Las convicciones de Erich Fromm. Cuarta parte: Crítica al capitalismo. Cap. 22 – Las guerras y el armamentismo

Las convicciones de Erich Fromm
Roberto Oscar Silva

Cuarta parte: Crítica al capitalismo

Capítulo 22 – Las guerras y el armamentismo

Fromm fue esencialmente un pacifista, tuvo una visión crítica de ambos conflictos mundiales que transcurrieron en el siglo XX y fue un activista contra la intervención norteamericana en Vietnam. Su postura era que los Estados Unidos debían plantearse el desarme unilateral es decir no esperar a que la URSS comenzara ese camino. Insistía que vivir bajo la amenaza permanente de la destrucción total causaba efectos psicológicos que se evidenciaban en la vida cotidiana de las personas mediante manifestaciones como el miedo, la hostilidad, endurecimiento del corazón, indiferencia por los valores, todo esto provoca que las personas se conviertan en bárbaros y que corra serio peligro la convivencia en libertad. 1 Siempre recordó la actitud que asumieron los líderes de la socialdemocracia europea durante la Primera Guerra Mundial, los cuales pocos meses antes de estallar el conflicto se habían juramentado alentar la solidaridad internacional, pero a poco de iniciarse la guerra, se intercambiaron las más tremendas acusaciones nacionalistas subiéndose al carro de sus respectivas burguesías. Durante el conflicto se violaron todos los tratados vigentes, como aquellos que prohibían bombardear poblaciones civiles, sólo los precarios medios de la aviación mitigaron las intenciones destructivas, aún cuando se utilizaron armas químicas que también se encontraban limitadas por acuerdos internacionales.
La Segunda Guerra Mundial mostró el perfeccionamiento de los métodos de destrucción masiva, los bombardeos de poblaciones civiles fueron un método cotidiano mediante ataques aéreos que ahora sí tenían un poderío descomunal, mientras los nazis inauguraron los bombardeos en Varsovia, Amsterdam y Coventry; los aliados atacaron Colonia, Hamburgo, Leipzig y Tokio y finalmente lanzaron sus bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki. La destrucción indiscriminada de la vida humana se había convertido en un mecanismo aceptable para alcanzar las metas políticas, cada bando llegó a la conclusión que si el enemigo era inhumano era absolutamente legítimo que él también lo fuera. Esto condujo a un proceso masivo de embrutecimiento, la apatía se apoderó de muchos y sólo unos pocos pudieron escapar de este proceso de deshumanización que nos acostumbró a convivir con la violencia y la destrucción.2
En un libro de 1974 señalaba que: “Al fin de cuentas la mayoría de nosotros compartimos dos preocupaciones: no queremos una guerra que todo lo destruya; y queremos que las ideas de dignidad humana e individualismo se mantengan vivas sobre la Tierra. Trataré de demostrar que la paz todavía es posible y que la tradición humanista tiene, todavía un futuro”. 3 No siempre la sensación de estar amenazado responde a hechos reales, los jefes políticos y religiosos persuaden a sus seguidores que se encuentran en serio peligro por el accionar de supuestos enemigos, buscando una reacción violenta. Fromm no creía en esa distinción que realizaban, tanto gobiernos capitalistas como comunistas, entre guerras justas e injustas, distinción que también efectuó la Iglesia Católica, argumentaba que por lo general una acción de ataque se presenta como una reacción defensiva, los historiadores concluyen otorgándole la razón a los vencedores.
Razonaba que el simple hecho que los gobernantes deban simular supuestos ataques para justificar una guerra, indica que la mayoría de las personas no pueden ser inducidas a matar y morir si previamente no se las convence que dicho conflicto es imprescindible para defender sus vidas y su libertad, pero también demuestra que no es demasiado difícil persuadir a millones que se encuentran en peligro, la posibilidad de este engaño depende directamente de la ausencia de un pensamiento independiente en la mayoría de las personas. 4
Para no caer fácilmente en las convocatorias masivas a la destrucción es necesario desarrollar una vida basada en la actividad productiva, quién vive de esa manera no necesita de la venganza aún cuando pueda haber sido insultado o dañado, una vida plena hace olvidar el daño padecido en el pasado. En algunas patologías graves la venganza se convierte en la razón de vivir, en una nación las clases medias bajas son más propensas a los sentimientos de venganza. 5 Obviamente esta mención a la clase media está influenciada por lo ocurrido en Alemania con el nazismo, pero no parece ser el único grupo social que puede dar rienda suelta a sus ansias de revancha, las clases dominantes en todos los tiempos han dando muestra de una furia inusitada cada vez que su lugar de poder se vio amenazado.
Un comportamiento paranoide es fácil de detectar cuando se trata de un individuo, pero no ocurre lo mismo cuando corresponde a la forma de actuar de millones y son las autoridades quienes alientan ese sentimiento, por aquellos años de la denominada Guerra Fría estaba el ejemplo del pueblo norteamericano y su odio hacia la Unión Soviética, sentimientos que eran incentivados por los gobernantes. 6
Fromm puso en evidencia la hipocresía cada vez que desde la política se hablaba en contra del uso de la violencia como método: “Es evidente que la indignación contra el uso de la fuerza, tal como existe actualmente en el mundo occidental, depende de quién utilice la fuerza y contra quién. Toda guerra se basa en la fuerza; todo gobierno democrático se basa en el principio de la fuerza, que permite a la mayoría emplear la fuerza contra una minoría, si es necesario para el mantenimiento del status quo. La indignación contra la fuerza es auténtica sólo desde un punto de vista pacifista, que sostiene que la fuerza es absolutamente mala o que, sólo en el caso de la defensa más inmediata, su uso nunca conduce a un cambio favorable”.7
En los Estados Unidos se sostiene que la guerra nuclear se puede evitar solamente si ese país tiene suficiente poderío para que sus enemigos se abstengan de atacarlo, de acuerdo a este razonamiento tanto la libertad como la paz dependen de tener suficiente armamento nuclear. 8 En la actualidad se verifica la paradoja que aquellas potencias que conforman el club nuclear se constituyeron en baluartes para impedir que otros países realicen su desarrollo en esta especialidad, sin que esto implique que las potencias se propongan desarmar sus arsenales nucleares.
En ese país surgieron teorías que aseveraban que los Estados Unidos podían salir victoriosos de una guerra nuclear y que la misma tal vez no resultara ser tan espantosa como se la pintaba, además decían que las pérdidas podían ser perfectamente “soportables”, el militar y asesor gubernamental Herman Kahn era uno de los sostenedores de esa terrorífica tesis. 9
Kahn ha llegado a decir: “Pese a la difundida creencia en contrario, los estudios objetivos indican que aunque la magnitud de la tragedia humana aumentaría gradualmente en el mundo de la posguerra, ese aumento no excluiría la vida normal y feliz para la mayoría de los sobrevivientes y sus descendientes”. 10 Fromm puso en evidencia a estos ideólogos del horror que manejaban las cifras de millones de muertos como si se tratara de simples números, decía que esas aseveraciones no consideraban los aspectos psicológicos y políticos que surgirían si de acuerdo a un cálculo del mismo Kahn muchas ciudades iban a resultar destruidas en pocos días. En esta loca teoría de muerte y destrucción, Kahn sostenía que era positivo que estas muertes se produjeran en un corto tiempo en vez de padecerlas a largo plazo, para Fromm en cambio, la muerte de gran parte de la población de los Estados Unidos y Rusia, provocaría pánico, furia y una psicosis que sólo podría compararse con las consecuencias de la peste negra en la Edad Media.
A Fromm le repugnaban estas consideraciones de aquellos que se despachaban alegremente cuando hablaban de la muerte de millones de seres humanos y especulaban con los beneficios posibles para alguno de los bandos en disputa. Cuestionaba estas teorías afirmando que la Humanidad se vería condenada a una nueva época de barbarie, intuyendo que era muy poco probable que las personas pudieran sentir apego por la libertad y respeto por la vida luego de haber sido testigos de la crueldad del hombre contra el hombre. La brutalidad embrutece al espectador, y por eso consideraba que no podía quedar en pie ninguna democracia.11
Por el año 1959 Kahn disparaba otra frase acorde a su pensamiento: “En otras palabras, la guerra es horrible. Sobre eso no hay dudas. Pero también lo es la paz. Y resulta oportuno, con la clase de cálculo que estamos haciendo hoy, comparar el horror de la guerra y el horror de la paz y ver cuanto peor es”.12
La interpretación que efectuaba Fromm sobre esta escalofriante afirmación era que Kahn expresaba la desesperación de mucha gente para la cual la vida carece de sentido, sólo de esa manera era posible que el mencionado asesor presentara planillas que indicaban la muerte de entre 60 y 65 millones de personas, y que a esa cifra la considerara como “aceptable”. Esto era un índice que los problemas morales habían dejado de existir, ahí donde la vida y la muerte pasan a ser parte de un balance y donde los horrores de la guerra no son tales pues la paz también les resulta algo horrible. 13 Estos eran los tipos de teóricos que necesitaban los políticos de una gran potencia para justificar sus tropelías en todo el mundo.
Cuando la vida resulta aburrida, sin atractivos, la guerra puede resultarles excitante, puede significar para algunos la posibilidad de poner fin a una vida rutinaria y lanzarse a una aventura. La guerra altera ciertos valores y puede hacer surgir el altruismo y la solidaridad, impulsos que muchas veces pertenecen ocultos en tiempos de paz especialmente en sociedades donde predominan el egoísmo y la competencia. Además las guerras parecen igualar las diferencias de clases donde cualquier hombre puede destacarse sin importar su cuna. 14
La burocracia administra hombres como si fueran tan sólo números, los partidarios del rearme plantean que el desarme es aceptar vivir como esclavos antes que morir, la decisión de un individuo de dar la vida por sus semejantes, por su propia integridad o por sus convicciones es una de las proezas morales más grande de que el hombre sea capaz, pero sólo es proeza si es una decisión adoptada por el mismo individuo y no está motivada por su vanidad, la depresión o el masoquismo sino por la devoción a la vida de otra persona o a una idea, pocos individuos tienen el coraje para este supremo sacrificio, pero si esta decisión es forzada por un líder que apela a las pasiones del miedo y el odio, la decisión pierde su significación ética. 15
Contrariamente a lo que planteaba este militar y teórico de la guerra nuclear norteamericano, Fromm admitía que el líder soviético Khruschev era consciente del riesgo que implicaba una guerra de esas características, dijo el dirigente comunista: “La guerra sería una calamidad para todos los pueblos del mundo“. “Sólo una persona insensata puede no temer a la guerra de nuestros días”. Además Khruschev veía claramente que la alternativa estaba en el desarme universal, sin embargo los gobiernos occidentales no respondieron a los ofrecimientos realizados por el líder soviético. 16 Es muy posible que estas propuestas del dirigente comunista hayan acelerado su caída en desgracia en la conducción del régimen.
Fromm planteaba como necesarios una serie de pasos para garantizar el desarme y el entendimiento político que condujeran a una paz duradera, esos pasos consistían en primer lugar en establecer el desarme psicológico que pusiera fin al odio y la suspicacia, como segundo peldaño entendía imprescindible la ayuda económica a los países subdesarrollados y para concluir, planteaba el fortalecimiento y la reorganización de las Naciones Unidas para que certifique el desarme y organice la ayuda económica. 17 Durante su participación en la campaña electoral presidencial en los Estados Unidos de 1968 volvió a insistir sobre estos puntos que consideraba vitales, pero además hizo un llamado a concluir con la guerra en Vietnam y una convocatoria a un acuerdo con la URSS para comenzar con una política concreta de desarme.
En ese momento señaló: “Estados Unidos se encuentra hoy en la encrucijada: puede seguir marchando por la senda de la guerra y la violencia, y de más burocratización y automatización del hombre, o puede escoger la senda de la vida, la paz y la renovación política y espiritual. Quizá no haya ningún otro país en que esta posibilidad de renovación sea tan grande como en Estados Unidos. Si escogemos el camino de la vida, Estados Unidos podrá servir de guía y ejemplo para el mundo: no por su poderío, sino por la fortaleza de su espíritu y su inventiva”. 18 En esa elección los norteamericanos eligieron a Nixon y por consiguiente optaron por la continuación de la guerra. La concepción del hombre que nos planteaba Fromm era el de un ser universal, nos decía al respecto que vivimos en un mundo único, sin embargo en los sentimientos y las ideas de los hombres predomina su apego a la nación, primordialmente sigue brindando su lealtad al estado soberano en vez de hacerlo a la especie humana.
Para que ese mundo único no se destruya a sí mismo se necesita un nuevo tipo de hombre que sea capaz de trascender los estrechos límites de su nación y que considere a todo ser humano su semejante y no un bárbaro, un hombre que sienta que el mundo es su casa. 19

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Notas:

1 Sobre la desobediencia y otros ensayos, pag. 153
2 Las cadenas de la ilusión, pags. 236 a 239
3 ¿Podrá sobrevivir el hombre?, pag.12
4 El corazón del hombre, pags. 21 y 22
5 Ob. Cit., pag. 24
6 ¿Podrá sobrevivir el hombre?, pag. 35
7 Marx y su concepto del hombre, pags. 34 y 35
8 ¿Podrá sobrevivir el hombre?, pags. 206 y 207
9 Ob. Cit., pag. 209
10 Ob. Cit., pag. 222
11 Ob. Cit., pags. 226 a 229
12 Ob. Cit., pags. 229 y 230
13 Ob. Cit., pags. 230 y 231
14 Anatomía de la destructividad humana, pags. 218 y 219
15 ¿Podrá sobrevivir el hombre?, pags. 232 y 233
16 Ob. Cit., pags. 236 y 248
17 Ob. Cit., pags. 29 y 30
18 El humanismo como utopía real, pags. 194 y 195
19 Ob. Cit., pag. 248