EL CASO, DEL MALESTAR A LA MENTIRA – Éric Laurent (Dar pruebas)

EL CASO, DEL MALESTAR A LA MENTIRA*

Éric Laurent

Dar pruebas

La puesta al día de la envoltura formal no es el todo del caso. Un caso es un caso si testimonia, y lo hace de la incidencia lógica de un decir en el dispositivo de la cura, y de su orientación hacia el tratamiento de un problema real, de un problema libidinal, de un problema de goce. Si observamos esta gravitación de la lógica significante en el campo del goce, entonces podremos hablar del caso en el sentido en que reencontramos el casus latino (12), lo que cae, contingencia inoportuna, o el Einfall freudiano que recubre la misma zona semántica.

Es preciso además que en eso el sujeto «reconozca el lugar que él ha tomado», en esta partida jugada lógicamente, como todos los «grandes juegos». Esa parte tomada es la vía por la cual el sujeto obtendrá como retorno una aprehensión sobre las verdades que le serán reveladas en el curso del análisis. Él ha comprometido su ser, es decir, para nosotros, su carne y sus pulsiones, desde su inserción en los balbuceos del fort-da. El lugar de este tomar parte, de esta parte «prohibida», y no maldita, es en principio nombrado por Lacan como el lugar del deseo (13). Ese será después el lugar del goce cuando reorganice su teoría del síntoma (14). La construcción formal gira alrededor de un imposible que inscribe un lugar vacío, en reserva: S (A barrada).

Este lugar está reconocido como crucial, no solamente para la apuesta en una cura, sino también para la comunidad analítica. El discurso psicoanalítico, ¿cómo constituye su comunidad de auditores y expositores? ¿Cómo reconocen la evidencia que les es planteada? ¿Es por una lengua común, una definición común de lo que sería un caso, de lo que sería un análisis ideal, un resultado previsible? El discurso analítico procede a la inversa. El relato del caso comporta formas regladas en las diferentes comunidades de trabajo psicoanalíticas. Hay modelos de este género que circulan. Pero es en la diferencia con relación a esos modelos como la cualidad del trabajo de cada analista, su presencia, se hace escuchar. El caso clínico es, también a este respecto, inscripción y diferencia ¿Cómo reconocer entonces la pertinencia de la diferencia?

La indicación fundamental que ha dado Lacan sobre este punto es que la demostración en psicoanálisis es homogénea a la forma del chiste. Es a partir del efecto de sentido, más que del sentido, como Lacan en su última enseñanza sostenía juntos el significante y el sentido. Se acerca así a Wittgenstein, al menos al segundo Wittgenstein y su agudo sentido de la disyunción entre significante y significado. Jacques-Alain Miller lo señala en su conferencia titulada El aparato de psicoanalizar (15): «Lacan no se quedó satisfecho con el Nombre del Padre. En la misma función de broche coloca lo que llama la estructura del discurso. Cuando estamos en un discurso, el significante y el significado se equilibran [. . .] la comprensión, incluido ahí el acuerdo entre el significante y el significado, entre el sentido y lo real es un asunto de comunidad [oo.] el verdadero sentido de meaning is use, reposa sobre una práctica común del lenguaje en una sociedad dada. Es lo que llama «compartir una forma de vida». Para comprendemos es preciso compartir una práctica y una forma de vida».

El modus ponens, el desapego, se produce en nuestro discurso cuando la ganancia libidinal es alcanzada. Eso es lo que Lacan mantuvo para la experiencia del pase, donde cada uno sostiene la demostración de su propio caso. Ese dispositivo en el cual se cuenta el propio caso, de final de análisis, como una buena historia, con la estructura del chiste. El dispositivo radicaliza la enunciación de cada uno. Ese modelo de transmisión del psicoanálisis es mantenido por algunos autores que están fuera de nuestra orientación (16).

En su pendiente, el discurso universitario ha visto a la inversa la solución en el borramiento de la enunciación en la lengua. De ahí su búsqueda siempre de una lengua nueva, neo-lengua purgada de los rasgos de goce de las enunciaciones de partida. La búsqueda de una lengua clínica única, de un modelo de caso clínico que sería el common ground, el fundamento común, que permitiría el intercambio entre psicoanalistas, revela esta tentativa. La utopía de esta lengua llamada políticamente correcta sería permitir un gran conducto, como decía Locke, de la lengua, que autoriza una comunicación purgada de los malentendidos que le hacen obstáculo. Esta utopía del discurso universitario es una tentativa clínica, en tanto que quiere borrar el deseo del psicoanalista que ha puesto al día un hecho clínico como tal. Revela el mismo tipo de operación que mostró el lingüista Jean-Claude Milner en su bello libro sobre El amor de la lengua (17). Nosotros no estamos ya en la época de un significante amo que defina el buen uso, y acorrale las formas desenfrenadas de la invención sintomática en la lengua. Estamos en la época de un ideal humanitario de la lengua, queriéndole dar un buen uso universal.

La vía propia del discurso psicoanalítico, en el intercambio sobre el relato del caso, reside en el contraste entre la aproximación por la heterogeneidad y la aproximación por la lengua expurgada universal. Lejos de expurgar necesitamos poner al día una clínica de los síntomas establecida sobre el descubrimiento, por cada sujeto, de lo que es nombrable e innombrable en el uso propio que él hace de la lengua de su comunidad.

NOTAS

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