Seminario 1: Clase 12, Zeitlich-Entwickelungsgeschichte, 7 de Abril de 1954

La imagen de la muerte. La propia persona del durmiente. El nombre la ley. Del porvenir al pasado.

Alain señalaba que no se cuentan las columnas en la imagen mental que se tiene del Panteón. A lo cual, gustosamente, yo habría contestado: excepto el arquitecto del Panteón. Hénos aquí introducidos, a través de esta puertica, en las relaciones entre lo real, lo imaginario y lo simbólico.

1)
SR. HYPPOLITE: ¿Puedo formular una pregunta acerca de la estructura de la imagen óptica? Quisiera pedirle precisiones materiales. Si comprendí bien la estructura material, hay un espejo esférico y la imagen real invertida del objeto está en el centro del espejo. Esta imagen estaría en una pantalla. En lugar de formarse en una pantalla, podemos observarla con la vista.

Perfectamente. Porque es una imagen real; siempre y cuando el ojo se acomode en cierto plano, designado por el objeto real. En la interesante experiencia-que me inspira, se trataba de un ramillete invertido que venía a situarse en el cuello del florero real. Si el ojo enfoca la imagen real, la ve. Ella se forma nítidamente en la medida en que todos los rayos luminosos convergen en un mismo punto del espacio virtual, es decir, en la medida en que a cada punto del objeto le corresponde un punto de la imagen.

SR. HYPPOLITE:-Si el ojo está ubicado en el cono luminoso ve la imagen. Si no, no la ve.

La experiencia prueba que, para percibir la imagen, es preciso que el observador apenas esté distanciado del eje del espejo esférico, en una especie de prolongación de la apertura de ese espejo.

SR. HYPPOLITE:-En ese caso, si colocamos un espejo plano, el espejo plano ofrece una imagen virtual de la imagen real considerada como objeto.

Todo lo que puede verse directamente puede también verse en un espejo. Es exactamente como si fuera visto formando un conjunto compuesto por una parte real y una parte virtual simétricas, que se corresponden dos a dos. La parte virtual corresponde a la parte real opuesta, e inversamente, de modo tal que la imagen virtual en el espejo es vista como sería vista la imagen real, que en esta ocasión funciona como objeto, por un observador imaginario, virtual, que está en el espejo, en el lugar simétrico.

SR. HYPPOLITE:-He repetido las construcciónes, como en la época del bachillerato. Pero aquí está también el ojo que mira en el espejo para percibir la imagen virtual de la imagen real.

Desde el momento en que puedo percibir la imagen real, también la veré aparecer colocando el espejo a mitad de camino, desde allí donde estoy; es decir, en un lugar que puede variar entre la imagen real y el espejo esférico, o incluso detrás de él. Veré aparecer en el espejo, basta con que éste se halle convenientemente colocado, es decir que sea perpendicular a la línea axial de hace un rato, la misma imagen real, perfilándose sobre el fondo confuso, dará en un espejo plano la concavidad de un espejo esférico.

SR. HYPPOLITE:-Cuando miro en este espejo, percibo a la vez el ramillete de flores virtual y mi ojo virtual.

Sí, siempre y cuando mi ojo real exista, y no sea él mismo un punto abstracto. Porque he señalado que no somos un ojo. Y comienzo aquí a entrar en la abstracción.

SR. HYPPOLITE:-Por lo tanto comprendí bien la imagen. Queda por ver la correspondencia simbólica.

Es lo que voy a intentar explicarles un poco.

SR. HYPPOLITE:-¿Cual es el juego de correspondencias entre el objeto real, las flores, la imagen real, la imagen virtual, el ojo real y el ojo virtual? Comencemos por el objeto real: Qué representan para usted las flores reales?

El interés de este esquema radica, obviamente, en que puede prestarse a varios usos. Freud ya construyó algo semejante y nos indicó, especialmente en la Traumdeutung y en el Abriss, que las instancias psíquicas debían ser concebidas a partir de los fenómenos imaginarios. En la Traumdeutung Freud hizo el esquema de las capas sucesivas en que se inscriben percepciones y recuerdos, unos formando lo consciente, otros lo inconsciente, que llegan a proyectarse en la conciencia y a cerrar, eventualmente, el círculo estímulo-respuesta, mediante el cual se intentaba en esa época comprender el circuito de lo viviente. Podemos ver allí algo así como la superposición de películas fotográficas. Pero, sin duda alguna, este esquema es imperfecto. Porque. . .

SR. HYPPOLITE:-Ya utilicé su esquema. Busco las primeras correspondencias.

¿Las correspondencias primitivas? Para fijar las ideas, podemos dar a la imagen real, cuya función es la de contener y, al mismo tiempo, excluir cierto número de objetos reales, la significación de los límites del yo. Pero, si ustedes dan determinada función a un elemento del modelo tal otro asumirá entonces necesariamente tal otra función. Aquí no se trata más que del uso de relaciones.

SR. HYPPOLITE:-Podría admitirse, por ejemplo, que el objeto real significa la Gegenbild, la réplica sexual del yo? En el esquema del animal, el macho encuentra la Gegenbild, es decir, su contrapartida complementaria en la estructura.

Ya que es preciso una Gegenbild…

SR. HYPPOLITE:-El término es de Hegel.

El término mismo de Gegenbild implica una correspondencia con una Innenbild, lo que equivale a la correspondencia del Innenwelt con el Umwelt.

SR. HYPPOLITE:-Lo que me lleva a decir que si el objeto real, las flores representa el objeto real correlativo del sujeto animal perceptor, entonces la imagen real del vaso de flores representa la estructura imaginaria reflejada de esa estructura real.

No puede usted decirlo mejor. Es exactamente lo que sucede sólo cuando se trata del animal. Y es lo que ocurre en mi primera construcción, cuando no hay sino un espejo esférico, cuando la experiencia se limita a mostrar que la imagen real se mezcla con las cosas reales. En efecto, es ésta una manera posible de representarnos la Innenbild que permite al animal buscar a su compañero específico, así como la llave busca una cerradura o como la cerradura busca la llave, dirigir su libido allí donde ella debe estar para la propagación de la especie. Les hice notar que, desde esta perspectiva, podemos ya aprehender de modo impresionista el carácter esencialmente transitorio del individuo respecto al tipo.

SR. HYPPOLITE: – El ciclo de la especie.

No sólo el ciclo de la especie, sino el hecho de que el individuo está cautivo hasta tal punto del tipo que, respecto a ese tipo, se anula. Como diría Hegel-no sé si lo dijo- el individuo está ya muerto en relación a la vida eterna de la especie.

SR. HYPPOLITE:-Le hice decir esa frase a Hegel, al comentar su imagen: que en realidad, el saber, es decir la humanidad, es el fracaso de la sexualidad.

Estamos yendo un poquitín rápido.

SR. HYPPOLITE:-Para mi, lo importante es que el objeto real puede ser considerado como la contrapartida real, del orden de la especie, del individuo real. Pero se produce entonces un desarrollo en lo imaginario, que permite que esa contrapartida en el espejo esférico aislado pueda devenir también una imagen real, una imagen que como tal fascina, en ausencia misma del objeto real que está proyectado en lo imaginario, imagen que fascina al individuo y que lo capta en el espejo plano.

Saben ustedes cuán delicado es medir lo que es, y lo que no es percibido por el animal, pues en él, como en el hombre, la percepción parece ir mucho más lejos de lo que puede valorarse en comportamientos experimentales, es decir artificiales. Ocurre que observamos a veces que el animal puede realizar elecciónes con ayuda de ciertas cosas que ni siquiera sospechábamos. Sin embargo, sabemos que, cuando está atrapado en el ciclo de un comportamiento de tipo instintual, se produce en él una espesura, una condensación, una opacificación de la percepción del mundo exterior. El animal se halla hasta tal punto sumergido en ciertas condiciones imaginarias que, justamente allí donde le sería más útil no equivocarse, es donde lo engañamos más fácilmente. La fijación libidinal a ciertos elementos aparece allí como una especie de embudo.

De aquí partimos. Pero, si es necesario constituir para el hombre un aparato un poco más complejo y astucioso es porque, para él, las cosas no suceden así.

Ya que usted fue quien tuvo la amabilidad de acosarme hoy, no veo por qué no comenzar recordando el tema hegeliano fundamental: el deseo del hombre es el deseo del otro.

Es esto lo expresado en el modelo del espejo plano. Volvemos a encontrar también aquí el clásico estadio del espejo de Jacques Lacan, ese momento de viraje que aparece en el desarrollo cuando el individuo hace de su propia imagen en el espejo, de él mismo, un ejercicio triunfante. Por ciertas correlaciones de su comportamiento podemos entender que se trata aquí, por vez primera, de una captación anticipada del dominio.

Palpamos también aquí otra cosa, lo que he llamado Urbild, Bild en un sentido distinto al que usted usaba recientemente: el primer modelo donde se marca el retraso, el desprendimiento del hombre respecto a su propia libido. Esta hiancia hace que exista una diferencia radical entre la satisfacción de un deseo y la carrera hacia la culminación del deseo: el deseo es esencialmente una negatividad, introducida en un momento que no es especialmente originario, pero sí crucial, viraje decisivo. El deseo es captado primero en el otro, y de la forma más confusa. La relatividad del deseo humano respecto al deseo del otro ya la conocemos en toda reacción donde hay rivalidad, competencia, incluso en todo el desarrollo de la civilización, hasta en esa simpática y fundamental explotación del hombre por el hombre cuyo fin no veremos pronto, pues es absolutamente estructural y constituye, admitida una vez para siempre por Hegel, la estructura misma de la noción de trabajo. Desde luego, ya no se trata aquí del deseo, sino de la mediación completa de la actividad en tanto que propiamente humana, comprometida en la vía de los deseos humanos.

El sujeto localiza y reconoce originariamente el deseo por intermedio no sólo de su propia imagen, sino del cuerpo de su semejante. Exactamente en ese momento, se aisla en el ser humano la conciencia en tanto que conciencia de sí. Porque reconoce su deseo en el cuerpo del otro el intercambio se efectúa. Es porque su deseo ha pasado del otro lado que él se asimila al cuerpo del otro, y se reconoce como cuerpo.

Nada permite afirmar que el animal tenga una conciencia separada de su cuerpo como tal, que su corporeidad sea para él un elemento objetivable…

SR. HYPPOLITE:-Estatu(t)ario, en el doble sentido.

Exactamente. Mientras que es indudable que, si hay para nosotros un dato fundamental, anterior incluso a toda emergencia del registro de la conciencia desdichada, éste es justamente la distinción entre nuestra conciencia y nuestro cuerpo. Esta distinción hace de nuestro cuerpo algo facticio, de lo cual nuestra conciencia es incapaz de desligarse, pero del que ella se concibe- tal vez no sean estos los términos más apropiados- como distinta.

La distinción entre conciencia y cuerpo se efectúa en ese brusco intercambio de roles que tiene lugar en la experiencia del espejo cuando se trata del otro.

Anoche nos decía Mannoni que, en las relaciones interpersonales, siempre se introduce algo facticio, que es la proyección del otro sobre nosotros mismos. Sin duda, esto tiene que ver con el hecho de que nos reconocemos como cuerpo en la medida en que esos otros, indispensables para reconocer nuestro deseo, también tienen un cuerpo, o más exactamente, que nosotros al igual que ellos lo tenemos.

SR. HYPPOLITE:-Lo que no comprendo bien es la distinción entre dos cuerpos más que la distinción entre sí mismo y cuerpo.

Por supuesto.

SR. HYPPOLITE:-Puesto que el sí mismo se representa como cuerpo ideal, y existe el cuerpo que yo siento, ¿hay dos…?

Ciertamente no. Es allí donde el descubrimiento freudiano adquiere su dimensión esencial: el hombre, en sus primeras fases, no llega de entrada, de modo alguno, a un deseo dominado. Lo que reconoce y fija en esa imagen del otro es un deseo fragmentado. El aparente dominio de la imagen del espejo le es dada, virtualmente al menos, como total. Es un dominio ideal.

SR. HYPPOLITE:- Es lo que llamo cuerpo ideal.

Es el Ideal-lch. Su deseo, por el contrario, no está constituido. Lo que el sujeto encuentra en el otro es, ante todo, una serie de planos ambivalentes, de alienaciones de su deseo: de un deseo aún en pedazos. Todo lo que conocemos de la evolución instintual nos proporciona un esquema de ello, ya que, en Freud, la teoría de la libido está hecha de la conservación, de la composición progresiva de cierto número de pulsiones parciales, que logran o no, culminar en un deseo maduro.

SR. HYPPOLITE:-Creo que estamos de acuerdo. ¿No? Hace un momento usted decía que no sin embargo. Estamos de acuerdo. Si digo dos cuerpos, quiero decir simplemente que lo que yo veo constituido, ya sea en el otro, ya sea en mi propia imagen en el espejo, es lo que yo no soy y, de hecho, lo que está más allá de mí. Es lo que llamo el cuerpo ideal, estatu(t)ario, o estatua. Como dice Valéry en la Joven Parca: Pero mi estatua al mismo tiempo tiembla, es decir, se descompone. Su descomposición es lo que yo llamo el otro cuerpo.

El cuerpo como deseo despedazado buscándose, y el cuerpo como ideal de sí, vuelven a proyectarse del lado del sujeto como cuerpo despedazado, al mismo tiempo que ve al otro como cuerpo perfecto. Para el sujeto, un cuerpo despedazado es una imagen esencialmente desmembrable de su cuerpo.

SR. HYPPOLITE:-Los dos vuelven a proyectarse uno sobre otro en este sentido: a la vez se ve como estatua y se desmembra al mismo tiempo, proyecta el desmembramiento sobre la estatua, y esto en una dialéctica sin fin. Me disculpo por repetir lo que usted decía, es para estar seguro de haber comprendido bien.

Daremos luego un paso más, si ustedes quieren.

Finalmente lo real, por supuesto, se encuentra aquí más acá del espejo. ¿Pero qué hay más allá? Existe, en primer lugar, como ya vimos, el imaginario primitivo de la dialéctica especular con el otro.
Esta dialéctica fundamental introduce ya la dimensión mortal del instinto de muerte, en dos sentidos. Primero, la captación libidinal implica para el individuo un valor irremediablemente mortal en tanto que está sometido a la x de la vida eterna. En segundo lugar- y es éste el punto subrayado por el pensamiento de Freud, pero que no está completamente discriminado en Más allá del principio del placer-el instinto de muerte adquiere en el hombre una significación diferente puesto que su libido está originariamente obligada a pasar por una etapa imaginaria.

Además, esa imagen de imagen, es lo que, en el hombre, atenta contra la madurez de la libido, contra la adecuación de la realidad a lo imaginario que en principio estaría presente, por hipótesis- pues después de todo, ¿qué sabemos de ello?- en el animal. La seguridad de la construcción es en él tanto más evidente, como que fue a partir de ella que surgió el gran fantasma de la natura mater la idea misma de naturaleza, respecto a la cual el hombre se representa su inadecuación originaria, expresándola de mil maneras. Se la puede situar, de modo perfectamente objetivable, en toda su peculiar impotencia al origen de la vida. Esta prematuración del nacimiento no la inventaron los psicoanalistas. Histológicamente, el aparato que desempeña en el organismo el papel de aparato nervioso, tema aún en discusión, está inacabado al nacer. El hombre alcanza la culminación de su libido antes de alcanzar su objeto. Por allí se introduce esa falle especial que se perpetúa en él en la relación con un otro, infinitamente más mortal para él que para cualquier otro animal. Esta imagen del amo, que es la que él ve como imagen especular, se confunde, en el hombre, con la imagen de la muerte. El hombre puede estar en presencia del amo absoluto. Lo está originariamente, se lo hayan o no enseñado, en tanto está sometido a esa imagen.

SR. HYPPOLITE:-El animal está sometido a la muerte cuando hace el amor pero no lo sabe.

Mientras que el hombre sí lo sabe. Lo sabe y lo experimenta.

SR. HYPPOLITE:-Esto llega hasta el punto en que es él quien se da la muerte. Quiere por el otro su propia muerte.

Estamos todos realmente de acuerdo en que el amor es una forma de suicidio.

DR. LANG:-Hay un punto en el que usted insistió, y no comprendí bien el alcance de esa insistencia. Es el hecho de que es preciso estar en cierto campo en relación al aparato del que hablamos.

Veo que no me traicioné suficientemente, pues ustedes vislumbraron mi secreto, pero no su punto de inserción.

Se trata de algo que, aquí también, puede jugar en varios planos. Podemos interpretar las cosas a nivel de la estructuración, de la descripción, o del manejo de la cura. Es particularmente cómodo contar con un esquema de tipo tal que, de la movilización de un plano de reflexión, dependa, en un momento dado, la apariencia de la imagen: permaneciendo el sujeto siempre en el mismo lugar. Sólo puede verse la imagen con suficiente completitud desde determinado punto virtual de observación. Ustedes pueden cambiar como quieran ese punto virtual. Ahora bien, cuando el espejo gira ¿ qué es lo que cambia?

No sólo cambiará el fondo, es decir, lo que el sujeto puede ver en el fondo, por ejemplo él mismo, o un eco de sí mismo, como lo hacía notar Hyppolite. En efecto, cuando se mueve un espejo plano, llega un momento en que algunos objetos salen del campo. Evidentemente, los que salen en último término son los más cercanos, lo cual sirve ya para explicar algunos de los modos en que se sitúa el Ideal-Ich respecto a algo diferente, que dejo por ahora en forma enigmática, y que he denominado el observador. Tienen toda la razón si piensan que no se trata únicamente de un observador. Se trata, a fin de cuentas, de la relación simbólica; a saber, del punto a partir del cual se habla, a partir del cual él es hablado.

Pero no es esto lo único que cambia. Si ustedes inclinan el espejo, la imagen misma cambia. Sin que la imagen real se mueva, por el sólo hecho de que el espejo cambia, la imagen del sujeto, colocado al lado del espejo esférico, verá en este espejo, pasará de una forma de boca a una forma de falo, o de un deseo más o menos completo a este tipo de deseo que antes llamé despedazado. En otros términos, este funcionamiento permite mostrar lo que Freud siempre pensó, a saber, las correlaciones posibles entre la noción de regresión tópica y la regresión que él llama zeitlich-Entwickelungsgeschichte: esto muestra hasta qué punto estaba él mismo confundido respecto a la relación temporal. Freud dice zeitlich, temporal, después un guión y de la historia del desarrollo cuando ustedes conocen la contradicción interna que existe entre el término Entwickelung y el término Geschichte. Freud reúne estos tres términos y después, arréglenselas ustedes como puedan.

Pero si no tuviéramos que arreglárnoslas, no necesitaríamos estar aquí. Sería una pena.

Perrier, empiece usted con Adición metapsicológica a la teoría de los sueños.

2)
DR. PERRIER:-Sí, este texto…

¿Este texto le pareció un poco fastidioso?

DR. PERRIER:-En efecto. Pienso que lo mejor sería bosquejar un esquema. Se trata de un artículo que Freud introduce diciéndonos que es instructivo establecer un paralelo entre ciertos síntomas mórbidos y los prototipos normales que nos permiten estudiarlos, por ejemplo, el duelo y la melancolía, el sueño, el dormir y ciertos estados narcisísticos.

A propósito, Freud emplea el término Vorbild, que sigue el sentido de Bildung, para designar los tipos normales.

DR. PERRIER: -Freud llega al estudio del sueño con la finalidad, que se manifestará al final del artículo, de profundizar el estudio de algunos fenómenos, tal como se presentan en las afecciónes narcisísticas, por ejemplo, en la esquizofrenia.

Las prefiguraciones normales en una afección mórbida, Normalvorbild en-Krankheitsaffektion.

DR. PERRIER:-Nos dice entonces que el dormir es un estado de denudamiento psíquico, que vuelve a situar al durmiente en un estado análogo al primitivo estado fetal, y que también lo lleva a desprenderse de una parte de su organización psíquica, así como uno se quita una peluca, los dientes postizos, la ropa, antes de dormir.

Es divertido que a propósito de esta imagen que nos da del narcisismo del sujeto, que es para Freud la esencia fundamental del dormir, añada una observación que no parece seguir una dirección demasiado fisiológica, que no es válida para todos los seres humanos. Sin duda es habitual quitarse la ropa, pero uno se pone otra. Vean entonces la imagen que Freud produce súbitamente: quitarse los anteojos- somos varios los que tenemos deficiencias que hacen necesario su uso- pero también los dientes postizos, los cabellos postizos. Imagen horrorosa del ser que se descompone. Se accede así a ese carácter parcialmente descomponible, desmontable, del yo humano, tan impreciso en cuanto a sus límites. Los dientes postizos no forman parte de mi yo seguramente, ¿ pero hasta qué punto mis dientes verdaderos forman parte de él ya que son reemplazables ? La idea del carácter ambigüo, incierto de los límites del yo aparece aquí en primer plano, como pórtico de la introducción al estudio metapsicológico del sueno. La preparación para el dormir nos entrega su significación.

DR. PERRIER:-En el párrafo siguiente, Freud llega a algo que parece ser el resumen de todo lo que estudiará después. Nos recuerda que cuando se estudian las psicosis, se comprueba que nos hallamos siempre ante regresiones temporales, es decir, ante esos puntos a los que cada caso retorna en las etapas de su propia evolución. Nos dice entonces que estas regresiones se comprueban, una en la evolución del yo, y la otra en la evolución de la libido. La regresión de la evolución de la libido llevará en el sueño – en lo que corresponde a todo esto- dice Freud al restablecimiento del narcismo primitivo. La regresión de la evolución del yo en el sueño llevará del mismo modo a la satisfacción alucinatoria del deseo. Esto, a priori, no parece extremadamente claro, por lo menos para mí.

Tal vez resultaría un poco más claro con nuestro esquema.

DR PERRIER.:- Se lo puede presentir ya al observar que Freud parte de regresiones temporales, regresiones en la historia del sujeto. Por ello, la regresión en la evolución del yo llevará a ese estado totalmente elemental, primordial, no elaborado, que es la satisfación alucinatoria del deseo. Freud primero nos hará volver a recorrer con él el estudio del proceso onírico y en particulae, el narcisismo del dormir en función de lo que ocurre, es decir, del sueño. Habla, en primer lugar, del egoísmo  del sueño, término que choca un poco, para compararlo con el narcisismo.

¿Cómo justifica Freud el egoísmo del sueño?

DR. PERRIER: – Dice que en el sueño el personaje central es siempre la persona durmiente.

Y quien juega el papel principal. ¿Quien puede decirme qué es exactamente agnosieren? Es un término alemán que no he encontrado. Pero su sentido está claro: se trata  de esa persona que siempre debe ser reconocida como la propia persona, als die eigene Person zu agnosieren. ¿Puede alguien darme una indicación sobre el uso de esta palabra? Freud no emplea anerkennen, que implicaría la dimensión del reconocimiento en el sentido que le otorgamos constantemente en nuestra diálectica. ¿A que nivel ha de reconocerse la persona del durmiente, a nivel de nuestra interpretación , o al de nuestra mántica? No es exactamente lo mismo. Entre anerkennen y agnosieren, está toda la diferencia entre lo que sabemos y lo que comprendemos, diferencia que lleva, sin embargo, la marca de una ambigüedad fundamental. Vean como el mismo Freud analiza el célebre sueño de la monografía botánica en la Traumdeutung. Cuanto más avancemos más veremos cuán geniales eran esas primeras aproximaciones a la significación del sueño y su escenario.
Señora X, ¿tal vez pueda usted darnos una indicación sobre este agnosieren?

Sra. X:-A veces Freud emplea palabras de Viena. Esta palabra ya no se usa en alemán, pero el sentido que usted le dio es correcto.

Interesante, en efecto, la significación del medio vienés.

Freud nos da al respecto una aprehensión muy profunda de su relación con el personaje fraterno, con ese amigo-enemigo, que afirma es un personaje absolutamente fundamental en su existencia, y que es preciso que siempre haya uno, recubierto por esta especie de Gegenbild. Pero al mismo tiempo, es a través de este personaje, encarnado por su colega de laboratorio -lo he evocado en seminarios anteriores, muy al comienzo, cuando hablamos un poco de las primeras etapas de Freud en la vida científica- es a propósito y por intermedio de este colega, de sus actos, de sus sentimientos, que Freud proyecta, hace vivir en el sueño lo que tiene que ver con el deseo latente, es decir las reivindicaciones de su propia agresión, de su propia ambición. De tal modo que esa eigene Person es completamente ambigüa. Es en el interior mismo de la conciencia del sueño, más exactamente en el interior del espejismo del sueño, donde debemos buscar, en la persona que protagoniza el papel principal, la propia persona del durmiente. Pero precisamente no es el durmiente, sino el otro.

DR. PERRIER:-Freud se pregunta entonces si narcisismo y egoísmo no son en verdad una sola y única cosa. Nos dice que la palabra narcisismo sólo sirve para subrayar el carácter libidinal del egoísmo. Dicho de otro modo, puede considerarse al narcisismo como el complemento libidinal del egoísmo. De pasada, Freud habla del poder diagnóstico del sueño, recordándonos que suelen percibirse en sueños, de un modo no aparente en el estado de vigilia, ciertas modificaciones orgánicas que permiten formular el diagnóstico de algo aún no aparente en estado de vigilia. En ese momento surge el problema de la hipocondría.

He aquí algo un poco más astucioso, un poco más complicado. Mediten bien lo que esto quiere decir. Les hablé del intercambio que se produce entre la imagen del sujeto y la imagen del otro en tanto ella está libidinizada, narcisizada, en la situación imaginaria. Al mismo tiempo, así como para el animal ciertas partes del mundo están opacificadas y se vuelven fascinantes, así también ella se vuelve fascinante. Somos capaces de agnosieren, en el sueño, la propia persona del durmiente en estado puro. El poder de conocimiento del sujeto ha aumentado otro tanto. Por el contrario, en estado de vigilia, al menos si no ha leído la Traumdeutung, no percibirá suficientemente las sensaciones de su cuerpo capaces de anunciar, cuando duerme, algo interno, cenestésico. Justamente, en la medida en que la opacificación libidinal en el sueño está del otro lado del espejo, su cuerpo es, no mejor sentido, sino mejor percibido, mejor conocido por el sujeto.

¿Captan ustedes aquí el mecanismo?

En estado de vigilia, el cuerpo del otro es remitido al sujeto, también desconoce muchas cosas de sí mismo. Que el ego sea un poder de desconocimiento, es éste el fundamento mismo de toda la técnica analítica.

Esto tiene amplio alcance. Hasta la estructuración, la organización y, al mismo tiempo, la escotomización- considero adecuado aquí el uso del término- y todo tipo de cosas que constituyen las múltiples informaciones que pueden llegarnos de nosotros mismos a nosotros mismos: juego particular que nos remite a esa corporeidad, también ella de origen extranjero. Llega hasta el: Tiene ojos para no ver. Siempre hay que tomar al pie de la letra las frases del Evangelio, si no, evidentemente, no entendemos nada y creemos que sólo son ironías.

DR. PERRIER:-El sueño es también una proyección, una exteriorización de un proceso interno. Freud recuerda que la exteriorización de un proceso interno es un medio de defensa contra el despertar. En la fobia histérica existe esta misma proyección, que es un medio de defensa, que viene a reemplazar una función interior. Freud se pregunta: ¿por qué la intención de dormir es contrarrestada? Puede serlo por una excitación que viene del exterior, o bien por una excitación que viene del interior. El caso del obstáculo interior es el más interesante. Es el que estudiaremos.

Hay que seguir de cerca este pasaje, pues nos permite ser más rigurosos en el empleo del término proyección en análisis. Siempre lo usamos del modo más confuso. En particular, nos deslizamos constantemente hacia el uso clásico al hablar de la proyección de nuestros sentimientos sobre el semejante. No se trata exactamente de esto cuando, por la fuerza de las cosas, es decir por la ley de coherencia del sistema, tenemos que emplear este término en análisis. Si el próximo trimestre llegamos a abordar el caso Schreber y la cuestión de las psicosis, tendremos que añadir las últimas precisiones acerca de la significación que podemos dar a la proyección.

Si me siguieron en lo que dije hace un rato, deben darse cuenta de que todo lo que aquí llamamos proceso interno viene siempre primero desde fuera. Es reconocido primero por intermedio del exterior.

DR. PERRIER:-He aquí una dificultad que encontré con el Padre Beirnaert y Andrée Lehmann, quienes me ayudaron ayer: ¿qué es el deseo preconsciente del sueño?

Lo que Freud llama el deseo del sueño es el elemento inconsciente.

DR. PERRIER:-Justamente. Freud dice que primero hay formación del deseo preconsciente del sueño, en el estado de vigilia supongo, lo cual permite que la pulsión inconsciente se exprese gracias al material, es decir, en los restos diurnos preconscientes. Aquí aparece el problema que me ha confundido. Después de haber utilizado la expresión deseo preconsciente del sueño, Freud dice que no ha sido necesario que existiera en estado de vigilia, y que puede poseer ya el carácter irracional propio de todo lo que es inconsciente. Es traducido en términos conscientes.

Lo cual es importante.

DR. PERRIER:-Debemos evitar, dice, confundir el deseo del sueño con todo lo que es del orden del preconsciente.

¡Eso es!

Observen cómo suele comprenderse esto después de haberlo leído. Se dice: está lo manifiesto y está lo latente. Se plantean entonces cierto número de complicaciones. Lo manifiesto es la composición. La elaboración del sueño logra- bonito viraje de su primer aspecto, el recuerdo- que el sujeto sea capaz de evocarles lo manifiesto. Pero, lo que compone el sueño, es algo que debemos buscar y que es verdaderamente inconsciente. Encontramos ese deseo o no lo encontramos, pero sólo lo vemos perfilándose por detrás. El deseo inconsciente es como la fuerza directriz que ha obligado a todos los Tagesresten, esas cargas vagamente lúcidas, a organizarse de determinada manera. Esta composición culmina en el contenido manifiesto, es decir, en un espejismo que no responde en nada a lo que debemos reconstruir, que es el deseo inconsciente.

3)
¿Como representar esto con mi pequeño esquema? De manera oportuna Hyppolite me ha obligado a poner todo en juego desde el principio de la reunión. No resolveremos hoy este problema. Pero es preciso avanzar un poco.

Resulta ahora indispensable introducir lo que podemos llamar los mandos del aparato.

Entonces, el sujeto adquiere conciencia de su deseo en el otro, por intermedio de la imagen del otro; imagen del otro que le proporciona el espectro de su propio dominio. Así como es harto frecuente que en nuestros razonamientos científicos reduzcamos el sujeto a un ojo, también podríamos reducirlo a un personaje instantáneo captado en relación a la imagen anticipada de sí mismo, independientemente de su evolución. Pero resulta que se trata de un ser humano, que ha nacido en estado de impotencia y al que, muy precozmente, las palabras, el lenguaje, le han servido de llamado, y de los más miserables, cuando de sus gritos dependía su alimento. Ya se ha relaciónado esta maternización primitiva con los estados de dependencia. Pero, finalmente, ésta no es razón para ocultar que, con igual precocidad, esa relación con el otro es nombrada por el sujeto.

Un nombre, por confuso que sea, designa una determinada persona y en esto consiste exactamente el paso al estado humano. Si debemos definir en qué momento el hombre deviene humano, digamos que es cuando, así sea mínimamente, entra en la relación simbólica.

La relación simbólica, ya lo he subrayado, es eterna. Y no simplemente porque es preciso que haya siempre efectivamente tres personas, es eterna en tanto el símbolo introduce un tercero, elemento de mediación, que sitúa a los dos personajes presentes, los hace pasar a otro plano, y los modifica.

Quiero volver una vez más a este punto, y desde el inicio, aún cuando para ello deba detenerme hoy a mitad de camino.

El señor Keller, que es un filósofo guestaltista y que, por esta razón, se cree muy superior a los filósofos mecanicistas, ironiza de mil maneras sobre el tema estímulo-respuesta. En alguna parte, dice lo siguiente es curioso recibir del señor Fulano, editor de Nueva York, el encargo de un libro, pues si estuviéramos en el registro estímulo-respuesta, podríamos creer que he sido estimulado por ese encargo, y que mi libro es una respuesta. Y bien, dice Keller, recurriendo a la intuición vivida del modo más justificado, no es tan sencillo. No me contento con responder a la invitación, estoy además en un estado de tensión espantoso. Mi equilibrio- noción guestaltista- sólo se restablecerá cuando esta tensión haya adquirido la forma de La realización del texto. Este llamado que he recibido produce en mí un estado dinámico de desequilibrio. Sólo será satisfecho cuando haya sido asumido, es decir cuando se cierre el círculo desde ahora anticipado por el hecho mismo de ese llamado, a una respuesta plena.

No es una descripción en absoluto suficiente. Keller supone en el sujeto el modelo preformado de la buena respuesta, e introduce un elemento de ya allí. En definitiva, eso es tener respuesta para todo invocando la virtud dormitiva. Se contenta con plantear que el registro de las relaciones generadoras de toda acción es que el sujeto no ha realizado el modelo ya totalmente inscripto en él. No hay aquí más que transcripción, en un grado más elaborado, de la teoría mecanicista.

No, no debe desconocerse aquí el registro simbólico, que es aquel mediante el cual se constituye el ser humano como tal. En efecto, a partir del momento en que Keller recibió el encargo, respondió sí, y firmó un compromiso, Keller no es el mismo Keller. Hay otro Keller, un Keller comprometido, y también una nueva editorial, una editorial que tiene un contrato más, un símbolo más.

Tomo este ejemplo grosero, tangible, porque nos introduce de lleno en la dialéctica del trabajo. En el sólo hecho de definirme en relación a un señor como su hilo, y definirlo a él como mi padre, hay algo que, por inmaterial que parezca, tiene tanto peso como la generación carnal que nos une. Pesa incluso prácticamente más en el orden humano. Pues, incluso antes de hallarme en condiciones de pronunciar las palabras padre e hijo, y aún cuando él esté chocho y ya no pueda pronunciar esas palabras, todo el sistema humano en torno nuestro nos define ya, con todas las consecuencias que ello implica, como padre e hijo.

Por lo tanto, la dialéctica del yo y el otro es trascendida, situada en un plano superior, por la relación con el otro, por la sola función del lenguaje, en tanto éste es más o menos idéntico, en todo caso en tanto está fundamentalmente ligado, a lo que llamaremos la regla, o mejor aún, la ley. Esta ley crea, en cada instante de su intervención, algo nuevo. Cada situación es transformada por su intervención, cualquiera que sea ésta, salvo cuando hablamos para no decir nada.

Pero incluso esto, como ya lo he explicado en otra parte, tiene su significación. Esta realización del lenguaje que ya no sirve más que como una moneda gastada que nos pasamos en silencio de mano en mano-frase citada en mi informe de Roma y que es de Mallarmé-muestra la función pura del lenguaje: asegurarnos que somos, y nada más. Que sea posible hablar para no decir nada, es tan significativo como el hecho que, cuando se habla, es en general para algo. Lo sorprendente es que hay muchos casos en que se habla cuando bien podría uno callar. Pero callar justamente es la prueba más difícil

Hénos aquí introducidos a ese nivel elemental en el cual el lenguaje se halla inmediatamente adherido a las primeras experiencias. Por una necesidad vital el medio del hombre es un medio simbólico.

Para concebir la incidencia de la relación simbólica en mi pequeño modelo, basta suponer que lo que produce los virajes del espejo – los que presentarán al sujeto, en el otro, en el otro absoluto, diferentes figuras de su deseo- es la intervención de las relaciones de lenguaje. Hay conexión entre la dimensión imaginaria y el sistema simbólico, en la medida en que en él se inscribe la historia del sujeto, no el Entwickelung, el desarrollo, sino la Geschichte, o sea aquello en lo que el sujeto se reconoce correlativamente en el pasado y en el porvenir.

Se que digo todo esto un poco rápido, pero volveré a ello más lentamente.

Precisamente, el pasado y el porvenir se corresponden. No en cualquier sentido, no en el sentido que ustedes podrían creer que el análisis indica, a saber del pasado al porvenir. Por el contrario, justamente en el análisis, porque la técnica es eficaz, se sigue el buen orden: del porvenir al pasado. Podrían creer ustedes que están buscando el pasado del enfermo en el cubo de la basura, mientras que al contrario, es porque el enfermo tiene un porvenir que ustedes pueden seguir en sentido regresivo.

No puedo decirles inmediatamente porqué. Continúo.

Todos los seres humanos participan en el universo de los símbolos. Están incluidos en él y lo sufren, mucho más de lo que lo constituyen. Son mucho más sus soportes que sus agentes. Es en función de los símbolos, de la constitución simbólica de su historia, que se producen esas variaciones por las cuales el sujeto es capaz de tener imagenes variables, quebradas, despedazadas, incluso llegado el caso, inconstituidas, regresivas de sí mismo. Lo observamos tanto en los Vorbilden normales de la vida cotidiana del sujeto, como en el análisis, de modo más dirigido.

¿Qué son entonces, en este contexto, el preconsciente y el inconsciente ?

Hoy deberé dejarlos sin respuesta. Pero sepan, al menos, que la primera aproximación que podemos dar de ellos, desde nuestra perspectiva de hoy, es que están allí en juego ciertas diferencias, ciertas imposibilidades ligadas a la historia del sujeto en tanto que, precisamente, éste inscribe en ella su desarrollo.

Revalorizamos ahora la ambigüa fórmula de Freud, zeitlich-Entwickelungsgeschichte. Pero limitémonos a la historia, y digamos que debido a determinadas particularidades de la historia del sujeto existen ciertas partes de la imagen real, o ciertas fases bruscas. Se trata, efectivamente, de una relación móvil.

En el juego intra-analítico, ciertas fases o faces-  no vacilemos en hacer juego de palabras- de la imagen real nunca podrán darse en la imagen virtual. Por el contrario, todo lo accesible por simple movilidad del espejo en la imagen virtual, lo que pueden ver de la imagen real en la imagen virtual, debe situarse más bien en el preconsciente. Mientras que las partes de la imagen real que nunca se verán, los lugares donde el aparato se agarrota, se bloquea- no creo que esto sea llevar demasiado lejos la metáfora- eso es el inconsciente.

Seguramente se equivocan si creen haber comprendido. Verán las dificultades que esta noción de inconsciente presenta, y mostrárselas es mi sola ambición. Por una parte, el inconsciente- tal como acabo de definirlo- es algo negativo, idealmente inaccesible. Por otra parte, es algo casi real. Por último, es algo que se realizará en lo simbólico o, más exactamente algo que, gracias al progreso simbólico en el análisis, habrá sido. Les mostraré, siguiendo los textos de Freud, que la noción de inconsciente debe satisfacer estos tres términos.

Voy a ilustrarles enseguida el tercero, cuya irrupción puede parecerles sorprendente.

No olviden esto: Freud explicó primero la represión como una fijación. Pero en el momento de la fijación, nada hay que sea represión: la del hombre de los lobos se produce mucho después de la fijación. La Verdrängung es siempre una Nachdrängung. Entonces ¿cómo explicar el retorno de lo reprimido? Por paradójico que sea, sólo hay una manera de hacerlo: no viene del pasado, sino del porvenir.

Para darles una idea adecuada de lo que es el retorno de lo reprimido en un síntoma, es preciso volver a considerar la metáfora que tomé prestada a los cibernéticos, lo que ahorra el tener que inventarla yo mismo, pues no hay que inventar demasiadas cosas.

Wiener supone dos personajes, cuya dimensión temporal iría en sentido inverso, la una de la otra. Desde luego, esto no quiere decir nada, y así es como las cosas que no quieren decir nada significan de pronto algo, pero en un dominio muy diferente. Si uno envía un mensaje al otro, por ejemplo, un cuadrado, el personaje que va en sentido contrario verá primero un cuadrado borrándose, antes de ver el cuadrado. Esto es también lo que nosotros vemos. El síntoma se nos presenta primero como una huella, que nunca será más que una huella, y que siempre permanecerá incomprendida hasta el momento en que el análisis haya avanzado suficientemente, y hasta el momento en que hayamos comprendido su sentido. Puede entonces decirse que, así como la Verdrängung no es nunca más que una Nachdrängung, lo que vemos bajo el retorno de lo reprimido es la señal borrosa de algo que sólo adquirirá su valor en el futuro, a través de su realización simbólica, su integración en la historia del sujeto. Literalmente, nunca será sino algo que, en un momento determinado de realización, habrá sido.

Lo verán mejor gracias a mi aparático. Les haré una confidencia: le añado un pedacito más todos los días. No lo traigo ya listo, como Minerva saliendo del cerebro de un Júpiter que no soy. Lo seguiremos, día a día, hasta el momento en que empiece a cansarnos, entonces lo dejaremos. Hasta entonces, servirá para mostrarnos la construcción de estas tres facetas necesarias a la noción de inconsciente para que podamos comprenderla, eliminando todas esas contradicciónes que Perrier encuentra en el texto que nos presenta.

Quedémonos por hoy aquí. Aún no les he enseñado por qué el analista se encuentra en el lugar de la imagen virtual. El día que hayan comprendido por qué el analista se encuentra allí, habrán comprendido casi todo lo que ocurre en el análisis.