Las convicciones de Erich Fromm. Tercera parte: El autoritarismo. Cap. 14 – Autoritarismo: el stalinismo

Las convicciones de Erich Fromm
Roberto Oscar Silva

Tercera parte: El autoritarismo

Capítulo 14 – Autoritarismo: el stalinismo
También fue un firme cuestionador del régimen soviético al que consideraba muy alejado de los principios del socialismo, pues si bien había realizado la estatización de los medios de producción, una burocracia se había enquistado en el poder, liquidando cualquier posibilidad de libertad y limitando el desarrollo de la individualidad. En su concepción, el socialismo debía generar las condiciones para el libre desarrollo de los individuos y de ninguna manera podía ser una limitación al crecimiento como personas, de ahí que defendiera lo que denominaba el humanismo socialista en contraposición a la visión soviética. 1
Nunca dejó dudas sobre su contundente rechazo al stalinismo, así lo expresó reiteradamente, repasemos algunas: “…el régimen stalinista en uno de los más crueles e inhumanos que hayan existido nunca…”. Y en el mismo trabajo continuó explicando sobre la URSS que: “…encontrándonos en ella con una mezcla de culto del héroe, culto al trabajo, miedo y terror, todo ello junto en una doctrina espantosa” 2 Los líderes soviéticos interpretaron el socialismo desde un punto de vista puramente económico, como vivían en un país atrasado donde no existía una tradición democrática forzaron un rápida acumulación de capital y un desarrollo industrial acelerado que les permitiera alcanzar a las potencias capitalistas, desarrollaron un capitalismo de Estado que tuvo bastante éxito en el plano económico pero que resultó negativo desde el aspecto humano. El socialismo de la Unión Soviética negaba la individualidad y se despreocupó por el desarrollo humano, los líderes impusieron sacrificios superlativos a la población, apelaron al nacionalismo y al socialismo para que los gobernados aceptaran mansamente cualquier imposición desde el poder político. Fromm indicó que si fuera forzado a elegir entre ambos sistemas, el capitalista y el comunista, optaría por el primero al que consideraba superior porque preservaba la libertad política y los derechos del hombre que están vinculados a una tradición humanista, además porque se permitían críticas al sistema que no eran posibles en la URSS. Obviamente se refería a países capitalistas desarrollados donde existía cierta tradición de democracia burguesa, en esta comparación no incluía a los países dependientes donde las condiciones no permitían el acceso de la gran mayoría de la población a cubrir sus necesidades mínimas¸ tampoco consideraba a otros países socialistas como la Yugoslavia de Tito por la que sentía cierta simpatía.
Pero hecha esta salvedad dejaba en claro que: “No estamos forzados a elegir entre un sistema gerencial libreempresista y un sistema gerencial comunista. Existe una tercera solución, la del socialismo democrático y humanístico, que al basarse en los principios originales del socialismo, ofrece la visión de una sociedad nueva y verdaderamente humana”3
La necesidad de depender de un líder aún perdura en las sociedades modernas, incluso en países como los Estados Unidos o en aquellos que conformaban la Unión Soviética donde las decisiones que afectan a millones de personas son tomadas por un puñado de burócratas e incluso puede darse el caso que la decisión quede en manos de un sólo individuo, especialmente aquellos que tienen cierta comodidad material no cuestionan que esto ocurra, es que existen ideologías que denominan “educación” a lo que simplemente debería denominarse lavado de cerebro.
Según el criterio defendido por Fromm, el hombre es más fuerte en la medida que se relaciona con la realidad, pero mientras su comportamiento se corresponda más al de un borrego que al de un ser humano su realidad no es más que una ficción creada de manera intencional por su sociedad con el objetivo de manipular a aquellos sujetos que son permeables a dichas presiones del poder.4
Consideraba a la Unión Soviética como una burocracia industrial y conservadora, controlada por el Estado, que no tenía nada de revolucionaria, contrariamente a lo que creían casi todos los norteamericanos, la dirigencia soviética buscaba insistentemente la legalidad y el orden como una forma de establecer defensas contra los embates de aquellas naciones atrasadas en el aspecto económico.5 Como no podía ser de otra manera afirmaba que el régimen de terror impuesto por Stalin era inhumano, cruel y repugnante, pero no dejaba de señalar que también se imponían por el terror muchos de los aliados de los Estados Unidos, nombrando a Trujillo o Batista, nosotros podríamos agregar a Videla y Pinochet, entre muchos de los dictadores impuestos por los Estados Unidos en América Latina y otras regiones, siempre en asociación con las oligarquías nativas. Este vínculo con feroces dictadores mostraba que de ninguna manera se podía considerar la crítica norteamericana hacia Stalin como genuinamente interesada en la defensa de los derechos humanos.
El régimen que siguió a Stalin fue calificado por Fromm como policíaco represivo, muy criticable también pero sin llegar a los niveles de salvajismo impuestos por el stalinismo, pero consideraba que no había justificación alguna para que en los Estados Unidos se considerara al comunismo como representante de la maldad, en tanto los occidentales, incluido el dictador Francisco Franco, se presentaban como personificación de todo lo bueno que existe sobre la Tierra.6 Nos decía con razón que el sistema soviético había cambiado totalmente desde la revolución en 1917, ese sistema que se consideraba el centro de la revolución mundial de los oprimidos pasó a ser una sociedad industrial de clases, conservador en su esencia, y que seguía algunos lineamientos en los que no se diferenciaba sustancialmente de las sociedades capitalistas. Sin embargo, la nacionalización de los medios de producción y la planificación de la economía se mantuvo y además se trató en todo momento de mostrar una continuidad ideológica que en realidad se había transformado radicalmente.
La tesis defendida por Fromm de manera reiterada era que la Unión Soviética no era socialista y tampoco revolucionaria, que desde la asunción al poder supremo de Stalin sus dirigentes nunca se propusieron una revolución mundial en occidente sino que utilizaron a los partidos comunistas como meros instrumentos de su política exterior. 7
La URSS era una sociedad con rígidas diferencias de clases, existía una burocracia política, administrativa y militar. En este sector se repartían los mejores ingresos, el prestigio y el manejo del poder. Los científicos, junto a algunos artistas, intelectuales y deportistas también contaban con privilegios inaccesibles para el resto de la sociedad. 8
En tanto el sistema educativo al igual que el de cualquier otro país preparaba a los individuos para cumplir la función que la sociedad establecía, su primera obligación era la de imponer los valores dominantes, resaltando el respeto a la propiedad socialista y la sumisión a la autoridad. 9 Como explicaba Marcuse la moralidad del régimen soviético era bastante similar a la moral del trabajo que predicaba el calvinismo, la necesidad de incorporar a grandes masas a la producción junto a la conveniencia de crear una fuerza de trabajo disciplinada que produzca cada vez más y que esté predispuesta a postergar la satisfacción de sus necesidades.
La cultura soviética ponía el énfasis en el desarrollo intelectual pero dejaba de lado el aspecto afectivo del ser humano. Mientras se dio impulso a artes como la ejecución musical y el ballet, otras que podían vincularse con la ideología permanecieron estancadas, tal el caso del cine y la literatura. El realismo socialista y su convocatoria al trabajo, la disciplina y el patriotismo se convirtieron en un objetivo excluyente relegando la creatividad del artista a la categoría de asunto sin importancia. Prácticamente no quedaba espacio para sentimientos humanos como el amor, la tristeza o la duda. Esta forma del arte denotaba una alienación por la cual el sistema convertía a las personas en cosas que absorbían las enseñanzas u órdenes que llegaban desde el poder. 10
Así como cuestionaba el régimen que imperó en la URSS, nunca dejó de señalar que en aquellas sociedades donde se cuestionaba a los soviéticos también existían serias falencias que impedían la plena libertad humana: “Creemos que la esencia del sistema ruso consiste en que el individuo está supeditado al Estado, y que, por consiguiente, no tiene libertad. Pero no desconocemos que en la sociedad occidental el individualismo está siendo más y más supeditado a la maquinaria económica, a las grandes empresas, a la opinión pública. No desconocemos que el individuo, enfrentado con empresas gigantes, un gobierno gigante, sindicatos gigantes, le asusta la libertad, no tiene fe en sus propias fuerzas, y busca amparo identificándose con esos gigantes”.11
Lejos de asustarse por una URSS revolucionaria que exportara su sistema a otras regiones del planeta, nos decía que Stalin había intentado evitar por todos los medios que la revolución llegara a Alemania, obligó al Partido Comunista Alemán a seguir una política suicida al plantear como su principal enemigo al Partido Socialista y no a los nazis. Fromm afirmaba que Stalin prefería a Hitler antes que la revolución obrera. En 1935 luego de la llegada de los nazis al poder, Stalin dio un giro y planteó el Frente Unico Antifascista, para concluir en 1939 con otro sorpresivo salto, aliado a Hitler en el comienzo de la Segunda Guerra Mundial con la invasión de ambos países a Polonia.12 No hubo muchas voces que cuestionaran a Stalin por su papel reaccionario, la mayoría de quienes lo criticaban lo hacían desde el punto de vista de los gobiernos occidentales que sólo veían las tropelías del líder soviético pero que callaban sistemáticamente el saqueo de las potencias occidentales en sus colonias y otros países atrasados.
Fromm también fustigó el papel del stalinismo y las potencias de Occidente en la Guerra Civil Española, mientras que los países capitalistas nada hicieron por ayudar a la República, Stalin se preocupó más por exterminar a los anarquistas y socialistas revolucionarios que por combatir al falangismo, en tanto que Italia y Alemania, las potencias fascistas, no ahorraron esfuerzos en su colaboración con el dictador Francisco Franco.
Stalin concluyó fusilando a muchos de los comunistas que intervinieron en España, el contagio revolucionario le provocaba un claro temor. Cuando Stalin firmó el acuerdo con Hitler todos los Partidos Comunistas del mundo debieron plegarse sin discusión a esa política, pero el caso más atroz se produjo con algunos comunistas alemanes refugiados en la URSS, si eran sospechados sobre su lealtad a la posición oficial del partido eran entregados a la Gestapo. 13 En cuanto a la Revolución China durante un cierto tiempo guardó algún tipo de expectativas, sin cuestionarla abiertamente, pero paulatinamente pareció haber perdido cualquier esperanza sobre sus posibilidades transformadoras desde el punto de vista del humanismo. No obstante remarcó algunas diferencias con los rusos, indicaba que el método chino parecía más inclinado a recurrir a la persuasión que a la fuerza, basaba esa táctica en la necesidad de las personas a sentirse unidas al grupo y tratar por todos los medios de evitar el aislamiento, si bien esto no excluyó la utilización de la fuerza nunca llegó a los niveles demenciales alcanzados por Stalin.
Pero agregaba que nunca la Humanidad había presenciado un intento de lavado de cerebro tan masivo como exitoso. Los dirigentes chinos establecieron una religión que carecía de Dios, que se sostenía en la más absoluta moralidad y donde los mayores vicios lo constituían el egoísmo y el orgullo, su lugar debía ser ocupado por la humildad y el deseo de servir a la nación. 14 Como vimos más arriba Fromm sin dejar de cuestionar al capitalismo y al comunismo, consideraba que existían ventajas de las sociedades occidentales desarrolladas porque podía disfrutarse de una mayor libertad y permitía cambios que no eran posibles dentro del sistema soviético, no obstante también quiso dejar de manifiesto que muchas veces existían más similitudes de las que ambos bandos querían reconocer. Ambos sistemas se basaban en sociedades industrializadas y sus metas eran incrementar la riqueza de manera constante, eran gobernadas por burócratas y políticos profesionales con estructuras sumamente centralizadas que dejaban muy pocas posibilidades para la iniciativa individual.
Realizó una predicción que fue bastante acertada, a medida que la URSS se desarrollara económicamente menos necesitaría recurrir al terror y más se inclinaría por métodos de manipulación psicológica como existe en el capitalismo.15
Sin embargo en el marco del cuestionamiento en general encontró algunos aspectos positivos del comunismo en la URSS, afirmó que: “La Unión Soviética actual es un Estado conservador basado en el “tener” en muchos sentidos más reaccionario que los Estados “capitalistas”, aunque más progresista en un punto esencial, a saber, que los intereses privados de las corporaciones no pueden estorbar los planes generales políticos y económicos del gobierno” 16
Vimos dos de las dictaduras más nefastas del siglo XX desde la óptica de Fromm, y su análisis agudo de las condiciones que llevaron a que los pueblos pudieran aceptar mansamente regímenes como los señalados. Ahora llega el turno de repasar su cuestionamiento al capitalismo y en general a las sociedades modernas, entramos a nuestro entender en uno de los aspectos más interesantes de la obra de Fromm.

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Notas:
1 El miedo a la libertad, pag. 300
2 La patología de la normalidad, pags. 56 y 83
3 Sobre la desobediencia y otros ensayos, Erich Fromm, Paidós Studio, 1984 pags. 104, 105 y 106
4 La revolución de la esperanza, pags. 70 y 71
5 ¿Podrá sobrevivir el hombre?, pag. 27
6 Ob. Cit., pags 37 y 38
7 Ob. Cit., pag. 48, 49 y 50
8 Ob. Cit., pag. 73
9 Ob. Cit., pag. 77
10 Ob. Cit., pags. 80, 81 y 82
11 Ob. Cit., pag. 105
12 Ob. Cit., pags. 117 y 118
13 Ob. Cit., pags. 119, 120 y 121
14 Ob. Cit., pags. 172 y 173
15 Psicoanálisis de la sociedad contemporánea, pags. 296 y 297
16 Las cadenas de la ilusión, pag. 213