Concepto de libertad

Desde la definición más simple tenemos:
“ Facultad natural que tiene el hombre de obrar de una manera o de otra, y de no obrar”. “Estado o condición del que no es esclavo”. “Estado del que no está preso”. “Facultad de hacer y decir cuanto no se oponga a las leyes ni a las buenas costumbres”.

Pasando por las diferentes clases de libertades encontramos:

…de conciencia, derecho de profesar cualquier religión, sin ser inquietado por la autoridad pública.

…de cultos, derecho de practicar públicamente los actos de la religión que cada uno profesa.

…del espíritu, dominio o señorío del ánimo sobre las pasiones.

…de pensamiento, derecho que tiene cada uno de sostener o propagar sus propias ideas.

…religiosa, derecho de cada individuo a profesar cualquier creencia.

A la libertad en el área de la antropología filosófica sería:

“…libertad es pertenecerse a sí mismo” – Romano Guardini

“Estado de aquel que, tanto si obra bien como si obra mal, se decide tras una reflexión, con conocimiento de causa. Es el hombre que sabe lo que quiere y por qué lo quiere, y que no obra más que en conformidad con las razones que aprueba” – A. Lalande

“Tomás de Aquino distingue entre libertad de toda violencia exterior y libertad frente a la necesidad interna que es la que constituye en exclusiva la esencia de la libertad humana” – E. Coreth

“Spinoza entiende como “libre lo que existe únicamente por necesidad de su naturaleza y sólo por ella se determina a la acción, necesario, o por mejor decir, obligado es algo que está determinado de una manera segura y precisa por otra cosa para ser y actuar” – E. Coreth

Considerando las diversas concepciones encontradas, me permito hacer una breve revisión acerca del problema de la libertad en la historia.

II. Libertad de razonar

La filosofía moderna intentó forjar una nueva concepción del mundo y de la sociedad y, aunque inicialmente no prescindió absolutamente de la influencia religiosa, postuló la resolución de los problemas mediante la libertad de razonamiento. Abandonó así progresivamente las verdades absolutas o reveladas, intentando sustituir lo sobrenatural por lo natural, lo divino por lo humano, lo celeste por lo terrenal, resolviendo zanjar definitivamente la polémica entre la fe y la razón a favor de esta última.

III. La libertad negada

La libertad ha quedado negada o eliminada por decisiones filosóficas previas, en las concepciones positivista – materialista, así como en el pensamiento idealista y panteísta.

El materialismo considera únicamente la existencia de los seres y acontecimientos materiales, estando el hombre sujeto a la determinación causal propia de los procesos materiales de la naturaleza; con lo cual la libertad no existe.

En el panteísmo se tiene un determinismo del acontecer. Todo se circunscribe a un único principio, absoluto y divino. Siendo Dios la única sustancia que abarca todo cuanto es. Dios es el sumo Ser; es una sustancia absolutamente infinita.

Para los idealistas como Hegel, toda realidad es absolutamente cognoscible. La realidad es la autocreación de Dios, es Dios en devenir. De esta forma el hombre individual no es más que un elemento del proceso absoluto del espíritu. En los idealistas se reproducen aún los rasgos panteísticos.

IV. La libertad en Spinoza

Spinoza es el prototipo del pensador panteísta, quien como tal defiende una rígida y absoluta determinación.

Desarrolló la idea cartesiana que consideraba a Dios como sustancia infinita. Así, Dios es la única sustancia que abarca todo cuanto es. Dios es el sumo ser es una sustancia absolutamente infinita.

Al tratar el tema de la libertad, Spinoza señala: “… se dice libre la cosa que existe por la sola necesidad de su naturaleza y que se determina a obrar por sí misma”.. En lo que se refiere a la libertad humana, Spinoza concluyo de modo determinante que el hombre no es libre porque “no se puede considerar un imperio dentro de otro imperio”. Considerando que la libertad es exclusiva de Dios. Sólo Dios es libre.

De esta tesis puede deducirse que, mientras Dios exista, el hombre nunca podría ser libre. Es decir, en el plano de la libertad la afirmación divina es la negación humana. Dos siglos más tarde, Nietzsche, afirmó que la libertad humana solamente puede alcanzarse con la “destrucción de Dios”.

Según Spinoza, el hombre, pues, no es libre, ni el mundo tiene por que tener una finalidad que cumplir. Cree que la vida es necesaria y que está causalmente determinada. Contraria a la afirmación hecha por Albert Camus, ya en el siglo XX, de que la vida es innecesaria por su reducción al absurdo; señala que el hombre es una paradoja: un esclavo porque se cree libre y está dominado y condicionado por la necesidad.

Sin embargo, no cerró completamente las puertas de la esperanza, dejando el resquicio de la libertad humana para conocer, tesis que explica del siguiente modo: “En este plano sólo es libre el hombre que se conoce a sí mismo, pues tiene conciencia de que no es libre y, por lo tanto, no se siente obligado o coaccionado, sino que acepta el determinismo que le condiciona. Por tanto, la libertad humana es sólo relativa, y un hombre será tanto más libre cuanta mayor conciencia posea de esa relatividad”.

En contra de lo que pudiera creerse, según Spinoza, este planteamiento no disminuye la dignidad humana, pues la no-libertad es un precio muy bajo, ya que la compensación es el privilegio ontológico de ser considerado como una parte de Dios.

V. La libertad en el existencialismo

En el existencialismo se investigan conceptualmente los principales problemas que se le plantean al hombre durante su existencia concreta, perdiendo importancia todos los temas tradicionales de la especulación.

Fueron precursores en el siglo XIX, Nietzsche y Kierkegaard y en el siglo XX, los principales filósofos de esta corriente fueron Heidegger, Merleau-Ponty, Sartre y Camus, entre otros.

Son características de esta corriente:

• En primer lugar, que se prescinde de la “filosofía de las esencias”, rechaza los mecanismos del pensamiento abstracto, metafísico, físico, tomando como preocupación básica la existencia humana, el Yo humano.

• En segundo lugar, la existencia humana es la actualidad, el momento presente, la realización de unas posibilidades que revelan las cualidades del hombre. Consideran que la existencia precede a la esencia, que el hombre cuando nace, no es nada; y que solamente existe cuando va decidiendo libremente lo que es y lo que será.
• En tercer lugar, el existencialismo considera la existencia como una forma de ser específicamente humana: sólo el hombre existe; las demás cosas son. La existencia es una forma de ser consciente, libre y activa, que se define más por su realidad, que por su posibilidad (“el hombre está condenado a ser libre decía Sartre).

VI. Libertad en la educación

En el proceso de educar toman parte los profesores, los alumnos, la familia, la institución educativa, la sociedad, etc. Cada una de estas esferas debe posibilitar un clima de respeto y tolerancia, de autonomía e independencia para la educación en libertad.

El educador debe tener respeto a su ideología, a su persona, a su concepción política, a sus iniciativas y al ejercicio profesional.

El educando debe cumplir dos condiciones: respeto al docente y autonomía propia. Debe ser tolerante con las opiniones del profesor, siempre que éste no quebrante conscientemente los derechos del alumno.

La institución escolar debe estar libre de opresiones y manipulaciones, tanto de la política educativa de la nación, como de presiones sociales, de intolerancia del equipo docente, de intransigencias del alumnado o de los padres de familia.

La sociedad en la que está inserta la institución escolar favorece o dificulta también la educación en libertad, ya que no es lo mismo un centro educativo en sociedades totalitarias que en sociedades democráticas. La sociedad proyecta en la escuela su cosmovisión y según sea más o menos respetuosa con la dignidad de la persona humana, resultará fácil o incómodo educar en libertad.

La educación es correcta, si es una educación de la libertad de o de la libertad para. Con la expresión “libertad de” se habla de la liberación de prejuicios, estereotipos, esquemas mentales de los adultos, que es preciso operar, como terapia, en la mente del educando y del educador. Un docente no liberado es incapaz de educar en libertad a sus alumnos. Sólo el profesor “libre de” puede producir un tipo de educación semejante a la que él ha recibido o se ha autoimpuesto.

Al estar “libres de” el educando y el educador están preparados para autorrealizarse como libres para juzgar a los demás entregarse sin prejuicios, dominar la naturaleza, ejercer el mando y otras funciones necesarias en la vida personal y social de los individuos.

El compromiso del maestro es doble: asistir y ayudar al alumno a que corra su riesgo y arriesgarse él mismo ante sí y ante el alumno. Este compromiso ha de ser liberador y no manipulador; el docente ha de buscar la independencia de juicio y acción, porque cuanto menos necesite el alumno su apoyo, a medida que progresa cronológica y escolarmente, tanto mayor ha sido el provecho obtenido en el proceso educativo.

Si el educador no respeta la libertad del educando y si no se compromete en correr el mismo riesgo suyo, al elegir, suele responder con rebeldía y contestación, sobre todo en la pubertad y en la adolescencia.

Es bastante visto, en los últimos años, la agresividad con que responde el alumno universitario ante la falta de compromiso del equipo docente o de alguno de los profesores.

De aquí que educar en libertad sea educar en responsabilidad y en compromiso; es arrancar de la tierra el ingente número de los amorfos e indecisos, de los arribistas y de los aprovechados, cuando otros se han quemado por el progreso.

Según Dürr se tienen tres clases de compromisos en la educación: compromiso del espíritu, compromiso social y compromiso pedagógico.

El compromiso del espíritu es el compromiso ante sí mismo, consciente de la decisión tomada y de la doctrina creada, que ya no nos permite reflexiones inútiles, sino fidelidad a nosotros mismos. Es un acto positivo, no una mera actitud hostil y contestataria, porque nada está produciendo, más que una sistemática negación de cuanto los demás hacen. Se llama espíritu de compromiso a esta conducta, porque sólo en el espíritu radica la libertad y el descubrimiento de la verdad, condiciones ambas para esta clase de responsabilidad, en la cual se crea cotidianamente el hombre, conquistando su propia imagen y autorrealizándose.

El compromiso social es una consecuencia pública y comunitaria del compromiso del espíritu, dado el carácter social de la vida humana, que no puede refugiarse en soledad ermitaña. El compromiso social quiere decir que no se pueden quebrantar los derechos del grupo, por salir adelante con los caprichos personales, porque el grupo conquista su libertad basándose en sacrificios y obsequiosas renuncias de los individuos. La sociedad subsiste gracias al esfuerzo de sus miembros, que participan en los propósitos e intereses comunes. Se compromete socialmente el hombre que se identifica política, religiosa y científicamente. La libertad como compromiso obliga a participar.

El compromiso pedagógico obliga al educador a metódicamente indagar la verdad, someter a verificaciones sus hipótesis, descartar sus sueños y atenerse a realidades, ser fiel a sí mismo en la cátedra y los niveles consultivos y decisorios del centro escolar. El compromiso pedagógico, le hace al docente respetar la lenta separación que el alumno va logrando respecto a los criterios y cosmovisión del profesor y aceptar la personalidad de cada uno como la única forma de autorrealización.

VII. Etapas en la educación para la libertad

La educación contribuye para que el hombre conquiste, poco a poco, su autonomía a través de una serie de estadios, que marcan los niveles escolares.

La primera infancia (0-3 años) es un período significativo en la educación para la libertad, gracias a la autoafirmación de sí mismo mediante el pararse, el caminar y la primera ligera oposición al final del primer año. Según Spitz, psicoanalista, el primer “no” gesticulante del niño es el origen de la iniciativa y de la personalidad. El niño no acepta imposiciones y se rebela con el llanto y las pataletas.

La segunda infancia (4–6 años) se caracteriza por la obstinación e independencia, al comenzar el cuarto año de vida, dando lugar a una fuerte crisis de independencia y de negativismo, como única manera de afirmarse como sujeto y persona. Los mayores han de aceptarle y él ha de ir comprobando las limitaciones e inseguridades que le rodean y de las que es portador.

La tercera infancia (7-11 años) no es una etapa en la que pueda hablarse de una auténtica educación de la libertad, sino de lo que se denomina “espontaneidad dirigida”. El niño no posee aún el pensamiento universalizador y abstracto que le capacite para las elecciones maduras. Sin embargo, es un período en el que puede hacerse una preeducación de la libertad mediante la adquisición de hábitos de orden, disciplina, regularidad, aceptación de la autoridad, responsabilidad de sus propios actos, respeto de los demás… El niño ejercita su iniciativa de múltiples maneras, siendo una de las principales el juego, donde crea, se recrea y autorrealiza. La tensión de los juegos entre sus reglas e iniciativas es un entrenamiento eficaz de las antinomias libertad – autoridad, libertad – disciplina, espontaneidad – normatividad.

La pubertad (12-14 años) con sus cambios somáticos y sexuales conlleva el sentimiento de disgusto e incomodidad ante la disciplina, acatada únicamente con la condición de que el educador haya ganado al púber afectivamente. El púber confunde la libertad con el libertinaje e irresponsabilidad, si no se aprovechan las circunstancias y se le hace profundizar en la naturaleza de la libertad, a la que ha de llegarse basándose en madurez y compromiso.

La adolescencia (15-18 años) es el periodo más importante para educar la libertad. El adolescente rehuye toda postura rígida, porque tamiza las órdenes en el filtro de su propio pensamiento. La misión del educador consistirá en convencerle de que la libertad es fruto del carácter equilibrado y del hombre inteligente. Los sentimientos sociales del adolescente brindan muchas oportunidades para inculcar el respeto por la opinión ajena, a la vez que para apelar a su responsabilidad y su compromiso con la comunidad.

VIII. Libertad y persona

Es difícil aceptar la libertad pues tenemos muchos y grandes condicionamientos, obstáculos, impedimentos. Además, como la libertad no es objetivable, no la podemos demostrar.

El hombre no sólo es sino que también se hace; es fruto de sí mismo, de su libertad, de sus opciones libres. Es hombre en búsqueda de verdad. Pero además, jerarquiza y realiza los valores según su proyecto personal de vida.

Es por ello que la sociedad y la comunidad deben dar al niño que nace, las condiciones para que encuentre lo necesario para realizarse como persona en vistas a una integral realización.

Para la Antropología, el hombre además de individuo es persona, es sujeto, es uno, es único. El hombre se manifiesta, se revela como persona en su relación con los otros. Es un Yo en relación con un Tú. Existe en el mundo con los demás para realizarse personal y comunitariamente.

Su perfeccionamiento como persona se realiza en relación con el otro. El hombre es un ser responsable de otro. Esto supone responder a la llamada del otro, de otra persona que exige tu atención, respeto y poder vivir en plenitud. Todo esto implica responsabilidad.

IX. La libertad responsable

La cumbre de la libertad es la responsabilidad. La libertad responsable surge cuando descubro al otro como sujeto de derechos, que tiene una dignidad inviolable que yo debo respetar.

Uno vive en libertad cuando renuncia a sus propios intereses para actuar en el ámbito de personas que tienen derechos y que lo llaman, lo necesitan a uno.

La libertad no se juega sino cuando están en conflicto mi tendencia espontánea egoísta y los derechos de los demás. De ahí que si ante una situación determinada debo elegir qué acción realizar, toma parte la voluntad que tiene dominio sobre el intelecto, en forma de una reflexión; pues soy responsable de la conciencia que tengo.

El hombre se transforma al elegir, porque es más él y menos los demás que le oprimen y la naturaleza que le domina. Sólo cuando elige, es él mismo, el hombre, con autonomía frente al mundo para construir y elaborar su propio mundo.

“Es por ello que la libertad humana adquiere un carácter de conquista personal y se traduce en tarea permanente; como nos lo señala Juan Pablo II cuando concibe la función del bien y le asigna por objeto el amor traducido en donación y servicio desinteresado a los demás”..

X. A manera de conclusión

Es difícil hablar con propiedad de la libertad, sobre todo considerando que todo el mundo habla de ella; libertad para elegir, libertad para salir, libertad para volver, libertad para comprar, libertad para comer, libertad para decir, libertad para hacer, libertad para sentir, libertad para escribir, libertad para leer, libertad para crecer, libertad para…, es difícil.

Más aún cuando estamos tan condicionados en nuestro actuar, en nuestro hacer, decir y sentir; por la familia, la sociedad social, la sociedad de consumo, los medios de comunicación, etc.

Cuando planteamos la responsabilidad que tenemos de atender el llamado del otro, del que está bien cerca nuestro o bien apartado de uno pero que igual nos necesita; planteamos nuestra necesidad de sentirnos útiles, de ser parte de otro u otros que también atienden nuestro llamado.

Descubrir que soy con los demás en el mundo, que no puedo circunscribirme a mi mundo egoísta, es asumir que puedo darme a los demás sin pedir nada a cambio.

El docente que tiene a su cargo 40 o más niños, que no posee materiales didácticos, el alumno que debe recorrer varias “leguas” para poder aprender; nos impele a reformular nuestra visión de docentes universitarios, formadores de adultos profesionales, quizás futuros dirigentes del país; nos impulsa a enfrentarnos a una revisión del cómo estamos atendiendo a los derechos de esos alumnos, cómo estamos preparando las clases a dictar, cómo nos estamos preparando para responder a sus llamadas; creo que en la medida en que seamos nosotros mismos, auténticos y nos aceptemos como individuos dadores y no sólo espectadores, podremos asumir la responsabilidad de dar al otro su “libertad” (cualquiera sea la que el otro elija utilizar).

BIBLIOGRAFÍA CITADA

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– Enciclopedia Temática Océano
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– FERMOSO, Paciano: Teoría de la educación – Una interpretación antropológica
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– GEVAERT, Joseph : El problema del hombre – Introducción a la antropología filosófica
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– LUCAS, Juan : El hombre, ¿quién es? – Antropología cristiana
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BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA

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FREIRE, Paulo : Pedagogía del oprimido
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FREIRE, Paulo : Educación como práctica de la libertad
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– ZURETTI, Juan Carlos : Historia de la Educación
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