del psicoanálisis a la antropología se desarrolló bajo
los auspicios del kleinismo, y en una filiación húngara representada
por Ferenczi e Imre Hermann. Hostil a todas las ortodoxias, Roheim no
se convirtió tampoco en un partidario rígido de los dogmas kleinianos.
Durante toda la vida conservó su independencia respecto de las
diferentes escuelas y una sólida admiración por Freud, a quien conoció
en 1918 en el Congreso de la International Psychoanalytical Association
(IPA) de Budapest. En Australian Totemism, transformó
la fábula darwinista de la horda salvaje, centrada en la función
preponderante del padre, en una especie de digresión sobre los
estadios, las relaciones de objeto y las angustias infantiles. Según
él, los fantasmas de devoramiento no hacían más que repetir una
situación más antigua de identificación con el cuerpo de la madre:
comer al padre en el curso del festín totémico era por lo tanto comer a
la madre. En cuanto al tótem, Roheim lo consideraba tanto una figura
paterna como una representación de la omnipotencia materna. Gracias a
una subvención de Marie Bonaparte emprendió en 1928 su primer gran
periplo en el terreno melanesio, con la intención de invalidar la tesis
de la ausencia de complejo de Edipo en las sociedades matrilineales,
defendida por Malinowski. Antes de su partida tuvo una discusión con
Freud sobre otra hipótesis de Malinowski, según la cual los
trobriandeses ignoraban el erotismo anal. Freud objetó: "¿Ah sí? ¿Esta
gente no tiene ano?" Durante nueve meses, después de pasar por Adén y
Jibuti, Roheim permaneció en una tribu de la isla de Normanby,
integrándose perfectamente a los indígenas. En el terreno, lejos de
experimentar el mismo sufrimiento melancólico que Malinowski o que
muchos otros etnólogos, en seguida experimentó una "transferencia
positiva" con sus anfitriones; los trató como un gran hermano y a la
vez como un analista kleiniano, tratando siempre de afinar su método e
interpretar las costumbres, los mitos, los comportamientos, los sueños,
los juegos de palabras y las historias cotidianas a la luz del
psicoanálisis. Al volver, atravesando los Estados Unidos se detuvo
algún tiempo en California para estudiar a los indios yumas, y en 1932
publicó sus observaciones en un artículo titulado "Psicoanálisis de los
tipos culturales primitivos", cuyos conceptos esenciales fueron
retomados en 1950 en su gran síntesis sobre el tema: Psicoanálisis y
antropología. Contra Malinowski, y coincidiendo con Freud y Ernest
Jones, llegó a la conclusión de que el complejo de Edipo tenía una
vigencia universal, en este caso a través del lugar del tío materno,
admitiendo no obstante que las sociedades matrilineales estaban
organizadas según un modelo preedípico. Más tarde, por otra parte,
clasificó las culturas a partir del modelo edípico, demostrando que el
principio universal se manifiesta en todas, aunque no del mismo modo.
Obligado a emigrar en razón de la toma del poder por los nazis, se
instaló en Nueva York, trabajó en el Worcester State Hospital en un
caso de esquizofrenia, y continuó sus estudios de antropología
psicoanalítica. Puesto que no era médico, se mantuvo a distancia de la
comunidad psicoanalítica norteamericana. En 1950 redactó un texto
programático, incluido en Psicoanálisis y antropología, en el cual
defendió el universalismo Freudiano, en nombre de la unidad del género
humano. Atacó con firmeza a todos los representantes del neoFreudismo
culturalista, en particular a Abram Kardiner y Margaret Mead,
reprochándoles que, para analizar las grandes sociedades occidentales,
importaran modelos diferencialistas inadecuados. Concluía que el
relativismo cultural, con su buena conciencia y sus ideales humanistas,
no era más que una forma enmascarada de nacionalismo y de rechazo del
otro: "La idea de que las naciones son completamente distintas entre
sí, y de que el papel de la antropología consiste simplemente en
descubrir esas diferencias, es una manifestación de nacionalismo apenas
disimulada. Constituye la contracara democrática de la doctrina racial
de los nazis, o de la doctrina comunista de las clases." En 1953 no
soportó la muerte de su esposa, y se dejó morir en un hospital después
de haber sido sometido a una intervención quirúrgica, sin fuerzas para
abrir el ejemplar de su última obra, Las puertas del sueño, que un
visitante acababa de llevarle. Dejó instrucciones para que su féretro
se cubriera con una bandera húngara, y encargó a Raphael Pata¡,
historiador del judaísmo, que pronunciara su elogio fúnebre.