M. Klein: La influencia del esclarecimiento sexual y la disminución de la autoridad sobre el desarrollo intelectual de los niños. Conversación sobre la existencia de Dios

El desarrollo de un niño (1921): I – La influencia del esclarecimiento sexual y la disminución de la autoridad sobre el desarrollo intelectual de los niños

Conversación sobre la existencia de Dios

Al día siguiente llovió. Fritz se lamentaba de esto porque quería jugar en el jardín, y preguntó a su madre: «¿Sabe Dios cuánto tiempo dejará que llueva?» Ella contestó que Dios no hacía la lluvia, sino que la lluvia venía de las nubes, y le explicó el asunto. Al día siguiente la recibió nuevamente con una pregunta largo tiempo abandonada: «¿Cómo se hace una persona?» La madre trató de descubrir qué era exactamente lo que él no entendía de sus explicaciones previas, y el niño dijo: «Sobre lo de crecer.» Cuando trató de explicarle una vez más cómo crecían la cabecita y los miembros, dijo:

«Dime, mamá, pero cómo, ¿de dónde vienen la cabecita, y la pancita, y todo el resto?» Al replicarle ella que ya están presentes muy chiquitas, dentro del pequeño huevo, como la florecita en el capullo, no preguntó más. Poco después preguntó: «¿Cómo se hace una silla?» (7). Entretanto su madre lo había vestido; preguntó entonces espontáneamente: «¿No es Dios quien hace llover? Toni (la mucama) dijo que Dios hace llover». Después de la respuesta de la madre preguntó:

«¿Es un cuento que Dios hace llover?» Al replicar ella que sí, preguntó:

«¿Pero hay realmente Dios?» La madre le replicó algo evasivamente que ella nunca lo había visto. «Uno no lo ve, pero ¿está realmente en el cielo?» – «En el cielo sólo hay aire y nubes» «¿Pero existe realmente Dios?», preguntó otra vez. No había escapatoria, de modo que la madre tomó una decisión y dijo: «No, hijo, no existe». -«Pero, mamá, si una persona grande dice que Dios existe y vive en el cielo, ¿tampoco es cierto, entonces?» La respuesta de la madre fue que muchos adultos no sabían la verdad sobre las cosas y no podían hablar de ellas correctamente. Había ahora terminado su desayuno y se detuvo ante la puerta que daba al jardín, mirando hacia afuera. Estaba pensativo. De repente dijo: «Mamá, veo lo que existe, y lo que yo veo está realmente allí, ¿no? Veo el sol y el jardín, pero no veo la casa de tía María, y sin embargo está ahí también, ¿no?» La madre le explicó por qué no podía ver la casa de su tía María y él preguntó: «Mamá, ¿tú tampoco puedes ver su casa?» Y demostró su satisfacción cuando ella replicó que no. Inmediatamente después; sin embargo, preguntó algo más:

«Mamá, ¿cómo llegó el sol hasta ahí?» Y cuando ella dijo algo pensativamente, «Sabes, ha estado allá desde hace mucho, mucho tiempo… «,él dijo «Si, pero mucho, mucho antes, ¿cómo llegó hasta allí?»

Debo explicar aquí la conducta algo insegura de la madre para con el niño en la cuestión de la existencia de Dios. La madre es atea, pero al criar a los mayores no había puesto en práctica sus convicciones. Es verdad que los niños se criaron con bastante independencia de la religión, y que se les había hablado poco sobre Dios, pero el Dios que su ambiente (escuela, etc.) les presentaba ya hecho, nunca fue negado por la madre; de modo que aunque se hablara poco de él igual estaba implícitamente presente para los niños y ocupaba un lugar entre las concepciones fundamentales de su mente. El marido, que sostenía una concepción panteísta de la deidad, aprobaba la introducción de la idea de Dios en la educación de los niños, pero los padres no habían decidido nada preciso sobre este punto.

Accidentalmente sucedió que ese día la madre no tuvo oportunidad de discutir la situación con el marido, de modo que cuando a la tarde el pequeño preguntó repentinamente a su padre: «Papá, ¿hay realmente un Dios?», el padre contestó simplemente: «Sí.» Fritz exclamó: «¡Pero mamá dijo que en realidad no hay Dios!» Justo en ese momento la madre entró en la habitación, y él le preguntó de inmediato: «Mamá, papá dice que hay realmente un Dios. ¿Existe Dios realmente?» Ella, lógicamente, se turbó bastante y contestó: «Yo nunca lo vi y tampoco creo que Dios exista.» En este trance el marido vino en su ayuda y salvó la situación diciendo: «Mira, Fritz, nadie ha visto nunca a Dios y algunos creen que Dios existe y otros creen que no existe. Yo creo que existe, pero tu madre cree que no existe.» Fritz, que durante todo el tiempo había mirado de uno a otro con gran ansiedad, se puso bastante contento y expresó: «Yo también creo que no hay Dios.» Sin embargo, luego de un intervalo igual parecía tener dudas, y preguntó: «Dime, mamá, si Dios existe ,¿vive en el cielo?» Ella repitió que sólo había aire y nubes en el cielo, a lo que él repitió con alegría y muy decidido: «Yo también creo que no hay Dios.» Inmediatamente después dijo: «Pero los coches eléctricos son reales, y también hay trenes; yo estuve dos veces en uno, una vez cuando fui a lo de la abuela y otra vez cuando fui a E.». Esta solución imprevista e improvisada de la cuestión de la deidad tuvo quizá la ventaja de que contribuyó a disminuir la excesiva autoridad de los padres y debilitar la idea de su omnipotencia y omnisciencia, ya que permitió al niño aseverar -cosa que no había ocurrido antes- que su madre y su padre sostenían opiniones diferentes sobre una cuestión importante. Este debilitamiento de la autoridad podía posiblemente provocar cierta sensación de inseguridad en el niño; pero según creo superó esto con bastante facilidad porque aún quedaba un grado suficiente de autoridad para procurarle una sensación de apoyo; y de cualquier modo no observé en su conducta general ningún rasgo de semejante efecto, ya sea sensación de inseguridad o disminución de la confianza en alguno de los padres. De cualquier modo, una pequeña observación hecha alrededor de dos semanas después pudo haber tenido alguna conexión con esto. Durante un paseo su hermana le había pedido qué preguntara a alguien la hora. «¿A un señor o a una señora?» preguntó él. Se le dijo que eso no tenía importancia. «Pero ¿si el señor dice que son las doce y la señora dice que es la una menos cuarto?» preguntó pensativamente. Me parece que las seis semanas siguientes a esta conversación sobre la existencia de Dios constituyen en cierta medida la conclusión y clímax de un período definido. Encuentro que su desarrollo intelectual durante y desde este período se ha estimulado y ha cambiado tanto en intensidad, dirección y tipo de desarrollo (comparado con su estado anterior) como para permitirme distinguir tres períodos hasta aquí en su desarrollo mental, que datan desde que pudo expresarse con fluidez: el período anterior a las preguntas sobre el nacimiento, el segundo período comenzando con estas preguntas y finalizando con la elaboración de la idea de la deidad, y el periodo tercero que acaba de comenzar.

Tercer período

La necesidad de formular preguntas, que fue tan marcada en el segundo período, no disminuyó, sino que tomó un camino algo diferente. Por cierto que a menudo vuelve al tema del nacimiento, pero en una forma que demuestra que ya ha incorporado este conocimiento al conjunto de sus pensamientos. Su interés por el origen de los niños y temas conectados con esto es todavía intenso pero decididamente menos ardiente, como lo demuestra el que pregunte menos pero que esté más seguro. Pregunta, por ejemplo, «¿También el perro se hace creciendo dentro de su mamá?» o «¿Cómo crece un ciervo? ¿Igual que una persona?» Al recibir una respuesta afirmativa, «¿También crece dentro de su mamita?»

Notas:

(7) Repitió esta pregunta en ocasiones durante un tiempo, cuando se hablaba de detalles sobre
el crecimiento que tenía dificultad para comprender. «¿Cómo se hace una silla?» y la respuesta,
con la que estaba familiarizado y por lo que ya no se le contestaba mas, parece entonces haber
sido una especie de ayuda para él, usada como norma o comparación de la realidad de lo que
acabara de oír. Usa la palabra «realmente» en la misma forma y con este intercambio el uso de
«¿Cómo se hace una silla?» decreció y cesó gradualmente.

– Continúa en ¨Existencia¨