Charles Darwin, El origen de las especies: Hibridismo

Capítulo IX: Hibridismo.

DISTINCIÓN ENTRE LA ESTERILIDAD DE UN PRIMER CRUZAMIENTO Y LA
DE LOS HÍBRIDOS; GRADOS DE ESTERILIDAD; DIFORMISMO Y
TRIFORMISMO RECÍPROCOS. La opinión más vulgar entre los naturalistas es que las
especies, cuando se cruzan, han sido especialmente dotadas de esterilidad para impedir
que se confundan. A primera vista, esta opinión parece ciertamente muy probable, porque
apenas hubieran podido conservarse distintas las especies que viven juntas si hubieran
sido susceptibles de cruzarse libremente. Es en muchos conceptos importante para nosotros
este asunto, sobre todo porque la esterilidad de las especies, cuando por primera vez
se cruzan, y la de su descendencia híbrida, no puede haberse adquirido, como demostraremos,
conservando grados ventajosos y sucesivos de esterilidad, sino que es resultado
incidental de las diferencias en el sistema reproductivo de las especies madres.
Al tratar este asunto se han confundido generalmente dos clases de hechos, hasta cierto
punto fundame ntalmente diferentes, a saber: la esterilidad de las especies, cuando por
primera vez se cruzan, y la esterilidad de los híbridos, productos de estos cruzamientos.
Las especies puras tienen naturalmente sus órganos de reproducción en estado perfecto,
y sin embargo, cuando se cruzan, producen poca o ninguna descendencia. Los híbridos,
por otra parte, tienen sus órganos reproductivos funcionalmente impotentes, como puede
claramente verse en el estado del elemento macho, tanto en las plantas como en los animales,
aunque sean perfectos en estructura los órganos formadores, en cuanto el microscopio
los revela. En el primer caso son perfectos los dos elementos sexuales que entran a
formar el embrión; en el segundo, o no están del todo desarrollados o lo están imperfectamente.
Es importante esta distinción al tener que considerar la causa de la esterilidad
común en los dos casos, y probablemente ha sido pasada ligeramente por alto, porque en
ambos se ha creído que la esterilidad era un don especial, fuera del alcance de nuestra razón.
La fertilidad de las variedades, es decir, de las formas que se sabe o que se cree que
descienden de padres comunes, cuando se cruzan, y de igual modo la fertilidad de su descendencia mestiza, son, en lo que a nuestra teoría se refiere, de igual importancia que la esterilidad de las especies, porque al parecer establece ancha y clara distinción entre las variedades y las especies.
En cuanto a la esterilidad de los híbridos en generaciones sucesivas, aunque Gaertner
pudo criar algunos híbridos guardándolos cuidadosamente para que no se cruzaran con
ninguno de raza pura, durante seis o siete generaciones, y durante diez en un caso, afirma
positivamente que su fertilidad no crece nunca, sino que generalmente disminuye mucho
y de repente. Con respecto a esta disminución, lo primero que hay que notar es que cua ndo
es común a ambos padres cualquier desviación en la estructura o constitución, se
transmite esta con frecuencia en grado creciente a la descendencia, y en las plantas híbr idas
ambos elementos sexuales están ya un tanto afectados. Pero creemos que su fertilidad
ha disminuido en casi todos estos casos por causa independiente, a saber: por cruzamientos
demasiado próximos. Hemos hecho tantos experimentos y reunido tantos hechos que
prueban por una parte que en ocasiones el cruzamiento con un individuo o variedad distintos
aumentan el vigor y fertilidad de la descendencia, y por otra parte que el cruzamiento
muy próximo disminuye su vigor y fertilidad, que no nos cabe duda de la exactitud
de esta conclusión. Los híbridos rara vez son criados en gran número por los experimentadores; y como las especies madres u otras híbridas inmediatas crecen generalmente en el mismo jardín, debe evitarse cuidadosamente, durante la estación florida, el acceso de los insectos. Por esto los híbridos, cuando se abandonan a sí mismos, son generalmente fecundos en cada generación por polen de la misma flor, y esto probablemente sería
nocivo a su fecund idad, ya aminorada por su origen híbrido, por lo cual nos confirma una
proposición hecha repetidas veces por Gaertner, a saber: que aun los híbridos menos fért iles,
si son fecundados artificialmente por polen híbrido de la misma clase, se hacen decididamente
más fecundos y continúan aumentando en fecundidad a pesar de los frecuentes
y malos efectos de la manipulación. Ahora bien; en el procedimiento de la fecundidad
artificial sabemos por experiencia propia que, tan pronto como se toma por casualidad
polen de las anteras de otra flor, como de las de la misma flor que hay que fertilizar, se
realiza muchas veces el cruzamiento entre dos flores de la misma planta. Además, cuando
se hacen experimentos complicados, un observador tan cuidadoso como Gaertner debió
haber castrado sus híbridos, y esto le hubiera dado seguridad, en cada generación, de que
no se realizaba el cruzamiento con polen de una flor distinta, ya fuera de la misma planta,
o de otra de la misma naturaleza híbrida. De este modo, a nuestro juicio, puede explicarse
el hecho extraño de que aumente la fertilidad en las generaciones sucesivas de los híbridos
artificialmente fecundados, en contraste con los que lo son espontáneamente, por
haberse evitado el cruzamiento consanguíneo.
Con respecto a la esterilidad de los híbridos cuyos elementos sexuales están imperfectamente
desarrollados, el caso es un tanto diferente. Más de una vez nos hemos referido a
una gran serie de hechos que demuestran que cuando se saca a los animales y a las plantas
de sus condiciones naturales son en extremo susceptibles de serias afecciones en sus
sistemas reproductivos. Lo cual, en verdad, es un gran obstáculo para la domesticidad de
los animales, porque entre la esterilidad así provocada y la de los híbridos hay tantos puntos
de semejanza que, en ambos casos, la esterilidad es independiente de la salubridad
general, y va a menudo acompañada de exceso de tamaño o de gran exuberancia. En ambos
casos ocurre la esterilidad en varios grados; en ambos, el elemento macho es el más
susceptible de ser afectado, aunque algunas veces la hembra lo es más que el macho. En
ambos, la tendencia acompaña hasta cierto punto la afinidad sistemática, porque grupos
enteros de animales y plantas se hacen impotentes por las mismas condiciones no naturales,
mientras que grupos enteros de especies tienden a producir híbridos estériles.
Algunos autores han dado mucha importancia a la suposición de que solamente en los
mestizos los descendientes no son intermedios en carácter, sino que se parecen mucho a
uno de los padres; pero esto también ocurre algunas veces con los híbridos, aun cuando
concedemos que con mucha menos frecuencia.
Examinando los casos reunidos por nosotros, de animales cruzados que se parecen mucho
a uno de los padres, las semejanzas están, al parecer, limitadas principalmente a caracteres
casi monstruosos en su naturaleza, y que han aparecido de repente, como el alb inismo,
melanismo, falta de rabo o de cuernos o mayor número de dedos en manos o pies,
y no a aquellos caracteres que han sido lentamente adquiridos por medio de la selección.
La tendencia al retroceso repentino hacia el carácter perfecto de uno de los dos padres
sería también mucho más probable que ocurriera en los mestizos descendientes de variedades
súbitamente producidas y semimonstruosas en carácter, que en los híbridos que
descienden de especies lenta y naturalmente producidas. En suma, convenimos totalmente
con el doctor Prósper Lucas, el cual, después de haber clasificado una enorme selección
de hechos con respecto a los animales, llegó a la conclusión de que las leyes del parecido
de la prole con sus padres son las mismas, aunque éstos se diferencien mucho o
poco entre sí; más claro, que son las mismas, siendo los padres individuos de la misma
variedad o de diferentes variedades o de especies distintas.
Independientemente de la cuestión de esterilidad y fecundidad, parece haber en todos
los demás conceptos semejanza general e inmediata en la descendencia de las especies y
de las variedades cruzadas. Si miramos a las especies como creaciones especiales y a las
variedades como productos de leyes secundarias, esta semejanza sería hecho asombroso,
pero que armonizaría perfectamente con la opinión de que no hay distinción esencial entre
especies y variedades.
Los primeros cruzamientos entre formas lo suficientemente distintas como para ser clasificadas como especies y sus híbridos son generalmente estériles, pero no siempre. La esterilidad pasa por tantos grados y es a menudo tan pequeña, que los experimentadores más cuidadosos han llegado a conclusiones diametralmente opuestas al clasificar las formas según esta prueba. La esterilidad es innatamente variable en individuos de la misma especie, así como eminentemente susceptible a la acción de condiciones favorables y desfavorables.
El grado de esterilidad no es consecuencia rigurosa de la afinidad sistemática
y está determinado por algunas leyes curiosas y complejas, siendo en general diferente,
en los cruzamientos recíprocos entre dos mismas especies, y no teniendo siempre igual
grado de intensidad en el primer cruzamiento y en los híbridos que de este derivan.
De la misma manera en que al injertar árboles depende la aptitud de una especie o variedad
para prender en otra que presente diferencias desconocidas en sus sistemas vegetativos,
que generalmente son de naturaleza desconocida, es también mayor o menor la facilidad
en los cruzamientos el que una especie se una a otra por efectos de diferencias
desconocidas en sus sistemas reproductivos. No hay más razones para creer que las especies
han sido dotadas especialmente con varios grados de esterilidad para impedir que se
crucen y mezclen en la naturaleza, que las que hay para pensar que los árboles han sido
dotados especialmente de varios grados un tanto análogos de dificultad para el injerto,
dirigidos a impedir que se injerten por sí solos en nuestros bosques.
La esterilidad de los primeros cruzamientos y de su progenie híbrida no ha sido adquirida
por medio de la selección natural. En el caso de los primeros cruzamientos, parece
depender de varias circunstancias, y algunas veces, en la mayor parte, de la temprana
muerte del embrión. Tratándose de híbridos, depende aparentemente de que toda su organización
ha sido perturbada por ser compuesto de dos formas distintas, estando su esterilidad
íntimamente enlazada con la que tan frecuentemente afecta a las especies puras expuestas
a condiciones nuevas y no naturales de vida.
Quienquiera que explique estos últimos casos podrá explicar la esterilidad de los híbridos.
Esta opinión tiene firme apoyo en cierto paralelismo de otra clase, a saber: primero,
en que los cambios pequeños en las condiciones de vida aumentan el vigor y fertilidad de
todos los seres orgánicos; y segundo, en que el cruzamiento de formas que han estado
expuestas a condiciones de vida ligeramente diferentes o que han variado, favorece el tamaño,
vigor y fecundidad de su descendencia. Los hechos acerca de la esterilidad de las
uniones ilegítimas de las plantas dimórficas y trimórficas y de su ilegítima progenie
hacen probable que exista algún lazo desconocido que conexione en todos los casos el
grado de fertilidad de las primeras uniones con el de sus descendientes. La consideración
de estos hechos sobre el dimorfismo y también la consideración de los resultados de los
cruzamientos recíprocos, claramente llevan a la conclusión de que la causa primaria de la
esterilidad de las especies cruzadas está reducida a diferencias en sus elementos sexuales, pero no sabemos por qué, en el caso de especies distintas, habrán sido aquellos más o menos modificados, conduciendo a su inferioridad mutua, aunque parece que esto está en
estrecha relación con haber estado expuesta la especie, durante varios períodos de tiempo,
a condiciones de vida próximamente uniformes.
No es sorprendente que la dificultad al cruzar dos especies cualesquiera y la esterilidad
de su descendencia híbrida se correspondan en la mayor parte de los casos, aunque sea
debido a causas distintas, porque ambas dependen de la cantidad de diferencia existente
entre las especies que se cruzan. Tampoco es so rprendente que la facilidad de efectuar un
primer cruzamiento, la fertilidad de los híbridos por él producidos y la aptitud de ser injertados
juntos (aunque esta última aptitud depende evidentemente de circunstancias en
extremo diferentes) corran todas hasta cierto punto parejas con la afinidad sistemática de
las formas sujetas al experimento, porque la afinidad sistemática incluye parecidos de todas
clases.
Los primeros cruzamientos entre formas que son variedades reco nocidas, o bastante
análogas para ser consideradas como variedades, así como sus descendientes mestizos,
son fértiles casi siempre, pero no invariablemente, como tan a menudo se ha pretendido.
Tampoco es sorprendente esta casi universal y perfecta fecundidad si se recuerda cuán
expuestos estamos a argumentar en círculo vicioso con respecto a las variedades en estado
de naturaleza, y si no olvidamos que el mayor número de variedades ha sido producido
en la domesticidad por la selección de diferencias meramente externas, y que no han
estado aquellas mucho tiempo expuestas a condiciones de vida uniformes. También debe
recordarse especialmente que la domesticidad prolongada por mucho tiempo tiende a
eliminar la esterilidad, y que es por lo tanto muy poco probable que provoque esta misma
cualidad. Independientemente de la cuestión de fecundidad, en todos los demás conceptos
hay un parecido generalmente grande entre los híbridos y los mestizos, en cuanto atañe a
su variabilidad, en poder absorberse mutuamente por cruzamientos repetidos y en heredar
caracteres de ambas formas madre. Finalmente, aunque seamos tan ignorantes respecto a
la causa precisa de la esterilidad en los primeros cruzamientos y en los híbridos, como lo
somos en cuanto a por qué los animales y las plantas sacados de sus condiciones naturales
se hacen estériles, los hechos presentados no nos parecen opuestos a la creencia de que las especies existiesen primeramente como variedades.

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