Cultura, violencia y enamoramiento: perspectivas del noviazgo desde los jóvenes bachilleres (CAPÍTULO IV)

Cultura, violencia y enamoramiento: perspectivas del noviazgo desde los jóvenes bachilleres

Lic. Karla Berenice Ramírez Morán

Fuente:Instituto tecnológico y de esstudios superiores de occidente

CAPÍTULO IV
CONTEXTO O ECOSISTEMA COMUNICATIVO A ESTUDIAR

CONTEXTO O ECOSISTEMA COMUNICATIVO A ESTUDIAR
4.1 Jóvenes contextualizando sus realidades
Los jóvenes investigados, como muchos en México, viven en un mundo cada vez más violento, no sólo por el aumento de la violencia durante el último sexenio a través del crimen organizado, sino por la violencia que también se genera desorganizadamente a nivel sociedad. El conjunto envuelve a los jóvenes en una atmósfera de la cual muchas veces es imposible escapar. Se plantea, entonces, que los jóvenes están vinculados a diversas problemáticas y desafíos que deben verse como dificultades que impactan a la sociedad en general.
Como ya hemos mencionado, considerar que, en México, los jóvenes representan la cuarta parte de la población del país. Sin dejar este dato de lado, podemos decir que si bien la cuarta parte de la población en México son jóvenes, los estudios e investigaciones que se realizan sobre ellos, intentan estudiarlos desde un panorama totalitario y no de forma parcial o particular, respetando la diversidad y pluralidad de formas de ser joven. En este sentido, es caso una obligación para nosotros, identificar que dichos estudios tienen un margen delimitado a partir de los cambios constantes que se dan en la realidad social y juvenil.
Ya trabajamos cómo fue que hasta el siglo pasado es cuando se comienza hablar de los jóvenes como actores sociales; y por lo tanto, el concepto de juventud fue paulatinamente cobrando importancia. A partir de estas transformaciones del paradigma y de los intereses de las Ciencias Sociales, es cuando los jóvenes dejan de ser sólo sujetos dados, para construirlos, más bien, como modos de ser diferentes y cambiantes. De esta reflexión, es imposible no admitir que la juventud no está inmersa en la cultura, ya que como actores sociales pertenecen a un sector social identificable. Tal sector (múltiple, diverso, heterogéneo y difícilmente cuantificable en cifras) está atravesado por un lenguaje simbólico que proviene y es constitutivo de la cultura misma. Los jóvenes son, forman, significan y producen cultura. De este modo podemos hablar entonces de la juventud como sustento productor de las culturas juveniles. Dentro de la hegemonía cultural, muchas de estas tendencias y formas de expresar que los jóvenes construyen para dar sentido al mundo en el que viven, luchan y resisten por el reconocimiento de su especificidad social al igual que por la legitimidad de sus producciones.
Al reconocer esto, debemos dejar de ver a los jóvenes sólo como sujetos de una etapa transitoria, que se caracterizan simplemente por la carencia de rasgos relacionados con la adultez. Más bien, los jóvenes son un sector social heterogéneo que generan posibilidades políticas y problemáticas, y en algunas ocasiones hasta delictivas. Situemos, pues, a nuestros sujetos de estudio en un contexto completo en el que hablemos de sus necesidades, modos de ser, de actuar, de pensar, de expresarse, capaces de crear y construir símbolos. En tal contexto, tienen la capacidad de decidir sobre su cuerpo, su sexualidad, su religión e incluso su futuro. Hay que penetrar de este modo en sus manifestaciones subjetivas representadas y materializadas en sus formas culturales. En este sentido, citamos a Rossana Reguillo. La autora menciona que:
Los jóvenes como sujeto social constituyen un universo social cambiante y discontinuo, cuyas características son siempre resultado de una negociación entre la categoría sociocultural asignada por la sociedad particular y la actualización subjetiva que sujetos concretos llevan a cabo a partir de la interiorización diferenciada de los esquemas de la cultura vigente (Reguillo, R. 1998:13).
Esta actualización subjetiva de los jóvenes se hace evidente a partir de su transición entre la afirmación o la negatividad en las instituciones de socialización; así también, en el entramado de políticas y normas jurídicas que dan forma y constituyen a su estatus ciudadano. Por otra parte, la autora destaca el consumo y sus prácticas de acceso a bienes simbólicos y productos culturales (Reguillo, R. 1998) como evidencia de la participación de los sujetos en la vida social y la cultura.
Teniendo como norte esta dimensión activa, productora de sentidos y participativa en la vida y la cultura de los sujetos, pasamos a reconocer las relaciones que se dan entre los sujetos y las instituciones de socialización. Nuestros sujetos de estudio pertenecen al campo de estudiantes que cursan un bachillerato general por competencias, en la preparatoria N° 7 de la Universidad de Guadalajara. En cuanto a las políticas y normas jurídicas, algunos de los estudiantes, son menores de edad, con edades entre los 15 a 17 años, y otros están por alcanzar los 18.
El consumo de bienes simbólicos y productos culturales que los sujetos realizan, ponen de relieve la presencia de la música (diversos géneros), los productos televisivos (tales como programas comunitarios, telenovelas, canales de música y deportes), la moda (ropa, zapatos, accesorios), el arte urbano y, por supuesto, el uso de tecnologías y redes sociales. Esto último es uno de los grandes consumos de los jóvenes en la actualidad. En este sentido y como ya lo hemos expresado, a lo largo de este documento, los sujetos en este caso, son históricamente construidos y socialmente situados, por lo que a partir de lo antes mencionado, es imposible ubicarlos desde su construcción como seres en sí. Por el contrario, deben ser situados desde los contextos sociales específicos donde se desenvuelven. Por ello, es importante hablar del componente tecnológico, en cuanto componente cultural, del que participan y se desenvuelven. Éste constituye parte esencial de sus consumos y se manifiesta como uno de los mayores, sino es que el mayor.
De todos es sabido que en la actualidad algunos de los jóvenes viven conectados a Internet, sobre todo con el objetivo principal de permanecer comunicados con sus amistades en todo momento y, también, de establecer nuevas relaciones. Un referente de la vida de los jóvenes que fueron sujetos de esta investigación es ser habitantes de la red. Participan en contextos caracterizados por el incremento de la presencia y el uso de medios y tecnología. En tales espacios, de manera particular, las tecnologías digitales juegan un papel fundamental en su vida cotidiana. Computadoras, gadgets, internet, videojuegos, y los teléfonos móviles son referentes indispensables en sus vidas, en tanto que herramientas esenciales para comunicarse, compartir, consumir, participar y crear.
Algunos de los estudios a disposición en México y en algunos lugares del mundo dan cuenta de la interacción de los jóvenes en redes virtuales (redes sociales) a través de los cuales crean y mantienen activamente espacios de comunicación, auto-presentación y ampliación de sus vínculos. Esta participación cada vez más significativa y constante entre ellos (Tubella, I. Et al. 2009). Como factores claves de la cultura urbana de los jóvenes hay que incorporar el conjunto de actividades, tiempos inevitablemente asociados a la apropiación de estas tecnologías, herramientas y servicios. Estas actividades repercuten de manera sensible en sus formas de comunicarse, de producir sentido, de estar. A nosotros, estos factores se nos presentan a manera de instrumentos de la dinámica de obtención y desarrollo de “nuevas” competencias a nivel social, cultural y educativo. En muchas referencias teóricas que hemos tenido en esta investigación, se han vuelto dispositivos insustituibles para descifrar la manera que tienen de trabajar, estudiar, colaborar y resolver problemas. Cabría esperar que la percepción que tienen del uso de las tecnologías digitales pueda sugerir formas características de gestión de su identidad y hasta de su privacidad.
En cuanto al entorno socio-comunicativo de los sujetos; éste está caracterizado, en teoría, por una mayor facilidad para la expresión y en una fuerte orientación hacia la creación y el intercambio. Sin exagerar, podemos decir que es un contexto en el que los jóvenes pueden palpar una ‘verdadera’ conexión social (sentirse vinculados a “algo”), dentro de una dinámica informal de afiliaciones. Como navegantes de la red, depositan conocimientos y estados de ánimo, y a cambio, obtienen otras formas de conocimiento y oportunidades de sociabilidad y vinculación. Es decir, la juventud adquiere así capital-social asociado a la contribución propia y de los demás a la comunidad. Éstas son herramientas que efectivamente los alientan a compartir experiencias y opiniones en nuevos espacios de sociabilidad y reconocimiento que crean, amplían, usan y abandonan simultáneamente (Rheingold, H. 2002).
Es entonces que entendemos a las redes sociales online como espacios de aprendizaje colaborativo, no formal, sustentados por relaciones de amistad y/o intereses, y donde es posible encontrar la expresión cultural de los jóvenes con toda su diversidad, y con toda su carga emocional en relación con la construcción y consolidación de las comunidades de las que forman parte. Desde este panorama, nos conviene como elemento esencial, operar el reconocimiento de los jóvenes desde la exploración de aquellas prácticas comunicativas y del consumo cultural relacionados con el uso de las tecnologías digitales.
Sin importar la clase social, en nuestro país, el acceso prácticamente generalizado a estas tecnologías empieza a presentarse desde edades muy tempranas. Las implicaciones sociales sobre el uso y los modos de apropiación de estas tecnologías por parte de la juventud son causa de muy diversos puntos de vista y lógicas de entendimiento opuestas. Debates en diferentes niveles, académicos, legales, educativos buscan explicar las consecuencias de la creciente presencia de medios y tecnologías digitales en relación con múltiples aspectos de la vida cotidiana de los jóvenes como la sociabilidad, el consumo o el aprendizaje.
Como resultado de nuestro trabajo de observación, podemos afirmar que los procesos de apropiación de estas tecnologías por parte de los jóvenes representan una vía importante para el desarrollo y fortalecimiento de una cultura participativa, mediada por la tecnología, con amplios márgenes de autonomía y creatividad. También, debemos decir que este interés está sostenido; en primer lugar, por el deseo de establecer y aumentar relaciones de amistad, como una extensión de la vida offline y, también; como hemos dicho, por la búsqueda de afinidades y nuevos intereses (Jenkins, H. Et. Al. 2008). Lo que hemos podido observar, desde nuestra experiencia ciudadana y también como investigadores, es que los jóvenes articulan sus actividades con las tecnologías digitales en torno a una dinámica de participación y contribución que mezcla intenciones igualitarias y al mismo tiempo afanes sectarios. Esto, posiblemente empiece a generar formas específicas de obtención y gestión de competencias a nivel social, cultural y educativo, es decir, relativas a la manera que tienen de comunicarse, consumir, estudiar, colaborar y resolver problemas.
4.2 Datos Específicos de Contexto
Para tener un panorama más preciso de quiénes son y dónde viven esos jóvenes ofrecemos, a continuación, otros datos de contexto. Empecemos con que en Jalisco, en 2010, poco más de la cuarta parte de la población en el estado (26.9%) pertenecía al rango de edad de los jóvenes (15 a 29 años). Entre 2000 y 2010, el número de jóvenes de 15 a 29 años pasó de 1 millón 792.5 mil a 1 millón 976.1 mil. Se estima que Jalisco registró 7 millones 350.7 mil habitantes en 2010; de ellos, 26.9% jóvenes de 15 a 29 años; 977.0 hombres y 999.1 mil mujeres (INEGI, 2000). Respecto a la distribución de esta población, la concentración urbana de jóvenes encuentra su máxima expresión en las zonas metropolitanas. De los poco más de 1 millón 467 mil jóvenes que residen en localidades -de 15 mil y más habitantes- en 2010, 81.9% (1 millón 201.3 mil) vive en alguna de las tres zonas metropolitanas del estado. Es decir, al inicio del siglo XXI los jóvenes jaliscienses son predominantemente metropolitanos. Así se tiene que 93 de cada 100 jóvenes viven en la zona metropolitana de Guadalajara, cinco en la zona de Puerto Vallarta y dos jóvenes en las zonas restantes (INEGI, 2000).
En Guadalajara, poco más de 243 mil jóvenes son alumnos de la Universidad de Guadalajara, de los cuales 142 mil 300 jóvenes son estudiantes de nivel medio superior (bachillerato), distribuidos en las 149 escuelas, módulos o extensiones de preparatorias metropolitanas y regionales con las que cuenta la Universidad de Guadalajara (Universidad de Guadalajara, 2011). De estos datos, podemos ver que sólo la preparatoria N° 7 cuenta con más de 5,200 estudiantes en ambos turnos. En ella registramos seis grados de 10 grupos por grado. En cada uno de ellos asisten entre cuarenta y cincuenta alumnos, aproximadamente. La institución cuenta con una plantilla de trescientos profesores, aproximadamente.
Ahora bien, tomando en cuenta estas referencias estadísticas, podemos hablar de lo que pasa en esa cuarta parte de la población en relación con la violencia, ya que dicho fenómeno es visto como una de las problemáticas que enfrenta la juventud actual. Diversos estudios26 realizados en relación a la violencia y los jóvenes, proporcionan resultados contundentes y alarmantes en este tema, en particular la violencia contra la mujer. Los resultados obtenidos comprueban que una resultante explicativa del fenómeno de la violencia que caracteriza este contexto, es la inequidad de género. Ella se ve más acentuada en algunos sectores sociales, pero en todos los casos, existe una inequidad de género como condición estructural que hace de las mujeres el sector más vulnerable a la violencia. Esto no quiere decir que los hombres no se reconozcan también como víctimas de esta condición.
Velázquez Rivera (2011) nos acerca de forma clara y sintética a las estadísticas sobre el fenómeno en nuestro país. En su estudio, evidencia que 76% de los mexicanos de entre 15 y 24 años con relaciones de pareja, ha sufrido agresiones psicológicas; 15% ha sido víctima de violencia física y 16% ha vivido al menos una experiencia de ataque sexual (IMJ e INEGI 2007). En cuanto al feminicidio, el 25% de las mujeres asesinadas por su pareja son novias cuyas edades fluctúan entre 14 y 25 años. La autora, también menciona que entre hombres y mujeres de 12 a 29 años, las principales víctimas de abuso en el noviazgo son mujeres: seis de cada diez son tratadas sin consideraciones y nueve de cada diez han padecido malos tratos en sus relaciones de pareja al menos una vez en su vida. Se calcula que sólo 50% de las parejas aborda el tema para superarlo; y la otra mitad prefiere ignorarlo. La identificación de la presencia de baja autoestima en las víctimas de la violencia, se convierte en un hallazgo importante para la reproducción y aceptación de la violencia, que se reporta como un aspecto de la integridad psicológica de los seres humanos. Estas afecciones los coloca en condición de vulnerabilidad ante las agresiones y maltratos recibidos, factor que posteriormente hace que dejen de percibir la agresión y no puedan evitarla (Velázquez Rivera, G. 2011; Vázquez García, C. 2008 & Vizcarra Larrañaga, 2011).
No podemos dejar de mencionar que el estilo de crianza que se brinda desde el núcleo familiar es un factor nodal en la construcción de la cultura violenta, ya que es evidente que las diferencias entre hombres y mujeres que se reproducen en el seno familiar generan representaciones de lo que posteriormente los sujetos asumen y encarnan en sus prácticas cotidianas. Por ejemplo, algunos hombres mantienen un comportamiento autoritario a diferencia del comportamiento en las mujeres que por lo regular se presenta como abnegado (Ramírez Rivera, C. Núñez Luna, F. 2010). No olvidemos, al mencionar esto, que vivimos en México, y sin lugar a dudas, este país aún en el siglo XXI continua siendo foco de repercusión, a nivel internacional, del fenómeno de la violencia de género.
Con base en estadísticas y resultados particulares y nacionales, podemos enunciar que las mujeres que mantienen relaciones de noviazgo presentan episodios de violencia más cortos que las mujeres con relaciones conyugales, puesto que las mujeres no se han establecido formalmente con su pareja poseen mejores condiciones de resistencia para eludirla. En base a ello, podemos mencionar, también, que la dinámica particular en las relaciones de género se presenta como campo favorable para la violencia, ya que obedece a un patrón de determinaciones sociales basadas en las normas de género aprendidas desde la niñez. Pese a esto, en muchas de las mujeres agredidas aparece la “resistencia” y dichas normas se presentan como un obstáculo para repeler la violencia (Rey Anacona, C. 2008).
Desde esta reconstrucción del contexto, anclado a partir de datos y observaciones del fenómeno de la violencia a escala nacional, y estatal, en particular, vemos que la realidad de los jóvenes27en relación al fenómeno de la violencia en la actualidad se encuentra aunada a una condición multifactorial. Dicha realidad se encarna y se vuelve práctica al ingresar en los comportamientos, rasgos sociales, sentidos culturales y prácticas educativas. Asimismo, nos permite contextualizar a nuestros sujetos de estudio en un entorno inmerso de problemáticas, que es imposible obviar.

Notas:
26 Nos referimos a los estudios llevados a cabo por el Instituto Mexicano de la Juventud (IMJ). Los informes dan cuenta de las revisiones de los resultados de la Encuesta Nacional de Violencia en las Relaciones de Noviazgo 2007 (ENVINOV). El Instituto Nacional de la Mujeres (InMujeres) fue el responsable de la realización de la Encuesta Nacional sobre Violencia contra las Mujeres 2003 (ENVIM), también revisamos la Encuesta Nacional sobre la dinámica de las relaciones en los hogares 2006 (ENDIREH) generada por el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) y el Informe Mundial sobre la Violencia y la Salud 2002, llevado a cabo por la Organización Mundial de la Salud (OMS).
27 Los resultados de la encuesta proporcionarán datos de contexto más precisos y enfocados mayormente al contexto socioeconómico de los sujetos de estudios, así como a sus consumos. Por lo que se desarrollarán con énfasis en el apartado de análisis de datos.

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