CLAUDE LEVI-STRAUSS: HACIA LAS ESTRUCTURAS DEL ARTE

El contraste, que resulta irresistible, ha sido ingeniosamente captado en la caricatura de David Levine: de un lado se encuentra el cultivado erudito francés, Claude Lévi-Strauss, conocedor de las tradiciones filosóficas clásicas y poseedor de profundos conocimientos antropológicos sobre numerosas culturas del mundo; del otro lado, una versión del noble salvaje de Rousseau, extraído directamente del estado natural, que representa a la humanidad libre de trabas. Ambos saborean un cóctel mientras hablan quizá de complicados temas en un elegante salón francés. La caricatura señala el principal aporte de Claude Lévi-Strauss al tema socio-científico de nuestra época: su afirmación de que la mente humana, sea civilizada o salvaje, es la misma en todos, refleja los mismos principios y opera sobre los mismos tipos de contenido. En efecto, Lévi-Strauss ha dedicado la mayor parte de su larga y prestigiosa carrera académica a defender la tesis de que todos los miembros de nuestra especie piensan del mismo modo y elaboran productos comparables. Ya sea el mito o la ciencia, las relaciones de parentesco o los modelos computarizados de entrada y salida de datos, el arte de las cuevas paleolíticas o las obras maestras del realismo académico, cada una de estas manifestaciones entraña similares grados de sutileza y complejidad. La mente salvaje es la mente de todos nosotros.
Aunque su interés por las épocas exóticas se remonta a su infancia, Lévi- Strauss no fue un niño prodigio. A diferencia de Jean Piaget y Noam Chomsky, que hicieron sus principales descubrimientos cuando promediaban los veinte años y eran ya bastante famosos antes de los treinta y cinco, Lévi-Strauss no eligió su vocación (o no fue "elegido", como diría él) hasta tener casi treinta años. Fue en 1934, en ocasión de recibir el llamado telefónico de un conocido que le preguntó si le interesaría aceptar el cargo de profesor de sociología en la universidad de San Pablo, cuando Lévi-Strauss pensó por primera vez en realizar un trabajo antropológico de campo. Comenzaron entonces sus cuatro años de convivencia con distintas tribus indígenas del centro de Brasil, lo que constituyó su principal trabajo de campo. Estos viajes por Brasil y su contacto con los indígenas habrían de transformar para siempre a Lévi-Strauss. Cuando empezó el trabajo, compartía la habitual tendencia europea de considerar a los pueblos primitivos como salvajes, diferentes y románticos. Creyó haber encontrado el estado prístino que describiera Rousseau cuando llegó hasta la tribu de los nambikwara del Amazonas, que por mucho tiempo había permanecido aislada. Pero gradualmente se fue desprendiendo de este estereotipo. A medida que pasaba más tiempo en contacto con estos pueblos, fue descubriendo su sentido del humor, sus rivalidades cotidianas, la agudeza política de su jefe. Y se dio cuenta de que las similitudes que existían entre los nambikwara y él mismo hacían que toda diferencia resultara insignificante. Comprendió que, igual que él, los indígenas no eran "otra cosa que seres humanos".
Habiendo ido en busca de una infinita diversidad, de una sociedad natural reducida a su forma más simple, ya fuera de sangrientos caníbales o de nobles salvajes, Lévi-Strauss descubrió, en cambio, la común humanidad de salvajes y sabios y encontró, al mismo tiempo, el motivo central de su trabajo académico. Anteriormente, Lévi-Strauss había sido un intelectual francés del más puro estilo. Fue compañero de estudios de Simone de Beauvoir y de Maurice Merleau- Ponty, y era pocos años menor que el más famoso de los intelectuales franceses de la época, Jean-Paul Sartre, con el que Lévi-Strauss no simpatizaba y a quien, algunas décadas más tarde, suplantó en su carácter de intelectual más prominente (o notorio) de Francia. Como otros en su círculo, Lévi-Strauss tenía una posición crítica ante la sociedad francesa, pero en lugar de combatirla desde dentro prefirió tomar partido por otros pueblos que en apariencia eran muy diferentes al suyo, y por defender la causa y la importancia de éstos ante el Collège de France. Esto lo hizo en forma sumamente eficaz y convincente en su crónica de viajes autobiográfica, Tristes Tropiques, un clásico del género y el libro que lanzó a Lévi-Strauss a la celebridad en Francia, a mediados de la década de 1950. (Paradójicamente, mientras otros intelectuales se han apartado en forma creciente de la actividad política de su país, Lévi-Strauss se ha convertido en los últimos años en un miembro relativamente conservador del establishment francés). En Tristes Tropiques, Lévi-Strauss admite que, si bien lo afectaron muchísimo las experiencias que vivió en el interior del Brasil, en un principio no sabía cómo explicar en términos científicos lo que había descubierto. La percepción de cómo organizar sus muchas ideas y constataciones le llegó a
comienzos de la década de 1940, en ocasión de encontrarse en la Nueva Escuela de Investigaciones Sociales de la ciudad de Nueva York. Allí tuvo la oportunidad de asistir a las conferencias de otro erudito extranjero, el lingüista eslavo Román Jakobson. En otra de las trascendentes vivencias que relata en su libro, Lévi-Strauss encontró en la "revelación de la lingüística estructuralista" el camino hacia un estudio científico o "estructuralista" de la antropología. Junto a sus colegas de la Escuela lingüística de Praga, Jakobson había elaborado un método de análisis que prometía dar a la lingüística una base científica firme. Jakobson partía de dos nociones claves. En primer lugar, planteaba que se podía descubrir, bajo las variaciones superficiales aparentemente infinitas de los distintos lenguajes, un cierto número de elementos claves o componentes. Por ejemplo, para producir cualquier sonido, el individuo debe optar entre mantener el tracto vocal abierto o cerrado, juntar o separar los labios, bloquear o dejar libre el conducto nasal. Las opciones efectuadas respecto de cada uno de estos pocos "rasgos distintivos" determinan qué sonido de cuál lenguaje se emite. La estructura u organización del lenguaje proviene de la identificación de los "rasgos distintivos", seguida por un estudio de cómo se combinan éstos en diversas formas para constituir los sonidos del lenguaje. ¿Pero cómo pasar del sonido al significado? Aquí es donde entraba la segunda noción de Jakobson. Los elementos básicos del lenguaje sólo adquirían significado a la luz de su relación mutua. Así, el fonema p, que aparece en papá o en par, no tiene significado en sí mismo, pero lo adquiere en cuanto se lo compara con otro fonema contrastante, por ejemplo b, en bar. De manera similar, la palabra papá es solamente un sonido hasta que adquiere significado, primero relacionándose con una entidad del mundo y también, lo que es más importante, a través de su relación con otras palabras de la misma clase que pueden ocupar el mismo lugar en una oración (mamá, tío) o por su capacidad de combinarse con otras clases de palabras (quiere, grita, dijo, murió). Al centrarse en las relaciones entre los elementos lingüísticos y en las relaciones existentes entre las relaciones, Jakobson proporcionó un modo de concebir el lenguaje en todos los niveles, partiendo de la fonología y la sintaxis y a través de la semántica y la poética. El suyo fue un aporte magistral, y ejerció un efecto profundo y duradero sobre el joven antropólogo en cierne.
Lévi-Strauss sostuvo que los antropólogos debían seguir el camino marcado por los lingüistas. Debían emprender un análisis estructuralista
de los fenómenos culturales, análogo a la descodificación estructuralista de los fenómenos lingüísticos que realizara la Escuela
de Praga. En términos programáticos, esto implicaba que se debía estudiar la infraestructura inconsciente (los rasgos distintivos) de los
fenómenos culturales, más que sus manifestaciones superficiales: el análisis habría de centrarse, no en los términos, o en las unidades, del
dominio sino en las relaciones entre dichas unidades. Sólo entonces se podría descubrir el significado de éstas. Por último, había que
considerar a todo el dominio (como el lenguaje o el parentesco) como un sistema organizado, regido por leyes generales. Para encarar el estudio ya fuera de un modelo de parentesco, de una organización social, un programa de clasificación o un mito, el antropólogo debía buscar las unidades de significado y descubrir cómo se relacionaban entre sí dentro de un sistema coherente y organizado. Ese, entonces, fue el programa de Lévi-Strauss, concebido a principios de la década de 1940 en Nueva York y concretado durante las siguientes cuatro décadas en una ambiciosa serie de estudios que abarcó toda la gama de fenómenos culturales de que se ocupan los antropólogos. Lévi-Strauss volcó sus energías, en primer lugar, hacia la más clásica de las esferas de análisis antropológico: el estudio del parentesco y la estructura social. Invadiendo los enclaves que más exhaustivamente habían estudiado los representantes de escuelas antropológicas anteriores —funcionalistas como Malinowski y estructural-funcionalistas como Radcliffe-Brown—, Lévi-Strauss planteó una serie de afirmaciones iconoclastas y adoptó un enfoque analítico novedoso. Antes que nada, introdujo el rigor mediante el uso de métodos algebraicos, fórmulas matemáticas y otros elementos de las ciencias más objetivas. Substancialmente, sostuvo que los antropólogos se habían equivocado al elegir las unidades de análisis. Por ejemplo, en lugar de centrarse en términos individuales de parentesco o en la relación entre los miembros de la familia nuclear (como indicaría un análisis superficial del dominio del parentesco), Lévi-Strauss proponía" estudiar el "avunculado", o sea el conjunto de relaciones que se dan entre ocho parientes, incluyendo al tío materno. La estructura elemental que descubrió era un sistema global en el cual la relación (o la actitud) entre tío materno y sobrino era a la existente entre hermano y hermana como la relación entre padre e hijo a la de marido y mujer. Descubriendo las actitudes sostenidas por ciertos parientes en el avunculado, sería posible inferir las restantes. Por lo tanto, Lévi-Strauss alegaba que, mediante el descubrimiento de las "verdaderas" unidades estructurales básicas, podría dar cuenta de una variedad de fenómenos y manifestaciones visibles mucho mayor que las que se habían podido
explicar a través de los análisis tradicionales de términos y relaciones en la familia nuclear. También en el campo de la organización social, otro coto clásico de la antropología cultural, Lévi-Strauss introdujo distinciones y métodos del tipo de los elaborados originalmente por los lingüistas de la escuela de Jakobson. Por ejemplo, contradijo los puntos de vista tanto de los antropólogos como de los nativos acerca de que un gran número de sociedades consistían de organizaciones duales, o sea que en una misma aldea convivían dos clases de clanes, generalmente exógamos. Lévi-Strauss suministró pruebas de que estas "organizaciones duales" eran en realidad una racionalización que no reflejaba ni las verdaderas relaciones sociales y de parentesco, ni la terminología del sistema social. Existían, en cambio, ciertas relaciones estructurales de base relacionadas con el intercambio de mujeres y otros bienes, que trascendían tanto las organizaciones duales como las no duales. Estas relaciones estructurales daban mejor cuenta del funcionamiento social de los grupos en cuestión. A principios de la década de 1950, Lévi-Strauss asistió a una reunión de lingüistas y antropólogos en la que presentó
un trabajo sobre "Lingüística y antropología". En este trabajo, que produjo un efecto electrizante en el auditorio, observaba con agudeza que estaba presente un "participante a quien nadie invitó, que ha estado entre nosotros durante esta reunión y que es la mente humana" (pág. 71). Lévi-Strauss pensaba que, al centrarse en los aspectos materiales de la cultura, los antropólogos habían dejado de lado el factor más importante para comprender toda cultura: los modos en que la mente humana absorbe, clasifica e interpreta la información. En consecuencia, Lévi-Strauss decidió dedicar su carrera antropológica al estudio de la mente humana en su forma natural. Al llevar a cabo este estudio, tuvo que depender, necesariamente, del ingenio de su propia mente y de su capacidad para leer en la mente de los salvajes. Como para justificar su soberbia de pretender hablar en nombre de todos los hombres y mujeres, se refirió a su propia "inteligencia neolítica", y en un pasaje célebre y a menudo citado de The Raw and the Cooked (pág. 13) sostuvo: "Es, en última instancia, poco importante si en este libro los procesos del pensamiento de los indígenas sudamericanos cobran forma por intermedio de mi pensamiento, o si el mío se produce por intermedio del de ellos".
Lévi-Strauss ha encarado la mente salvaje desde tres perspectivas distintas. Inicialmente, examinó los modos en que los individuos de
culturas primitivas clasificaban los materiales de su mundo.
Contradiciendo la versión aceptada de que la mente primitiva funciona en forma diferente a la mente civilizada, Lévi-Strauss acumuló una gran cantidad de seductoras pruebas que indican que la característica principal de todas las mentes es clasificar, y que los primitivos
clasifican de modos semejantes a los empleados por los miembros de culturas más avanzadas. Describió las prácticas de clasificación de los
grupos primitivos como una "ciencia de lo concreto". En una analogía famosa, comparó la mente del salvaje con las acciones de un trabajador manual, o bricoleur: en ambos casos, en lugar de partir de una teoría preestablecida y efectuar deducciones (al estilo de un ingeniero capacitado), los individuos trabajan creativamente con lo que tienen a mano (o a su fácil alcance en la mente) para resolver los problemas que surjan. Los individuos elaboran conceptos y comparaciones, no porque éstos satisfagan necesidades biológicas básicas (no porque sirvan "para comer", como podrían argumentar los funcionalistas), sino porque satisfacen requerimientos cognitivos (sirven "para pensar"). No existe, en absoluto, un número ilimitado de modos en que pueda funcionar la mente humana. Por el contrario, los seres humanos estamos estrictamente limitados en cuanto a los tipos de combinaciones que podemos realizar, las clases de rasgos distintivos o de oposiciones que podemos manejar. Como sostuvo Lévi- Strauss en Tristes Tropiques (pág. 60): El conjunto de las costumbres de un pueblo siempre ha tenido su estilo particular: estas costumbres integran un sistema. Estoy convencido de que el número de estos sistemas no es ilimitado, y que las sociedades humanas, como los seres humanos individuales (al jugar, en sus sueños o en momentos de delirio), nunca crean absolutamente; lo único que hacen es elegir ciertas combinaciones de un repertorio de ideas que sería posible reconstituir. ¡Se advierten las huellas de los rasgos distintivos del lenguaje propuestos por Jakobson! La búsqueda más amplia de las reglas de la cognición humana que emprendió Lévi-Strauss está descripta en su extenso estudio sobre la elaboración de mitos, titulada Mythologiques.
Se analizan allí no menos de 800 mitos indígenas americanos, correspondientes a diferentes épocas y a diversas culturas, esparcidas
por dos continentes. Todo este estudio se efectuó con la finalidad de corroborar la tesis de que existe, en efecto, una cadena continua de ser mitológico, una única lógica del mito, que se puede observar en todas sus manifestaciones al estudiar un amplio conjunto de mitos.
Lévi-Strauss cree que las categorías empíricas simples que pueblan los mitos — representaciones del olor, el sonido, el silencio, la luz, la
oscuridad, el hambre o la sed— constituyen instrumentos para abordar las ideas más abstractas con que deben lidiar los individuos de todas
partes: dilemas como la relación entre naturaleza y cultura, el status del tabú del incesto, la importancia de ciertas configuraciones sociales y de parentesco. Estas ideas se pueden expresar en términos de proposiciones lógicas; y, por cierto, para comprender debidamente los mitos, es necesario especificar dichos términos y relaciones lógicos.
Además, se considera que las relaciones entre los mitos son de carácter cuasi biológico, análogas a las transformaciones físicas de la anatomía y la fisiología que relacionan a las especies animales entre sí. Para emplear otra analogía (y Lévi-Strauss jamás vacila en multiplicar las metáforas), la elaboración de mitos puede compararse al modo en que un compositor maneja los temas de una fuga de manera que todos ellos sean variaciones del mismo "tema" de fondo. La obra Mythologiques representa el mayor esfuerzo de Lévi-Strauss por demostrar que todas las pautas y las conductas humanas son códigos. La tendencia a estructurar, inherente a la mente, determina la forma que asumen ciertos fenómenos sociales claves, como las diferencias de status, los vínculos amistosos, los sentimientos de hostilidad, y demás. Estas relaciones son abordadas y tratadas en los mitos por medio de códigos referentes a categorías empíricas tales como los alimentos, los paisajes, los cambios estacionales, los climas, los cuerpos celestes, el abrigo y la vida animal y vegetal. Los términos o los objetos específicos que aparecen pueden diferir entre un mito y una cultura y otros, pero las leyes básicas del discurso y la necesidad de efectuar combinaciones y transformaciones no varían. Los mitos tratan los problemas de la existencia humana que deben enfrentarse aun cuando (o quizá debido a que) parecen ser insolubles. Formulan estos dilemas de un modo narrativo estructurado, haciéndolos así inteligibles ("sirven para pensar").
Lévi-Strauss tenía otra preocupación. Además de encontrarle sentido a los mitos en sus propios términos, se propuso demostrar que es posible
analizar las experiencias sensoriales de un modo lógico. Observando que el enfoque científico habitual consistía en pasar por alto los aspectos cualitativos de la experiencia lo más posible, y centrarse en las cantidades mensurables, Lévi-Strauss buscó crear una lógica que captara y retuviera las cualidades particulares de las experiencias. Para la persona que atraviesa la experiencia, y en particular, quizá, en el caso de los individuos primitivos, los objetos están "cargados" de afectividad y de connotaciones: el funcionamiento de los mitos y de la mente sólo serán comprensibles si se incluyen estos aspectos cualitativos en el análisis. Mythologiques puede considerarse corno un extenso experimento dirigido a determinar si las ciencias pueden dilucidar los fenómenos cualitativos y estéticos. Durante la década de 1970, Lévi-Strauss se dedicó a estudiar máscaras rituales procedentes de un grupo de tribus indígenas del noroeste. 

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