LA RELACIÓN MADRE-HIJO: la relación de apego cuando el niño tiene problemas (Proceso de aceptación del hijo con problemas)

LA RELACIÓN MADRE-HIJO

M.ISABEL ZULUETA (Psicóloga. Fundación de Down de Madrid)

2. LA RELACIÓN DE APEGO CUANDO EL NIÑO TIENE PROBLEMAS

Al nacer un niño con problemas aparecen una serie de sentimientos y emociones que van a dificultar la relación afectiva con ese niño y la aparición de la vinculación.

Además, tiene gran importancia este período ya que aquí se inicia un proceso de aceptación del hijo con problemas, que puede durar mucho tiempo e incluso toda la vida.

2.1. Proceso de aceptación del hijo con problemas

a) La noticia: choque emocional y desconcierto

Los padres no se pueden enterar apenas de lo que pasa porque no es lo que esperaban. Al nacer un niño deficiente hay desconcierto en el equipo médico que ha atendido el parto. Muchas veces el niño precisa unos cuidados inmediatos y se le traslada rápidamente a una incubadora sin que lo haya visto la madre.

Este es el primer error que ocurre en el proceso. Es importante que, al producirse el nacimiento, la madre vea a su hijo y esté con él inmediatamente, ya que se establece un primer contacto afectivo que es necesario para la posterior socialización del bebé y para su comunicación con la madre.

En el caso del nacimiento del niño con problemas, las madres empiezan a sospechar que algo pasa porque detectan un desconcierto e inseguridad entre las enfermeras. Empiezan a pensar que el niño no está bien. Más tarde, el ginecólogo da la noticia, casi siempre al padre primero. Unas veces esta información será completa y acertada, y otras no, pero los padres siempre la viven como incompleta y errónea. No se les da bastante tiempo para asimilarla ni se apoya a los padres en estos momentos. Este sería el segundo error que se comete.

El padre se lo comunica a la madre y ahí empieza el largo proceso de aceptación, que es muy costoso y les impregna de una sensación grande de soledad, desorientación y amargura.

La manera en que se comunica la noticia debe ser, según la opinión de los propios padres, de la siguiente manera: lo más pronto posible, estando los dos padres presentes y en algún sitio donde puedan estar sentados y tranquilos, con tiempo por delante para preguntar las dudas y preocupaciones que surjan.

b) Sentimientos: pérdida del hijo deseado

Todas las ilusiones del embarazo se desmoronan cuando nace el bebé y los padres experimentan un sentimiento de duelo por su hijo, en el que se habían puesto una serie de expectativas, objeto de sus fantasías que ha muerto, y en su lugar aparece un niño que les cuesta amar.

c ) Mecanismo de negación

No se puede asumir el diagnóstico de la patología y los padres -y en muchos casos la familia-piensan que el médico está equivocado y emprenden una serie de acciones cuyo fin es conseguir otro diagnóstico más favorable.

Se visitan diversos profesionales, e incluso curanderos. Se acude a varios Centros de atención temprana y a fisioterapeutas que practican técnicas distintas, con la remota esperanza de curación o de negación del diagnóstico.

La serenidad no aparecerá en la familia. Al niño se le someterá a torturas sin fin de exámenes médicos, programas exhaustivos a veces duplicados y otras contradictorios, llevados a cabo en diversos lugares.

Si esta etapa es larga se perderá un tiempo precioso en el tratamiento, en el establecimiento del apego y en la ayuda que puedan recibir los padres.

d) Culpabilidad y búsqueda de la causa

El sentimiento de culpa puede entorpecer el diálogo entre los padres y también estorbar y retrasar el inicio del tratamiento.

Cuál fue la causa y de quién es la culpa (de la pareja, de las familias de ambos, etc.) son los primeros sentimientos que atormentan al matrimonio.

Se buscan antecedentes de niños o adultos con problemas en la familia.

Se revisa el propio embarazo cuidadosamente, buscando aquello que ha podido desencadenar este desastre.

También despierta muchas inquietudes el momento en que se ha producido, en los casos de lesión cerebral debido a anoxia o hemorragia.

Se llegan a revisar las ecografías para ver algún signo de alarma.

Se busca de alguna manera un culpable de una forma más o menos solapada.

El poder comentar todo esto con el terapeuta de Atención Temprana ayuda mucho a los padres en estos primeros momentos, ya que él puede disipar las dudas y tranquilizarlos.

e) Deseos de muerte

Es un deseo que aparece en cuanto se conoce el diagnóstico, casi siempre de forma velada y poco consciente, que se rechaza.

La muerte del bebé es una liberación y proporciona una huida del problemas.

Está presente cuando el niño sufre alguna enfermedad grave u operación quirúrgica, y también cuando después del nacimiento permanece hospitalizado por alguna circunstancia.

Por ello, el psicólogo que ayuda a los padres debe conocer esto y apostar siempre por la vida del niño. Intentar que aprecien lo que hay en de bueno y valioso, y que es su propio hijo al que querer y ayudar.

La muerte de un bebé con problemas aportará siempre a los padres grandes sentimientos de dolor y también algo de culpa.

f) Temor a no poder querer a su hijo

Al principio, al pensar en se les vienen a la cabeza imágenes monstruosas que han visto alguna vez.

Dudan de sus sentimientos maternales y paternales y de no ser capaces de ver a su hijo en aquel otro ser que temen les produzca rechazo e incluso asco.

g) Invalidez para engendrar un hijo sano

Se produce en madres que tienen su primer hijo. También en las madres que han tenido hijos sanos antes, hay un temor grande a no poder volver a tener otro, lo que les impedirá probablemente volverse a quedar embarazadas.

Este sentimiento de invalidez puede tener dos consecuencias.

En algunos casos se vuelven a quedar embarazadas muy rápidamente mente para demostrar fehacientemente su validez y en otros renuncian a futuras maternidades, con lo que se cierra el círculo alrededor del niño y su problemática.

h) Agresividad, tristeza e ira

Son sentimientos que se desarrollan ante a la clase médica, generalmente; ante la familia, en algunos casos, por haber ayudado poco al principio; frente a la Sociedad, por no disponer de recursos suficientes o por marginarlos; frente a los Centros de atención temprana, por no atenderlos bien, no saber bastante o no trabajar con técnicas tan modernas como en el extranjero.

A veces, en familias religiosas, hay una ira contra Dios y un abandono de las prácticas religiosas. Aunque en otros casos, el sentimiento religioso se afianza y puede ayudar mucho en estos momentos.

Hay también episodios de tristeza y depresión, que suelen producirse en los padres de una manera alternativa. Van poco a poco desapareciendo, pero pueden volver cuando surge algún problema que les hace recordar la deficiencia del chico y el rechazo de la Sociedad.

A veces se proyectan estos sentimientos sobre diversas actitudes que ellos creen vislumbrar y que no son más que eso, una mera proyección de su propia agresividad.

i) Autocompasión y baja autoestima

Los padres no pueden volcarse en el hijo y amarle, sólo pueden ver la desgracia que representa para ellos y la carga futura que les supone.

Hay un bajón de su narcisismo y de su propia estimación, muy unido a la invalidez de la que hablábamos antes.

j) Pérdida de confianza en si mismos

También muy unido a lo anterior.

Se manifiesta en las madres a la hora de cuidar a su bebé y de establecer con él los adecuados ritmos biológicos.

Existe el peligro de pasar a depender totalmente de los profesionales que les están orientando en el cuidado de su bebé.

Como si los padres, aun aquellos que han tenido otros hijos y tienen experiencia en su cuidado, no pudieran ver al nuevo bebé sin la marca del diagnóstico que lo diferencia.

Como si no fuera un bebé, al que hay que cuidar y alimentar como a los demás.

k ) Ansiedad por su salud

En los primeros momentos se dan tantas indicaciones acerca de los problemas de salud, especialmente en los Síndrome de Down se habla o se leen tantas informacionessobre los riesgos de enfermedad, que lo padres lo viven y lo cuidan como si fuera un niño enfermo.

Además, hay otros sentimientos más profundos y contradictorios que desencadenan una serie de cuidados excesivos, una vigilancia desmesurada que puede retrasar el desarrollo armónico de su personalidad.

1) Aislamiento y dificultad de transmitir el diagnóstico

A veces, en los primeros días, el diálogo de la pareja se rompe al recibir la noticia y tener cada miembro de la pareja que soportar una carga abrumadora de sentimientos contradictorios que no pueden ordenar ni transmitir.

Esta falta de diálogo se produce también con el resto de la gente.

Los padres, avergonzados y doloridos, no pueden comentar el problema de su hijo con sus amigos e incluso con algunos miembros de su familia.

Es importante el poder ayudar los padres a enfrentarse a ello.

Deben comentarlo a sus otros hijos y al resto de la familia y explicarles desde el principio claramente el problema, a los hijos según su edad.

Esto les va a tranquilizar y van a comprender la situación de tristeza que se vive en la casa al nacer el hermano, en lugar de la alegría que ellos esperaban.

Los padres deben decirlo cuando estén tranquilos y serenos, para enfrentarse a las preguntas que les pueden hacer y poderles dar esta calma que todos van a necesitar.

Al hablar del problema se reduce al nivel de ansiedad, los padres se encuentran mejor y desaparece la situación provisional de no ha pasado nada».

Es un enfrentamiento-duro, pero beneficioso para todos-con la nueva realidad familiar.

LL) Preocupación por su futuro

Es una de las angustias primeras de los padres. El desvalimiento del bebé les hace preguntarse qué va a ser de él el día de mañana.

El futuro es incierto para todos y no se puede adivinar qué va a ser de ese niño, pero lo que sí podemos hacer es trabajar con la familia en la búsqueda de un futuro lo más digno posible.

Es importante que los padres puedan planear y fantasear sobre ese futuro, sin tristeza y con el mayor realismo posible.

m) Reorganización

A lo largo del primer año, y siempre que los padres hayan podido recibir apoyo y asesoramiento, los sentimientos van amainando, el equilibrio vuelve y la familia se reorganiza, admitiendo como en un puzzle esa pieza pequeña y algo defectuosa que ha causado tanta conmoción, que es su hijo con problemas.

Los padres encaran la responsabilidad de los problemas de su hijo, apartan su propia culpabilidad y se apoyan mutuamente en la tarea.

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