Debate: Real, Simbólico e Imaginario de la familia
Familias sinthomáticas
Una vez homogeneizado los tres registros -real, simbólico e imaginario- Lacan va a interesarse en lo que les permite mantenerse
anudados: el sinthome en el lugar del Nombre-del-padre, que se ha vuelto una forma más, entre otras, de anudar los tres registros.
Lo que nos autoriza a hablar de familias sinthomáticas ya que estas se mantienen anudadas en nuestra contemporaneidad bajo esta
forma y no ya siempre por el Nombre-del-Padre, tal como era más bien el caso tradicionalmente. Las uniones del mismo sexo
y las familias a las que estas darían lugar, se situarían -algunas, quizás no todas, ya que podemos suponer que existen también
familias anudadas en el Nombre-del-Padre– en esta apertura que permite Lacan con el sinthome. La socióloga Michaela Marzano
señalaba en las columnas del diario Libération durante los años de la discusión del PACS (Pacto civil de solidaridad, una forma de
concubinato aprobado por la Ley, en vigencia en Francia desde 1999) que en la época de las uniones libres, las familias se forman
hoy -incluso si la gente se casa en Francia cada vez menos- con el proyecto, esencialmente, de hacer un niño. El niño aparece así en
el centro de lo que reúne dos partenaires para nombrarse padres, y esto más allá del sexo biológico de los progenitores, lo que viene
a nombrar el neologismo “parentalidad”. Podríamos agregar que las funciones “padre” y “madre” no salen indemnes de esta
transformación. Ya no lo estaban en la modernidad, es la constatación que hacía Lacan en “Los Complejos familiales” en lo que
respecta a “los efectos psicológicos de la decadencia social de la Imago paterna “. Y, podríamos agregar, a las transformaciones
que presentan los términos “hombre” y “mujer “. Reenviemos, en cuanto a este punto, al formidable texto de Jacques-Alain Miller
“Bonjour sagesse” donde comentaba el escrito de Alexandre Kojève “El ultimo mundo nuevo” [9]. En este texto Kojève ironizaba
acerca de los personajes de Françoise Sagan, especialmente sobre el personaje del padre en Buenos días, tristeza, un hombre que se
pasea en robe de chambre y con quien el incesto sería posible, o aún sobre la barba de Ernest Hemingway, El viejo y el mar quien
iba a pescar virilmente el pez espada en el Caribe, figuras todas estas de la virilidad perdida en el siglo XX y que Kojève oponía a
las grandes figuras de la virilidad del siglo XIX: Napoleón, el marqués de Sade y Georges Brummell. Hoy tenemos las novelas de
Elfriede Jelinek, pienso especialmente en Lust, novela que no nos habla especialmente del placer sino de la invasión de la escena
familiar por un goce pornográfico en los que los personajes hombre-mujer, padre y niño, aparecen fundidos en un goce incestuoso que Jelinek refiere -en sus comentarios sobre sus novelas- a la obscenidad de las relaciones de producción en la sociedad de
mercado. Sin embargo, en nuestra lectura, constituye el signo de un hecho mucho más grave aún: ningún semblante se sostiene.
Y, sobre todo, ninguno de los que podríamos pensar que serían los últimos en ceder -los de la familia- frente al ascenso del goce y
la disolución que provoca la decadencia de los simbólico.
Zygmunt Bauman, sociólogo que se interesa en la estructura líquida de las sociedades contemporáneas, habla del lugar del niño
en la actualidad como “un objeto de consumo emocional” [10], término que indica el carácter fetiche que el niño puede tomar
en nuestras sociedades de mercado, y abre la vía para pensar el valor sinthomático que evocábamos en ciertas parejas. Podríamos
incluso divertirnos en constatar que las cifras coinciden en este punto, ya que -como lo indica Maurice Godelier- en el proyecto de
niño homoparental o de madres portadoras, hacen falta al menos tres elementos cuando no tres genitores, ambos partenaires y un
tercero, dador de esperma o de óvulos, y el niño que viene a ocupar el lugar de cuarto término que reúne los otros tres.
A veces es así como acontece no solamente en la realidad de estas nuevas familias, sino también en su estructura borromea. En
un control alguien me hablaba recientemente de una analizante homosexual que había tenido, sucesivamente, tres niños con tres
mujeres diferentes y, cada vez, con el mismo genitor, a quien reconocía como el padre de los niños. Esta mujer inseminaba a cada
una de sus partenaires con una jeringa en un simulacro de acto procreativo. Luego de cada nacimiento se separaba de cada una
de las partenaires. Sólo con dos de ellas había guardado una relación y con el niño también, bajo la forma de una “madrina “. El
genitor cuida a los tres niños una semana sobre dos y algunos fines de semana las dos “madrinas” cuidan respectivamente a cada
uno de sus hijos.
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