CLXXXIX A THOMAS MANN EN SU SEXAGÉSIMO ANIVERSARIO (1936)

CLXXXIX A THOMAS MANN EN SU SEXAGÉSIMO ANIVERSARIO (1936)

 

¡QUERIDO Thomas Mann!

Acepte usted amistosamente mi cordial expresión de afecto en su sexagésimo cumpleaños. Yo soy uno de sus más «viejos» lectores y admiradores; podría desearle una larga y feliz vida, como es de rigor hacerlo en semejantes ocasiones. Pero me abstengo de ello: desear no cuesta nada y me parece significar una recaída en aquellos tiempos en los cuales se creía aún en la omnipotencia mágica de los pensamientos. Además, mi propia experiencia me ha convencido de que no hemos de quejarnos si un destino compasivo limita a su debido tiempo nuestra existencia.

Tampoco considero digno de imitación el que en estas ocasiones festivas se anteponga el cariño al respecto, que se obligue al festejado a oír cómo se lo cubre de alabanzas en tanto que hombre, cómo se lo analiza y critica en tanto que artista. No quisiera hacerme culpable de semejante presunción. Pero hay algo que sí puedo permitirme: en el nombre de incontables de sus contemporáneos debo manifestarle nuestra convicción de que usted nunca haría ni diría -las palabras del poeta son, en efecto, acciones- nada que fuese cobarde o mezquino; de que usted, ni siquiera en épocas y en situaciones susceptibles de confundir el juicio, dejará de seguir el camino recto y de guiar por él a los demás.

Cordialmente suyo

Freud

Junio de 1935