Las convicciones de Erich Fromm. Cuarta parte: Crítica al capitalismo. Cap. 20 – La minoría gobernante

Las convicciones de Erich Fromm
Roberto Oscar Silva

Cuarta parte: Crítica al capitalismo

Capítulo 20 – La minoría gobernante
Este es un tema central, que si no se lo tiene en cuenta en el momento de cualquier planteo político se estará frente a una propuesta que nace con serias limitaciones, pero además debería dudarse de cualquier proposición que no la considere como elemento fundamental.
Existió una época en la evolución humana en que los individuos dejaron de vivir en la pobreza y comenzó a existir una cierta abundancia de los elementos esenciales para la subsistencia, pero como ese superávit no era suficiente para todos, surgió una minoría que se hizo cargo de los destinos de la sociedad y se apropió de la mejor parte del reparto, dejando las sobras para el resto. 1 Esta abundancia limitada tuvo un aspecto positivo en tanto permitió el surgimiento de la cultura, organizar el Estado y sostener a filósofos y artistas. Pero mientras esto ocurrió una minoría se hizo cargo del Estado y comenzó a desarrollar una actividad tendiente a incrementar su poder.
En tanto muchos pensadores defendieron la idea que las guerras eran producto de la naturaleza del hombre, Fromm sostuvo que eran la consecuencia directa de que una minoría se hubiera adueñado de los resortes principales del Estado, la cual comenzó a percibir que en otras sociedades existían recursos que podían mejorar su situación interna iniciando invasiones y guerras.2
Existieron tribus primitivas que no mostraron agresividad pero en ellas no existía ni la propiedad privada, ni la explotación, ni las jerarquías, tres componentes esenciales para que, según Fromm, emergiera la agresividad en el hombre.3 En muchos momentos de la historia la producción material no era suficiente para satisfacer las necesidades de todos: “La mesa estaba puesta sólo para unos cuantos de los muchos que querían sentarse a comer. Los más fuertes trataban de asegurarse un sitio, o sea evitar que se sentaran otros”.
Si se hubiesen seguido las enseñanzas de Buda, Jesús o los profetas bíblicos en cuanto al comportamiento solidario hacia los semejantes obviamente la situación hubiese sido muy diferente pero “…aquellos que podían sentarse a la mesa a gozar de las cosas buenas de la vida no quisieron compartir su suerte con nadie, y se vieron obligados a buscar poder para imponerse sobre los que amenazaban sus privilegios”. Para mantener intactos sus intereses materiales no bastaba con apelar a la fuerza también necesitaban conquistar sus cerebros para que la gente no optara por la rebelión, era imprescindible fiscalizar los pensamientos y sentimientos para verificar que no surgieran ideas que pudieran subvertir el orden de las clases dominantes.4
Si esa mayoría se hubiera dado perfecta cuenta que estaba siendo explotada, la acumulación de resentimiento, más tarde o más temprano, hubiese puesto en peligro el orden imperante. Así fue como esas ideas resultaron reprimidas haciendo que las personas consideradas “peligrosas” para el poder vieran peligrar su libertad y sus vidas.
Nada mejor que escuchar la explicación de Fromm: “…hasta el momento presente casi todas las sociedades han servido a los intereses y propósitos de unos pocos que han utilizado a muchos. Así, esos pocos tuvieron que utilizar su poder para embrutecer e intimidar a la mayoría (y, por ende, de forma indirecta, a sí mismos), para impedir que ésta desarrollara toda su potencia; por eso la sociedad siempre ha entrado en conflicto con la humanidad, con las normas universales válidas para todos. Sólo cuando los propósitos de la sociedad sean idénticos a los propósitos de la humanidad, la sociedad dejará de invalidar al hombre y estimular la maldad”.6 Cuando una minoría domina a la mayoría debe existir necesariamente un alto componente de violencia para imponerse, pero también puede ocurrir que mediante mecanismos muy aceitados de lavado de cerebro la mayoría no llegue a advertir plenamente la situación y por lo tanto no efectúe acción alguna para cambiarla.
Recurramos una vez más a la explicación de Fromm: “En una sociedad en que una minoría explotadora domina a una mayoría indefensa y pobre, hay odio de ambas partes. No requiere ninguna explicación el hecho de que los explotados sientan odio. La minoría explotadora, en cambio, odia por miedo a la cólera de los oprimidos, pero también porque debe odiar a las masas para sofocar sus propios sentimientos de culpa y demostrar la corrección de su conducta explotadora. Este odio no se podrá aplacar mientras no existan la justicia y la igualdad”.7
En cada sociedad la cultura está dominada por el sector económico más poderoso, los cuales controlan la educación, la religión, la prensa y los medios de diversión, penetrando con sus ideas a toda la población, pero además estos grupos dominantes adquieren prestigio entre las clase subalternas que muestran predisposición a aceptar los valores impuestos y a identificarse psicológicamente con ellos. 8
Este aspecto ya lo explicaba Marx de la siguiente manera: “Las ideas de la clase dominante son las ideas dominantes de cada época; o, dicho en otros términos, la clase que ejerce el poder material dominante en la sociedad es, al mismo tiempo, su poder espiritual dominante. La clase que tiene a su disposición los medios para la producción material dispone con ello, al mismo tiempo, de los medios para la producción espiritual, lo que hace que se le sometan, al propio tiempo, por término medio, las ideas de quienes carecen de los medios necesarios para producir espiritualmente. Las ideas dominantes no son otra cosa que la expresión ideal de las relaciones materiales dominantes concebidas como ideas; por tanto, las relaciones que hacen de una determinada clase la clase dominante son también las que le confieren el papel dominante a sus ideas”.9
Explicada esa íntima relación entre el poder material y el espiritual la que muchas veces no aparece con claridad, especialmente porque quienes ejercen el poder tratan por todos los medios de disimular esta situación. Así continuaba explicando Marx: “En efecto, cada nueva clase que pasa a ocupar el puesto de la que dominó antes de ella se ve obligada, para poder sacar adelante los fines que persigue, a presentar su propio interés como el interés común de todos los miembros de la sociedad, es decir expresando esto mismo en términos ideales, a imprimir a sus ideas la forma de lo general, a presentar estas ideas como las únicas racionales y dotadas de vigencia absoluta”.10
Por su parte Arturo Jauretche que junto a Raúl Scalabrini Ortiz develaron en la Argentina ese vínculo entre el poder económico y la forma en que ese dominio se implementó en el plano cultural, decía en 1941: “Grupos capitalistas tienen en sus manos la universidad, la escuela, el libro, el periodismo y la radiotelefonía. No necesitan recurrir a la violencia para reprimir los estados de conciencia que le son inconvenientes. Les basta con impedir que ellos se formen. Dan a los pueblos la oportunidad de pronunciarse por una u otra agrupación política, pero previamente imposibilitan materialmente la formación de fuerzas políticas que respondan a las necesidades populares…”.11
Muy a menudo ocurre que lo que una persona tiene en la mente consciente es ficción, no porque esté imposibilitado de ver la verdad sino por el deliberado accionar de la sociedad y su clase dirigente. Ese dominio de la minoría muchas veces fue mediante la fuerza, pero en casi todas las oportunidades las mayorías han aceptado voluntariamente la explotación y eso fue factible porque su mente fue rellenada de mentiras y ficciones que producen la aceptación de ese dominio. 12 Esto que describía Fromm también ocurre en las democracias modernas, los dirigentes en este tipo de sociedades reclaman que nos sometamos voluntariamente a sus órdenes e intentan persuadirnos que nos debe agradar aquello que ellos suponen que tenemos que hacer.
En la actualidad el individuo debe vérselas con inmensas burocracias, que pueden ser políticas, empresariales, estatales o sindicales; en esa relación las personas quedan empequeñecidas lo que produce un estado de intimidación, esto conduce a la aceptación de la autoridad, acatando las órdenes que se imparten en nombre del sentido común y de la razón, este mecanismo permanece oculto por lo que puede ocurrir que la persona dominada no llegue a percatarse. 13
Veamos lo que decía Arturo Jauretche respecto al sentido común: “Se dice del sentido común que es el menos común de los sentidos. El sentido común es simplemente el buen sentido y todos los tenemos, pero sepultado bajo los resabios que nos deja una formación cultural iniciada para un mundo desvinculado de la realidad y constantemente deformado por los medios de información y de cultura”. 14
La libertad es inseparable de la capacidad de desobedecer, a lo largo de la historia de la Humanidad la obediencia estuvo asociada a la virtud, en tanto que la desobediencia era sinónimo de pecado, esto era la consecuencia directa de ese gobierno de la minoría sobre la mayoría. La explicación era bastante sencilla: “Si los pocos deseaban gozar de las cosas buenas y además de ello, hacer que los muchos los sirvieran y trabajaran para ellos, se requería una condición: que lo muchos aprendieran a obedecer”. 15
Fromm nos comunicaba que la psicología social tenía una función que cumplir al momento de analizar la interrelación entre la minoría gobernante y las mayorías gobernadas, afirmaba que podía realizarse un parangón con la vinculación existente entre padre e hijo, en la cual podía encontrarse una mezcla de temor, admiración y confianza en la fuerza y sabiduría del padre. Esta situación provoca que muchas veces se lograra convencer a los gobernados que la actitud correcta es la de saber padecer sin quejarse ni rebelarse, y los impulsan a creer que el principio fundamental es obedecer a los gobernantes “que velan por el bien de todos”, limitándonos a cumplir calladamente con nuestro deber de trabajar y no quejarnos.16
La idea del castigo que forma parte de todos los sistemas sociales no es otra cosa que una medida defensiva impuesta por la minoría de “los que tienen” contra las mayorías de “los que no tienen”. 17 No es casual que cada vez que las clases pudientes se sienten amenazadas de alguna manera, inmediatamente reclamen incremento de los castigos, disminución de la edad de inimputabilidad, y otras medidas tendientes a mantener encerrados o alejados a los considerados potencialmente “peligrosos”, los casos de “gatillo fácil” son una especie de atajo para castigar por la sola presunción del delito o por la simple apariencia del “sospechoso”.
Mientras las fuerzas productivas de una sociedad no alcancen para satisfacer las necesidades materiales y culturales de todos, la clase social más poderosa aspirará a la satisfacción máxima de sus necesidades, el grado de satisfacción que ofrecerá a aquellos que domina depende del nivel de posibilidades económicas y también del hecho de conceder un mínimo de satisfacción para que sigan funcionando como miembros cooperantes de la sociedad, la estabilidad social dependerá del uso escaso de la fuerza, en general los hombres se encuentran en una situación psíquica por la cual tienden a aceptar la situación social existente. 18 En Argentina y por lo general en toda América Latina las oligarquías se negaron a realizar concesiones aún cuando la situación económica lo permitiera, gobiernos populares debieron desplazar a esas clases dominantes para que las mayorías pudieran tener acceso a la satisfacción de las necesidades más acuciantes. Denominamos gobiernos populares a aquellos que intentan representar a las mayorías y no a pequeños grupos o familias que detentan el poder económico, estos gobiernos debieron sufrir el hostigamiento de esas oligarquías, intentos que muchas veces concluyeron en sangrientos golpes de estados que impusieron gobiernos que aplicaron la represión de las mayorías al sólo efecto de velar por los intereses de esas minorías privilegiadas.
La ideología que prevalece en aquellas sociedades dominadas por minorías intentará mostrarnos en primer término que las diferencias son algo absolutamente natural, por lo tanto se sustentará que las leyes que imperan en esa sociedad son producto de normas universales. Como aún la Humanidad no ha logrado construir sistemas políticos y sociales donde los intereses de la sociedad se identifiquen con el interés de sus miembros habrá notables diferencias entre la ética universal y la correspondiente a la sociedad.19
Prestemos atención a la explicación que nos enuncia Fromm: “Un análisis de la sociedad histórica, con cinco o seis mil años de explotación de la mayoría por una minoría gobernante revela con toda claridad que la psicología de dominancia y sumisión es una adaptación al orden social basado en el poder ejercido por una elite es, claro está, muy cómodo creer que la estructura social sea resultado de una necesidad innata del hombre y por ende natural e inevitable. La sociedad igualitaria de los primitivos demuestra que no es así”. 20
Las elites se oponen a los cambios sociales porque se aprovecharon del orden existente y de ninguna manera renunciarán voluntariamente a sus privilegios, pero tal vez lo paradojal es que no son los únicos que se oponen a las transformaciones. Existen factores psicológicos que hacen que tanto los conductores como los conducidos glorifiquen el modo de vida y acepten con rigidez los valores e ideas predominantes. 21 Las clases medias en determinados momentos históricos asumen como propios los valores de la clase dirigente, la mayoría de las veces adoptan esta actitud en contra de sus propios intereses y marchan hipnotizadas hacia el precipicio como si estuvieran siguiendo al Flautista de Hamelín.
Las sociedades donde existe un poder abusivo tienen características que tienden a debilitar la independencia, la integridad, la facultad de crítica, etc. esto no significa que no haya posibilidad de diversión, ya sea el circo romano en la antigüedad o la televisión y la prensa mostrando los crímenes más atroces en la actualidad, conforman modalidades de una diversión controlada que a su vez fomentan la pasividad y la pereza, eso sí, la alegría está excluida porque ella necesita imperiosamente de la libertad. 22

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Notas:
1 El amor a la vida, pag. 39.
2 Ob. Cit., pags. 39 y 40
3 Ob. Cit., pag. 82
4 El lenguaje olvidado, pags. 34 y 35
5 Las cadenas de la ilusión, pags. 180 y 181
6 Ob. Cit., pag. 258
7 El amor a la vida, pag. 225
8 El miedo a la libertad, pag. 137
9 Marx y su concepto del hombre, pag. 221
10 Ob. Cit., pag. 223
11 Escritos inéditos, Arturo Jauretche, Corregidor, 2002, pag. 221.
12 Budismo zen y psicoanálisis, pag. 107
13 La condición humana actual, pags. 75 y 76
14 Los profetas del odio y la yapa. Arturo Jauretche, A. Peña Lillo editor, 1975, 179
15 Sobre la desobediencia y otros ensayos, pag. 16
16 La crisis del psicoanálisis, pag. 196
17 El corazón del hombre, pag. 147
18 El dogma de cristo, pags. 19 y 20
19 Etica y psicoanálisis, pags. 261 y 262
20 Anatomía de la destructividad humana, pag. 151
21 ¿Podrá sobrevivir el hombre?, pag. 16
22 Anatomía de la destructividad humana, pag 299