Constitución de la personalidad: crisis en la identidad, “Disarmonía Evolutiva”, duelos

El niño entra en la adolescencia con dificultades, conflictos e incertidumbres
que se magnifican en este momento vital, y debe salir de este periodo a la madurez
con una personalidad estructurada e integrada.

A través de la adolescencia el individuo logra alcanzar una entidad personal
(yoica) y una adecuada autocognición.
La consecuencia final de la adolescencia sería
un conocimiento del sí mismo como entidad biopsicosocial en el mundo, en ese
momento de la vida.
El adolescente atraviesa una crisis de identidad corporal (lo que algunos autores
han denominado “disarmonía evolutiva”)
. Cambios físicos que cuestionan la imagen que el adolescente tenía de su cuerpo y le obligan a realizar una reconciliación con él. Durante
este periodo el crecimiento físico se acelera realizándose casi a saltos que desconciertan
al adolescente y le generan inseguridad.
El hecho de que su cuerpo se convierta en un extraño está directamente
relacionado con la crisis de identidad que el adolescente atraviesa. Éste puede vivir
los cambios corporales como una amenaza a su atractivo y éstos pueden deteriorar
la confianza en sí mismo.
Pero la crisis de identidad del adolescente no sólo se relaciona con la “Disarmonía
Evolutiva” sino que la adolescencia constituye una crisis de identidad global.

Una crisis que le permite llegar, a través de sus tomas de decisión y de sus identificaciones
pasadas y presentes, con sus “modelos” y con su imagen del “yo ideal”,
a significarse como un ser individual (único y reconocible), socialmente aceptado
y sexuado. Esta crisis implica atravesar y elaborar una serie de importantes duelos
que suponen la pérdida del cuerpo, del rol y la identidad infantiles y de los padres
que le protegían en la infancia. Así, debe hacer duelo:
– En la pubertad, por el cuerpo infantil perdido.
– En la mediana adolescencia, por la identidad sexual.
– En la última etapa en los roles sociales (la omnipotencia adolescente –instrumental,
intelectual, emocional, social– está condenada a ceder y se será lo que uno logre llegar a ser).