DESARROLLO PRECOZ, APEGO Y CONTEXTO FAMILIAR (El apego: Vínculo afectivo primario)

DESARROLLO PRECOZ, APEGO Y CONTEXTO FAMILIAR

Consuelo Rollán García

3. El APEGO: VÍNCULO AFECTIVO PRIMARIO

El apego es un tipo de vinculación que consiste en la búsqueda de proximidad
física de un individuo hacia otro específico que se manifiesta en conductas
como estas:
• Mantenimiento de contacto sensorial privilegiado.
• Exploración del entorno desde la figura de apego como base segura.
• Búsqueda de la figura de apego en situaciones de malestar, tristeza,
miedo, etc.
• Ansiedad ante la separación
3.1. Investigaciones
La hipótesis del impulso secundario de sociabilidad supone que la atracción y
el interés por los semejantes aparecen en el niño por la necesidad de conseguir
alimento. La idea básica de esta afirmación es que el ser humano viene al
mundo dotado con unos impulsos somáticos primarios que le aseguran la
posibilidad de cubrir necesidades como la alimentación y el bienestar corporal.
La dependencia emocional es, según esta teoría, consecuencia de la
dependencia física y ésta conlleva el reconocimiento de los otros hasta que
aparece el impulso social y entonces se manifiesta la necesidad de estar con
otras personas.
Críticas hacia esta hipótesis
Harlow (1959) investigó el apego con macacos de la india. Crió macacos con
madres sustitutas, unas de felpa y otras de alambre observando que la mayor
parte del tiempo lo dedicaban a estar junto a la de felpa.*
Schaffer y Enmerson (1964) afirman que se los niños elaboran apegos fuertes
hacia personas que no son fuente de almentación.
*Harlow y Zimmerman (1959) demostraron que la satisfacción de la necesidad
de alimentarse, no explica, por sí sola, la formación de los vínculos afectivos
entre los niños y sus padres o cuidadores. En su conocido experimento,
separaron a varias crías de monos de sus madres al nacer procurándoles
madres sustitutas, una de felpa y una de alambre. Las dos tenían el mismo
sistema de alimentación a través de un biberón incorporado.
El vínculo se produjo con la madre de felpa, incluso en el caso de los monos
alimentados por la de alambre con la que pasaban quince horas en contacto y
una, la correspondiente a la ingestión de alimentos, con la de alambre.
3.2. Fenómeno de la impronta
Heinroth (1910) y Lorenz (1971), describieron el fenómeno
de la impronta entendiendo por tal búsqueda de proximidad física
que procura la madre hacia el hijo y la identificación de la madre
por reconocimiento de sus características; además de esto
observaron en diferentes especies de aves y mamíferos cómo la
madre satisface las necesidades de sus crías con respuestas
específicas.
Estos estudios han influido notablemente en investigaciones posteriores acerca
de los vínculos en los seres humanos que, aunque no siempre han podido
obtener resultados contundentes, han abierto nuevos horizontes en la
comprensión del desarrollo de las personas. Entre los datos de mayor interés
podemos resaltar los siguientes:
• Existen mecanismos innatos en las crías de diferentes especies que
posibilitan la identificación de las madres improntándose a ellas.
• Las madres de diferentes especies tienen mecanismos innatos gracias a los
cuales satisfacen las necesidades específicas de sus crías.
• El fenómeno de la impronta favorece la supervivencia de la especie.
• La impronta está sujeta a un período crítico asociado generalmente a logros
importantes del desarrollo (locomoción, vuelo).
• Improntarse conlleva una preferencia definida y precoz y permenente.

JOHN BOWLBY (1907)
John Bowlby estudió psiquiatría y se especializó en
psicoanálisis en la Tavistock Clinic de Londres. Años antes de la
segunda guerra mundial se interesó por las consecuencias de las
separaciones tempranas entre madres e hijos. Ejerció como
psiquiatra en el ejército y una vez concluido su servicio creó el
“Departamento para Niños y Padres” poniendo en práctica la
metodología que había practicado en su ejercicio militar. Fue
Secretario del Instituto de Psicoanálisis Británico y colaboró con la
OMS (Organización Mundial de la Salud) en Ginebra, en un
proyecto que pretendía paliar los efectos de las separaciones
entre padres e hijos como consecuencia de la guerra
Bolwlby fue el primer estudioso del desarrollo humano que abandonó la teoría
de las pulsiones de Freud y sustentándose de las teorías etiológicas y de la
cibernética
Aportaciones esenciales
• Existen, tanto en personas como en animales, constantes referidas al
acoplamiento, a los cuidados con las crías e hijos y a la vinculación de los
hijos hacia los padres.
• El comportamiento instintivo tiene carácter evolutivo durante los primeros
períodos de la vida. (Ej: cambios en la alimentación: chupar, morder)
• El comportamiento instintivo no se hereda: se hereda el potencial que
permite, gracias a los sentidos, desarrollar estrategias, comportamientos, y
son diferentes en función del entorno.
• Toda separación tiene consecuencias más o menos relevantes.
• La conciencia es un estado particular de nuestro psiquismo que permite
ciertos procedimientos:
. Clasificación, categorización, elaboración y transformación de la
información antes de almacenarse.
. Recogida de informaciones almacenadas.
. El pensamiento reflexivo
. La reorganización de ciertos aprendizajes
3.3. Evolución de los apegos
La elaboración de los apegos, necesita tiempo y cuidados especiales; el tiempo
lo ofrecen los primeros años de vida y los cuidados los adultos que atienden al
niño siendo relevante la calidad y cantidad de esas atenciones, para que sea
posible el reconocimiento, diferenciación y preferencia de unas personas
respecto a otras, por constituirse como figuras significativas para el niño.
Durante los primeros años de vida los apegos se elaboran, consolidan y
evolucionan, gracias a las posibilidades y necesidades tanto biológicas como
sociales de los seres humanos.
La percepción, a través del olfato, es la primera opción para el lactante de
conseguir bienestar: oler a la madre, a la persona que lo acoge en sus brazos
para alimentarle, calmarle y limpiarle es la garantía de sentirse a salvo. Para
lograr esto dispone del llanto, que desde las primeras semanas es asociado a
la, que lo regula deteniéndolo o acentuándolo en función de su proximidad,
tonalidad y volumen.
El rostro también actúa como mediador en el desasosiego del niño desde el
segundo mes de vida, aproximadamente.
Sin embargo, todavía no puede afirmarse que no sea más que percepción
acerca de algo previamente experimentado, sin existir nociones de los atributos
de la figura materna.
La capacidad perceptiva para discriminar el rostro, el olor y la voz que se
desarrolla durante el primer trimestre de vida, permite el reconocimiento de las
primeras figuras de apego expresándose en las siguientes conductas:
* Llanto diferencial
* Sonrisa
* Vocalización diferencial
Esto es posible gracias al diálogo que se establece en las situaciones
cotidianas;
La captación recíproca de atención entre ellos inicia y mantiene interacciones
expresadas en palabras, risas, caricias, etc. que deben ajustarse en
intensidad y duración, ya que el exceso de estimulación produce desasosiego y
nerviosismo que el niño mostrará llorando, desviando la mirada, etc.
La sincronía, afirma Stern (1977), es un elemento fundamental en la
formación del apego recíproco.
Superado el primer trimestre de vida los niños reconocen a su principal figura
de apego y son capaces de diferenciar su comportamiento.
Existen datos que permiten asegurar que cuando la madre cambia algún
comportamiento habitual hacia su hijo (no sonriendo, no hablando) éste llora y
se muestra nervioso como si no estuviera de acuerdo con la actitud materna y
protestara por ello. Sin embargo, cuando se ausenta responde análogamente a
diferentes personas.
Hacia el final del segundo trimestre de vida, aproximadamente, la figura de
apego principal se hace intransferible apareciendo la ansiedad de separación.
La proximidad de la figura de apego ofrece seguridad para explorar, mientras
que el alejamiento desencadena inhibición y búsqueda ansiosa a través de
quejas, llamadas y signos de desorientación.
• seguridad——–actividad, exploración
• inseguridad——inhibición, exploración ansiosa.
En este aspecto, nuestro comportamiento es similar al de otros animales como
los perros, los monos, algunas aves,etc .
Hacia el séptimo mes las figuras de apego se convierten para el niño, en fuente
de seguridad motivadora para las actividades físicas y sociales y,
simultáneamente, aparece el miedo a los extraños como contrapunto a la
seguridad. Hasta este momento, el niño discrimina entre conocidos y
desconocidos pero no ha aparecido el rechazo específico. Sin embargo, una
vez consolidados los apegos específicos (al padre, a la madre) se modifica la actitud ante figuras desconocidas que puede manifestarse en reacciones de
nerviosismo, rechazo, temor. Este comportamiento es lo que Spitz (1950)
denominó “miedo de separación”, que evidencia el establecimiento del vínculo
significativo.
Desde orientaciones cognitivas (Kagan,1984) la explicación es atribuida a la
discrepancia entre lo nuevo y lo familar, es decir, en el desconocimiento, por
parte del niño de las características del desconocido, y la diferencia con el
esquema interno que ya tiene de las figuras de apego. No se explica desde
esta corriente, por qué se expresa menos temor ante el extraño cuando la
madre o el cuidador están presentes.
Por otro lado, si acudimos a descripciones etológicas, el argumento básico se
halla en una tendencia filogenéticamente heredada y útil para la supervivencia,
de carácter universal y constante cronológicamente.
En estudios recientes se afirma que el miedo a los extraños no aparece en
todos los niños; parece existir una relación importante entre la actitud del
extraño y la reacción de los niños ante ellos. Si el desconocido invade el
espacio del niño de manera brusca, intempestiva, es más probable que
manifieste temor, rechazo; por el contrario, si el adulto no se acerca brusca y
prematuramente y deja que el niño tome la iniciativa, la reacción de temor
disminuye o no aparece, incluso es más probable que desarrollen conductas
de aproximación al desconocido.
El segundo año de vida aporta importantes avances en el desarrollo de los
niños: caminan, hablan, expresan emociones, comprenden pequeñas nociones
de sus experiencias, es decir se abren paso en un mundo desconocido e
interesante para explorar.
Las relaciones afectivas también evolucionan. Marca sus necesidades pero
también aprecia que sus figuras de apego tienen también las propias, como,
por ejemplo, tienen una cama para ellos, un tiempo y un espacio en el que él
no tiene cabida; esto puede causar ambivalencia emocional, incertidumbre que
no será más que una fase más del desarrollo si no existe rivalidad con ninguno
de los progenitores y si los límites se elaboran y practican de común acuerdo.
Por otro lado, las relaciones externas al núcleo familiar se incrementan y se
generan nuevas posibilidades de separaciones y reencuentros. Es entonces
cuando se requieren nuevas adaptaciones que rozarán la ambivalencia en
muchas ocasiones, manifestándolas en protestas ante la separación de las
figuras de apego.
El grado de adaptación y el tiempo necesario para alcanzarla dependen de
circunstancias diversas: tipo de apego, edad, actitudes de los padres, de los
educadores, etc. Sin embargo, de manera general, puede describirse este
proceso a través de las fases siguientes:
a) fase de protesta, cuando se constata la ausencia de los padres,
expresada en llanto, ansiedad, alteraciones en los periodos de sueño,
dificultades en la alimentación, etc.
b) fase de ambivalencia. Si la separación es larga (más de diez días),
la fase de protesta se atenúa y aparecen reacciones de ambivalencia hacia los
cuidadores. Se trata de un estado de índole depresiva que con el paso del
tiempo conducirá a la aceptación de los nuevos cuidadores pero pudiendo
mantener reacciones fluctuantes de rechazo, que también podrían manifestarse
hacia la madre, o cuidador primario en su regreso.
c) fase de adaptación, cuando la separación entre el niño y sus figuras
de apego es de larga duración se logra la adaptación a los nuevos cuidadores,
desaparece la ansiedad elaborándose un nuevo vínculo.
Análogamente a este proceso puede describirse el que todos los niños
experimentan cuando son escolarizados. Sin exceso de dramatismo, es
relevante “cuidar” el periodo de adaptación a la escuela por parte de padres y
educadores. La escuela es un nuevo contexto físico, con unas actividades,
espacio y tiempo concretos, con personas desconocidas, normas diferentes,
hábitos compartidos que muchos niños no han aprendido todavía.
A partir del tercer año de vida podemos hablar de logros significativos en unos
aspectos fundamentales tales como la comunicación verbal, el conocimiento
social y el control emocional. Si la evolución ha sido satisfactoria los vínculos
afectivos se encuentran consolidados.
Los primeros años de los niños, en un sistema familiar con relaciones
satisfactorias, son quizá los más propicios para disfrutar de actividades
compartidas, para sembrar la confianza tan necesaria cuando llega la
adolescencia y para elaborar las pautas educativas que favorezcan el
autocontrol, la disciplina, la responsabilidad, los valores, etc., que pretendan
transmitirse a los hijos.
3.4. Funciones del apego
La función básica del apego es la adaptación al medio de manera que se
garantice la supervivencia de la especie.
La proximidad con los congéneres, durante los primeros años de vida de las
personas, satisfacen las necesidades y solventan los peligros gracias a las
conductas de crianza, además de elaboran los primeros vínculos afectivos en
la familia como primer entorno social.
El apego hacia la madre, el padre o hacia el sustituto de cualquiera de ellos,
permite al hijo calmarse cuando tiene miedo, se siente triste, y estimula la
exploración del mundo especialmente cuando es posible la locomoción.
• Regular la estimulación lingüística necesaria para la cognición y
comunicación.
• Elaborar la confianza , seguridad y bienestar
• Manifestar emociones a través de la expresión de las mismas.
• Satisfacer necesidades lúdicas a través de los juegos afectivos
propios de las interacciones entre padres e hijos.
3.5. Tipos de apego
El apego no tiene carácter positivo por sí mismo. No existe un único tipo de
apego afectivo y constructivo sino que es posible la elaboración de apegos
negativos e incluso destructivos en el peor de los casos. Sin embargo, la
vinculación afectiva en las personas, constructiva o destructiva, es
prácticamente indispensable.
Si hablamos en términos de calidad podemos hacer referencia a la
investigación que Ainsworth (1975, p, 58), quien desarrolló el denominado
procedimiento de la ¨situación extraña¨ que consiste en la observación de la
siguiente secuencia de situaciones entre madres e hijos:
a) madre e hijo solos en una situación de juego
b) aparición de un extraño
c) la madre se ausenta y el extraño trata de consolar al niño.
d) la madre regresa y calma a su hijo.
e) el extraño se ausenta
f) la madre deja al niño solo
g) el extraño entra y trata de calmar al niño
h) la madre regresa
Las reacciones de los niños son evaluadas a través del siguiente paradigma:
El apego: vínculo afectivo primarioApego: vínculo afectivo primario, cuadro

¿Cómo podemos interpretar esto?
Aunque no podemos hacer interpretaciones definitivas, si podemos reflexionar
acerca de la importancia de la calidad y cantidad de las interacciones entre
padres e hijos, y entre cuidadores primarios y niños. Esto no es algo baladí.
Las características de las experiencias de vinculación tienen una gran
repercusión en el desarrollo de la capacidad de elaborar apegos en los
primeros años, y no puede descartarse su efecto a largo plazo, a lo largo de
toda la vida.
Esto no significa que no sea posible el efecto reparador bien a través de
intervención especializada o bien gracias a nuevos vínculos más satisfactorios
cuando los primeros no lo fueron, pero obviamente no es lo ideal.
Por otro lado, existen otros factores que influyen en el modo en que se
desarrollan las interacciones tales como la personalidad del niño, el contexto de
convivencia, el acoplamiento, etc.
Las características del niño no son inocuas en el proceso de elaboración de
los vínculos afectivos. El temperamento, la facilidad o dificultad para calmarse,
el modo de respuesta a los estímulos, influye en la elaboración de un apego
más o menos seguro.
Unos padres sanos emocional y físicamente sentirán atracción hacia su bebé:
deseo de olerlo, abrazarlo, mecerlo, etc. El niño responderá con sonrisas,
miradas, tocando a quien le sostiene en brazos, etc.
La relación más importante en la vida de un niño es el apego a su cuidador
primario, en el mejor de los casos, la madre. Un apego saludable, construido
con experiencias de vínculo repetitivas durante la infancia, sustenta una base
sólida para futuras relaciones saludables. Por el contrario, problemas en la
vinculación y el apego pueden originar un desarrollo emocional frágil,
inestable. Cualquier factor que interfiera con las experiencias de vinculación,
puede interferir con el desarrollo de las competencias para desarrollar apegos.
Cuando las interacciones entre madre, padre e hijos se interrumpe o dificulta,
es difícil mantener las experiencias de vinculación. Las interrupciones pueden
ocurrir debido a problemas primarios con el niño, los adultos, el acoplamiento
entre ambos, el ambiente, etc.
El temperamento del niño influye en la vinculación. Un niño difícil de calmar,
irritable o que no responda a los estímulos con facilidad, puede dificultar el
acercamiento tranquilo de sus cuidadores, si estos no tiene buenas
competencias para responder.
Las conductas de los padres o cuidadores pueden afectar negativamente la
vinculación. Padres que critican, rechazan, evitan la intimidad, o se muestran
excesivamente punitivos, no crean contextos seguros para sus hijos.
Los factores externos también influyen en el desarrollo emocional, social,
cognitivo, etc. Situaciones de riesgo social permanente en las que la seguridad
física es precaria dificultan el desarrollo de los niños
Por último, el acoplamiento entre padres, madres e hijos es un factor relevante
en los primeros días de vida del niño, poniendo a prueba las capacidades y
recursos de los adultos para atender al lactante y las de este para responder a
los estímulos; la atención, y la respuesta a las señales de manera adecuada,
es esencial para mantener experiencias de vinculación que y el inicio de
apegos seguros.

4. El contexto familiar

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Notas:

3. GOLSE. B. (1987) El desarrollo afectivo e intelectual del niño. Barcelona. Masson. 47-54.