El complejo de Edipo de acuerdo con Freud

El complejo de Edipo: A los cinco años, de acuerdo con Freud, la búsqueda de satisfacción, sobre todo, sobre el progenitor de sexo contrario, pero también de acuerdo con las características de la sexualidad, con el progenitor del mismo sexo, superado por la hostilidad hacia este y hacia otros rivales, determina la aparición del complejo de Edipo. El niño en esta época busca contactos corporales o caricias, se masturba o elabora fantasías de hacer lo que los mayores, o de intervenir en la concepción o en el nacimiento de un niño. Aumentan, sublimado, el interés por otras personas, su curiosidad intelectual, sus tendencias a la acción, por ejemplo, la de separar a los padres monopolizando el objeto de amor, y aparecen, cuando el complejo de Edipo se ha establecido, temores en forma de pavores o de miedo a animales u objetos, la enuresis o arranques de cólera. El complejo de Edipo llega un momento que entra en estado de liquidación. En el varón, la hostilidad hacia el padre rival y el interés sexual por la madre por un lado, conjuntamente con el amor hacia el padre, producen penalidades y hacen que el niño espere ser castigado con la castración. Es el momento en que surge y se establece el complejo de castración, fuente muy importante de fantasías de castigo que, también, no satisfechas, pueden provocar síntomas neuróticos. En plena etapa de liquidación del complejo de Edipo, el niño se identifica con el padre, cuya imagen incorpora. La agresividad contra el rival se vuelve contra sí. Se establece o se promueve la existencia del superyó. Trata de ser como el padre cuya imagen ha incorporado. Las tendencias del complejo de Edipo se subliman. Existe una pérdida de interés por el falo, por falta de madurez o por falta de comprensión de su significado.
Respecto a las fantasías el castigo, y como ejemplo de ello podemos mencionar los casos de enfermos orgánicos que se quejan con exceso utilizando su dolor real para aplacar la culpabilidad inconsciente o el de ciertos neuróticos de la vida civil que se sienten mejor ante los rigores o las disciplinas de la vida militar.
En el caso de la niña, hay similitudes pero hay también diferencias. En lo que respecta a la sexualidad infantil femenina, hay también fantasías inconscientes bisexuales y ambivalentes; hay fenómenos de desplazamiento y de sublimación; se recorren las mismas etapas oral y anal; hay un placer de la succión del seno materno y hay un amor inicial hacia la madre, exactamente igual que en el varón, pero en determinado momento la niña descubre la carencia del falo como el que tiene el varón. El clítoris en realidad es pequeño. Imagina que ha sido mutilada, lo que explica después en la vida adulta el horror, por mecanismo de sublimación, a las hemorragias o a las heridas aun mínimas. Atribuye su mutilación a la madre, y resuelve su situación de ambivalencia sexual eligiendo al padre como objeto de amor por envidia o por deseo del pene que no posee.
Después de estos procesos, surge en ambos sexos un período de latencia, en que los intereses sexuales se adormecen y se produce el desengaño de las experiencias sexuales que determina una fase de autoerotismo y luego fenómenos de masturbación. En la pubertad, vuelven a aparecer los intereses del sexo, la búsqueda de un objeto de satisfacción y, previa una fijación fugaz en los padres nuevamente, liquidada por el tabú del incesto, resulta: en el hombre, el mantenimiento del interés fálico y en la mujer el dejar de considerar el clítoris como un órgano de placer al advertir que también la vagina lo es, el adquirir conocimiento de su función femenina, el renunciamiento al clítoris y la conformidad con su papel pasivo, salvo en el caso de una fuerte existencia de “la envidia del pene” y el surgimiento de un resentimiento por el hecho de ser mujer. En el curso de toda esta evolución pueden producirse los fenómenos de la fijación y de la regresión. Un motivo traumático cualquiera puede fijar la libido en cualquier etapa y cualquier frustración en etapas siguientes hacer que la libido sufra una regresión, hasta reposar en el punto de fijación que sería la etapa fálica para ciertas manifestaciones histéricas o la etapa anal para los obsesivos.