Desarrollo emocional primitivo (1945) contin.1

Desarrollo emocional primitivo (1945) contin.1

En aquel momento, el pezón real hace su aparición y el pequeño es capaz de sentir que eso, el pezón,
es lo que acaba de alucinar. Así que sus ideas se ven enriquecidas por los datos reales de la vista, el tacto, el
olfato, por lo que la próxima vez utilizará tales datos para la alucinación. De esta manera el pequeño empieza a
construirse la capacidad para evocar lo que está realmente a su disposición. La madre debe seguir dándole al
niño este tipo de experiencia. El proceso se ve inmensamente simplificado si el cuidado del niño corre a cargo
de una única persona que utiliza una sola técnica. Parece como si, desde el nacimiento, el niño estuviera
pensado para ser cuidado por su propia madre, o en su defecto, por una madre adoptiva, y no por diversas
niñeras.
Es especialmente al principio cuando la importancia de las madres resulta vital; y de hecho es tarea de la madre
proteger al niño de las complicaciones que éste todavía no es capaz de entender, así como darle
ininterrumpidamente el fragmento del mundo que el pequeño llega a conocer a través de ella. Solamente sobre
estos cimientos es posible edificar la objetividad o una actitud científica. Todo fallo de la objetividad, sea cual
fuere la fecha en que se produzca, está relacionado con algún fallo en esta fase de desarrollo emocional
primitivo. Sólo en base a la monotonía podrá la madre añadir provechosamente riqueza.
Una de las cosas que suceden a la aceptación de la realidad externa es la ventaja que de ella puede sacarse. A
menudo oímos hablar de las frustraciones reales impuestas por la realidad externa, pero no tan a menudo oímos
referencias al alivio y a la satisfacción que da dicha realidad. La leche verdadera resulta satisfactoria en
comparación con la leche imaginaria, pero no es esto de lo que se trata. La cuestión reside en el hecho de que
en la fantasía las cosas funcionan por magia: la fantasía no tiene freno y el amor y el odio producen efectos
alarmantes. La realidad externa sí tiene freno, puede ser estudiada y conocida, y, de hecho, la fantasía es
solamente tolerable en plena operación cuando la realidad objetiva es bien conocida. Lo subjetivo posee un
tremendo valor pero resulta tan alarmante y mágico que no puede ser disfrutado salvo paralelamente a lo
objetivo.
Se verá que la fantasía no es algo que el individuo crea para hacer frente a las frustraciones de la realidad
externa. Esto solamente puede decirse de las quimeras. La fantasía es más primaria que la realidad y el
enriquecimiento de la fantasía con las riquezas del mundo depende de la experiencia de la ilusión.
Es interesante examinar la relación que con los objetos tiene el individuo en el mundo autocreado de la
fantasía. A decir verdad, hay una gran variedad de grados de desarrollo y sofisticación en este mundo
autocreado, según la cantidad de ilusión que se haya experimentado y, por ende, según la medida en que este
mundo autocreado haya o no podido utilizar los objetos del mundo externo percibidos en tanto que material.
Evidentemente, esto requiere un planteamiento más extenso dentro de otro marco.
En el estado más primitivo, que puede ser retenido en la enfermedad y hacia el que puede llevar la regresión, el
objeto se comporta con arreglo a leyes mágicas. Es decir, existe cuando se desea, se acerca cuando se le
acercan, duele cuando es dañado, y, finalmente, se esfuma cuando ya no se le necesita.
Lo último es lo más aterrador, aparte de ser la única aniquilación verdadera. El no querer, como resultado de la
satisfacción, es aniquilar el objeto. Ésta es una de las razones por las que los niños no siempre parecen felices y
satisfechos después de haber sido bien alimentados. Uno de mis pacientes llevó este temor consigo hasta la
vida adulta y sólo el análisis pudo librarle de él. Se trataba de un señor que de niño había tenido una
experiencia extremadamente buena con su madre y en su hogar (3). Su principal temor lo representaba la
satisfacción.
Me doy cuenta de que esto no es más que un esbozo del inmenso problema que representan los primeros pasos
del desarrollo de una relación con la realidad externa y la relación de la fantasía con la realidad. Pronto
deberemos añadirle las ideas de incorporación. Pero al principio es necesario establecer un contacto sencillo
con la realidad externa o compartida, mediante las alucinaciones del niño y lo que el mundo presente, con
momentos de ilusión para el niño, en los cuales él cree que las dos cosas son idénticas, lo cual nunca es cierto.
Para que en la mente del niño se produzca esta ilusión es necesario que un ser humano se tome el trabajo de
traerle al niño el mundo de manera constante y comprensible, y, de una manera limitada, adecuada a las
necesidades del pequeño. Por esta razón, el niño no puede existir solo, psicológica o físicamente, y al principio
necesita verdaderamente que una persona le cuide.
La ilusión es un tema muy amplio que necesita ser estudiado y que aportará la clave del interés que los niños
sienten por las burbujas, las nubes, el arco iris y todos los fenómenos misteriosos, así como su interés por la
pelusa, hecho que resulta muy difícil explicar en términos de instinto directo. También aquí, en alguna parte, se
halla el interés por la respiración. El niño nunca acaba de decidirse sobre si viene del interior o del exterior.
Este interés aporta la base para la concepción del espíritu, el alma, el ánima.
La crueldad primitiva (Fase de preinquietud)
Nos hallamos ahora en situación de examinar el tipo más precoz de relación entre el bebé y su madre.
Si uno da por sentado que el individuo se está integrando y personalizando y que ha hecho un buen comienzo
en su comprensión, queda aún mucho camino para que llegue a establecer una relación, en tanto que persona
completa, con una madre completa, así como que llegue a inquietarse o preocuparse por el efecto que sus
pensamientos y actos surtan sobre ella.
Tenemos que postular una relación objetal que al principio es cruel o despiadado. Puede que también ésta sea
solamente una fase teórica, y ciertamente nadie es capaz de ser cruel, salvo en estado de disociación, después
de la fase de la inquietud. Pero los estados crueles de disociación son comunes en la primera infancia y afloran
a la superficie en ciertos tipos de delincuencia, de locura; asimismo, deben estar disponibles en la salud. El
niño normal disfruta de una relación cruel con su madre, relación que principalmente se manifiesta en los
juegos. El niño necesita a su madre porque sólo ella es capaz de tolerar tal relación cruel incluso en los juegos,
toda vez que ello la daña y cansa realmente. Sin tales juegos con la madre, lo único que puede hacer el niño es
ocultar un ser cruel al que dará vida en estado de disociación (4).
Podría hablar aquí del gran temor a la desintegración en contraposición a la simple aceptación de una no
integración primaria. Una vez alcanzada la etapa de la inquietud, el individuo no puede olvidarse del resultado
de sus impulsos, ni de la acción que realizan algunos fragmentos de su ser, tales como la boca que muerde, los
ojos que acuchillan, los chillidos penetrantes, los ruidos de la garganta, etc. Desintegrarse significa
abandonarse a los impulsos, incontrolados por cuanto actúan por cuenta propia; y, además, esto evoca ideas de
otros impulsos igualmente incontrolados (en tanto que disociados) dirigidos hacia sí mismo (5).
La venganza primitiva
Volviendo media fase hacia atrás: es habitual, creo, postular una relación objetiva aún más primitiva en la cual
el objeto actúa de manera vengativa. Esta fase precede a una verdadera relación con la realidad externa. En
este caso el objeto, o el medio ambiente, es tan parte del ser como lo es el instinto que lo evoca (6). En la
introversión de origen precoz, y por ende de índole primitiva, el individuo vive en este medio circundante que
es él mismo, y bien pobre que es su vida. No hay crecimiento porque no hay enriquecimiento a partir de la
realidad externa.
Como ejemplo de la aplicación de estas ideas añadiré a este escrito una nota sobre el hábito de chuparse el
pulgar (incluyendo el hábito de chuparse los dedos e incluso todo el puño). Este hecho puede observarse a
partir del nacimiento y, por consiguiente, nos es dado suponer que tiene un significado que se desarrolla desde
lo primitivo hasta lo sofisticado. Se trata de una costumbre que tiene su importancia, tanto en lo que tiene de
actividad normal, como en calidad de síntoma de trastorno emocional.
Estamos familiarizados con el aspecto de este hábito que queda cubierto por el término «autoerótico». La boca
es una zona erógena, organizada especialmente en la infancia, y el niño que disfruta chupándose el pulgar
disfruta de un placer. Además, tiene ideas que le causan placer.
También el odio halla vía de expresión cuando el niño se daña los dedos al chupárselos con demasiado vigor o
con demasiada insistencia; y en todo caso no tarda en morderse también las uñas con el fin de hacer frente a
esta parte de sus sentimientos. También se expone a hacerse daño en la boca. Aunque no está del todo claro
que todo el daño que puedan sufrir los dedos o la boca tengan que ver con el odio. Al parecer hay en ello un
elemento según el cual algo tiene que sufrir para que el niño obtenga placer: el objeto del amor primitivo sufre
al ser amado, aparte de ser odiado.
En la costumbre de chuparse los dedos, Y especialmente en la de morderse las uñas, podemos ver un
replegamiento del amor y del odio por causas tales como la necesidad de preservar el objeto externo de interés.
Vemos asimismo un replegamiento hacia el ser, ante la frustración del amor por un objeto externo.
El tema no queda agotado con este tipo de enunciado, sino que merece ser estudiado más profundamente.
Supongo que cualquiera estaría de acuerdo en que el chuparse el pulgar es una forma de consolación, no un
simple placer; el dedo o el puño sustituye al pecho de la madre, a ésta o a otra persona. Por ejemplo, un bebé
de unos cuatro meses reaccionó ante la pérdida de su madre mediante la tendencia de meterse el puño hasta la
garganta, de tal manera que hubiese muerto de no habérsele impedido a la fuerza dicho movimiento.
Mientras que el hábito de chuparse el pulgar es normal y universal, extendiéndose hasta el empleo del chupete,
así como, de hecho, a varias actividades de los adultos normales, también es cierto que dicho hábito persiste en
las personalidades esquizoides, y en tales casos es extremadamente compulsivo. En uno de mis pacientes de
diez años, este hábito se transformó en la compulsión a leer constantemente.
Estos fenómenos no tienen explicación como no sea sobre la base de que el acto es un intento de localizar el
objeto (pecho, etc.), de sostenerlo a medio camino entre dentro y fuera. Esto es, una defensa contra la pérdida
de objeto en el mundo externo o bien en el interior del cuerpo, es decir, contra la pérdida del control sobre el
objeto.
No cabe ninguna duda de que el hábito normal de chuparse el pulgar tiene también su función.
El elemento autoerótico no siempre aparece como de primordial importancia y, ciertamente, el empleo del
chupete y del puño pronto se convierte en una clara defensa contra los sentimientos de inseguridad y otras
angustias de índole primitiva.
Finalmente, todo acto de chuparse el puño aporta una útil dramatización de la primitiva relación objetal en la
cual el objeto es tanto el individuo como es el deseo de objeto, porque es creado partiendo del deseo, o es
alucinado, y al principio es independiente de la cooperación de la realidad externa.
Algunos bebés se meten un dedo en la boca mientras maman; de esta manera (en cierto modo) se aferran a la
realidad autocreada mientras aprovechan la realidad externa.
Resumen
He tratado de formular los procesos emocionales primitivos normales en la primera infancia y que aparecen
regresivamente en la psicosis.
Notas:
(1) Principalmente a través de la obra de Melanie Klein.
(2) A través de la expresión artística nos es dado esperar mantenernos en contacto con nuestro ser primitivo, de
donde emanan los sentimientos más intensos e incluso unas sensaciones terriblemente agudas, y lo cierto es
que la mera cordura equivale a la pobreza.
(3) Citaré sólo otra razón por la que el niño no se satisface con la satisfacción. Se siente engañado. Tenía
intención, como si dijéramos, de efectuar un ataque caníbal contra la madre y se ha visto rechazado con un
narcótico: la alimentación. En el mejor de los casos lo que puede hacer es aplazar el ataque.
(4) Existe en la mitología una figura despiadada -Lilith- cuyo origen podría estudiarse con provecho.
(5) Los cocodrilos no sólo derraman lágrimas cuando no se sienten tristes -lágrimas de preinquietud-, sino que,
además, representan fácilmente el ser primitivo y despiadado.
(6) Esto es importante debido a nuestra relación con la psicología analítica de Jung. Nosotros tratamos de
reducirlo todo al instinto, y los psicólogos analíticos lo reducen todo a esta parte del self primitivo que se
parece al medio pero que surge del instinto (arquetipos). Deberíamos modificar nuestro punto de vista con el
fin de abarcar ambas ideas y para ver (si es cierto) que en el estado teóricamente más primitivo el self tiene su
propio medio creado por él mismo, y que tiene tanto del mismo self como de los instintos que lo producen.
Éste es un tema que requiere desarrollo.