Causas y razones

Causas y razones

Quedan por considerar ciertos tipos importantes de pensamiento. Los comportamientos tratados en el capítulo anterior son el producto de las contingencias de refuerzo; son lo que sucede cuando, dentro de un contexto ambiental dado, el comportamiento tiene ciertas clases de consecuencias. La llamada vida intelectual experiment ó un cambio importante con la aparición del comportamiento verbal. La gente empezó a hablar de lo que hacía y de por qué lo hacía. Describía su comportamiento, el contexto en el cual ocurría, y las consecuencias del mismo. En otras palabras, además de verse afectada por las contingencias de refuerzo, empezó a analizarlas.

MANDATOS, CONSEJOS Y ADVERTENCIAS

Una de las primeras prácticas verbales de esta clase debe de haber sido dar órdenes o directrices. «Muévase» describe un acto e implica una consecuencia: el que escucha debe moverse. El que habla dice al que escucha lo que debe hacer y dispone consecuencias aversivas bajo las cuales éste aprende a hacerlo y a repetirlo de nuevo cada vez que se repita la orden. La advertencia difiere comúnmente de la orden o direc triz porque la persona que la utiliza no prepara las consecuencias aversivas. «Cuidado» describe un acto e implica una consecuencia, tal como ponerse fuera del alcance de una piedra que cae, pero esto último es el resultado n atural del comportamiento y no algo procurado por el que habla. El consejo («Ve al Oeste, joven») especifica un comportamiento e implica consecuencias positivamente reforzantes que tampoco prepara la persona que aconseja («…y harás una fortuna»). La persona atiende las advertencias y sigue los consejos dependiendo de lo que ha ocurrido en el pasado en condiciones similares. Como en los capítulos 5 y 6, la probabilidad de que responda se puede considerar como una medida de su confianza en la person a que habla o en lo que ésta dice.

DIRECTRICES E INSTRUCCIONES

Una persona da direcciones a otra mencionándole o dándole a entender una consecuencia reforzante, describiendo el comportamiento que tiene esa consecuencia y especialmente, describiendo el amb iente que le controla: «Para llegar a Boston, siga la ruta 93 hasta su intersección con la ruta 495, gire a la izquierda en la ruta 90…». Las directrices para hacer funcionar una máquina expendedora describen una serie de actos que deben ser ejecutados en un cierto orden: «Para hacerla funcionar introduzca una moneda en la ranura y oprima el botón situado debajo del artículo deseado». Las directrices no imparten conocimientos o transmiten información: describen el comportamiento que se debe ejecutar y enuncian o implican las consecuencias.

Las instrucciones se diseñan para que no haya necesidad de dar más directrices. La persona que está aprendiendo a conducir automóvil responde al comportamiento verbal de la persona que está sentada a su lado; arranc a, frena, hace los cambios, hace señales, etc., cuando se le dice que lo haga. Estos estímulos verbales pueden ser inicialmente directrices, pero se convierten en instrucciones si la ayuda verbal sólo se da cuando se necesita. Entonces, eventualmente, las contingencias naturales, no verbales, de la conducción del automóvil se imponen en el comportamiento del conductor. Aprender a conducir únicamente por medio de la exposición a esas contingencias requeriría mucho tiempo. El aprendiz de conducto r tendría que descubrir lo que sucede cuando mueve la palanca de cambios, gira el volante, presiona el acelerador, aplica el embrague, etc., y todo eso con mucho peligro para él. Cuando sigue instrucciones evita verse expuesto a muchas de estas contingenci as y eventualmente se comporta como lo hace el mismo instructor.

El instructor no ha «comunicado» al aprendiz su conocimiento o su experiencia. Las contingencias naturales del automóvil y la carretera moldean y mantienen el comportamiento final no dependie nte de instruc ciones. Lo que ha hecho el instructor es hacer posible que el aprendiz quede bajo el control de esas contingencias rápidamente y sin peligro.

Gran parte de la educación es instrucción en comportamiento verbal. Se dice al estudiante cómo «util i zar palabras» en lugar de cómo utilizar un acelerador o un embrague; sin embargo, en ninguno de los dos casos se le facilitan conocimientos; se le dice cómo debe comportarse. La instrucción que se da en un cartel con un rótulo, a menudo funciona muy rápid amente; quien la ve sabe instantáneamente cómo se llama un ob jeto y qué significa el rótulo. Una definición es una forma aparentemente más interna de instrucción, pero su efecto consiste simplemente en que ahora se utiliza una respuesta verbal en forma intercambiable con otra.

FOLKLORE, MÁXIMAS Y PROVERBIOS

Ciertas formas de instrucción se pueden transmitir de generación en generación porque las contingencias que describen son duraderas. Una máxima tal como «Si quieres perder un amigo, préstale dinero» describe un comportamiento (prestar dinero) y una consecuencia (perder un ami go). Podríamos traducir la frase de Rochefoucauld «La auto-estima es el mayor de los a du ladores» de esta manera: «Es más probable que digamos buenas cosas de nosotros mismos que de otros, y lo que decimos tiene más probabilidad de ser algo que agrada al que escucha que algo que describe hechos». Las reglas del pulgar del artesano forman parte del folklore y pueden convertirse en rasgos permanentes de una cultura si hacen más fácil enseñar o recordar el comportamiento que describen. A menudo, el folklore, las máximas y los proverbios son especialmente efectivos porque muchas de las ventajas del comportamiento que fortalecen se aplazan mucho tiempo y no funcionan bien como reforzadores.

Cuando se perturban las contingencias sociales características de una comunidad pequeña, que cambia lentamente, s e necesita evocar las di rectrices formales que en otro momento fueron innecesarias. Un escritor ha señalado que, hasta hace unas pocas décadas, «el instinto acerca del ritmo de la lengua, materna suplía el papel de los principios. Ahora se necesitan princi pios explíci tos para ocupar el puesto de instinto» (en los que posiblemente instinto signifique comportamiento moldeado directamente por la comunidad verbal).

LEYES GUBERNAMENTALES Y RELIGIOSAS

Cuando las personas empezaron a convivir en grupos, surgió un ambiente social y éste se caracterizó por ciertas prácticas. Por ejemplo, quienes se comportaban de maneras perjudiciales para otros recibían el castigo de los perjudicados. Incluso quienes no se sentían perjudicados por un caso específico podían formular advertencias generales cuando se llegó a llamar malo a un comportamiento y, en consecuencia, podían castigarlo. Las contingencias se fortalecieron cuando se las codificó en advertencias, directrices e instrucciones gubernamentales y religiosas llamadas leyes. Una persona evita el castigo obedeciendo la ley.

Para fortalecer las leyes gubernamentales y religiosas se preparan contingencias especiales, pero las contingencias sociales no preparadas mantenidas por el grupo pueden tener el mismo efecto. Allí donde la ley codifica sanciones sociales pre-existentes, por ejemplo, las opuestas al robo, la persona puede empezar por obedecer al mandamiento «No hurtarás», pero eventualmente puede abstenerse de robar para evitar la desaprobación y la critica de sus amigos. Al abs tenerse queda bajo el control de las sanciones sociales no codificadas de las cuales se derivó originalmente la ley.

LAS LEYES DE LA CIENCIA

Parece que un jurista, Francis Bacon, fue el primero en hablar de las leyes de la ciencia. De la misma manera que un Estado bien gobernado debía su orden a las leyes, así se podía descubrir las leyes responsables del orden del mundo físico, y, probablemente, las leyes científicas surgieron del conocimiento tradicional del artesano; con un ejemplo sencillo se puede ilustrar la diferencia entre el comportamiento moldeado por las contingencias naturales y el comportamiento generado por una regla. En la forja del herrero medieval había un gran fuelle que suministraba la corriente de aire necesaria para obtener un buen fuego. El fuelle resultaba más eficiente si se le abría por completo antes de cerrarlo, y si se le abría rápidamente y se le cerraba lentamente. El herrero aprendía a accionar el fuelle de esta manera debido al resul tado reforzante de un fuego intensivo y constante. Podía haber aprendido a hacerlo sin describir su comportamiento, pero la descripción puede ser muy útil para accionar apropiadamente el fuelle o para recordar cómo hacerlo después de pasado cierto tiempo. Había un verso corto que cumplía esta función:

Alto hacia arriba

Bajo hacia abajo

Rápido arriba

Lento hacia abajo

Así es como se sopla.

Este verso resultaba útil por una razón diferente cuando el herrero contrataba un aprendiz; podía decirle cómo accionar el fuelle enseñándole el verso a manera de norma. El aprendiz seguía la norma, no porque el fuego se mantuviera intenso, sino porque se le pagaba por hacerlo. No necesitaba haber visto nunca el efecto que su comportamiento tenía sobre el fuego. Su comportamiento estaba enteramente gobernado por la norma; el del herrero era un comportamiento moldeado por las contingencias, y también, hasta cierto punto, gobernado por la norma, después de haberla descubierto.

Las primeras leyes científicas suplementaron las contingencias naturales del mundo físico. El agricultor que cavaba la tierra y el obrero que levantaba una piedra con una barra estaban controlados por las contingencias que implican las palancas: la tierra o la piedra se movían con mayor facili dad si la fuerza se aplicaba lo más lejos posible del fulcro. Por esta raz ón se hicieron azadas utilizando conocimientos tradicionales, similares a la norma del herrero, para enseñar a los trabajadores nuevos a escoger azadas y barras y a elegir los lugares donde clavarlas. Un enunciado más formal de la ley de la palanca permitió obtener un principio que se pudo utilizar en las situaciones en las cuales era improbable o imposible el comportamiento moldeado por las contingencias.

Diferentes procesos de pensamiento se han atribuido a las diferencias existentes entre las leyes de la religión y del gobierno y las leyes de la ciencia. Se dice que las primeras «se hacen», y que las segundas simplemente se descubren, pero las diferencias no están en las leyes, sino en las contingencias que las leyes describen. Las leyes de las religiones y de los gobiernos codifican contingencias de refuerzo mantenidas por los ambientes sociales. Las leyes de la ciencia describen contingencias que se dan en el ambiente ind ependientemente de cualquier acción humana deliberada.

Cuando una persona aprende las leyes de la ciencia, es capaz de comportarse de manera efectiva bajo las contingencias de un mundo extraordinariamente complejo. La ciencia le lleva más allá de su experiencia personal y más allá del insuficiente muestreo de la naturaleza que inevitablemente ocurre en el período de una sola vida. Se puede dejar de fumar debido a una norma derivada de un estudio estadístico de las consecuencias, aunque las consecuencias mis mas se difieran demasiado para poder tener algún efecto reforzante.

COMPORTAMIENTO MOLDEADO POR LAS CONTINGENCIAS VERSUS COMPORTAMIENTO GOBERNADO POR REGLAS

Ordinariamente, las reglas se aprenden más rápidamente que el comportamiento moldeado p or las contingencias que describen. Muchas per sonas pueden aprender la instrucción «Presione hacia abajo la palanca d cambios antes de moverla hacia la posición de retroceso» más fácilmente que el mismo movimiento de la palanca de cambio, especialmente si la palanca no se mueve fácilmente, o si, en otros automóviles con los cuales el conductor está familiarizado, no es necesario presionarla hacia abajo. Las reglas facilitan el aprovechamiento de las semejanzas entr e contingencias : «Esta palanca funciona como la de un B.M.W.» Las reglas son particularmente útiles cuando las contingencias son complejas u oscuras o no muy efectivas por cualquier razón.

Una persona puede utilizar las reglas de un idioma para hablar co rrectamente cuando no se ha encontrado expuesta adecuadamente a una comunidad verbal. Por ejemplo, cuando aprende una segunda lengua puede descubrir respuestas apropiadas en un diccionario bilingüe, y reglas apropiadas en una gramática. Si estos medios son adecuados, tal vez la persona pueda hablar correctamente, pero sin el diccionario y la gramática se sentirá desamparada, e incluso si las aprende de memoria, aún no conocerá la lengua en el sentido que se discutirá en el siguiente cap ítulo.

La persona que sigue directrices, acata consejos, atiende advertencias u obedece reglas o leyes, no se comporta exactamente de la misma manera que la que se ha encontrado expuesta directamente a las contingencias, porque la descripción de contingencias nunca es completa o exacta (usualmente se la simplifica para poder enseñarla y ser comprendida fácilmente), y porque las contingencias que la sostienen rara vez se mantienen completamente. El aprendiz que hace funcionar el fuelle simplemente porque se le paga por hacerlo, no lo hace como lo haría si se encontrara directamente afectado por la condición del fuego. Conducir un automóvil siguiendo instrucciones es diferente del comportamiento finalmente moldeado por el movimiento del automóvil en una ca rretera. Hablar un idioma con ayuda de un diccionario y una gramática no es lo mismo que hablarla por medio de la exposición a una comunidad verbal. Los sentimientos asociados con las dos clases de comportamiento también son diferentes, pero no explican la s diferencias entre los comportamientos. El control ejercido por las directrices, los consejos, las reglas y las leyes es más notorio que. el control ejercido por las contingencias mismas, en parte porque es menos sutil. Y, por lo tanto, parecería que este último representara una mayor contribución personal y un mérito interno. Hacer el bien porque uno recibe refuerzo del bien de los demás es algo más virtuoso que hacer el bien porque la ley lo manda. En el primer caso, la persona se siente bien d ispuesta; en el segundo caso puede sentir algo parecido al temor al castigo. Las virtudes civiles y la piedad están reservadas para quienes no se contentan con seguir las reglas. Necesariamente, éste es el caso cuando las contingencias no se han analizado nunca — cuando, como ocurre en la poesía o en la mística, se dice que son inefables. Se dice que el comportamiento de seguir las reglas es el veneno de la civilización, mientras que el comportamiento moldeado por las contingencias naturales proviene de las profundidades de la personalidad o de la mente. Los artistas, compositores y poetas, algunas veces siguen reglas (la imitación del trabajo de otros, por ejemplo, es una modalidad de seguir reglas), pero se concede mayor mérit o al comportamiento que se debe a l contacto personal con un ambiente. Al contrario de quienes se someten a las contingencias preparadas para respaldar las reglas, un artista, compositor o poeta «natural» se comportará de forma propia, y tendrá mayor probab ilidad d e sentir las condiciones corporales, llamadas excitación o gozo, asociadas con los reforzadores «naturales».

La obra planeada o bien lograda puede recibirse con la reserva que se suele tener respecto de cualquier comportamiento calculado.

El mat e mático intuitivo parece superior al que debe proceder paso a paso. Ponemos reparos, naturalmente, al amigo calculador que ha aprendido cómo hacer amigos e influir sobre las personas. Posiblemente ésta sea la razón por la que algunas veces las contingencias no son examinadas o no se informa sobre ellas; la descripción destruiría parte de su efecto. Hay quienes «gozan de la música y no quieren saber por qué», y cuando Stendhal anotó en su Diario «la tarde más encantadora» que había tenido en su vida, agregó: «Conozco bien el secreto del placer que he disfrutado, pero no lo escribiré para no mancillarlo».

Como dije en el capítulo 5, es un error decir que el mundo descrito por la ciencia está de una u otra manera más cerca de «lo que realmente está ahí»; pero también es un error decir que la experiencia personal del artista, el compositor o el poeta está más cerca de «lo que realmente está ahí». Todo el comportamiento está determinado directa o indirectamente por las consecuencias, y lo que realmente está ahí moldea tanto los comportamientos de los científicos como los de quienes no lo son, aunque de maneras diferentes.

¿ESTÁN LAS REGLAS EN LAS CONTINGENCIAS?

He dedicado bastante espacio al comportamiento gobernado por reglas y al comportamiento moldeado por las contingencias, por varias razones. Una de ellas se refiere al problema del conocimiento, el cual se discutirá en el siguiente capítulo, pero del cual habrá que decir algo aquí: No necesitamos describir las con tingenc ias de refuerzo para que ellas nos afecte. Es de suponer que los organismos inferiores no lo hacen, como tampoco lo hizo la especie humana antes de adquirir el comportamiento verbal La persona que ha cambiado por acción del refuerzo operante no ha «aprendido una probabilidad»; ha aprendido a responder con una tasa dada debido a una determinada frecuencia de refuerzo. No necesitamos decir que «la mente construye reglas en el curso de la adquisición de un conocimiento». El obrero utiliza eficiente mente la palanca sin conocer la ley el niño o el perro aprenden a tomar un balón sin «deducir en algún sentido las reglas que gobiernan las trayectorias».

Las llamadas reglas gramaticales han sido sometidas recientemente a muchas controversias. Se dice que hay reglas e instrucciones que gobiernan el uso del idioma y que obedecemos sin darnos cuenta de ellas. Ciertamente, durante miles de años, la gente habló gramaticalmente sin saber que había reglas gramaticales. Entonces como ahora, las prácticas reforzantes de las comunidades verbales, en las cuales ciertos comportamientos eran más efectivos que otros, moldeaban el comportamiento gramatical y se generaban nuevas oraciones por la acción conjunta de los refuerzos pasados y de los contextos actuales. Pero son las contin gencias las que «gobiernan la utilización del lenguaje», y no las reglas, tanto si éstas las extraemos del lenguaje como si no.

LA RAZÓN Y LAS RAZONES

Posiblemente, el proceso cognoscitivo o mental más admirado sea la razón. Se dice que se trata de una característica de la mente que distingue al hombre de los animales. En un tiempo se le concebía como una posesión, «una esencia de ideas innatas, adquirida con anterioridad a la experiencia, por la cual se nos revelaba el ser absoluto de las cosas». Pero, hacia el siglo xix , de acuerdo con Cassirer, la razón «es mucho menos una posesión que una manera de adquisición. La razón no es el área, el tesoro de la mente, en la cual la verdad permanece protegida como una moneda acuñada. La razón es, en cambio, el principio y la fuerza original de la mente, que impele hacia el descubrimiento de la verdad y hacia la definición y la seguridad». La referencia a una fuerza impelente sugiere que aún estamos lejos de una definición comportamental.

Con frecuencia hablamos de las consecuencias del comportamiento como de razones. Las citamos cuando explicamos nuestro propio comportamiento: «La razón por la cual fui al banco era la de conseguir algún dinero». Este término parece más apropiado que el término causa, especialmente si no hemos entendido completamente el proceso de selección, porque no parece que todo lo que siga al comportamiento esté en el orden correcto para ser su causa. Sin embargo, una razón que se encuentra en el futuro no es más efec tiva que cualquier otro hecho futuro. No se torna efectiva porque la persona «la tenga en mente» o «conozca la probabilidad de que ocurra», pues esta clase de expresiones simplemente reflejan un esfuerzo por encontrar una representación previa de una conse cuencia futura.

Las consecuencias descritas o implicadas en el consejo, la advertencia, las instrucciones y las leyes son las razones por las cuales una persona acata consejos, atiende advertencias, sigue instrucciones y obedece leyes. Los estímulos que tienen la condición de advertencias forman parte de una larga historia de condicionamiento. Antes de que se pueda inducir a la persona a comportarse se le dan razones para hacerlo. Dar a un estudiante las razones por las cuales algo merece aprenderse es señalar posibles consecuencias reforzantes, pero éstas deben ser remotas en el tiempo, y el comportamiento del estudiante solamente cambiará si el maestro ha formado parte efectiva de las contingencias en el pasado. Cuando el terapeuta señala las razones por las cuales el comportamiento de su paciente hace que éste esté p erdiendo amigos, se puede decir que «aclara una relación entre el comportamiento y ciertas consecuencias aversivas», pero el paciente solamente cambiará si el terapeuta hace comentarios que son efectivos de otras maneras, no «haciendo que el paciente confíe en él o le crea», sino haciendo que su comportamiento forme parte de las contingencias en las cuales se ha reforzado al paciente. (Ni el maestro ni el terapeuta apelan a «elementos cognosci tivos» en estos ejemplos.)