Clínica de niños y adolescentes (Klein, Freud, Winnicott, Doltó, Mannoni, Lacan, Aberastury, etc)

Clínica de niños y adolescentes

Teórico 2 – 7/4/08’ –
Profesor Carlos Tkach

Buenas noches. Para retomar la clase pasada voy a dar unos datos
históricos. Esto es para que ubiquen el contexto en el que escribe cada autor y
como van desarrollándose las distintas teorías. Melanie Klein vivió entre 1882 y
1960. Abraham, que como les dije fue quien impulsó a Melanie Klein a
dedicarse al psicoanálisis de niños, vivió entre 1877 y 1925. Esto es importante
para entender la obra de Abraham, él muere antes de que Freud escriba
“Inhibición, síntoma y angustia” y ese es un texto de un viraje muy importante
en la teoría freudiana. Entonces, las fases de la libido que sistematiza Abraham
–las fases de la libido freudianas – y la manera en que fueron divulgadas, no
tienen, desde esta perspectiva, la angustia de castración con el valor que va a
tener con Freud a partir de 1926, no cuentan con el valor de la resignificación
en el caso de las neurosis en especial.
Hug Hellmuth, la autora vienesa que les mencioné la clase pasada, vivió
entre 1871 y 1924, una persona en la que Freud tenía mucha confianza. Anna
Freud vivió entre 1895 y 1982. Winnicott entre 1896 y 1961. François Doltó
entre 1908 y 1988. Les dije que había sido discípula de Sophie Morgenstern,
que vivió entre 1875 y 1940, esta mujer se suicida cuando los nazis entran en
París, cuando derrotan a Francia en al Segunda Guerra Mundial. Calculen
ustedes que Lacan empieza sus seminarios en 1953 y desde allí, van a estar
conectadas con él Doltó y Maud Mannoni, de quien no tengo la fecha de
nacimiento, murió hace unos 10 años. Y simultáneamente, en Francia, desde la
década del 50’, se comienza a desarrollar otro psicoanálisis de niños de
impronta freudiana, no lacaniano y muy criticado por Lacan, cuyos
representantes más importantes fueron Lebovici y Diatkine.
Estas serían las fuentes más importantes de las líneas en psicoanálisis
de niños. Por supuesto, a partir de Anna Freud, surgen una cantidad de autores que son vieneses, europeos, que emigran a Estados Unidos e instalan lo que
va a ser la Psicología del Yo en los Estados Unidos. Ellos inician toda una
escuela de psicoanálisis de niños, en donde hay una serie de autores muy
relevantes, algunos traducidos, otros no, que ya habían empezado a trabajar
en la década del 40’ y continuaron. Les he dado entonces los puntos de
partida.
El psicoanálisis de niños lacaniano empieza con Doltó y Mannoni. Ellas
fueron las primeras en iniciar el psicoanálisis de niños a partir de Lacan. Pero
quiero decirles que cuando esto empieza, en Francia mismo ya hay una historia
del psicoanálisis de niños previa y comienza una línea freudiana, que hasta hoy
en día tiene vigencia, cuyos desarrollos más importantes comienzan de la
década del 50’. Lebovici y Diatkine fallecieron a fines del siglo pasado. Pero los
desarrollos de esta línea continúan en la actualidad.
Winnicott es paralelo al desarrollo de Melanie Klein y pasa a ser
conocido, a tomar la relevancia que tiene hoy, recién en los últimos diez años
de su vida. Era un psicoanalista que no tenía demasiada difusión fuera de
Francia. En la Argentina se lo comienza a conocer en los finales de los 60’. Les
muestro la simultaneidad de ideas que van apareciendo y que explica aquello
de la Babel psicoanalítica a la que me referí la vez pasada. Mucho de lo que es
historia del psicoanálisis de niños se ha hecho en los últimos treinta años. Hay
trabajos de Hug Hellmuth que se tradujeron recién entre los 50’-60’, si mal no
recuerdo. O sea que fueron recuperados. Una de las transformaciones
importantes que sufre el psicoanálisis es con la guerra. De tener su origen en
alemán pasa a tener su centro en la lengua inglesa y la lengua inglesa pasa a
ser la predominante. Una de las luchas latentes que ha habido en psicoanálisis,
entre el psicoanálisis inglés y el francés, es la lucha de poder entre las lenguas
de lo que otrora fueron imperios.
André Green, que es un psicoanalista contemporáneo, lo conoce a
Winnicott en el año 65’ aproximadamente. André Green es un autor
contemporáneo y muy productivo. Es freudiano fue formado en psicoanálisis
francés y además tiene formación psiquiátrica. Les dije que los psicoanalistas franceses tenían una tradición psiquiátrica muy importante. Cuando él lo
conoce a Winnicott en un congreso cuenta que no podía creer haber visto a un
psicoanalista así. Todo lo distinto a lo que podía ser un psicoanalista, fue una
gran sorpresa para él. Y le abrió a este autor la perspectiva del psicoanálisis
inglés, sobre todo del mismo Winnicott y Bion, en particular, que incorpora a la
teoría psicoanalítica francesa.
Les cuento esto para que vean cómo en los últimos años ha habido una
cierta interpenetración de ideas que se han ido influenciando recíprocamente,
simultáneamente a escuelas que mantienen una fidelidad estricta a sus
propuestas. También les dije que en la Argentina hubo una combinación
particular que es propio de nuestro país.
Terminé la clase pasada hablando de los niños del psicoanálisis. Había
hablado del niño kleiniano y algo del de Anna Freud. Les decía la importancia
que había tenido Anna Freud en la difusión y extensión del psicoanálisis y es
cierto que hay un cambio de acento en su perspectiva, en cierta perspectiva de
su obra. Debemos ser justos con esta autora, no hay que tomarse a la ligera
cuatro o cinco cosas que dijo Lacan al pasar, que la defenestró y eso tuvo
consecuencias acá en la Argentina. Es una obra compleja, seria y dedicada.
Sus intereses fueron, no estrictamente educativos como se dice a la ligera, sino
de transmisión y extensión del psicoanálisis de niños y de una creencia en el
progreso del sujeto o de la persona. Es cierto que hay un recentramiento en la
teoría del yo, criticable, sin duda, porque hace del yo y la adaptación lo que va
a ser el eje del desarrollo y eso es un punto de vista objetable, siempre influido
por variables culturales e ideológicas.
Su perspectiva más ampliamente desarrollada, se encuentra en un texto
célebre de ella que se llamó “Normalidad y patología en la niñez”, donde
resume estudios de muchos años. Cuando estudia la normalidad, esta se
vuelve una especie de parámetro para comparar la patología. Termina
haciendo eso, en lugar de la perspectiva que Freud siempre tuvo, que es al
revés. En Freud la patología ilustraba algo que se llamaba normalidad, de lo
cual nunca se podía dar cuenta en forma estricta, ¿qué es normalidad desde el punto de vista psicoanalítico? No es que no se pueda decir nada, pero ¿qué es
salud desde el punto de vista analítico? ¿Qué es normal? Es siempre
problemática esta cuestión. Freud siempre fue muy cauto en definir eso y más
bien la patología le ilustraba los procesos normales que en un sujeto “normal”
estaban articulados y no cristalizados. Porque estamos todos compuestos de la
misma pasta, la psicopatología lo que nos muestra es la acentuación de
determinados procesos psíquicos que producen sufrimiento, pero todos
tenemos un poco de todo.
Bueno, la perspectiva de Anna Freud, entonces, termina haciendo una
inversión, la normalidad es el patrón de medida de la patología del niño. Y eso
siempre empieza a traer problemas, porque empiezan actuar conceptos de lo
que se espera de un niño a cierta edad, pero no porque eso no sea importante
en la clínica. Eso es importante en la clínica, tener una cierta idea de lo que es
un niño, su sufrimiento y qué se puede ir esperando y qué no. Eso hay que
saberlo, pero que eso sea la pauta definitiva se vuelve siempre un tema
complicado. Estoy haciendo todo lo contrario que desdeñar los conocimientos
producidos por la teoría del desarrollo de Anna Freud, eso importa, porque
dentro de ciertos límites hay cosas esperables, más allá empieza a haber
problemas. Y la infancia es una etapa donde hay ciertos procesos que son
constitutivos, que si no se dan en cierto tiempo, después se complica que se
den, porque pasó el tiempo en que ciertos procesos podían operar. Eso es
importante en la infancia cuya no estructuración deviene una estructuración
patológica y no es que se puede retomar como si el sujeto estuviese congelado
y lo retomamos después a los 8 años como si tuviera 3. No, ya se ha cerrado
algo de la estructuración tempranamente y eso traerá patologías más graves.
Desde este punto de vista, más que con el desarrollo, el trabajo en la
clínica de niños tiene como cuestión la constitución del niño como sujeto. Los
tiempos de esa constitución son cronológicos, por eso insisto con la
importancia también de las conceptualizaciones del desarrollo, pero también
son tiempos de estructuración psíquica y en ese sentido no son solamente
cronológicos, son también lógicos, son formas de organizarse, formas en que se va a armando el psiquismo. Aquí tenemos una articulación que hay que
mantener. Eso hace que nuestras intervenciones, sobre todo en los primeros
años de vida, sin duda en la primera infancia, pero en la segunda infancia
también, estemos interviniendo sobre el mismo proceso de estructuración.
Estamos interviniendo sobre el mismo proceso y, seguramente, algo de la
sintomatología con que nos encontramos tenga que ver con ese proceso de
estructuración que no está pudiendo ser resuelto por el niño en ese momento.
La historia de la enfermedad de un niño puede ser muy corta o puede ser
inclusive larga, aún teniendo en cuenta los parámetros de la infancia. No es lo
mismo la eclosión de una fobia que se puede atender ni bien aparece, que esa
fobia atendida tres años después. Porque tres años después, la historia de la
fobia, para tomar el ejemplo con el que empezó el psicoanálisis de niños, que
es la fobia de Juanito, esta misma fobia tres años después ya no es fobia. Si
siguió siendo fobia, por decir así, con la misma intensidad, estamos ante
procesos más graves y, como dejó de ser fobia, se transformó en una sucesión
de instalación de inhibiciones muy importantes para protegerse de la angustia.
Entonces, nos encontramos con un niño que empezó siendo fóbico a los cinco
años, no muy llamativo quizás, no como Juanito cuya fobia llamativa, pero
cuando la tenemos a los ocho años, ya la fobia está oculta y transformada,
detrás de las inhibiciones por las que nos vienen a consultar. Inhibiciones
sociales, inhibiciones en cuanto al aprendizaje, etcétera, como consecuencia
de las restricciones psíquicas instaladas al desarrollo de la angustia.
Vamos a ir introduciendo hoy el papel que juega la estructura parental, la
madre, el medio ambiente y las distintas maneras en que se ha
conceptualizado. Lo otro del niño, porque de acuerdo a eso –padre, madre,
familia, contexto, situación psicosocial– se verá qué puede, o de qué modos
puede acompañar, favorecer o sostener ciertos procesos en el propio niño,
¿qué papel juega el medio? Ha habido una tensión en psicoanálisis con
respecto a esto. A partir de Winnicott básicamente –yo se los decía ya la vez
pasada – y después con Lacan, aparece el Otro, los otros, como un nuevo
paradigma para pensar el niño, el sujeto. Winnicott daba charlas por radio, también en la época de la guerra, haciendo consultas para padres y hay un
libro publicado sobre ellas. Repito una frase famosa de él que dice que no hay
bebés sin sus madres. Esto, que hoy es una obviedad, decirlo en el contexto
del psicoanálisis kleiniano era una verdadera novedad. Decir que no hay bebé
sin madre era por ese entonces una novedad. Winnicott, no recuerdo si ya se
los dije, se basa en una cita al pié de página de Freud de 1911, en el artículo
sobre los dos principios del funcionamiento psíquico, en que habla de los
cuidados maternales, y Winnicott convierte esto en un parámetro clínico y
teórico. Porque la clínica con la que Winnicott comienza a trabajar tiene que ver
con niños que no son Juanitos, ni hijos de gente culta ligada al psicoanálisis, ni
hijos de amigos psicoanalistas, ni hijos de psicoanalistas. Él está en un hospital
donde viene “Mrs. Rose” para decir “doña Rosa” en Inglaterra. Empieza
entonces a ver problemas distintos para los que necesita otros parámetros con
que había estudiado Freud a Juanito.
El niño de Winnicott, el niño que dibuja Winnicott en su teorización, es un
niño, desde la lectura que hace Ricardo Rodulfo, más allá de su ser de hijo. Y
por eso aparece el valor de un concepto que es muy importante en Winnicott.
El niño más allá de hijo.
Alumna: ¿a diferencia de Freud?
Se podría decir a diferencia de Freud. Pero a diferencia de Freud cuando
conceptualiza, porque cuando trata a Juanito se ve que piensa en un niño más
allá de su ser hijo, piensa en un sujeto independiente. Cuando se hace una
teorización el niño parece quedar reducido a un solo producto edípico. En las
digresiones que hace Freud en el caso Juanito no se le escapa en ningún
momento la autonomía del niño, que está pensando por sí sólo.
Es un niño que sobre la base de las determinaciones, o sobre el factor, o
determinaciones, se podría decir del medio ambiente, Winnicott va a destacar
siempre el papel autónomo del niño, inclusive para crear su sintomatología. No
hay en Winnicott una relación directa entre el medio ambiental y los síntomas, contra lo que a veces se cree. Él lo aclara explícitamente, es una precondición
necesaria. Lo da como una especie de paradoja, a las cuales era muy afín. El
niño necesita de una ambiente favorable para poder ser y hacer sus elecciones
sintomáticas, por supuesto, cuanto más pequeño es, menor la disponibilidad de
recursos que tienen, sin duda, pero aún en ese caso deja abierto un margen,
por así decir, de su propia elección, entre comillas esto de “su propia elección”.
Pero un concepto que le va a servir a Winnicott, en la línea, ya no de la
patología, si no de la salud, es el de creatividad. El niño que nos va a dibujar
Winnicott es un niño con capacidad creativa. Tal es así que su manera de
entender el juego, ya en los procesos transicionales, en los primeros
fenómenos transicionales, a los seis, siete, ocho meses, cuando se instala una
primera noción de objeto, ya le otorga a eso una paradoja en relación a la
madre. El tiene la ilusión de que inventa el objeto, que lo crea. Por supuesto, si
la madre no le da el objeto, él no lo puede inventar, pero para poder inventarlo
necesita que la madre se lo de. Esta es una paradoja, ni del todo lo inventa, ni
del todo se lo da la madre, él tiene que poder tener la ilusión omnipotente de
que lo ha inventado. Esa ilusión de omnipotencia es constitutiva de una primera
matriz del sujeto. Esto es homólogo, para usar una palabra un poco afinada
epistemológicamente, para ver cómo cruzar teorías, es homólogo al tiempo del
estadio del espejo de Lacan, leído de otra manera, sin ninguna duda, pero
como un tiempo de constitución de una matriz primaria, que para Lacan es por
identificación a una imagen. En Winnicott es distinto, pero cuando él tiene que
hablar del papel del espejo de la madre en el desarrollo del niño –esto está en
“Realidad y Juego” – cita a Lacan y se basa en el estadio del espejo de Lacan,
es bueno que lo sepan y lean ese artículo, que es muy lindo. El niño se ve
reflejado en el rostro de la madre, la madre funciona como espejo, es una
manera distinta de pensar la constitución del sí mismo, porque Winnicott habla
en esos términos, el yo o el sí mismo, o la persona, el concepto de sujeto es un
concepto francés, que viene de Descartes. En Inglaterra, en inglés, van a
encontrar al lado del concepto de inconsciente el del self y en la psicología del
yo el ego, son distintas maneras de definir lo que cada teoría denomina psicoanalíticamente al sujeto humano, para decirlo ahora en términos generales.
Entonces, la cuestión de la creatividad es fundamental para entender al
niño y, además, para entender la terapia en un niño. La cuestión de su juego
como una zona de su propia creación. Ahora, no hay que hacer de esto ningún
paraíso, cuando hablamos de juego en Winnicott van a ver que es una zona
siempre amenazada e inestable y nunca constituye un todo, pero era la
apuesta de Winnicott en lo que él consideraba que era la salud, que era la
creatividad, que no es la creación. No hay que confundir la idea de creatividad
con la idea de creación artística, no tiene nada que ver. Se puede ser muy
creativo y no tener ningún talento para la creación artística. Y se puede ser un
creador artístico y no tener creatividad en la vida. A veces coincide, pero
creatividad es una noción un poco distinta. Ya que me introduje en esto les
comento que es un concepto que tiene un valor clínico muy importante.
Winnicott no hizo metapsicología, decía que no la entendía mucho, que no era
para él, no le gustaban mucho esos conceptos. Yo creo que lo hacía a
propósito, como un tipo de posicionamiento. Pero este es un concepto que es
muy útil para oponerlo al de compulsión de repetición. Porque, ¿cuál es la
salida de la compulsión de repetición mortífera? además de la reelaboración y
de la interpretación y de la construcción una y otra vez.
Alumna: La diferencia
Bueno, está bien, eso es muy lindo dicho así, pero ¿qué es la
diferencia?, porque en rigor, cada búsqueda y repetición de lo mismo tiene un
margen diferente, nunca es la misma, aunque predomine el impulso a
encontrar lo igual. Entonces, ¿cuál sería la diferencia?
Alumna: Yo lo pienso en relación a la creatividad, a lo propio del sujeto
que puede hacer de ese destino de lo igual algo diferente.
Exactamente. Sí, está bien, dicho así está bien. Esa sería la alternativa
terapéutica, se podría decir en términos más amplios. Freud la nombraba como
compulsión a la repetición, está el goce mortífero, la pulsión de muerte, la
autodestrucción, etcétera. Son núcleos duros, no es que se ofrece la
creatividad y todo sale. Si fuera así nosotros no tendríamos trabajo y los
talleres de creatividad estarían llenos de gente, pero no es el caso. O sea, esto
es un aspecto que se trabaja en la transferencia muy lentamente y para
producir sobre montos importantes de compulsión de repetición mortífera, se
trata de producir pequeñas diferencias que abran campos transformadores,
porque la creatividad lo que permite es recrear un sujeto, volverlo a inventar,
aunque sea un poco. No estoy diciendo que alguien sale transformado, siendo
absolutamente otro de un análisis, pero algunas transformaciones se esperan.
Bueno, la creatividad es una de las salidas que tiene consecuencias clínicas
para el niño, pero además para pensar las intervenciones, de eso tenemos que
hacernos cargo los que conducimos las terapias. Porque no es que esperamos
que el niño descubra la creatividad por sí sólo, tiene que descubrirla, pero si no
estamos nosotros ahí para despertarla en la ocasión propicia todo pasa como
si fuera lo mismo.
Para abordar ahora el niño lacaniano, digamos en particular el de la
primera época, el que surge de los primeros seminarios de Lacan, de los que
François Doltó y Maud Mannoni han hecho sus escritos, y el que más se
divulgó, es un niño sujetado a la estructura parental, algo así como un sujeto
sujetado a la estructura de la madre. Sujetado a la estructura parental su
posición y sintomatología era el reflejo de esa sujeción, acá sujeto en el sentido
no de autónomo, si no de sujetado a otro. Se hizo hincapié en la insistencia del
Otro, el orden simbólico preexistente, los deseos parentales, el deseo de la
madre preexistiendo al niño y en que el mundo del símbolo le preexiste y eso
es así, sin duda, la historia del niño empezó mucho antes que él. Y esto implicó
para el psicoanálisis de niños una apertura muy importante para comprender
un caso, en especial casos graves. Si ustedes siguen las casuísticas que
presentan Mannoni y Doltó, van a ver que son autoras que trabajan e instituciones públicas, del mismo modo que Winnicott, aunque Winnicott es el
pionero en eso. Y recibían pacientes graves, recibían niños psicóticos, con
carencias maternales graves, y este es el tipo de pacientes con los que
Mannoni empieza su práctica. Para este tipo de pacientes graves, con historias
traumáticas y para la psicosis – en ese momento se hablaba de psicosis por
carencias maternales, por el defecto de carencias ambientales – la perspectiva
que abre Lacan, desde le punto de vista teórico es abrir un continente de ideas
nuevas. Y es un verdadero descubrimiento pensar que el niño que vemos en la
consulta, la historia de su desarrollo como ser está sostenida por sujetos
encarnados que han, por decir así, sembrado en él sus deseos, sus
dificultades, sus conflictos, sus pasiones, sus odios, etcétera. Y el niño algo con
eso tiene que hacer. Esto amplía la perspectiva clínica para poder pensar,
cuando recibimos a un niño, cuáles son los puntos de partida que han gestado
a este sujeto. No la gestación biológica, sino la gestación del deseo, la
gestación simbólica. Esto abre indudablemente un continente importante de
ideas y fue muy fructífero en especial con las psicosis y de los casos graves, en
el trabajo de Mannoni y de Doltó. Ellas trabajaban con las madres y los niños
simultáneamente, como les dije la clase pasada, una clínica nada
estandarizada comparada con la clínica kleiniana. Inclusive muy diferente a la
clínica que manejaba Anna Freud, que tenía patrones más estándares.
Pero esto derivó en una cierta desestimación de la propia sintomatología
del niño, para cargar las tintas sobre la determinación de la estructura parental.
Esto ha dado una especie de tensión en la clínica psicoanalítica entre los que
ponen más el acento en al estructura parental y los que lo ponen más en la
cuestión singular del niño y su sintomatología. Históricamente esto tiene
explicación, porque Melanie Klein no tenía conceptos para trabajar eso. Pero
con la influencia de nuevas ideas la discusión vuelve a hacerse y se empieza a
ver que la cosa no es de una manera absoluta, ni totalmente de otra, hay
grados relativos de determinación e indeterminación, de determinación y azar,
de experiencias determinantes y factores accidentales, para entender cómo se estructura una sintomatología infantil. Hay tanto de una cosa como de la otra, y
en cada caso hay que ir viendo qué factor va predominando y definirlo.
Las cuestiones son para abordarlas con un pensamiento complejo, más
que para unidades simples de determinación. Las ideas de pensamiento
complejo me parecen más interesantes que reducir todo a unidades
elementales.
Alumno: Cuando Lacan habla de estructura, en el pasaje que habla de
complejo Edipo, de la estructura, habla del medio ambiente y digamos que él
tampoco está totalmente en contra de las teorías ambientalistas, dice que hay
un poco de cada cosa. Y habla de estructura en otro plano, un poco más
amplio que sólo la estructura parental y (no se escucha)…
Bueno, con Lacan pasa lo mismo que con Freud. Alguien extrae una cita
para hacerlo decir una cosa y otro saca otra para hacerlo decir otra. Creo que
hay elementos en Lacan que dan pie a lo que yo digo y pueden encontrarse
citas en lacan que dan pie lo contrario de lo que yo digo. Yo mismo podría
hacer la defensa de una u otra cosa con el mismo Lacan. Pero es cierto que el
no hace un esquematismo de eso. Si se lee cómo trabaja con el caso Juanito,
él va jugando con los distintos elementos.
Lo que ocurre o una de las cosas que ocurre en este campo, es la
siguiente. Entender al niño, estar a solas con un niño y entenderlo en una
sesión, y digo una sesión sin ningún estándar rígido: juguetes, hablar con el
niño, ver qué le pasa y qué nos puede decir, puede ser muy complicado, puede
crear mucha confusión, no entender qué está pasando. Entenderse con un
niño, para alguien que ya pertenece lado del mundo adulto, no es fácil. Melanie
Klein decía que el juego del niño es un caleidoscópico cuadro a menudo sin
sentido. Ella que terminó constituyendo una forma de pensar las sesiones, o lo
que produce el niño, casi desde una simbología donde todo tiene explicación.
Pero reconoce que estar frente al juego del niño es a menudo un caleidoscopio
sin sentido. Hay que soportar el sinsentido. Si algo nos desafía en el hecho atender un niño es soportar el sinsentido hasta que algunos abrochamientos
vayamos armando. No se puede decir de todos los niños eso, ni de todos, ni en
los mismos siempre. Pero en muchos momentos estamos en situaciones en
donde se nos hace difícil entender cuáles son los ejes más importantes del
caso. Entonces, la respuesta frente a ese impacto de estar con niños y seguir
su lógica lleva, con mucha frecuencia, a querer encontrar una explicación
rápida, pronta, a todo y ponerle nombre a todo rápidamente. Sea con la
simbología Kleineana o sea aplicando los conceptos a todo para tener claridad
rápidamente frente a la dificultad de ir pensando un proceso que se va
encadenando y al que hay que darle tiempo.
Arminda Aberastury, en uno de sus últimos trabajos que habla sobre la
supervisión en niños, dice que a diferencia de la supervisión de adultos, la
supervisón de analistas de niños tiene el siguiente problema. En el caso de los
adultos que trabajan con adultos hay una cierta suposición de que nos
entendemos con el paciente adulto porque compartimos por lo menos el
lenguaje. Por ahí no entendemos nada, pero tenemos un supuesto de simetría,
de persona a persona, para poder pensar la asimetría del dispositivo analítico.
Además el profesional adulto ha tenido o está teniendo la experiencia de ser él
también paciente, entonces eso le sirve para pensar cómo abordar a sus
pacientes. Esto es así, es parte de nuestra formación el propio análisis y
distintos análisis a lo largo de la vida, además de ayudarnos en la vida, nos
forma como analista porque nos amplía en recursos y formas de pensar y
posicionarnos frente a nuestros pacientes.
Pero en el caso de los niños, al estar frente a un niño, no tenemos la
experiencia de haber sido niños tratados. Y en el caso de haber sido tratados,
por ejemplo, en la latencia, se recuerda sólo un poco. Entonces, ponerse en el
lugar del niño es difícil. Freud decía que es muy difícil para el médico lograr
una empatía con la vida anímica infantil, lo dice en “El hombre de los lobos”.
Tal vez podríamos decir que hablaba como hombre, es cierto, ¿desde una
cierta posición, él siempre dijo: “no puedo hacer si no de padre en la
transferencia”. Por eso el psicoanálisis de niños fue siempre un territorio más propicio a las mujeres, fue un territorio ocupado más por mujeres analistas. A
Winnicott no le pasa eso, se lo ve trabajando con una soltura y una intuición y
espontaneidad realmente sorprendente. Pero la faceta que muestra Freud
puede aparecer en cualquier analista. Hasta a una madre le cuesta entender a
veces qué quiere su bebé.
Querría terminar con esta idea de Lacan, que es una trasmisión que se
produjo y tuvo sus efectos. Las cosas no están pensadas hoy del mismo modo.
Una autora Argentina que ya les he nombrado, Silvia Bleichmar – van a tener
que leer algo sobre ella, sobre padres e hijos – ofrece una visión de base
freudiana que propone una alternativa distinta en vez de tener que pensar que
es o desde un lado o desde otro. Una teoría mucho más basada en la clínica y
la experiencia, porque los que venimos después tenemos el desafío de
repensar las cosas, pero tenemos también la suerte de pensar sobre los
hombros de los que han pensado antes. Hay una metáfora que decía que un
enano subido a los hombros de un gigante ve más lejos que el gigante.
Nosotros, subidos a autores tan importantes podemos ver más lejos, pero con
esa particularidad. Bien, Silvia Bleichmar aporta una visión alternativa para
repensar esos problemas.
Vamos a introducir la cuestión de los padres. La clínica de niños
empieza, sea en un hospital, sea en algún servicio privado, sea en el
consultorio, por algún adulto que lo trae. En general la madre, pero puede ser
la tía, la abuela, etcétera. Salvo los niños que están en asilos, en alguna
institución, instituciones del estado como el anteriormente denominado Consejo
del Menor y la Familia, donde los padres ya han perdido la patria potestad, o
han desaparecido – son niños con los que tengo ocasión de trabajar o
supervisar – ahí es el equipo de profesionales quienes acuden, la asistente
social, los psicólogos, etcétera, adultos que remedan o se ocupan de la función
parental. Pero, por lo general, alguien trae al niño a la consulta y muchas veces
por derivación del pediatra, de la escuela, etcétera. Las entradas de los niños
a la consulta son muy variadas, no siguen para nada el modelo clásico del adulto neurótico, o no neurótico, de clase media, que sabe mas o menos dónde
buscar ciertas ayudas y elije.
Con el niño en general, salvo excepciones, alguien llama la atención de
que algo pasa. Los padres recogen esa indicación y el tema es cómo se trabaja
desde un inicio a partir de qué posición están los padres con respecto a ese
llamado de atención. Ese es el primer punto de partida. Ahora bien, que por
ejemplo la escuela haya dicho que el niño tiene problemas no debería implicar
de por sí ninguna afirmación apresurada. En la consulta nos vamos a enterar si
los padres vienen solamente por hacer los deberes que les manda la escuela o
vienen verdaderamente preocupados por lo que le puede estar pasando al
niño. O puede ser el inicio de un trabajo para ocuparse de algo que estaba
latente y que a partir de ese llamado de atención recurren a buscar ayuda. O
sea, quién les indique la consulta es un elemento a tener en cuenta, la cuestión
es qué se hace con eso. Entonces, nuestras primeras entrevistas con los
padres, las que se llamarían preliminares, tienen el valor de ser eso, entrevistas
de un trabajo preliminar. Es ya un trabajo, no es una tarea burocrática para
ocuparnos luego del niño, es parte ya de un inicio del trabajo. Primera cuestión.
A lo que apuntarán entonces esas primeras entrevistas es a entender qué le
pasa al niño. Por supuesto que lo que nos pueden dar esas entrevistas iniciales
es un panorama con algunos ejes centrales generales y lo que podríamos
denominar un diagnóstico provisorio.
Entender de qué sufre primordialmente, entender la relación entre el
motivo de conducta y los síntomas, que no necesariamente siempre coinciden,
lo que ven los padres y lo que podemos recoger del niño, el niño que nos
dibujan los padres y lo que podamos entender de él en las sesiones
preliminares que tendríamos con el propio niño. Entender elementos de la
historia –ya ampliaremos este punto- y tener un panorama siempre sujeto a
revisión una vez que, supongamos, iniciamos una terapéutica. Es importante
tener en cuenta todos estos puntos para saber dónde vamos a acentuar, en
qué ejes nos vamos a detener para iniciar una cura, si es que hay que iniciarla.
Si en tres meses aparece otra historia, aparece otra corriente, por decir así, que antes no estaba, haremos los virajes clínicos que sean necesarios. En ese
sentido estamos situados en la clínica con niños igual que en el trabajo con
adultos, empezamos y lo que va surgiendo, lo que se produce son novedades
que nos obligan a revisar hipótesis previas que íbamos teniendo.
Ahora, es muy importante que el trabajo con los padres sea un
intercambio donde las hipótesis que se comiencen a barajar sean producto de
un trabajo, por decir así, entre nosotros y los padres. No es que los padres nos
trasmiten información y nosotros hacemos las hipótesis y aplicamos la teoría.
Es verdad, los padres nos tienen que dar información y nos tienen que dar
datos de la historia, pero también nos hacen un relato, una historia-relato. Silvia
Bleichmar hacía esta distinción. Diferenciaba la historia acontecial y la historia
relato. Oscilamos entre ambos elementos, necesitamos saber a qué edad el
niño tuvo, supónganse, el primer ataque de asma. Eso necesitamos saberlo,
como así también los elementos de la historia familiar de ese momento y qué
ocurrió después.
Si leen el caso Juanito y el Hombre de los Lobos, pero más en el caso
Juanito, van a ver cómo Freud reconstruye cada momento de la historia, antes
después, a los tres años, a los tres y medio, a los cuatro y pico… eso lo
necesitamos. Además, los padres ya forman parte de nuestro campo clínico, no
son sólo un mero accidente que tuvo el niño de tener esos padres. Desde esta
perspectiva no situamos hoy en la clínica. Y como forman parte de nuestro
campo clínico para pensar la subjetividad, entonces, su manera de contarnos
los hechos está teñida de un punto de vista en donde se hallan implicados en la
historia. Tenemos entonces que tomar elementos y al mismo tiempo leer entre
líneas qué se está jugando en esa historia. El eje de estas entrevistas siempre
tiene que ser el niño. Por decir así, es el niño el motivo de la consulta, sus
problemas, su historia, y las repercusiones que esto ha tenido en los padres.
Esto lo subrayo en especial para que no se confunda una manera de pensar la
clínica, que es lo que queremos trasmitirles, y el creer que al entrevistar a los
padres estamos analizando a los padres. Es cierto que por esta vía vamos a
saber muchas cosas de los padres y vamos a entender su implicación y hasta por ahí hablemos directamente con ellos, pero siempre el punto de partida es el
niño. De ahí llegamos a los padres, pero no al revés.
Para empezar, antes de construir lo que serían hipótesis sobre la
relación de la sintomatología entre padres y niños, el modo de acercamiento de
los padres a la situación clínica ya es un dato que puede ser diagnóstico, pero
además ese hecho nos brinda un panorama de las condiciones que tendremos
para intervenir. Es tan importante tender claro cuestiones como el
funcionamiento psíquico del niño, las determinaciones parentales, la historia
del síntoma, el sufrimiento del niño, la sintomatología del niño, es tan
importante todo esto como entender la posición transferencial -lo digo en
términos generales- en que están los padres para que podamos operar, porque
sino todo ese saber no nos sirve para nada. Entonces, la posición en que están
los padres frente a nuestra intervención es algo que hay que evaluar de
comienzo y si no están dadas saber muy bien sobre dónde estamos pisando. Si
no están dadas no quiere decir que no se van a dar, quiere decir que habrá que
hacer cosas para que esas condiciones se constituyan. Los movimientos de
apertura a los que se refiere la Prof. Marisa Rodulfo tienen que ver con esto, en
uno de los textos de la bibliografía obligatoria de la materia.
Alumna: La disponibilidad de los padres…
La disponibilidad de los padres para entender el problema del niño.
Alumna: ¿El acercamiento de los padres a la consulta ya es un elemento
diagnóstico?
Yo diría que sí, no digo un elemento absoluto, pero va a ser un
elemento.
Respecto del sufrimiento en el adulto que consulta está más claro, el
adulto sufre y va y consulta. En el caso del niño es infrecuente que él
manifieste su sufrimiento. No es lo más frecuente. Eso no quiere decir que un niño no sufra, quiere decir que no lo manifiesta en forma explícita, salvo en
crisis de angustia agudas y ciertas fobias. Estos son claros ejemplos clínicos
de un niño que dice “sufro, quiero ayuda”. Ahí el niño manifiesta su sufrimiento,
claramente pide ayuda y habla. Subrayo además habla de su sufrimiento como
no lo hace en muchas otras situaciones clínicas. Pero salvo esas dos
situaciones, que no son las que tenemos siempre en la clínica, el sufrimiento
del niño aparece en otro lado, en principio en los padres. Entonces, el cómo
esté ubicado el sufrimiento de los padres va a ser uno de los índices clínicos
diagnósticos, pero de diagnóstico clínico, por eso digo, no necesariamente
psicopatológico, de qué lugar tiene el sufrimiento en los padres. Hay diferentes
casos, por eso voy a hacer una semiología de esto siguiendo las puntuaciones
de un trabajo que van a tener que leer.
Que los padres sufran por el padecimiento del niño, o por las dificultades
que tenga, que los padres sufran por las perturbaciones de su hijo, indica la
capacidad de identificación de los padres al niño y a su situación.
Alumna: sería como empatía…
Sería una forma de la empatía. Que no necesariamente puede ser una
empatía global, puede ser una empatía con aquello de lo que el niño sufre.
Bien, esto es lo mejor que podemos esperar, si esto está presente es lo
mejor que podemos esperar. Con esta posición los padres van a estar en
condiciones de colaborar con el trabajo que vamos a hacer, colaborar con el
niño y sostener un proceso que tendremos y tendrán que llevar adelante. Mejor
que esto no hay, pero esto aún puede tener dificultades. Esto implica las
mejores condiciones para instalar con un analista una relación transferencial
positiva, para empezar, y confiar –una expresión insistente en Winnicott-, que
el analista despierte confiabilidad y brinde su disponibilidad. Porque si vienen a
la consulta nos miran torcido, por decir así, y ante las primeras preguntas se
encuentran reticentes, ya tenemos la desconfianza instalada y toda la dificultad para empezar a trabajar. Podemos hacer todos los supuestos sobre si son
respuestas defensivas, pero ya es un inconveniente para trabajar.
Entonces, lo mejor que podemos esperar es que los padres sufran a
partir de su empatía con el niño. Y los padres pueden sufrir también no sólo por
empatía con el niño. Muchas veces también sufren porque el padecer del niño
es una herida narcisística en los padres. Es decir, que el niño les devuelve una
imagen desvalorizada de sí. Entonces sufre, pero sufren narcisísticamente, no
por empatía con el niño, si no por pensar “el niño no es lo que yo esperaba”,
esto para la madre, para el padre, etcétera. Entonces los fracasos de los niños
son sentidos por los padres como heridas narcisísticas y no como propias
dificultades de alguien diferente de ellos. Sus perturbaciones son vividas como
ofensas narcisísticas. Esto sobre todo ocurre cuando los conflictos que tiene el
niño se ligan de alguna manera a conflictos de la infancia de los padres, de la
propia historia de los padres. Este puente por la vía del síntoma o del
narcisismo parental, hace que tengamos a favor que hay sufrimiento, pero
como toca el narcisismo parental hace que además la reacción de los padres
frente al síntoma sea un potenciador de los síntomas. Los padres reaccionan
contraidentificándose negativamente provocando lo que algunos autores
franceses denominan contraactitudes frente a los síntomas del niño, por sus
propias dificultades y esto abre la puerta, por decir así, a que tengamos que
pensar en estos casos en cierta ligazón entre los padres o entre alguno de los
padres y el síntoma del niño.
Ninguno de estos tipos en relación a los padres que les estoy
describiendo son puros, les estoy presentando líneas generales. La madre
puede sufrir empáticamente por el niño y el padre puede vivirlo como una
ofensa narcisística, o al revés, puede darse de muchas maneras. Entonces,
cuando detectamos esta línea puede ser un campo para hacer una intervención
en relación al modo de recepcionar el síntoma del niño por parte de los padres
en la medida en que lo podamos conectar con su propia historia infantil y su
propio narcisismo. Esto puede generar algún efecto esclarecedor y terapéutico.
No necesariamente la solución del síntoma. En ciertos casos los ideales narcisísticos de los padres estarían incidiendo en la decantación de un cierto
síntoma y al retomarlo desde el niño para trabajarlo con los padres abriría la
perspectiva de que un trabajo con los padres en relación a su reacción y
respuesta, ante las dificultades del niño, que puedan ayudar a atemperar el
sufrimiento agregado que esto tiene. No necesariamente a disolver el síntoma,
porque el síntoma no es únicamente, no tiene la base de su estructuración en
una trama simbólica, de la historia y de las significaciones parentales, un
síntoma es también un modo fijo de respuesta pulsional y defensiva que está
instalada, por la compulsión de repetición, del lado del niño y eso hace que el
esclarecimiento simbólico pueda ser insuficiente. Si lo es, si el esclarecimiento
simbólico es operatorio y es terapéutico rápidamente, es porque no estábamos
ante un síntoma constituido subjetivamente en forma definitiva, con la
implicación pulsional y defensiva que esto tiene.
Bueno, vamos a continuar la próxima, porque hay otras tipologías en
relación al posicionamiento de los padres.
Buenas noches.